Elena Garro Siempre Despertando Conciencias

(Puebla, 11 de diciembre de 1916- Cuernavaca, 22 de agosto de 1998)

En el 27 aniversario luctuoso de Elena Garro, recordamos que su inmenso legado periodístico, teatral y literario sigue vigente, siempre despertando conciencias. 

Elena Garro es, sin lugar a dudas, una de las autoras más polifacéticas de la literatura mexicana y universal del siglo XX. Como periodista escribió más de 50 artículos, entre reportajes, entrevistas, crónicas y otros; en su oficio de dramaturga elaboró Felipe Ángeles, Un hogar sólido, Los perros, El árbol, La dama boba, Medea, El cono de tinieblas; en calidad de novelista armó Los recuerdos del porvenir, Testimonios sobre Mariana, Y Matarazo no llamó…, Inés; como cuentista destacó con dos colecciones de relatos, La semana de colores y Andamos huyendo Lola; en el género de la poesía desnudó su alma y criticó la misoginia en Cristales de tiempo/ A mi sustituta en el tiempo; sin olvidar su pasión por el séptimo arte, en donde escribió un sinfín de guiones, Las señoritas Vivanco, Sólo de noche vienes, Las puertas del paraíso, y como memorialista indiscutible relató sus Memorias de España 1937 bajo la lupa de quien defiende ante todo la libertad de expresión y no hace concesiones. 

Imposible olvidarla. Hoy la recordamos con dos segmentos de la entrevista que sostuve con ella en julio de 1997. En esta charla participó su hija, la poeta Helena Paz.

“Con su fantasía desbordante volvía literatura su vida cotidiana

Conversaciones inéditas: un viaje con Elena Garro hacia un tiempo melancólico”1

(Segmentos)

Infancia de lecturas

PRL (Patricia Rosas Lopátegui): Yo quisiera hacer un recorrido por toda su vida

EG (Elena Garro): Qué barbaridad. Son muchos años.

PRL: Usted ha hablado sobre su infancia, cómo vivía con sus hermanos, pero no hay mucho sobre su mamá. Platíqueme de su mamá. ¿Cómo era? 

EG: Mi mamá era una señora muy fantasiosa. Muy rara, porque lo único que le gustaba era leer. Todo lo demás… que se cayera la casa, le venía guango. Pero leer… eso sí. Fíjate que una vez ellos estaban aquí, en Cuernavaca, y me habló mi mamá a México. Me dijo: “Oye, Elena, estoy muy preocupada porque tu padre está muy raro”. Le digo: “¿Cómo que está raro?” “Sí, se hinchó. ¿Por qué no vienes?” Eran las once de la noche. Le dije: “Bueno, pues iré”. Cogí un coche y me fui. Me vine. Al llegar encontré a mi mamá leyendo El paraíso perdido y a mi papá leyendo otra cosa. Sentados frente a frente en la mesa del comedor. Y le dije: “Oye, Garro, ¿qué te pasa a ti que dice mamá que estás hinchado?” “Pues yo qué sé, chica, mira. Pero sí estoy muy hinchado”. Se levantó y estaba todo hinchado de las caderas, de las piernas, inflado. Yo dije: “Ay, qué raro. Voy a llamar a un médico”. Llamé al médico. Llegó y dijo que era del corazón y que estaba muy grave. Que tenía que llevarlo a cardiología. Entonces lo metí en el coche, el médico trajo oxígeno y nos fuimos a México. Pero en el camino papá dijo: “Yo no voy a un hospital”. “Bueno, vente a mi casa”. Se vino a mi casa. Tenía las piernas, bueno, realmente infladas. Entonces se sentó en un sillón, se acodó a una mesa, y así pasó los tres últimos meses de su vida. Sentado, acodado a la mesa, leyendo. Y mi mamá, acostada en una cama, leyendo. 

PRL: ¿En qué año murió su papá?

