Andrés Aguilar y Portilla Ricardo Corzo Ramírez


UNA SERIE DE CIRCUNSTANCIAS Y EVENTOS QUE ANTECEDIERON

La monarquía española, que colonizó y dominó durante trescientos años buena parte de América, en el interregno de los siglos XVIII y XIX vivió una serie de sucesos negativos y hasta funestos. Una vez debilitada su capacidad naviera, por Inglaterra, y sobre todo, por la ocupación napoleónica en la península Ibérica. Momentos sumamente delicados fueron también aquellos, cuando el rey Fernando VII fue aprehendido en la frontera. En tanto que, en la Nueva España las noticias acerca de estos eventos, no hacían más que contribuir a la confusión de lo que sucedía con la Corona y, de muchas formas, incentivaban a las protestas sobre el régimen político colonial, y su suerte bajo el dominio napoleónico.

En este escenario, si bien, para el mundo novohispano no eran extrañas las convulsiones violentas, ni las resistencias al orden establecido; los sucesos acaecidos entre los años de 1807-1808, sí provocaron mayor preocupación, dadas las posibles consecuencias. Ya que era de suponerse que la oligarquía indiana tenía conocimientos de la independencia norteamericana y de las rebeliones de Haití, y con ello, se podría aprovechar la coyuntura para alcanzar una relativa autonomía de España. El ambiente, ciertamente confuso, de alguna manera resultó propicio para los criollos ya que, en particular, eran desplazados de las prebendas y privilegios políticos y corporativos. Hay muchas pruebas de descontento e inconformidad que empezaba a manifestarse en la cultura política, no sólo en la Nueva España, sino también en otras colonias americanas de este imperio. Algunos integrantes de las oligarquías de hacendados, mineros, comerciantes, clérigos, políticos y militares consiguieron el uso de las estrategias y tácticas de la insurrección y conspiración política. Claro está, que creían aún en que eran posibles los reacomodos de los viejos y los nuevos problemas, dentro del marco del sistema político establecido. En ese contexto, en el Bajío, con “el grito” de Miguel Hidalgo se iniciaron muchos los movimientos armados, acabando con vidas y la parálisis de la vida productiva, en los años de 1808-1811. Sucesos significativos éstos, que son referentes trascendentes con que la historia nacional reconoce el inicio del proceso de independencia nacional.     

Palacio municipal de Córdoba Veracruz

Como se menciona, fue una serie de circunstancias y eventos los que anunciaban nuevos bríos. Así, en la década que va de 1811-1821 se dieron una serie de clivajes en las concepciones y en los hechos que marcaron el desenlace de la lucha por ese proceso que traería grandes esperanzas para esta nación, la independencia del mundo novohispano. Citando ejemplos, podemos enumerar algunos referentes coyunturales como: la Constitución de Cádiz de 1812 (derogada en mayo de 1814, con la cual el absolutismo volvía a imperar con el retorno de Fernando VII); el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana en 1814 y el fusilamiento al año siguiente de José María Morelos y Pavón. Con lo cual se aceleraron las guerras de guerrillas en casi todas las provincias de la Nueva España, y no menos importantes, también se dieron en otros contextos del imperio español. A veces, las fuerzas realistas parecieron someter a las insurgentes, y el escenario crítico de la economía novohispana, pareció ser cada día más preocupante, tanto para la economía interna, como para el comercio allende los mares.

En este ambiente convulso y violento, fue donde Agustín de Iturbide, como general del Ejército Realista realizó varias y exitosas campañas. Las que le brindaron reconocimiento para que posteriormente se convirtiera, no sólo en un caudillo militar, sino también y básicamente, en un agente de peso político, con capacidad para convocar y concertar con los caudillos de las fuerzas insurgentes. En primer lugar, con Vicente Guerrero y más tarde, con otros notables de este bando. Así como también, con otros mandos de las mismas fuerzas militares realistas.

