- La muestra está basada en una investigación de Daniel Garza Usabiaga, quien participa como curador
- El público podrá conocer obras de Sofía Bassi, Manuel Rodríguez Lozano, Mathias Goeritz y de los Talleres Monásticos Emaus
La Sala de Arte Público Siqueiros (SAPS), perteneciente a la Red de Museos del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), y la Secretaría de Cultura del Gobierno de México presentan la exposición Cristos en prisión, curada por Daniel Garza Usabiaga, la cual explora la producción artística de David Alfaro Siqueiros con Cristo como figura, a quien el muralista consideró un prisionero de conciencia.
La muestra reúne imágenes de Cristo elaboradas por Siqueiros durante su encarcelamiento en Lecumberri, de 1960 a 1964, y otras que realizó en libertad; acompaña a esta producción un conjunto de materiales fotográficos y hemerográficos, entre otros, de los acervos del Centro de Investigación y Documentación Siqueiros (CIDS). Asimismo, incluye obras de los artistas Sofía Bassi, Manuel Rodríguez Lozano, Mathias Goeritz y de los Talleres Monásticos Emaus, que se refieren a aspectos del contexto plástico e histórico de la época en que el muralista realizó el núcleo de obra referido.
Cristos en prisión se presenta en el marco de la conmemoración del 50 aniversario luctuoso de David Alfaro Siqueiros, organizada por el INBAL y la Secretaría de Cultura del Gobierno de México. Esta exposición aborda una faceta poco conocida de la obra pictórica de un artista declarado ateo, pero que, como revela la investigación del curador, establece un vínculo entre la visión marxista de Siqueiros y la figura de Cristo como “preso político en actitud de protesta”. Además, explora la relación entre esta perspectiva y el activismo social y político de sacerdotes comprometidos con la Teología de la Liberación.
Los Cristos que pintó Siqueiros en su cuarto y último encarcelamiento
David Alfaro Siqueiros fue encarcelado en Lecumberri en 1960, después de un juicio en el que se utilizó en su contra el contenido de su obra y tras el cual fue acusado del delito de disolución social. Fue el cuarto y último periodo del artista en prisión —y también el más largo—, ya que pasó cuatro años en el llamado “Palacio Negro”.
En ese lapso dio continuidad a su trabajo artístico. Pintó obras de pequeño y mediano formatos: experimentos plásticos tendientes a la no figuración, retratos y autorretratos, flores y, de manera notoria, una serie de imágenes de Cristo.
De acuerdo con el curador, en ese entonces Siqueiros se concibió a sí mismo como prisionero de conciencia del gobierno encabezado por Adolfo López Mateos. En palabras del artista: “Yo tomo a Cristo como un perseguido político, eso es, eso fue, una víctima de la represión…”
Los Cristos pintados por Siqueiros en Lecumberri constituyeron una actualización realista del imaginario religioso —señala Garza Usabiaga— y una reinterpretación de las tallas tradicionales religiosas, a las que puso en sintonía con una nueva figuración expresionista en boga internacionalmente en la década de los sesenta.
Preso en Lecumberri, Siqueiros encontró inspiración en los Cristos ensangrentados que había visto durante su infancia, así como en la imaginería colonial, para crear representaciones de Cristos lacerados y brutalmente mutilados, algunos de los cuales, como el que colocó en su celda, aparecían sangrantes. Este tratamiento expresionista, señala el curador, también se refleja en varias inscripciones hechas en el reverso de las pinturas, las cuales serán presentadas al público en la exposición a través de fotografías.
Un ejemplo de ello es la obra Cristo, el redentor vencido, detrás de la cual se encuentra la siguiente sentencia: “Su doctrina de ‘paz en la tierra’ fue sepultada en la sangre y las cenizas de dos mil años de guerras cada vez más devastadoras.” Según el curador Daniel Garza Usabiaga, la imagen de Cristo sirvió al muralista para reflexionar sobre la violencia humana, un tema recurrente en su obra.
Renovación del arte litúrgico
El Concilio Vaticano II, convocado por el papa Juan XXIII en 1959 y clausurado por el papa Paulo VI, luego de cuatro sesiones realizadas entre 1962 y 1965, promovió una renovación del arte litúrgico en el seno de la Iglesia católica, la cual, por cierto, no participaba en la pugna ideológica entre el arte abstracto y el arte figurativo que tuvo lugar durante la Guerra Fría, según documentos que emitió luego del Concilio.
Hacia la segunda mitad de los años sesenta del siglo XX, el papa Paulo VI invitó a Siqueiros a crear obra para las nuevas salas de arte contemporáneo que abrió el Museo del Vaticano en 1973. El artista fue el único mexicano presente en la “sección de arte contemporáneo” del museo, al lado de Giorgio de Chirico, André Derain, Otto Dix, Lucio Fontana y Francis Bacon.
