Hay y habrá muchos puntos de vista sobre la conquista de los países de América, aunque lo que nos incumbe es la referente a México, naturalmente. Habrá, por lógica, quienes la vean de modo positivo y quienes opinen lo contrario. No se trata de pedir perdón y alegar que si España y México aún no existían como países constituidos o decir “obras son del tiempo y no de España”. No está en lo referente a la conquista, sino a la dominación posterior, cuando ya existía España como reino. Creo que la moral ha existido en todos los tiempos, y tenemos el derecho de opinar al respecto, revisando y juzgado hechos reales.
O soy ignorante en los sucesos de la historia de los países, o desconozco la particular de España, pero hasta donde llega mi conocimiento, fuera de las luchas, no hay registros que hablen que los romanos, los cartagineses o los moros practicaron la brutalidad del trato que se dio a nuestros nativos. No tan sólo durante la conquista, sino durante los 300 años que nos dominó ese país. Tenemos los reportes nada menos que de los mismos españoles, de los clérigos, de los frailes, de sus representantes de gobierno y abundante correspondencia de la época. Ninguno fue escrito precisamente por los indios originarios, pero muchas veces firmaron como testigos.
Como huasteca que soy, me referiré a algunos pasajes que sucedieron en mi región, que actualmente abarca seis estados de la República Mexicana, como son: Tamaulipas, Veracruz, San Luis Potosí, Hidalgo, Querétaro y Puebla, donde aún habitan descendientes de los teének o huastecos.
Francisco de Garay y Hernán Cortés se disputaron la provincia de Pánuco, triunfando Cortés como gobernador de la misma, pero a causa de que los soldados de Garay se dispersaron por la región cometiendo tropelías contra los pobladores, éstos se levantaron contra ellos. Conocedor del asunto, Cortés, desde la Cd. de México, envió a Gonzalo de Sandoval, quien reunió con engaños a trescientos caciques huastecos en un corral, donde les prendió fuego, quemándolos vivos.
A causa de las disputas por la gobernación de Pánuco, la corona nombró a Nuño Beltrán de Guzmán en noviembre de 1525, quien tomó posesión de dicho cargo hasta mayo de 1527, durando en el cargo tres años. Ya se habían otorgado licencias para tomar esclavos en tiempos de Cortés, pero solamente a los cautivos en guerra o los que ya fuesen esclavos de los indios, los cuales fueron herrados en la cara. La licencia rezaba: “…para que vos sirváis de ellos y ayuden en vuestras haciendas… y con cargo que tengáis de los industriar en las cosas de nuestra sancta fee cathólica…”.
Varios residentes alegaron que tiempo atrás 300 ó 400 esclavos ya habían sido llevados a la Cd. de México, muriendo la mitad en el camino y el resto poco después, a cusa del clima frío. Y los pueblos de Oxitipa y Tamohí [hoy Valles y Tamuín] pagaban su tributo con esclavos, en tiempos de Cortés.
Guzmán, al ver que la provincia carecía de minas o ganados para enriquecerse, decidió trocar indios por ganado en las islas antillanas, a causa de que para la segunda década se habían extinguido casi todos los nativos caribeños. El Oidor Matienzo atestiguó que, aunque muchos esclavos fueron para la Cd. de México, Guzmán había sacado por barco a las islas, “tal vez hasta 5,000 esclavos”. Gonzalo de Ávila, residente en Pánuco, declaró “haber visto al teniente de gobernador Alonso de Mendoza enviar un cargamento de esclavos, recordando el hecho porque el barco se hundió en la boca del río Pánuco ahogándose todos”. Nuño estableció el costo de un esclavo en cuatro pesos, y de quince por un caballo. Se calcula que Guzmán sacó alrededor de diez mil esclavos herrados para las islas. El hierro, en un costado de la cara, lo sufrieron hombres, mujeres, y aun niños. El asunto fue tan grave que el obispo fray Juan de Zumárraga escribió al rey denunciando el hecho. En dicha carta le decía que si él lo había autorizado, “haga Vuestra Majestad una grande penitencia”.
Como resultado, la provincia quedó casi destruida. Los habitantes “ya no querían ni sembrar ni procrear, por no engendrar hijos esclavos”, afirmaron los visitadores.
No se trata de pormenorizar los grandes abusos efectuados en contra de los indígenas, sino de establecer sino el maltrato fue legal o no. Casi todos los pueblos del mundo han sido conquistados o destruidos. Es cuestión de opinar si lo que se efectuó en este país después de conquistado, fue correcto o no lo fue. Si el derecho de conquista incluye el derecho a las infamias que se cometieron después de la misma, es lícito o no.
Si podemos pensar que no fue así, la historia se ha encargado de juzgarlo.