Guillermo Arreola, del tránsito de la literatura a la pintura

El traductor, escritor y pintor reflexiona sobre los rasgos describen a un artista como autodidacta y explica los motivos de su obra pictórica expuesta en el Museo de Arte Moderno, en un recorrido por la exposición “Relámpagos de la memoria”

Por Ricardo Quiroga

La presencia de los mitos es un elemento muy importante para entender el presente, porque los mitos los estamos viviendo, queramos o no, mientras uno se obstina con lo que consideramos racional”, Guillermo Arreola, pintor y escritor


Un glosario. Un glosario de frases, muchas propias, otras retomadas de referencias literarias, brotan de la conversación con Guillermo Arreola (Tijuana, 1969) cuando explica por qué decidió convertirse en pintor, otrora traductor y en una triada de ocasiones escritor.

El Museo de Arte Moderno, en su Sala Gamboa, presenta la exposición “Guillermo Arreola. Relámpagos de la memoria”, que estará disponible por un par de semanas más, hasta el 16 de junio, con una selección de 38 obras ejecutadas en más de tres lustros de oficio pictórico.

Es curioso que un grueso de los textos de prensa o de presentación de la obra de Arreola anticipan que se trata de un pintor autodidacta. Pero, ¿qué es un pintor autodidacta? O, en todo caso, ¿qué es un pintor no autodidacta? ¿De qué manera un artista puede exentar una regla como para ser considerado autodidacta o qué factor lo supedita, lo somete, como para decir que no es tal?

“Es un modo de dar una ubicación por principio, pero creo que no tendrían por qué darse esas aclaraciones, porque, sobre todo, son conducentes para ubicar la obra como un producto fuera de una formación académica, instructiva, con formas de acción y de comprensión de la realidad con demarcaciones muy precisas. Ésa es una de las intenciones del término”, responde Arreola a la duda.

La exposición se divide en tres ejes temáticos, Arqueologías de la memoria; Atmósferas inquietantes, y Máscaras y palimpsestos. Se compone por obras que van de 2006 a 2023, aunque el artista precisa que no se trata de una retrospectiva sino de “una posibilidad de diálogo entre los trabajos de distintos periodos”.

Foto EE: Eric Lugo

Si la primera pregunta fue sobre el término autodidacta y la segunda para indagar en cómo decidió iniciar en el oficio de artista, Arreola concluye:

“Fue como dar la espalda a un sentido de normalidad de trabajo, a cierta soberbia de control sobre lo que va a ser nuestra vida. Es del tipo de decisiones que pueden ser mortales, porque implica una decisión de renuncia al dolor de lo cotidiano”.

Esa última frase, precisa Arreola, no es suya, la retoma de la novelista estadounidense Jennifer Clement, para quien éste ha traducido el grueso de su obra al español. “Esa frase la usa Jennifer en un texto que escribió sobre mi obra”.

Abstracciones del dolor

Para apreciar la pintura hay que plantarse frente a ella. No hay fidelidad tecnológica que iguale la experiencia de apreciar las capas de pintura, los trazos, las texturas que provocan suspicacias sobre el estado de ánimo del pintor, y asomarse en el título de la pintura y comenzar a maquinar las posibles razones de la abstracción o de sus rostros espectrales, o la selección de los colores tan vívidos contrastados con los sombríos, y por qué parece que interpuso una capa de pintura, casi furibunda, sobre una composición que apenas y se sugiere por debajo.

En el núcleo Atmósferas inquietantes, hay una obra de este tipo: el óleo sobre madera “Un paisaje de Allende, Coahuila” (2017), un cuadro extenso en horizontalidad, con un fúlgido fondo naranja y detalles de colores, como, precisamente, un paisaje exultante que, sin embargo, fuera cubierto casi en su totalidad por abrumadoras pinceladas de pintura negra, como un arrebato, como queriendo arrasar con el colorido y meticuloso paisaje que se advierte detrás.

La obra, explica Arreola, es el paisaje del pueblo de Allende, en Coahuila, donde en 2011 ocurrió una masacre y la desaparición de decenas de personas a causa de la opresión del crimen organizado que obligó al desplazamiento masivo de sus residentes, lo que prácticamente convirtió a Allende en un pueblo fantasma. De ahí la abrumadora capa de pintura que casi borra por completo el paisaje que yace detrás.

