“Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien”.

Víctor Hugo

“La creencia en una fuente sobrenatural del mal no es necesaria; el hombre por sí mismo es muy capaz de cualquier maldad”.

Joseph Conrad

En julio de 1861, para poder hacer frente a las deudas heredadas por el gobierno conservador de Miguel Miramón, el Congreso de México promulgó la Ley de Suspensión de Pagos. El objetivo del presidente Benito Juárez no era dejar de pagar la deuda externa, sino suspender los pagos de manera temporal, con el propósito de obtener la liquidez suficiente para poder hacer frente al problema financiero que enfrentaba la nación. Mediante los Tratados de la Soledad, Juárez llegó a un acuerdo con Francia, Inglaterra y España para posponer los pagos. Pero Francia rompió con el acuerdo. Napoleón III, tercer hijo de Luis Bonaparte (hermano menor de Napoleón I), con el pretexto cobrar la supuesta deuda de 135 millones de francos en oro que México tenía con el Imperio Francés (deuda que en realidad era de 65 millones), puso en marcha un plan para invadir al país y así ponerlo en sus manos. Pero los verdaderos motivos que Napoleón III tenía para llevar a cabo la intervención, estaban más ligados a una serie de conspiraciones y corruptelas en el interior de su gobierno y de su familia y al afán expansionista del propio Imperio Francés.

El emperador de Francia, Napoleón III

En diciembre el mismo año, una modesta fuerza expedicionaria desembarcó en   Veracruz (2,500 franceses y 700 británicos, a los que se unieron 6,000 españoles de Cuba y 4,500 franceses adicionales). Pero en abril, dándose cuenta de las verdaderas intenciones de conquista de Napoleón III, los ingleses y españoles se retiraron.

Después de enfrentar a la feroz resistencia de los mexicanos que apoyaban a Juárez, los franceses consiguieron tomar la ciudad de Puebla y entrar, finalmente, a la ciudad de México. Apoyados por los conservadores, los franceses (en una asamblea simulada) otorgaron la corona del Imperio de México a un renuente Maximiliano, que terminó por aceptar el importante e indeseable cargo.

En 1863 la Legión Extranjera francesa comandada por Dupin y el ejército mexicano, liderado en aquella región por Francisco de Paula Milán, se enfrentaron en el pueblo de origen totonaca llamado Camarón, donde el ejército mexicano consiguió una aplastante victoria. Esta batalla caló profundo en el Imperio Francés, que agregó a la bandera de la Legión Extranjera la palabra “camarone”. El 30 de abril, el gobierno francés conmemora todos los años una ceremonia por los caídos en esa emblemática batalla.

En 1866, tras el fiasco del ejército francés, Napoleón III decidió retirar a la fuerza expedicionaria de México. En 1867, Maximiliano fue apresado y fusilado por los   Juaristas.

Es justamente durante el período de la intervención, cuando los liberales llevaron a cabo la guerra de guerrillas en la Huasteca y otras regiones del país, y cuando entró en escena el coronel Charles Dupin, jefe de la contraguerrilla, una fuerza armada creada por los invasores franceses para hacer frente a la valerosa resistencia    mexicana. A partir de 1862, los despiadados métodos de este personaje sembraron el terror en la región de la huasteca y en el norte del país.

En la “Enciclopedia de los Municipios y Delegaciones de México” se lee:

“A raíz de la invasión francesa, el Coronel francés Charles Dupín, fue nombrado  Comandante Militar de Pánuco. Este lugar lo defendía el entonces Coronel Desiderio Pavón, en mayo de 1864. El invasor Dupín nombró a su vez Comandante Militar, al acaudalado mexicano Manuel San Pedro, éste de la Hacienda el Caracol, pero los patriotas panuquenses que se habían retirado a la Sierra Potosina, se reorganizaron, volviendo a éste lugar el 28 de junio de 1866 rodeando la Villa para conminar a San Pedro la entrega de la misma, ante la negativa insolente de él, atacaron, entre ellos la Coronela Leocadia López Díaz, en la madrugada del 29 y asaltaron los improvisados cuarteles que estaban en la escuela y en la Iglesia incendiando esta última,     tomando prisionero al traidor San Pedro, a quien la vindicta popular lo arrastró a caballo por estas calles incinerando sus despojos”.

En un libro magnífico que narra este periodo de la historia, “Patria II”, el escritor Paco Ignacio Taibo II, con su particular modo de narrar, hace un brillante retrato del personaje.