Pero podemos asegurar, que uno de los hechos contundentes que tuvo el peso deseado en su tiempo fue el Plan de Iguala, que fusionó los intereses declarativos con la fuerza militar. Así, las Tres Garantías, proclamadas en febrero de 1821, daría cabida a la primera concertación entre insurgentes y realistas, marcando el fin de la larga guerra, que no sólo había creado dificultades en la vida económica y social colonial. Sino que, en relación con la metrópoli, había puesto en entredicho, el poder metropolitano. La convulsión social y político propició una serie de estragos, no sólo de algunos representantes de la oligarquía indiana, sino también entre los campesinos y castas, que de manera significativa y cuantitativamente, participaron en el “teatro de la guerra” sin tener un papel, ni liderazgo preponderante.   

Juan O’Donojú

Además, debemos recordar que en el escenario político de la península ibérica hacia 1820 y 1821, parecía que cierto liberalismo constitucionalista se imponía soterradamente, frente al absolutismo; ya que la sublevación militar de Rafel del Riego obligó al rey en 1820 a gobernar con los principios constitucionales de Cádiz de 1812. Dentro de esta conversión de absolutistas y liberales, e incluso, ante la influencia más activa de grupos secretos y logias masónicas, es que Juan O´ Donojú fue designado Jefe Político Superior y, también reconocido como Capitán General. Con el arribó de éste al puerto de Veracruz el 30 julio de 1821, se abrigaba la esperanza de restablecer un nuevo orden, y tomar los acuerdos pertinentes para la recuperación de la vida económica y estabilidad política de la Nueva España. En este matiz, y como pieza fundamental del desenlace independentista, podemos comprender, cómo una vez que se estableció en el territorio acosado por las fuerzas, tanto realistas como insurgentes; pudo comprender de mejor manera las condiciones creadas por el Plan de Iguala; los conflictos reales por el poder virreinal frente a los intereses del Ejército Trigarante y juzgar por sí mismo, la confusión prevaleciente entre la oligarquía indiana, particularmente, la dedicada al comercio.

Por lo cual, podemos argumentar, sumado todo ello, que hasta entonces pudo asumir sin ser presionado físicamente y por convicción. Suponemos que sólo así pudo comprender los compromisos y consecuencias políticas, militares e ideológicas, que podrían traer el establecimiento de una monarquía mexicana, con o sin la tutela de la Corona española.

En este contexto referencial, es donde se destacan los vaivenes y reacomodos entre los muchos participantes de uno de los procesos cruciales de la nación mexicana, la independencia. Pero también se trata de resaltar a otro de los momentos esenciales para todos los mexicanos, Los Tratados de Córdoba firmados en 1821. Por todo ello, y para nosotros también es imprescindible citar el lugar en donde se llevaron a cabo tan significativos hechos, los que formalmente representan un puente de transición, entre el viejo régimen y el inicio de la vida independiente. Pero no sólo enunciar su nombre, sino también debemos –al menos así lo creemos- que si Dolores Hidalgo ha sido ensalzado debido al grito de Miguel Hidalgo; luego, entonces, Córdoba, Veracruz con mucho también debe ser homenajeado. Pues fue aquí en donde se dio fin a uno de los procesos más largos y sobre todo más convulsos y dramáticos de nuestra historia, la guerra de independencia de 1810-1821, la que finamente nos conllevaría a una independencia controvertida.     

José María Morelos y Pavón

CÓRDOBA Y LOS PROTAGONISTAS

Tratando de reflexionar acerca de tan distinguido e histórico punto poblacional, podemos afirmar que, tanto por su ubicación geoestratégica y características propias y de su entorno. Así como por las condiciones socioeconómicas que le dieron perfil durante la colonia a la Villa de Córdoba; sin lugar a dudas, no habría mejor escenario para celebrar tan importante encuentro entre Juan O´Donojú y Agustín de Iturbide el 24 de agosto de este año.