EG: En el 582 Bueno, yo los dejé leer. Así se pasaron el día y la noche, leyendo. Papá ya no se acostaba porque se ahogaba. Así que dormía así, ponía los brazos sobre la mesa y así se dormía. Un día llego yo de la calle y me dice mamá, sale despavorida: “Oye, tu hermana Deva es muy mala, muy mala. Es muy cruel y muy mala”. Le digo: “¿Por qué Esperanza, qué te hizo?” “¿Sabes lo que me dijo?” Le dije: “No”. “Me dijo ‘inconsciente, vieja idiota, no te das cuenta de que tu marido se está muriendo y tú sigues leyendo’. ¿Verdad que no es cierto?” Le dije: “No, no es cierto, te engañó”. “Ay, qué bueno que me lo dices, hija, porque ya estaba yo muy preocupada”. 

PRL: Entonces, ¿cree que este amor por la literatura en usted y luego de usted a su hija Helenita venga de la abuela Esperanza? 

EG: Y de mi papá, porque los dos leían al parejo. Pero ya con eso ella se tranquilizó. “Ah, bueno, dijo, ya me extrañaba yo que Pepe se estuviera muriendo. Está leyendo muy tranquilo”.

PRL: Eso lo considera usted como que ella vivía en otro mundo

EG: Sí, en otro mundo.

PRL: Así fue también cuando ustedes eran niñas

EG: Sí, así fue. Siempre se encerraba en su cuarto a leer. Y si entrábamos nos decía: “Váyanse, no vengan a estorbar aquí. ¿Qué quieren?” “Oye, mamá, sabes…” “No quiero saber nada. Váyanse a leer, sean buenas, tengan virtud”. Tener virtud era leer. Entonces nos íbamos a leer. Y Deva, mi hermana, y yo nos pasamos toda la infancia leyendo. Leímos todo lo leíble.  Luego mi papá nos tomaba la clase de literatura que habíamos leído, a Garcilaso, a Lope, a Calderón… Mi mamá no se ocupaba. Una carta que me escribió a París que a Octavio [Paz] le gustó mucho… porque escribía muy bien mi mamá, contaba todo lo que pasaba en México, todo, desde la política, la literatura, la familia y todo muy bien redactado. Decía Octavio: “Déjame leer las cartas de tu mamá porque son las únicas interesantes. Las de mi mamá son una tontería”. Sí, porque las de su mamá eran: “Querido hijito, ¿cómo has estado?” En cambio mi mamá, qué querida hijita ni qué nada. Era: “Aquí pasa esto y esto, y el presidente…”

PRL: Las cartas eran verdaderos artículos periodísticos

EG: Sí, sí. Y en una de ellas decía al final: “En cuanto a tu pobre padre sigue con la manía de comer”. Porque papá era muy goloso. Y eso lo consideraba ella muy malo porque tenía que guisar.

PRL: No le gustaba guisar

EG: No, no le gustaba. Le repugnaba la cocina. “Hay que comer cualquier cosa. ¡Qué es eso de pensar tanto en la comida! Es un pecado”. Y mi papá: “Bueno, es un pecado, pero sin ese pecado nos morimos”.

HP (Helena Paz): Mi abuelo era muy gourmet. No era un tragón. Le gustaba la comida fina. Un hombre de una gran familia en España… hay un título de pequeña nobleza en la familia, eran nobles de campo, eran carlistas.

EG: Sí, mi abuelo y mi bisabuelo, todos eran carlistas…

HP: Eran derechistas, reaccionarios. Eran monárquicos…

EG: “Dios, Patria, Rey”. Era el lema.

PRL: Y su papá, ¿por qué se viene a México?

EG: Iba a ser sacerdote, estaba en un monasterio, en un seminario, junto con su hermano, mi tío Boni. Pero en eso murió mi abuelo, entonces mi abuela dijo: “Ay, no, que no sean curas”. Y los mandó a América.

PRL: No quería que fueran curas.

EG: No, porque ya los veía con el fusil de curas trabuqueros. Acá quiso poner un periódico mi papá, en la Ciudad de México. Era muy culto.