“La rebeldía de Jesucristo nos hace concebirlo como el símbolo actual de la lucha de los (pueblos) más débiles contra los fuertes”, dijo el muralista al referirse a El Cristo de la paz en las colecciones del Vaticano, obra que el muralista entregó como respuesta al encargo. La pintó entre 1969 y 1970, en libertad y viviendo en Cuernavaca, Morelos, ciudad en la que trabajó también el mural La marcha de la humanidad en la Tierra y hacia el cosmos, obra montada en el Foro Universal del Polyforum Siqueiros, edificio construido exprofeso en la Ciudad de México e inaugurado en 1971.
Cuernavaca era, en aquellos años, “una especie de epicentro de dinámicas de renovación en la Iglesia católica, presentes en la arquitectura religiosa moderna de Félix Candela, en el arte litúrgico, en intervenciones de Mathias Goeritz y en el diseño de los Talleres Emaus, así como en las iniciativas y propuestas de Gregorio Lemercier y el obispo Sergio Méndez Arceo”, apunta el curador de la exposición, en la cual habrá obras y materiales fotográficos y hemerográficos de archivo para ilustrar ese ambiente en Morelos.
El Cristo de la paz
Daniel Garza Usabiaga explica que en El Cristo de la paz desapareció la sensibilidad expresionista que Siqueiros imprimió en los Cristos que hizo en Lecumberri y dio paso a un tipo de representación que bien podría denominarse como “heroica” y que distingue varias de las obras del muralista.
El curador establece la relación de esta obra con las figuras rebeldes de los años sesenta en el mundo, como fueron el cura que radicalizó la Doctrina social de la Iglesia, el guerrillero, el revolucionario, el preso de conciencia y el activista social. Garza Usabiaga se apoya en la siguiente declaración del pintor para señalar que dicha relación no es arbitraria: “Cabe decir que Cristo fue un preso político, crucificado más por sus ideas revolucionarias políticas que por sus ideas religiosas”.
Garza Usabiaga distingue otro aspecto relevante de esta obra de caballete: “A diferencia de la mayor parte del arte religioso moderno de solución no figurativa realizado en México, Siqueiros logró una articulación entre la iconografía del catolicismo con un contenido altamente político”. El curador detalla que, durante la Guerra Fría, en diversas partes del mundo se introducía un mensaje “oculto” en una imagen que a simple vista parecería inofensiva.
Siqueiros replicó El Cristo de la paz en uno de los paneles exteriores del Polyforum, con lo cual transformó esa pieza de caballete en una obra de arte público de escala monumental.
Siqueiros y su relación con la Iglesia católica
La llamada Doctrina social de la Iglesia católica se conformó en el transcurso del Concilio Vaticano II (1962-1965); esa doctrina fue del interés de David Alfaro Siqueiros, explica Daniel Garza. “Es muy probable —añade— que también supiera de la emergencia de ciertos experimentos sociales que surgían a lo largo de América Latina y que trataban de reconciliar el catolicismo con el marxismo como una extensión de la nueva Doctrina social”.
A finales de la década de los sesenta, cuando Siqueiros y su esposa Angélica Arenal vivían en Cuernavaca, el artista entabló una relación cercana con Sergio Méndez Arceo, obispo de la capital de Morelos e ideólogo de la Teología de la Liberación. Conocido por algunos como el “Obispo Rojo”, Méndez Arceo buscó la unidad de los pueblos latinoamericanos y la liberación de los grupos sociales excluidos, más allá de las religiones, de los Estados y de las instituciones, para construir una hermandad entre los pueblos contra los gobiernos autoritarios y el imperialismo estadounidense.
El artista fue claro al expresar su entendimiento de la figura de Jesucristo: “Yo admiro a Cristo, pero no quiero que se me malentienda. No admiro al Cristo religioso; admiro a Cristo como político, porque lo considero un rebelde. Entendamos: Cristo fue el primer gran hombre que luchó contra el imperialismo; tuvo el valor de enfrentarse casi sin recursos a los poderosos opresores romanos”.
Cristos en prisión abierta a partir del sábado 30 de noviembre, a las 12:00 h, en la Sala de Arte Público Siqueiros, ubicada en Tres Picos 29, Polanco, Ciudad de México. Estará abierta hasta el 30 de marzo de 2025. Horario: martes a domingo, 10:00 a 18:00 h. Boleto: $45 pesos. Entrada gratuita todos los días para estudiantes, docentes y adultos mayores al presentar credencial vigente en taquilla. Domingo, entrada libre para todas las personas visitantes.