La población recibió a Iturbide como legítimo emisario para representar los intereses de una sociedad que anhelaba finalizar el estado de guerra y sus consecuencias, plantear las posibles formas de mejorar la gobernanza y, por ende, la gobernabilidad en los tiempos en que la monarquía española, supuestamente, vivía un periodo liberal y de reacomodo dentro del marco de la monarquía constitucional. Adicionalmente, y no por ello, menos importante, en el imaginario de los cordobeses aún persistían los hechos que, tres meses atrás habían sucedido entre el 15 y el 21 de mayo, cuando tuvieron enfrentamientos bélicos y destrozos materiales, que produjeron las fuerzas realistas, frente a las defensas locales. Luchas en las cuales, el coronel Francisco Hevia jugó un papel contradictorio.

Como se sabe Antonio López de Santa Ana fue el intermediario, para que se diera la entrevista entre O´Donojú e Iturbide, a su vez, por instrucciones de este último, sirvió como garante de la seguridad, de quien poco antes había sido combatiente en la guerra de independencia española y gobernador militar de Andalucía en 1820. Con estos antecedentes, O´Donojú fue enviado como Capitán General por la monarquía española, para cambiar al virrey usurpador Francisco Novella, quien gobernaba desde el 5 de julio de 1821 al desplazar a Juan Luis de Apodaca, a quien se le reconoce como el 61º o último virrey de la Nueva España.

De este modo, el 23 de agosto de este año O´Donojú llegaba a la Villa Córdoba, en donde fue recibido con grandes respetos y admiración, sobre todo, lo saludaron de manera solemne, de acuerdo a su rango. Posteriormente, llegó -según las crónicas- un destacado jinete con fino corcel abriéndose paso entre la muchedumbre. Su fina figura sobresalía por sobre todos sus acompañantes, era Agustín de Iturbide el comandante de las Tres Garantías: Independencia, Unión y Religión, quien enarbolaba la bandera de los tres colores: verde, blanco y rojo. Y de igual manera, los cordobeses lo recibieron con algarabía y gran reconocimiento.  

Fue así como, al día siguiente, el 24 de agosto se encontraron en la casa de la familia Ceballos, hoy conocida como el Portal de Ceballos, para firmar lo que más tarde se reconocerá como Los Tratados de Córdoba. Este documento consta de 17 artículos convenidos, los cuales se transcriben literalmente para la relectura y reinterpretación que merecen, a doscientos años de haberse acordado y firmado:


I. Esta América se reconocerá por Nación soberana e independiente, y se llamará en lo sucesivo Imperio Mejicano.

2. El Gobierno del Imperio será monárquico constitucional moderado.

3. Será llamado a reinar en el Imperio Mejicano (previo el juramento que designa el artículo 4. del Plan) en primer lugar el Sr. D. Fernando Séptimo Rey Católico de España, y por su renuncia o no admisión, su hermano el Serenísimo Señor infante D. Carlos; por su renuncia ó no admisión el Serenísimo Señor Infante D. Francisco de Paula; por su renuncia o no admisión, el Serenísimo Señor D. Carlos Luis Infante de España antes heredero de Etruria, hoy de Luca, y por renuncia ó no admisión de este, el que las Cortes del Imperio designaren.

4. El Emperador fijará su Corte en Méjico que será la Capital del Imperio.

5. Se nombrarán dos comisionados por el Exmo. Señor O-donojú, los que pasarán a la Corte de España a poner en las Reales manos del Señor D. Fernando VII. copia de este tratado, y exposición que le acompañará para que sirva a S. M. de antecedente, mientras las Córtes del Imperio le ofrecen la corona con todas las formalidades y garantías, que asunto de tanta importancia exige, y suplican á S. M. que en el caso del artículo tercero, se digne noticiarlo a los serenísimos Señores Infantes llamados en el mismo artículo por el orden que en él se nombran; interponiendo su benigno influjo para que sea una persona de las señaladas de su augusta casa la que venga a este Imperio, por lo que se interesa en ello la prosperidad de ambas naciones, y por la satisfacción que recibirán los mejicanos en añadir este vínculo a los demás de amistad, con que podrán, y quieren unirse a los españoles.