HP: Me acuerdo que alguien dijo: “Ay, qué proustiano era tu abuelo”. Era un hombre muy culto y guapo.

PRL: No era un emigrante común

HP: Mi mamá se parecía más a mi tío Boni, el hermano de mi abuelo. Mi tío era muy irónico: “Hombre, ‘éstos come raíces’” les decía a los emigrantes, “yo no los saludo”.

PRL: Y el periódico

EG: Lo hizo, pero perdió todo. Luego entró a trabajar al Banco de España como Contador Público.

HP: Tuvo unos negocios con Cuba fabulosos…

PRL: ¿Tu abuelo?

HP: Sí. Tenía la concesión del jabón Myrurgia e importaba telas de Cuba a México. Hizo una fortuna increíble, pero la perdió toda porque tuvo mala suerte. Fue una tragedia. Fíjate, hubo una peste terrible en Cuba y mi abuelo había puesto, invertido, todo su dinero en las telas que traían de España a Cuba y de Cuba a México. Y con la peste quemaron todo, todo, todo. Pero siempre se levantaba…

PRL: ¿Y cuándo se va a Guerrero?

EG: Mi tío Boni llegó recién casado, bueno no tan recién casado, con mi tía Hebe, una mujer guapísima. Ella era muy desgraciada en México. Vivíamos en la calle de Guanajuato cuando él llegó con su mujer y sus dos niños. Se sentaba en un sillón y se mecía y decía: “Me quiero ir, me quiero ir. Necesito el mar”. Porque ella había vivido siempre a la orilla del mar… “Ay, necesito el mar. Yo aquí no puedo vivir”. 

HP: Ella es la extranjera de Un hogar sólido

EG: Hebe…

PRL: Eva en la obra.

EG: Y un día dijo: “Me muero, me muero…” Le dio un infarto y se murió. Mi tío Boni estaba en una hacienda que tenían en Puebla. Entonces se vino, le avisó un tío por parte de mamá, mi tío Ricardo, que trabajaba para mi papá y para mi tío. Fue corriendo a Puebla y le avisó. Mi tío Boni se vino a México. Llegó corriendo acá despavorido. Yo parece que lo veo llegar, porque ya en el patio de la casa había muchas gardenias y un olor muy pesado. Entonces mi tío Boni se fue corriendo al baño y mi papá dijo: “Yo sé lo que va a hacer este loco”. Entró al baño y en eso mi tío se disparó un tiro. Pero con la entrada de mi papá se le fue el tiro. Y luego se desapareció. 

HP: Es que la adoraba. ¿Te acuerdas de Kim Novak? Era igualita a ella.

PRL: ¡Qué tragedia! Se murió tan joven

EG: Sí, tenía veintiséis años.

PRL: Entonces ustedes lo atribuyen a que nunca se adaptó a México o era un mal del corazón

EG: No, no, a que no se adaptó. Era española de Asturias y no pudo. 

HP: Mi abuelo se iba a regresar a España con su hermana, tu tía Sofía, pero su hermano (Boni) era como su alter ego, entonces mi abuelo se dedicó a buscarlo, ya no se fue a España, sólo se fue tu tía Sofía…

EG: Se fue mi tía (Sofía) con sus hijos. Y nos quedamos nosotras con mi papá. Papá se dedicó a buscarlo y lo encontró en Iguala. 

PRL: ¿Y allá qué estaba haciendo?

EG: Tenía una casa muy grande… que sale en Los recuerdos, esa casa que tiene el pabellón y los animalitos pintados…

PRL: La casa de los Meléndez, donde llega Felipe Hurtado. Esa casa es entonces la casa de su tío Boni

EG: Sí, de mi tío Boni. Entonces mi papá consiguió representar con los españoles, con los Nigolla, toda la manta, logró la concesión de toda la manta, y ahí había bodegas enormes llenas de manta para todos los pueblos de Guerrero. Y mi tío también. Y ahí nos fuimos quedando, porque mi tío no se quería ir de ahí. Decía: “Esto es África”. No quería volver a la Ciudad de México. 

HP: ¿Por qué no regresó a España?

