Los ambientes acuáticos han llamado la atención del hombre desde su origen porque existe una curiosidad inherente a la naturaleza humana para generar conocimiento. Esto ha permitido usar los recursos naturales para diferentes fines y uno de los grupos taxonómicos mejor conocidos por las culturas mexicanas prehispánicas es el de los peces. La relativa facilidad para acceder a los sistemas arrecifales, lagunares y manglares, les permitió a los pobladores prehispánicos obtener información de la naturaleza. Además, existen evidencias de que los grupos humanos establecidos en la zona costera del sur del Golfo de México eran buenos navegadores.
El conocimiento especializado de la flora y fauna que poseían las culturas: Olmeca, Totonaca y Maya les permitió utilizarlo para 1) la obtención de sustento y satisfacción de necesidades básicas, como la alimentación y 2) representar un valor a partir de sus atributos. En el caso de los peces, los patrones de coloración, las ornamentaciones o el uso (fines curativos o de hechicería) eran usados para diferenciar las especies (Polaco, 1991).
Las evidencias más específicas del conocimiento ictiológico prehispánico, lo constituyen las ofrendas a los dioses de la lluvia (Tláloc) y de la guerra (Huitzilopochtli) que se pueden observar en el Museo del Templo Mayor, ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Los peces constituyen el segundo taxón más diverso en las ofrendas aztecas y el grupo está representado por 73 especies, fundamentalmente de origen marino (Guzmán y Polaco 2000).
La asociación del pensamiento de los aztecas a la cosmogonía conducía a relacionar la forma y los colores de la naturaleza con el universo y sus dioses. Entre las especies de peces más apreciadas destacan: el pez aguja (Tylosurus crocodilus) denominado, Uitzitzilmichi; el ángel francés (Pomacanthus paru) llamado, Chimalmichi (Fig. 1) y el pez globo (Diodon holacanthus y D. hystrix) conocido como Quauhxouili (Guzmán y Polaco 2003). Estos peces se usaban para fines ceremoniales y no se sabe exactamente, sí eran consumidos en la época prehispánica (Polaco, 1991).
Sin duda, los peces arrecifales han sido y siguen siendo atractivos para la sociedad humana que ahora puede disfrutar de sus formas, colores y conducta, mediante el buceo o en espacios diseñados para la observación como el Acuario de Veracruz.
Referencias
Polaco OJ. La fauna del Templo Mayor, una aproximación metodológica. In: Polaco OJ, editor. La Fauna en el Templo Mayor. México: INAH/GV Editores/Asociación de amigos del Templo Mayor; 1991. pp. 15–31.
Guzmán AF, Polaco OJ. Los peces arqueológicos de la Ofrenda 23 del Templo Mayor de Tenochtitlán. Colección Científica del Instituto Nacional de Antropología e Historia 148. México. 2000.
Guzmán AF, Polaco OJ. A comparative analysis of fish remains from some Mexica offerings. Archeofaune. 2003; 12:7-20.
Figura 1. Chimalmichi (Pomacanthus paru), especie común en las ofrendas del Templo Mayor. A la izquierda, fotografía tomada por Carlos González-Gándara en el arrecife Lobos, Veracruz. A la derecha, dibujo elaborado por Rebeca Escamilla a partir de la representación de la especie publicada por Guzmán y Polaco (2003).
Figura 1. Chimalmichi (Pomacanthus paru), especie común en las ofrendas del Templo Mayor. A la izquierda, fotografía tomada por Carlos González-Gándara en el arrecife Lobos, Veracruz. A la derecha, dibujo elaborado por Rebeca Escamilla a partir de la representación de la especie publicada por Guzmán y Polaco (2003).
Carlos González-Gándara, Fundación MarNatura A. C., Macadamía 12 Col. Jardines de las Flores C.P. 9115 Xalapa, Veracruz. Correo electrónico: cggandara@hotmail.com