Los coleccionistas se crean un mundo. Se crean un pequeño mundo, eligen ciertos símbolos del mundo real y los convierten en habitantes de su mundo particular.
Arnaldur Indridason
Dentro de la plástica cubana existen dos vertientes claras que se abren dentro de la panorámica del coleccionismo: el arte moderno y el arte actual, y en el que existen artistas que transitan dentro de las dos corrientes, y que son aquellos ya considerados como artistas consagrados y los emergentes, cuyas propuestas son parte de la iconografía artística de la Isla.
Si bien el trabajo de los creadores de ese punto de nuestro continente podríamos decir que, desde la mitad del siglo XX hasta nuestros días, ha tenido una presencia innegable con figuras que no solo en Latinoamérica sino también dentro de plano internacional, son nombres como Wilfredo Lam, Amelia Peláez, Adigio Benítez o Flora Fong, y que se han sumado a la larga lista de nuevos creadores, lo cual habla de una producción no solo histórica, sino de un trabajo vivo y en que el balance crítico ha permito reconocer su legado.
Respecto a los creadores plásticos con una carrera sólida, y cuyo trabajo son referentes de la actualidad de la panorámica artística podríamos citar entre otros a: Zaida del Río, Alexis Leiva Machado “kcho” o Santiago Rodríguez Olazábal, Saskia Verger, Aliosha Aracil o Ernesto Rancaño, mismos cuya formación académica-artística está íntimamente ligada al triunfo de la Revolución.
Es importante destacar también que, la pintura cubana ha mostrado una gran capacidad para asumir las influjos del arte internacional con un sentido propio, producto de un neobarroquismo y con un discurso de una historia renovada dentro de la posmodernidad, en el cual se puede entrever la identidad cubana como parte de su cultura, sus raíces, su imaginario y las tradiciones, como en su desarrollo histórico, resultado de la interculturalidad cuyo poder reside, indudablemente, de la construcción de una nueva categoría hegemónica basada en la hibridación de conceptos y formas expresivas. Y es precisamente ahí en donde reside la riqueza visual que permite su tipificación como un apartado propio decolonializado dentro de la mesoamericanidad artística, el cual se retroalimenta de un rico pasado y el presente de un país en el que coexisten distintas temporalidades históricas.
En este sentido, realizar una subasta de arte cubano permite mediante un procedimiento de venta, donde los interesados compiten para adjudicarse, e incorporar dentro de su estrategia de colección para sus acervos, obras de reconocidos artistas, y en que se suman esfuerzos institucionales y particulares dirigidos como un esfuerzo a crear nuevo coleccionismo; es así como El Ministerio de Cultura de la República de Cuba, el Fondo Cubano de Bienes Culturales y la Galería 10/10, lo cual además permite la certeza de la adquisición sobre la autenticidad artística.
Oportunidades como la presente Subasta de Arte Cubano le dan prestigio a los artistas y a las propias colecciones, además de motivar la apertura de un nuevo mercado, mostrando a los compradores como verdaderos coleccionistas que movidos por su pasión por las artes crean legados más allá del interés económico que representan las propias obras, ya que, al incluir a artistas emergentes, se apuesta por la vigencia de la cultura conforme al desarrollo y obtención de reconocimiento internacional de los creadores incluidos en la lista de bienes artísticos puestos a disposición; consumidores que contribuyen a un verdadero mecenazgo al auspiciar aquellas promesas del arte cubano y a sostener la presencia de aquellos ya reconocidos.
Rafael Alfonso Pérez y Pérez
Curador
Director del Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán, MACAY.