Al sur del estado de Tamaulipas, en el municipio de Altamira, se ha descubierto desde 2006 un sitio arqueológico de tres mil años de antigüedad, que hasta el momento es uno de los asentamientos humanos más remotos en los límites costeros, del que aún faltan piezas por encontrar. Se ha trabajado por 14 años y se le ha nombrado Chak Pet (tortuga roja en lengua teének o huasteca), a cargo del Instituto Nacional de Antropología e Historia, con apoyo de Administración Portuaria Integral de Altamira. El arqueólogo Gustavo Ramírez Castilla ha estado al frente de estos trabajos.
Se trata de una antigua aldea prehispánica a unos cuatro kilómetros de la costa, junto a unas marismas en que se produce la sal, y tal parece que el intercambio de la misma con aldeas cercanas y distantes les permitió adquirir objetos de gran calidad y significado, como espejos de pirita y pendientes de jadeíta, de lugares tan lejanos como Costa Rica. Se hallaron más de 9000 piezas y cerca de 700 entierros, algunos con ofrendas. Aun cuando la aldea no contaba con construcciones de piedra, en el subsuelo se hallaron objetos de barro, piedra, concha y hueso de una calidad estética excepcional, elaborados por sus pobladores, anteriores a la cultura huasteca, que abarcó desde el año 1100 A.C. hasta el año 200 D.C. en que desaparecieron o emigraron a otros sitios. Allí se desarrolló arquitectura de piedra además de los entierros por un pueblo desconocido, anterior a la llegada de los huastecos a la región, que fue aproximadamente eh el 700 d.C.
Las figuras encontradas muestran en un principio rasgos parecidos a los de los mayas, y posteriormente se encuentran adornadas con penachos o adornos que muestran tal vez alguna otra población que se les adhirió o un desarrollo social que tuvieron. No parecen pertenecer a las tribus de cazadores y recolectores que vagaban por la región, aunque tal vez algunas se les hayan agregado.
Los arqueólogos han hallado en las excavaciones, entierros en buen estado de conservación, algunos con ofrendas, así como instrumentos musicales y diversos objetos suntuarios, entre los que destacan dos espejos de pirita y conjuntos de varios dijes de piedra verde, objetos de concha y hueso, cerámica local del tipo Prisco Negro, artefactos de molienda, figurillas y una máscara de barro que fue colocada como ofrenda en uno de los entierros. Llama la atención un collar hecho de dientes y muelas de origen humano. Se hallaron también caracolas con ciertos cortes que parecen indicar se utilizaban como herramientas para la agricultura.
En Chak Pet se comerciaba con la extracción de la sal, misma que se intercambiaba por productos foráneos, muchos de ellos suntuarios, como lo testifica el descubrimiento de los dos discos de pirita procedentes del centro de Veracruz, muy escasos en la arqueología, cuyo uso se ha asociado con rituales de curación y adivinación. Asimismo, pendientes de jadeíta, procedentes de lugares tan remotos como Costa Rica, el altiplano guatemalteco y el centro de Veracruz.
Los restos humanos recuperados de los entierros han sido sometidos a estudios de antropología física y los primeros resultados permiten reconocer que eran personas robustas, de baja estatura, cráneos alargados y se supone que fueron cazadores-recolectores con padecimientos comunes como inflamación de huesos por infecciones, artritis e incluso sífilis. Los pobladores que se les agregaron después indican una estatura promedio de 1.70 m.
El INAH envió siete muestras para estudio de ADN, al Instituto Max Plank para la Ciencia de la Historia Humana, con sede en Jena, Alemania, para conocer el nivel biológico, por si compartieron linajes genéticos con los mayas.
En Chak Pet no se desarrolló arquitectura de piedra, pero los arqueólogos han localizado restos de los pisos de las casas hechos con cal y arena, conservados en pequeños montículos de tierra.
El arqueólogo Gustavo Ramírez Castilla, del Centro INAH Tamaulipas y coordinador del proyecto de Salvamento Arqueológico Puerto Altamira, ha explicado que un pectoral de caracol encontrado es una pieza relevante por pertenecer a los finales del Preclásico o del Clásico Temprano, ya que este tipo de objetos normalmente está asociado a la cultura huasteca preclásica. Por tanto, los huastecos, asentados en el lugar hacia el año 1000 D.C.m pudieron haber reproducido objetos de poblaciones anteriores sin que tuvieran una relación biológica, lingüística o étnica con ellas. Respecto a un pendiente tallado en la costilla de un animal marino, manifiesta que “la pieza es muy bella, y tiene labrado el perfil de un personaje con tocado”.
