POR ANDREW CURRY
Cuando era niño y crecía en Wadi Musa, una ciudad del sur de Jordania, Mohamad Alfarajat cuenta que su padre le contaba historias de verdes terrazas sembradas de trigo en los cañones desérticos de la región, junto con prósperos huertos de albaricoques e higueras que alimentaban a la comunidad local.
Alfarajat, ahora geólogo en la Universidad Al-Hussein Bin Talal de la cercana Ma’an (Jordania), afirma que poco queda de aquella abundancia. Los periodos de sequía, cada vez más largos, han dificultado el mantenimiento de los campos que alimentaron a su padre y a generaciones anteriores.
“Desde que comenzó el cambio climático hace 40 años, las zonas fértiles empezaron a reducirse”, afirma Alfarajat; “la comunidad solía cultivar sus propios alimentos en sus tierras, y ahora importan casi todo de fuera”.
Al tiempo que la sequía ha precarizado la agricultura local, el cambio climático también ha hecho más frecuentes las inundaciones repentinas, que amenazan tanto a las antiguas ruinas de la zona como a las comunidades locales. Y las oscilaciones térmicas más intensas han acelerado la erosión de las históricas fachadas de arenisca talladas en el apogeo del Imperio romano.
“El impacto del cambio climático en Wadi Musa es muy evidente. Si quieres ver el impacto del cambio climático delante de tus narices, ven a Petra”, afirma Alfarajat.
Wadi Musa ha cambiado en otros aspectos desde que Alfarajat era un niño. Desde la década de 1980, el cercano yacimiento arqueológico de Petra se ha convertido en un punto de atracción turística mundial. Casi un millón de visitantes acuden a Petra cada año para admirar las tumbas y templos excavados en la arenisca por la civilización nabatea hace casi 2000 años. También estos están amenazados por las crecidas repentinas, y los daños al yacimiento arqueológico pondrían en peligro el negocio turístico del que dependen los lugareños.
Para proteger el yacimiento en las próximas décadas, los guardianes de Petra están recurriendo a soluciones antiguas, incluida la tecnología que dejaron los pueblos que construyeron originalmente este extraordinario puesto avanzado en el desierto.
Abo Mohammad desciende a la casa-pozo que protege el manantial de Ain Al Sarab, una fuente de agua conocida y utilizada por el antiguo reino nabateo que antaño habitó las actuales Jordania y Arabia Saudí. Ain Al Sarab ha seguido suministrando agua dulce para beber y regar durante más de 2000 años y aún hoy la utiliza la comunidad de Wadi Musa, en Jordania.
Adaptarse a las inundaciones
Las montañas que rodean Petra tienen forma de cuenco, con la antigua ciudad en el centro. La altitud varía en más de 900 metros a lo largo de los 260 kilómetros cuadrados que ocupa la ciudad. Cuando llueve en la región, el agua desciende rápidamente, a menudo provocando inundaciones catastróficas e incluso mortales. La gente de la zona aún habla del invierno de 1963, cuando las inundaciones sorprendieron a los habitantes del lugar y mataron a docenas de lugareños y turistas. En 2018, las aguas volvieron a hacer caer rocas por los barrancos que rodean Wadi Musa.
Tan recientemente como en diciembre de 2022, paredes de agua en rápido movimiento atravesaron los estrechos cañones de Petra, arrastrando agua fangosa hasta los escalones del emblemático Tesoro, un antiguo edificio que se hizo famoso como exterior en Indiana Jones y la última cruzada.
“El agua llegaba desde cuatro direcciones, directamente al Tesoro”, explica Taher Falahat, experto en patrimonio cultural de la Autoridad Regional de Desarrollo Turístico de Petra, la agencia que gestiona Petra y sus alrededores.
Las investigaciones demuestran que los nabateos también tenían que hacer frente a las inundaciones y sequías estacionales. Comerciantes del desierto que dominaron la región hasta alrededor del año 300 d.C., los nabateos fueron un eslabón clave en el comercio de artículos de lujo entre Roma y sus vecinos del este. Las características que hacían atractiva la zona de Wadi Musa para los antiguos nabateos (sus sinuosos cañones, altas cumbres y mesetas, y valles protegidos) también la hacen vulnerable a las inundaciones en la actualidad. “Se enfrentaban a los mismos problemas, tenían la misma topografía”, afirma Falahat.
Los arqueólogos llevan décadas estudiando la forma en que los nabateos gestionaban el agua en la región. Descubrieron que los ingenieros nabateos idearon un sistema entrelazado de terrazas y pequeñas presas para proteger la antigua Petra de las inundaciones. El elaborado sistema canaliza el agua a través de los numerosos barrancos y cañones de Petra y Wadi Musa y sus alrededores. Las presas ralentizan las corrientes de agua que provocan las inundaciones, canalizándolas hacia estanques de almacenamiento. Las terrazas, mientras tanto, absorbían el agua y proporcionaban espacio para los cultivos.
Una vez que el reino nabateo se derrumbó en el siglo IV d.C., el sistema se descuidó y cayó en el abandono. Incluso después de que Petra fuera redescubierta por los arqueólogos y desarrollada como destino turístico en el siglo XX, los investigadores pasaron por alto las presas, centrándose en cambio en la magnífica arquitectura excavada en los acantilados de los cañones de Petra. “Han estado abandonadas durante miles de años”, afirma Falahat; “todas siguen ahí, sólo que se han desmoronado”.