Achille Charles Dupin nació en el poblado francés de Lasgraisses el 29 de diciembre de 1814. Niño inteligente y problemático, estudió literatura y después viajó a París para estudiar en el politécnico. Más adelante se incorporó a un cuerpo de infantería del ejército. Hombre complejo y contradictorio, se dice que en Argelia cometió     algunos actos heroicos al mismo tiempo que abusaba de mujeres. Por una parte, era un intelectual y un artista (escritor y pintor), pero también campeón de tiro. Era un hombre duro, capaz de las mayores crueldades, pero también poseía una enorme fragilidad. Se habla de que tuvo un intento de suicidio por una decepción amorosa con una actriz francesa. Más adelante volvió a sufrir por el mismo motivo, tras no poderse casar con su sobrina, hija de su hermana, con la que sostuvo una relación incestuosa y a la que enviaba cartas repletas de sensiblería. Era un jugador compulsivo, capaz de ganar y perder importantes fortunas en una sola noche y que vivía con deudas de juego. Su carrera militar fue brillante. En 1855, en Crimea, se destacó por su valor en combate. Después de la campaña de Italia en 1859, se     convirtió en jefe del Estado Mayor, en una división de caballería. A los 40 años, fue nombrado teniente coronel. Viajó como topógrafo a China y consiguió que lo ascendieran a coronel. Participó en el saqueo del Palacio de Invierno imperial chino y  fue testigo de la quema de la biblioteca más grande del mundo. Se dice que, a su regreso del país asiático, vendió muchos de los objetos robados para pagar muchas de aquellas deudas que había contraído jugando a los naipes. El ejército lo ayudó para que no terminase, acosado por sus acreedores, refundido en la cárcel. Después de China, aceptó una misión en Japón, donde cumplió tres años de servicio. Finalmente, el propio ministro de Guerra francés, hurgando entre los trúhanes del ejército, lo eligió para enviarlo a Veracruz.

Al principio, en México, se encargaba de escoltar convoyes con dinero, armas y   provisiones. Pero después fue nombrado comandante de la Legión de Honor y se le encomienda el trabajo de la contraguerrilla en contra de la resistencia mexicana. Con enorme éxito, formó grupos de  contra guerrilleros y los dotó de una fuerte identidad.

Fuerzas juaristas

En un principio, los contras de Dupin usaban un uniforme gris y un sombrero de cordones plateados. Pero en 1864, cambiaron su vestimenta por una más llamativa, tipo húsar, de color rojo brillante. Llevaban las pistolas por fuera, en el cinturón. Por su apariencia y brutalidad se ganaron el mote de “Diablos rojos”.  Sólo en estos hombres, muy diferentes a los del emperador Maximiliano, más compasivos y menos violentos, los ejércitos juaristas encontraron a unos enemigos que les hicieron frente. Al despiadado Dupin se le conocía como “El carnicero rojo”, el “Monstruo de Tierras Calientes” o la “Hiena de Tamaulipas”. Operó en el centro y en el norte de Veracruz, en parte de Puebla y de Tamaulipas.

Soldados de la contraguerrilla comandada por Dupin

Los métodos de Dupin para combatir a la resistencia enseguida probaron ser tan crueles como eficaces. Influido tal vez por sus lecturas de “El Príncipe”, de Maquiavelo, del que había aprendido mucho en sus años de estudio, llevó a cabo acciones brillantes y despiadadas para causar temor en sus enemigos. Solían enterrarlos y dejar fuera sólo sus cabezas (que después destrozaban los cascos de los caballos), para que atemorizaran y disuadieran a sus compañeros de la resistencia. O los enterraba vivos. Quemaba poblaciones enteras, destruía sembradíos, atacaba a mujeres, ancianos y niños. Recurría a la guerra psicológica para infundir el terror entre los partidarios de Juárez. Los escuadrones de élite, formados por mexicanos que apoyaban a los conservadores y por un gran número de mercenarios extranjeros (650 mercenarios franceses, argelinos, españoles y  norteamericanos), llegaron a ser la legión mejor pagada del Ejército Imperial; hacían el trabajo sucio e incluso que otros no querían hacer e incluso la mayoría del ejército francés los veía con desagrado. Los hombres de Dupin lo seguían ciegamente. Lo estimaban. Era el único comandante que se tuteaba con los miembros de menor jerarquía de sus tropas. Unas tropas de facinerosos, pendencieros, bebedores y asesinos. En México, el estrafalario Dupin adoptó el sombrero mexicano, usaba una barba espesa y fumaba puros. Empleaba a indígenas para que limpiasen el desorden que sus tropas causaban en todas partes donde pasaban.

