Además de ser un poeta y ensayista reconocido a nivel mundial, Alfonso Reyes también tuvo una carrera destacada como diplomático. Fue un hombre comprometido con su país y con la búsqueda de la amistad y la armonía entre las naciones.
Durante su carrera diplomática, Reyes se desempeñó como embajador en Brasil y en Argentina, entendía que la diplomacia no sólo se trataba de las relaciones entre gobiernos, sino que involucraba también a la sociedad civil y a las organizaciones internacionales; Creía que la educación y la cultura eran herramientas fundamentales para fomentar la comprensión mutua y la cooperación entre las naciones.
En su tiempo como embajador, Reyes se destacó por su capacidad para construir puentes entre México y otros países de América Latina. En Brasil, por ejemplo, trabajó arduamente para fortalecer las relaciones culturales y económicas entre los dos países, en cuanto llegó a Brasil en 1930 inició la publicación de su revista Monterrey, que remitía al mundo literario de todo el mundo y con el cual ejecutaba una cautelosa cruzada de promoción mexicana, ya que diversos contenidos de historia, autores y obras nacionales ocupaban las mayoría de sus páginas, páginas que él escribió y costeó a lo largo de doce números con tiraje de trescientos ejemplares y durante siete años.
En el año de 1934, a través de algunos encuentros entre él y su amigo próximo Ventura García Calderón embajador de Perú en Brasil, consiguió restablecer las relaciones diplomáticas entre México y Perú, que habían sufrido una ruptura dos años antes, además entre 1930 y 1936 Reyes y otras presencias de México en Hispanoamérica cristianizaron en centros ordenadores entre los hombres que lidiaban contra las opresiones de sus pueblos.
En Argentina, mantuvo una relación cercana con el escritor y diplomático argentino Jorge Luis Borges, y juntos promovieron el intercambio cultural y literario entre sus países, además trabajó por la cultura junto a Victoria Ocampo, ellos mantuvieron una reciprocidad en donde trascendieron geografías y culturas específicas fueron hermanos en espíritu cuya visión de América Latina se afirmó en un imperativo moral propio de una élite educada de su generación cuya conciencia intelectual concernía con un sentido de responsabilidad social.
Ambos eran de familias de constructores de naciones, héroes militares y estadistas, pero ni Ocampo ni Reyes tenían ningún uso para la guerra o la política, excepto en lo preciso para afirmar una creencia ética fundamental en los derechos humanos. Reyes, de la soleada ciudad de Monterrey al norte de México, solo tenía once meses más que Ocampo, quien creció en las impenetrables orillas del Río de la Plata. Cuando se conocieron en 1927 en Argentina, él ya se había establecido en el mundo académico y diplomático, había publicado algunas de sus obras más importantes y se había ganado el respeto como un hombre de inteligencia luminosa en los círculos literarios de México y España Después de haber vivido en Europa durante casi catorce años.
Alfonso Reyes fue un diplomático comprometido con la defensa de los intereses de su país y con la construcción de la paz y la conformidad en el ámbito internacional. A través de su trabajo, demostró que la educación, la cultura y el diálogo son herramientas fundamentales para el diálogo.
Para Reyes, el nacimiento de la modernidad en América, fue el resultado de disyunciones y discontinuidades que inevitablemente produjo un ritmo histórico diferente al de Europa. En su célebre ensayo, “Notas sobre la inteligencia americana” dice:
Llegada tarde al banquete de la civilización europea, América vive saltando etapas, apresurando el paso y corriendo de una forma en otra, sin haber dado tiempo a que madure del todo la forma precedente…. Pero falta todavía saber si el ritmo europeo… es el único tempo histórico posible; y nadie ha demostrado todavía que una cierta aceleraci6n del proceso sea contra natura. Tal es el secreto de nuestra historia, de nuestra política, de nuestra vida, presididas por una consigna de improvisación[1].
Hoy, podemos apreciar la vigencia de sus ideas sobre la condición latinoamericana. Por diversas razones políticas, económicas y sociales, ahora es más habitual que nunca que los latinoamericanos perciban el desplazamiento y encuentren sus identidades formadas por una mezcla de culturas y lenguas.
Este modo de ser claramente americano, según Reyes, que
va operando sobre una serie de disyuntivas la posibilidad de definir una inteligencia
americana que tenga un potencial de síntesis y unidad desconocido en el Viejo
Mundo, con esta mentalidad entra a la diplomacia en América.
Reyes
se convirtió en un promotor incansable de la cultura mexicana en Argentina y
Brasil, organizando exposiciones, conferencias y eventos literarios que
mostraban la riqueza y diversidad de la tradición cultural de México. Su visión
trascendió las barreras geográficas y lingüísticas, demostrando que la cultura
puede ser un puente poderoso para la comprensión y el acercamiento entre
naciones.
[1] AR. Notas sobre la inteligencia americana, pg. 297