Una solución antigua para un problema moderno
Los planes para revivirlos forman parte de las recomendaciones de una nueva iniciativa financiada por la National Geographic Society para ayudar a Petra y otros sitios del patrimonio cultural de todo el mundo a adaptarse al cambio climático. El proyecto, denominado Preserving Legacies, pretende ayudar a las comunidades a proteger su patrimonio del cambio climático. “Construimos modelos climáticos locales y hablamos con los líderes de las comunidades sobre lo que es más importante salvar”, explica la directora del proyecto, la geógrafa y National Geographic Explorer Victoria Herrmann.
Es un esfuerzo crucial. A medida que cambia el clima de la Tierra, es probable que fenómenos que ocurren una vez cada siglo, como las inundaciones mortales que asolaron Petra en 1963, sean más frecuentes, ya que se calcula que las precipitaciones en la región aumentarán un 40% de aquí a 2050. “Las inundaciones, que siempre han formado parte de la historia de Petra, serán más intensas”, afirma Herrmann.
No es el único riesgo para el que deben prepararse los guardianes de Petra: los huertos de trigo y frutales que quedan, ya al límite de su ecosistema desértico, sufrirán aún más las consecuencias de la sequía a medida que aumenten las temperaturas y se hagan más frecuentes las olas de calor. También se espera que las tormentas de arena aumenten en tamaño, frecuencia y gravedad, pudiendo llegar a corroer las fachadas de arenisca de las tumbas y templos de Petra. La arena que sopla y los cambios bruscos de temperatura entre el día y la noche agrietan y desmoronan las estructuras de arenisca.
Taher Falahat y Victoria Herrmann, especialista en adaptación climática que dirige el proyecto Preserving Legacies, trabajan para reparar antiguas terrazas en una ladera a las afueras de Petra. Las terrazas y presas ayudaban a los antiguos nabateos a controlar las inundaciones. La infraestructura impide que el agua caiga en cascada por los cañones donde se asientan las famosas ruinas.
En otras partes del mundo, el aumento del nivel del mar, las sequías, las inundaciones y otras catástrofes amenazan los yacimientos culturales de un modo que los científicos apenas empiezan a comprender. “Aumentarán las sequías, las temperaturas y las inundaciones”, afirma Salma Sabour, ingeniera física y medioambiental que trabaja como directora científica del proyecto Preserving Legacies; “lo que no encontramos en la ciencia es el riesgo tal y como lo perciben las comunidades y cómo pueden responder”.
El trabajo de Petra es una especie de proyecto piloto para demostrar cómo la adaptación y la respuesta al cambio climático pueden suponer una gran diferencia para los sitios patrimoniales. En un informe publicado este mes, el equipo de Preserving Legacies afirma que los riesgos para Petra en las próximas décadas son moderados, “no porque no haya peligros”, dice Sabour; “sino porque la comunidad y las autoridades han estado explorando formas creativas de adaptarse y formando a la gente para responder”.
La ciudad de Petra es un panal de cuevas excavadas a mano, templos y tumbas talladas en arenisca de color rosa en el alto desierto de Jordania hace unos 2.000 años. Oculta por el tiempo y las arenas, Petra nos habla de una civilización perdida. Se sabe poco sobre los nabateos, un pueblo nómada del desierto cuyo reino prosperó entre estos picos y acantilados, y cuya increíble riqueza creció gracias al lucrativo comercio de incienso.
Adaptarse utilizando la “sabiduría ancestral”
Las autoridades que gestionan Petra y sus alrededores han puesto en marcha amplios programas de formación y simulacros de evacuación para asegurarse de que el personal del parque está preparado para las inundaciones. Un sistema digital de alerta registra las precipitaciones y hace sonar una alarma cuando las condiciones son propicias para una inundación.
Durante las inundaciones que asolaron el lugar a finales de 2022, la preparación dio sus frutos: 1700 turistas y miembros del personal fueron evacuados de Petra en cuestión de horas, sin que se registraran heridos.
Las lecciones del pasado también sirven para adaptarse a condiciones extremas en el futuro. “Hay una sabiduría ancestral integrada físicamente en el yacimiento”, afirma Herrmann; “combinado con soluciones modernas, ese sistema nabateo de gestión del agua tiene el mayor potencial para adaptar Petra a las inundaciones repentinas”.
En los últimos tres años, Falahat ha trabajado con gente de la comunidad local para reparar y revivir la obra de los nabateos, limpiando y reparando las antiguas presas y terrazas. El trabajo, que debe repetirse cada año para limpiar el barro y las rocas que se acumulan durante la estación de lluvias invernal, crea empleo al tiempo que ayuda a salvaguardar el yacimiento.
Este esfuerzo ha hecho que Falahat sienta un nuevo aprecio por el trabajo de los nabateos: “Ahora mi pasión son las terrazas nabateas”, ríe; “eran genios en la recogida de agua. Siguiendo los pasos de los nabateos, podemos resolver este problema”.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.