Nos cuenta Taibo II que, en 1864, Bazaine, mariscal de campo del ejército francés a cargo de la invasión, reemplazó a la guarnición militar de Tampico con la contraguerrilla y nombró a Dupin como gobernador de Tamaulipas.

El mariscal francés Bazaine con su estado mayor en México, 1866.

El político francés, Émile de Kératry, narró en sus memorias una anécdota relacionada con Charles Dupin. Después de que Dupin le negase a la mujer de un tal Molina que le perdonase la vida, Dupin lo mandó fusilar. La viuda gritó a Dupin que en los próximos ocho días iba a morir. Y en efecto, la viuda pagó a un grupo para que llevara a cabo un atentado en contra de Dupin, pero éste salió ileso. Tras el fallido atentado, se escuchaba a la viuda de Molina gritar: “¿Dónde está ese miserable Dupin?”.

El mismo emperador Maximiliano trató de deshacerse de Dupin, enviándolo de vuelta a Francia, pero Bazaine lo trajo de regreso. Los juaristas ya habían puesto un precio por la cabeza del “Carnicero Rojo”: 100 mil francos.

Al final, en 1865, Dupin, cuestionado por malversación de fondos y por los crueles métodos que había llevado a cabo en México, fue sustituido y absuelto de los cargos de peculado que se le imputaban. Regresó a México. En 1866 fue sustituido de    manera definitiva. Había servido durante 34 años (5 en México) al ejército francés. El mariscal Bazaine ya no pudo hacer más por su protegido, que se había granjeado a muchos enemigos en el mismo ejército francés. Sus excesos lo habían arruinado.

Una leyenda dice que fue asesinado en Guadalajara (enterrado vivo, como a él le gustaba asesinar a sus enemigos). El poeta mexicano, Juan de Dios Peza, dijo que Dupin fue envenenado por una de las tantas personas a las que dañó. Pero según la versión oficial, murió de Meningitis, en Francia, en un austero cuarto de hotel.

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Nació en la ciudad de México en 1971. Es tuxpeño por adopción. Sobrino-nieto de Enrique Rodríguez-Cano, durante su adolescencia, vivió en el puerto de Tuxpan, donde estudió parte de la secundaria y de la preparatoria, y donde también trabajó en los ranchos ganaderos, “Los Rodríguez” y “Los Higos”. Más adelante, estudió la licenciatura en administración, una maestría en administración pública y ciencias políticas y cursó, parcialmente, el doctorado en letras modernas. Tiene cursos y diplomados en economía, finanzas bursátiles, creación literaria y guion cinematográfico. Ha dividido su carrera profesional entre el sector bursátil, la literatura, la fotografía documental, la fotografía de retratos y la fotografía urbana, y la docencia. Entre 2005 y 2006 colaboró como promotor cultural en el gobierno municipal de Tuxpan. Ha publicado cinco novelas cortas y un libro de cuentos (con los pseudónimos Juan Saravia y Juan Rodríguez-Cano). Ha publicado más de treinta relatos cortos en diversas revistas especializadas y más de un centenar de artículos. Ha ganado diversos premios literarios, entre ellos, el «XIV Premio de Narrativa Tirant lo Blanc, 2014», del Orfeó Català de Mèxic. Su novela «Diario de un loco enfermo de cordura», publicada por Ediciones Felou, en 2003, recibió una crítica muy favorable por parte de la doctora Susana Arroyo-Furphy, de la Universidad de Queensland, Australia, y su novela «El tiempo suspendido» fue elogiada por la actriz mexicana, Diana Bracho. Su novela anterior y la novela «La sinfonía interior», publicada por Ediciones Scribere, en Alicante, fueron traducidas al francés y publicadas en Paris, Francia. Ha sido colaborador del diario Ruíz-Healy Times (México), El Diario de Galicia (España), Revista Praxis (Tuxpan, México), Diario Siglo XXI (Valencia, España), Revista Primera Página (México), El coloquio de los perros (Cartagena, España), Revista Nagari (España), Revue Traversees (Luxemburgo-Bélgica), y otros medios. Desde hace 11 años vive en Bélgica, donde es profesor de español (titular de la maestría, por parte del Departamento de Idiomas), orientado a estudiantes de ciencias políticas, ciencias de gestión y ciencias humanas, en la Universidad Católica de Lovaina.