Un diálogo entre técnica, cuerpo y territorio
En la obra de Roxana Cervantes, la técnica se asume como un territorio vivo. Cantos de Piedra exploró esa relación entre los procedimientos ancestrales y las tecnologías contemporáneas, construyendo un lenguaje escultórico propio donde la tierra, el cuerpo y la memoria confluyen.
A lo largo de su trayectoria, la artista ha trabajado con un amplio repertorio de materiales, metales, fibras naturales, madera, pastas de caña, polímeros, vidrio y plata, cada uno con su propio ritmo y resistencia. En esta exposición, esos materiales se articularon en formas que conjugan precisión formal y libertad expresiva, dando vida a piezas monolíticas que llenaron el espacio con su presencia física y simbólica.


Las arcillas, procesadas y cocidas con rigor técnico, fueron el corazón de la muestra. Las superficies tratadas con engobes densos y transparencias de terra sigillata generaron veladuras y texturas que dialogaron con la luz, mientras que estructuras de madera y polímeros expandieron la escala y la espacialidad escultórica.
La propuesta evidenció un proceso artístico donde lo manual y lo experimental coexisten, transformando el taller en un laboratorio de hibridación creativa.
La tierra como memoria
Uno de los ejes más potentes de la exposición fue la relación entre paisaje, territorio y escultura. Cervantes trabaja con tierras extraídas de su entorno inmediato, materiales vivos que reinsertó bajo nuevas formas, estableciendo un reconocimiento explícito a los elementos naturales del paisaje mexicano.
En sus piezas resuenan las texturas del suelo, la silueta de los cerros y la insistencia de una raíz, no como una observación contemplativa, sino como una forma de relación afectiva y política con el entorno.

Los engobes empleados, elaborados con mezclas de tierras del paisaje michoacano y veracruzano, condensaron esa relación entre geografías: rojos, grises y verdes que dialogan entre sí, evocando una conversación entre territorios materiales y culturales.
Un proceso visible
La curaduría de José Luis Arroyo-Robles y Marco López Valenzuela, integrantes del colectivo Aberrante: Laboratorio de Arte Contemporáneo, apostó por mostrar no sólo las piezas terminadas, sino también los procesos que las hicieron posibles: maquetas, bocetos y ensayos plásticos que permitieron al público comprender la lógica detrás de cada volumen.
Esta decisión convirtió a Cantos de Piedra en una exposición abierta al pensamiento artístico, donde el resultado no fue lo único relevante, sino también el recorrido que condujo hasta él.


Un cierre que deja huella
Durante dos meses, Cantos de Piedra transformó el MAX en un espacio de contemplación y diálogo entre materia, técnica y territorio. La exposición reafirmó la vigencia de la cerámica como medio contemporáneo de investigación visual y conceptual, y consolidó a Roxana Cervantes como una de las creadoras que mejor articulan el vínculo entre arte, paisaje y memoria en México.
La muestra se realizó con el apoyo de la Universidad Veracruzana, el Museo de Antropología de Xalapa (MAX), la Secretaría de Cultura de Veracruz (IVEC), El FíarTes, Alstom, la CCI France México y el colectivo Aberrante.