6. Se nombrará inmediatamente conforme al espíritu del plan de Iguala, una junta compuesta de los primeros hombres del Imperio por sus virtudes, por sus destinos, por sus fortunas, representación y concepto, de aquellos que están designados por la opinión general, cuyo número sea bastante considerable para que la reunión de luces asegure el acierto en sus determinaciones, que serán emanaciones de la autoridad, y facultades que les concedan los artículos siguientes.

7. La junta de que trata el artículo anterior se llamará junta provisional gubernativa.

8. Será individuo de la Junta provisional de gobierno el Teniente general D. Juan de O-Donojú, en consideración á la conveniencia de que una persona de su clase tenga una parte activa é inmediata en el gobierno, y de que es indispensable omitir algunas de las que estaban señaladas en el expresado plan, en conformidad de su mismo espíritu.

9. La Junta provisional de gobierno tendrá un Presidente nombrado por ella misma, y cuya elección recaerá en uno de los individuos de su seno, o fuera de él, que reúna la pluralidad absoluta de sufragios; lo que si en la primera votación no se verificase se procederá a segundo escrutinio, entrando a él los dos que hayan reunido más votos.

I0. El primer paso de la Junta provisional de gobierno, será hacer un manifiesto al público de su instalación, y motivos que la reunieron, con las explicaciones que considere convenientes para ilustrar al pueblo sobre sus intereses y modo de proceder en la elección de Diputados á Córtes de que se hablará después.

II. La Junta provisional de gobierno nombrará en seguida de la elección de su Presidente una Regencia compuesta de tres personas de su seno ó fuera de él, en quien resida el poder ejecutivo y que gobierne en nombre del Monarca, hasta que este empuñe el cetro del Imperio.

I2. Instalada la Junta provisional, gobernará interinamente conforme a las leyes vigentes en todo lo que no se oponga al plan de Iguala, y mientras las Córtes formen la Constitución del Estado.

I3. La Regencia inmediatamente después de nombrada procederá a la convocación de Córtes conforme al método que determine la Junta provisional de gobierno; lo que es conforme al espíritu del artículo 24 del citado plan.

I4. El poder ejecutivo reside en la Regencia, el legislativo en las Córtes; pero como ha de mediar algún tiempo antes que estas se reúnan, para que ambos no recaigan en una misma autoridad, ejercerá la Junta el poder legislativo, primero, para los casos que puedan ocurrir, y que no den lugar á esperar la reunión de las Córtes; y entonces procederá de acuerdo con la Regencia: segundo, para servir á la Regencia de cuerpo auxiliar y consultivo en sus determinaciones.

I5. Toda persona que pertenece a una sociedad, alterado el sistema de gobierno, o pasando el país á poder de otro Príncipe, queda en el estado de la libertad natural para trasladarse con su fortuna adonde le convenga, sin que haya derecho para privarle de esta libertad, a menos que tenga contraída alguna deuda con la sociedad a que pertenecía por delito, o de otro de los modos que conocen los publicistas: en este caso están los europeos avecindados en N. E. y los americanos residentes en la Península; por consiguiente serán árbitros a permanecer adoptando esta o aquella patria, o a pedir su pasaporte, que no podrá negárseles, para salir del reino en el tiempo que se prefije, llevando ó trayendo consigo sus familias y bienes; pero satisfaciendo a la salida por los últimos, los derechos de exportación establecidos, o que se establecieren por quien pueda hacerlo.

I6. No tendrá lugar la anterior alternativa respecto de los empleados públicos, ó militares que notoriamente son desafectos á la independencia Mejicana; sino que estos necesariamente saldrán de este Imperio dentro del término que la Regencia prescriba, llevando sus intereses, y pagando los derechos de que habla el artículo anterior.

