La reclusión como violencia simbólica en el poema “Monólogo en la celda”de Rosario Castellanos

La obra de Castellanos reconoce la necesidad de una búsqueda de la  identidad a través de la interacción humana.  El conocimiento de uno mismo no depende sólo de uno mismo, sino de las relaciones humanas y lo que ellas aportan al Ser: vernos, reconocernos y construir la interminable tarea del Ser.

Si bien Rosario Castellanos es pionera del movimiento intelectual feminista en México, su obra poética también critica al sistema hegemónico-económico dominante y su modus operandi, a través de la violencia sistémica. Este trabajo intenta contribuir en reconocer el legado y vigencia de la autora en su 50 aniversario luctuoso. En la obra poética “Monólogo en la celda” denuncia la reclusión de la alteridad. Ello es relevante hoy, porque si bien los primeros críticos al sistema de las sociedades industriales ya habían empezado a dar cuenta de los primeros síntomas de fracaso, el hecho de que sea una mujer intelectual en un país como México, a mediados del s. XX, demuestran la conciencia, sensibilidad, y alcance de su obra. Es decir, Castellanos no solo reconoce las ignominias del machismo en la cultura mexicana, sino que evidencia un sistema global profundamente violento que perpetúa su status quo a través de la violencia simbólica. Dicho daño no solo ultraja  al género más abusado históricamente, sino también a la raza humana.

Castellanos inicia su poema con los siguientes versos: “Se olvidaron de mí, me dejaron aparte. Y yo no sé quién soy porque ninguno me ha dicho mi nombre, porque nadie me ha dado ser, mirándome.” El título de su poema declara la ruptura del diálogo. Un monólogo podría ser una muy buena vía para entrar en el autodescubrimiento y avanzar en la búsqueda de la identidad. Sin embargo, en el poema de Castellanos se puede ver como ese monólogo declara frustración por no tener la posibilidad de entrar en una interacción fuera del yo, porque es necesaria para el conocimiento de uno mismo.  En otro verso dice: “El otro es el espacio en que se siembra”. El espacio físico donde ocurre el monólogo, no es el espacio donde se pueda convivir con el otro, sino todo lo contrario. La cárcel es la expulsión total de la sociedad.  Entonces su poema leído en prosa diría: No sólo me abandonas sino que me recluyes, me apartas, me desarraigas de un tejido orgánico que es lo social.

Slavoj Zizek

Slavoj Zizek reconoce este tipo de la violencia como sistémica, porque no puede reconocerse de forma simple quién es el agente que produce el daño, se caracteriza por el aparente anonimato. A diferencia de la violencia subjetiva en la que se puede identificar claramente al agente. Entonces, las manifestaciones de violencia objetiva o sistémica son ejercidas por formas más sutiles de coerción, y que considera Zizek, de las más peligrosas. Una de esas formas están encumbradas en lo simbólico como el lenguaje y el rechazo a lo diferente.[1] El No reconocimiento que se denuncia en el poema expone explícitamente esa violencia pues como lo denuncia, nadie ha dicho su nombre, nadie la ha mirado, ni siquiera sabe quién la ha encerrado, otros versos del poema dicen: “¿Quién me ha encerrado aquí? ¿Dónde se fueron todos? ¿Por qué no viene alguno a rescatarme?” No hay un sujeto en particular a quien responsabilizar.

La obra de Castellanos reconoce la necesidad de una búsqueda de la  identidad a través de la interacción humana. El conocimiento de uno mismo no depende sólo de uno mismo, sino de las relaciones humanas y lo que ellas aportan al Ser: vernos, reconocernos y construir la interminable tarea del Ser.  En los siguientes versos dice: “Dentro de mí se pudre un acto, el único que no conozco y no puedo cumplir porque no basta a ello un par de manos.” El acto del que habla es justamente esa interacción humana, como el acto comunicativo. La comunicación no termina con la emisión del mensaje, se completa en la retroalimentación de su interlocutor. Por eso no son suficientes “un par de manos”. El ostracismo de la voz lírica del poema no es voluntario, viene del exterior, porque no hay un interés legítimo en conectar.

Una de las razones predominantes por las cuales estamos en desconexión,  es por el culto al individualismo, síntomas de las sociedades capitalistas que terminan por construir interminables muros visibles e invisibles, destruyendo así la posibilidad de entrar en lo Otro. Esa apatía hacia lo otro no es causa, es consecuencia de un sistema profundamente narcisista. El resultado de esto es la autodestrucción como bien lo ha señalado Byul-Chul Han: “La expulsión de lo distinto pone en marcha un proceso destructivo totalmente diferente: la autodestrucción. En general impera la dialéctica de la violencia: un sistema que rechaza la negatividad de lo distinto desarrolla rasgos autodestructivos.”[2] Tal vez no sea casualidad la creciente ola de depresión y ansiedad colectiva que caracteriza nuestros tiempos.

Por lo tanto, el modus operandi de la violencia simbólica sugiere que no es necesario derrotar al otro con el asesinato de su cuerpo. Actualmente, es suficiente con silenciarlo, no verlo, fingir que no está vivo. La carencia de empatía del otro en el poema termina por confirmar el vacío en el proceso co-creador de la realidad, ella declara tener hambre, frío y a pesar de ello nadie acude a salvarla. Dicen los últimos versos del poema: “Tengo hambre. Y ya casi no veo de oscuridad y lágrimas.” Estos versos recuerdan al emblemático monstruo de Mary Shelley, quien sólo pide ser reconocido para ser parte de una dinámica social, para poder amar y ser amado. La voz hablante del poema también está desamparada a consecuencia de la paranoia de un sistema que  la ve como amenaza. Y el castigo es la exclusión.

En resumen, la obra de Castellanos no solo es importante por ser pionera en la identificación de un malestar social como el machismo, sino que intuitivamente, desenmascara la violencia que subyacen en las estructuras del poder a través de la violencia simbólica y que son las que siguen legitimando las otras expresiones de coerción. Su poema es un monólogo de la expulsión, del desprendimiento del tejido social no voluntario, esto es una de las formas en que se manifiesta la violencia sistémica. Por ello, no basta con denunciar a los agentes que tienen nombre y apellido en la violencia machista. Así, Castellanos desvela problemas estructurales, que como bien señalan Zizek y Han son altamente autodestructivos. De esta manera, cabe reconocer la enorme labor no solo artística, sino profundamente intelectual que no teme ser contestataria a un sistema que humilla la dignidad humana. Es justo releer su obra, para seguir desentrañando sus  aportes al entendimiento de nuestras dolencias más profundas.


[1] Zizek, Slavoj. Sobre la violencia: Seis reflexiones marginales. Paidós. Argentina, 2009.

[2] Han Byung-Chul. La expulsión de lo distinto. Herder Editorial, S. L. 2da. ed. digital. España, 2022.

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