“Me preguntaba cómo un pintor puede representar una atrocidad como ésa. Resolví que si quiero representar un hecho atroz, no voy a casarme con una sola idea de representación explícita. No es necesario pintar sangre para crear la imagen sobre un hecho tan espantoso”, explica.

También está el óleo sobre tela “El forastero” (2022), donde se advierte el paisaje de un tumulto de figuras humanas que se van difuminando a la distancia, mientras parecen observar el descenso de un ser de luz que va dejando una especie de rastro en el cielo, como una llamarada, un forastero. Es un cuadro de sugerencias dantescas.

“El planteamiento de esta obra es la espera en un purgatorio. Y tiene que ver con la pandemia. La mejor imagen que pude encontrar para este periodo es la que deriva del término purgatorio. Es admitir que la pasamos muy mal y cómo buscábamos alegría y esperanza en el encierro, pero como atribuciones absolutamente frívolas y cursis para asimilar una realidad que nos sobrepasaba. Para mí, la pandemia fue el tiempo donde más resentí aquello que llamamos soledad como condición de lo invisible”.

Lo más terrible de esa dimensión de la soledad, agrega, sucedió al término de los confinamientos, cuando, a pesar de que siempre fuimos una masa y dependíamos de ese contacto, estábamos juntos pero distanciados, nos sentimos forasteros en una nueva realidad.

“Lo más doloroso fue cuando nos dimos cuenta de que estábamos en condiciones de salir, de quitarnos la mascarilla, y corroborar una crisis terrible de comunicación, darnos cuenta que hemos llevado el lenguaje donde ya perdió toda credibilidad”.

¿Cómo decidir el tema de una obra, cómo titularla?

“Para mí, el tema de una obra, antes que una categoría lingüística, verbal, parte de la decisión de cuánta cantidad de pintura se va a aplicar en cierta área y qué colores usar. Es renunciar a una constante riña con lo que está palpitando en la obra y de lo que no tienes control”.

Sin embargo, argumenta Arreola, el artista debe darse la oportunidad del contacto con la mirada de los otros. “Yo cada vez tiendo más a lo figurativo porque es una indicación de la obra misma a lo largo de la trayectoria. Me reconozco en una situación en la que necesito, como artista, la consideración, porque eso es lo que me permite reconocerme en la mirada del otro. Difícilmente, un espectador va a mantener en su mente, como un reconocimiento de un rasgo humano, una mancha puramente abstracta”.

En su producción de los últimos cinco años, Arreola ha comenzado a plasmar más sugerencias de rostros humanos, cabezas, torsos. Parte de la decisión de las representaciones humanas, sin buscar el figurativismo más realista, dice, es la necesidad de representación de lo mental.

“Atribuimos a la cabeza todo el potencial de lo humano, eso que llamamos inteligencia. Pero me parece un absurdo, porque ha creado una sobrevaloración del intelecto como explicación de lo humano, cuando la inteligencia reside en todo el cuerpo. Y eso lo he aprendido de la pintura. Creo que esta sobrevaloración del intelecto predicado a través de la palabra es egocéntrica también. He aprendido que se admira más a quien ejerce su intelecto, pero se desea más a quien ejerce su cuerpo”.

Sobre su obra, el paso que decidió dar del oficio de la palabra al oficio de la pintura, dice el artista, también es parte de un cuestionamiento al temor impuesto sobre el ser humano a perder la palabra y con ella, el intelecto, “el control”.

“Guillermo Arreola. Relámpagos de la memoria”

  • Museo de Arte Moderno
  • Sala Gamboa
  • Hasta el 16 de junio
  • Martes a domingo
  • De 10:15 a 17:30 horas
  • Entrada general: 80 pesos

Obra literaria de Guillermo Arreola

  • “La venganza de los pájaros”, Fondo de Cultura Económica, 2006
  • “Traición a domicilio”, Joaquín Mortiz, 2013
  • “Fierros bajo el agua”, Joaquín Mortiz / Planeta, 2014

Traductor de Jennifer Clement

  • “Amor amado” (2018)

Jennifer Clement

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Lumen

  • “Ladydi” (2014)

Jennifer Clement

Lumen

(Traducción junto con Juan Elías Tovar)

  • “Una historia verdadera basada en mentiras” (2003)

Jennifer Clement

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