I7. Siendo un obstáculo a la realización de este tratado la ocupación de la Capital por las tropas de la Península, se hace indispensable vencerlo; pero como el primer Jefe del Ejército Imperial, uniendo sus sentimientos a los de la Nación mejicana, desea no conseguirlo con la fuerza, para lo que le sobran recursos, sin embargo del valor y constancia de dichas tropas peninsulares, por falta de medios y arbitrios para sostenerse, contra el sistema adoptado por la Nación entera, D. Juan O-donojú se ofrece a emplear su autoridad, para que dichas tropas verifiquen su salida sin efusión de sangre, y por una capitulación honrosa.= Villa de Córdova 24 de agosto de 1821.= Agustín de Iturbide.= Juan O-donojú.= Es copia fiel de su original.= José Domínguez.


HECHOS Y CONTROVERSIAS FINALES

Después de la lectura de este documento, la que puntualmente han hecho los lectores de la Revista Praxis, expresamos una serie de reflexiones, con el ánimo de enriquecer la crítica, que nos permite la historia en el presente. Los Tratados de Córdoba, significaron que se pudiera iniciar el fin del “Teatro de la guerra”, pero al mismo tiempo, fue un acuerdo que conllevaba en sí mismo, como el “huevo de la serpiente”, retomando el título de la película de Ingmar Bergman, las contradicciones de la tragicomedia con que, los hechos posteriores dieron cauce al proceso de la independencia nacional.

Agustín de Iturbide

En otras palabras, con los acuerdos políticos logrados mediante “Los Tratados de Córdoba”, se busca restablecer el poder político e indica los pasos a seguir para gobernar, sin alterar las formas monárquicas y dar cumplimiento a los propósitos del Plan de Iguala. Con base en ello, se garantizaba que posteriormente con la firma del Acta de Independencia del Imperio Mexicano el 28 de septiembre de 1821, el viejo régimen no se fragmentara del todo. Para ello, se concebía el establecimiento de la Junta Provisional Gubernativa, e incluso, abrió la puerta, para que al año siguiente, Agustín de Iturbide, pudiera convertirse en primer emperador del Imperio Mexicano. Las contradicciones inherentes entre los insurgentes desplazados y los conversos independentistas hicieron, como se sabe, que la reacción a la monarquía empezara con el Plan de Veracruz del 6 de diciembre de 1822 promovido por el xalapeño Antonio López de Santa Ana. Al cual se adhirió Guadalupe Victoria, símbolo de los intereses republicanos. De manera consecuente, semanas después se fraguó el Plan de Casa Mata, promulgado por Echevarri en febrero de 1823 exigiendo el establecimiento de un nuevo Congreso a favor de crear la República Mexicana. Estos hechos continuaron mostrando los diversos intereses en boga, sobre cómo gobernar entre los mismos patriotas. Y ese antagonismo entre monárquicos y republicano, entre liberales y conservadores, y entre federalistas y centralistas, como podemos recordar, fue una constante, en la historia política del siglo XIX.  

Como se observó, en la lectura del documento histórico señalado, se respetaron los privilegios de las corporaciones militar y religiosa, lo cual también propició que posteriormente se continuaran las tensiones y los conflictos entre los poderes reales y fácticos, hasta que se dieron las Reformas liberales de 1857. Adicionalmente, y no por ello menos importante, se deben considerar las confrontaciones y desgastes, e incluso, bifurcaciones político-ideológicas, las que contribuyeron las potencias imperialistas de la época en la pugna entre los sucesores del poder del nuevo Estado. A lo cual contribuyó, sin lugar a dudas el hecho de que la monarquía española aun gobernada por Fernando VII, conocido también como “el rey Felón” se tardará en reconocer la soberanía nacional, e incluso, como se recordará fue hasta 1825 cuando se desocupó San Juan de Ulúa, el último bastión español en este territorio. Por eso, no es de extrañar que, por estas décadas, también se abriera una etapa de constantes invasiones.  