A este lote de piezas se suma el descubrimiento de más de 150 figurillas de barro de tipo hueco y Pánuco C, algunas fragmentadas y otras completas, fechadas entre el 100 a.C. y el 200 d.C., la fase tardía del sitio Chak Pet. Unas figurillas estaban colocadas siguiendo un patrón circular, por lo que los arqueólogos piensan que formaban parte de una posible ofrenda ritual para un personaje que podría estar sepultado en ese lugar. Con esta concentración de figurillas, el INAH habrá recuperado más de 200 piezas en poco menos de dos meses. Por último, se han encontrado puntas de flecha, piedras de sílex sin trabajar y otras trabajadas a medias, además de lascas de obsidiana, diversos ornamentos hechos en caracol, concha y hueso, y objetos suntuarios de piedra verde, posiblemente transportados desde Guerrero, Chiapas o Guatemala.
En el sitio se han descubierto asombrosas figurillas de barro que representan a la mujer en diversas formas: desnudas con caderas y pechos prominentes, adornadas con collares y pulseras, y luciendo peinados y posibles tatuajes o escarificaciones. Estas figurillas, estrechamente vinculadas al culto de la fertilidad, abarcando aspectos más allá de la procreación, como la producción de alimentos y el poder germinativo del sol y el agua. Al principio, se representaban con rasgos mayences, mientras que al final, se observan rasgos característicos del centro de México, sugiriendo la presencia de diferentes grupos étnicos en distintos períodos. Además, estas figurillas eran utilizadas como ofrendas funerarias, revelando su importancia en las creencias religiosas de la época y otorgándoles un significado profundo en el contexto de la vida y la muerte en esta enigmática civilización.
En Chak Pet, la vida comunitaria se enriquecía con música en los momentos especiales. Los arqueólogos han desenterrado instrumentos de viento y percusión sorprendentes, algunos de los cuales siguen emitiendo sonidos después de más de dos mil años. En su mayoría adoptan formas de animales o poseen rasgos humanos, como una hermosa flauta doble de 60 cm de longitud con un rostro humano coronado por un tocado de ave, que podía representar su capacidad de imitar el canto celestial de las aves.
Los vestigios más antiguos encontrados sugieren que sus primeros habitantes, alrededor del año 1100 A.C., eran parientes de los mayas. Se establecieron en una elevación frente al mar, donde construyeron sencillas casas con suelos de barro o cal de concha quemada, techos de palma y paredes de palo. Estas construcciones se asemejan a las que todavía se encuentran hoy en algunas partes de la Huasteca.
Su alimentación se basaba principalmente en maíz, complementado con frijoles, calabazas, frutos y tubérculos recolectados en las cercanías, así como animales acuáticos y terrestres. Aunque enfrentaban difíciles condiciones de vida rodeados de lagunas y pantanos, su principal fuente de riqueza era la recolección e intercambio de la sal, lo que les permitía mejorar sus condiciones de vida,
Hacia el año 100 A.C., llegaron personas desde el centro y occidente de México con nuevas técnicas y formas de vida, estableciéndose en Chak Pet, hasta que, por razones aún desconocidas, la región se despobló, ocultando durante miles de años la fascinante historia de sus antiguos pobladores. Sus tesoros arqueológicos nos brindan una ventana única hacia el pasado y las vidas de aquellos valientes y esforzados habitantes de la costa. Sus creaciones constituyen un valioso patrimonio cultural de nuestro México que se conserva para el disfrute de las generaciones presentes y futuras.
El arqueólogo Ramírez Castilla ha manifestado que el origen étnico y cultural de la población teének o huasteca sigue siendo un misterio, y de ahí la importancia de las excavaciones en Chak Pet, porque es la primera aldea anterior a los huastecos que se estudia de manera extensiva en la Huasteca Septentrional, mientras que el resto de sitios ampliamente investigados son huastecos del Postclásico.
Estos hallazgos, de una antigüedad de dos a tres milenios, representan un patrimonio cultural de gran importancia para la ciencia, la historia y la cultura de la región Huasteca, sin paralelo en otras áreas del país.