No está de más saber y comprender, los hechos de 1821 en México dentro de la historia global. El mundo transitaba por una etapa de reconfiguración importante; con la muerte el 5 de mayo de este año de Napoleón Bonaparte en el exilio, se cerraba un ciclo de tensiones revolucionarias y contrarrevolucionarias en Europa y, ciertamente, en algunos confines del mundo. Otros procesos de descolonización en América, también llegaban a su fin. Por ejemplo, el 30 de agosto se celebraba el Congreso de Cúcuta y se establecía la República de la Gran Colombia. Y el 3 de octubre en la Villa del Rosario, Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, juraban como presidente y vicepresidente de la República colombiana. El general argentino José de San Martín proclamaba la independencia del Perú y, Juan VI de Portugal decidía que uno de sus descendientes se trasladara a Brasil como Regente. La expansión norteamericana iniciaba sus “pininos” con la adquisición del territorio de la Florida. La cual pasó a ser estadounidense, siendo nombrado Andre Jackson, su primer gobernador militar. Pero lo más sonado del año en el continente europeo, fue el inicio del proceso de independencia de Grecia, del imperio Otomano.

Para finalizar, podemos afirmar que una relectura de este testimonio histórico, como son los Tratados de Córdoba, nos inspira reflexiones de carácter político y filosófico. Ya que demuestra que se puede “desatar el nudo sin romper la cuerda”, pero, a su vez, deja entrever que quedan algunos cabos sueltos, que amarrarán en un futuro inmediato nuevas contradicciones. Esos nuevos nudos conllevan, a veces, a los mismos u otros actores individuales o colectivos, quienes deberán irse adaptando al devenir histórico; atando y desatando los entresijos de la urdimbre social. Además, se pueden extraer lecciones y aprendizajes sobre el sentido y significado de los cambios y rupturas del pasado-presente. ¿Qué tanto significó la independencia y la autonomía política de aquella época?  En la conciencia y en las formas jurídicas, efectivamente, se estableció un nuevo Estado, pero dentro del sistema socioeconómico y cultural; se dieron ciertas manifestaciones neocoloniales. Por ello, el gatopardismo, tiene cierta vigencia: cambiar todo, para que nada cambie; paradoja expuesta por Giuseppe Tomasi. O bien, debemos recordar el principio: corsi e ricorsi, establecido por Giambattista Vico, quien concibió que la historia no avanza de manera lineal, si bien está impulsada por el progreso de manera cíclica, no deja de ser recurrente, a pesar de los cambios. Por su parte Bertolt Brecht, siglos más tarde observó con certeza, que hay periodos en que lo nuevo no acaba de nacer, y lo viejo no acaba de morir. Y en este sentido, Los Tratados de Córdoba se convirtieron en el clivaje entre dos tiempos, el fin de la Nueva España y los primeros años de la vida independiente mexicana.     


BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA

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Maestro en Ciencias Políticas (Universidad de París VIII, 1976), y doctor en Historia (Univerisdad de Paríz VIII, 1980), tiene además estudios posdoctorales en la Universidad Libre de Berlin, (1986). Es investigador desde 1973 en el Instituto de Investigaciones Histórico Sociales y Docente en diversos programas de licenciatura posgrado en las Facultades del Área Académica de Humanidades y profesor invitado en otras instituciones nacional y extranjeras. Secretario Académico de la Universidad Veracruzana hasta agosto del año 2009 y anteriomente, Director General del área Académica de Humanidades; Director del Instituto de Investigaciones Humanísticas; Jefe del Centro de Estudios Históricos y Director Interino de la Facultad de Socilogía del Universidad Veracruzana. Autor y coautor de libros y ensayos sobre Historia Regional y Política, educativa y cultural de Veracruz.