EG: Porque ya estaba arruinado. Decía: “Yo a España no vuelvo arruinado”.

HP: No estaba arruinado.

PRL: A lo mejor ya le había gustado México.

EG: No. Pero como estaba muerta aquí su mujer.

PRL: ¿Y ellos tuvieron hijos?

EG: Sí, Boni, Pepín y Amalia.

PRL: Luego pasan toda la infancia en Iguala, la que nos cuenta

EG: En La semana de colores (1964). Yo iba a casa de mi tio Boni, porque como Malina se murió, yo era su sobrina predilecta. Y cuando estaba muy triste mandaba a su mozo para que me llevara a verlo. Iba a su casa y él me leía. Me leía por ejemplo las Coplas de Manrique: “Nuestras vidas son los ríos”. De ahí saqué el cuento “Nuestras vidas son los ríos”, de que fusilan a un general.

PRL: Sí, que aparece en la edición de Grijalbo de La semana de colores. Entonces, ¿estos cuentos “Nuestras vidas son los ríos” y “Era Mercurio” los escribió después?

EG: Sí, los escribí en el 65. Me acuerdo por (Carlos) Madrazo. Porque ahí hablo que renunció Madrazo y él dice (Javier, el protagonista de “Era Mercurio”) que cómo él no es capaz de renunciar a esa mujer si Madrazo había renunciado al poder…

PRL: Luego usted va a la Ciudad de México. ¿A la preparatoria?

EG: No, a la secundaria. Pasé los exámenes de primaria. Entré a la secundaria. Y la hice muy bien. [También cursó la preparatoria]. Después pasé a la Facultad de Letras y luego me casé.

El encuentro con Octavio Paz

PRL: ¿Y por qué se casó tan jovencita?

EG: Pues porque Octavio quiso. Octavio tenía prisa porque se iba a España. 

PRL: ¿Y cuándo conoció y en qué circunstancias a Octavio Paz?

EG: Lo conocí en una fiesta, en casa de unas parientas. Iba yo con un primo que me gustaba mucho, un primo americano, Pedrito Miller. Yo lo invité a esa fiesta. Era un rubio, vestido de azul marino, con una corbata roja, todo muy serio. Yo iba con un vestido negro, con un cuellito blanco, ¿fíjate tú? Entonces allí, en el piano, había un grupito de jóvenes, uno de ellos vino a sacarme a bailar y era Octavio. Yo no quería bailar con él porque estaba con Pedrito. Pero estaban todas mis tías ahí, mi tía Consuelo, mi tía Lidia, mi tía Margarita, todas las hermanas de mamá. Le dije: “No, no bailo”. Mi tía Consuelo dijo: “Ay, sí, güera, es el hijo de Octavio Paz. ¿Es usted hijo de Octavio Paz?” “Sí, soy hijo de Octavio Paz”. “Baila con él, tan encantador su padre”. Porque mi tía Consuelo había sido novia de Octavio Paz padre. Entonces bailé con él y fue tan malcriado, me dijo: “Usted es una puritana. ¿Vino con el pastor?” Imagínate. Yo me enfadé. Le dije: “Haga el favor de sentarme”. “No, ¿por qué?” Entonces me fui a sentar y le dije a Pedro: “Vámonos, vámonos de aquí”. Y dijo Pedro: “Bueno”. Era guapísimo. Nos salimos y Octavio, desde la ventana, le gritaba: “Oye, presbítero, no te la lleves”.

PRL: ¿Hubo cortejo usted con Octavio Paz? ¿Salían, iban a tomar un cafecito, hubo noviazgo?

EG: Él iba por mí a la escuela. Sabía que iba a la escuela. Él iba a Leyes. Leyes quedaba muy cerca de la prepa.3 Iba por mí, me salía por todas las esquinas. Mi papá me prohibió que lo viera.

HP: Te llevaba camelias…

EG: Me llevaba camelias, unas cajitas así, perfectas, con dos camelias adentro y algún poema.

PRL: ¿Y a usted le gustaba Octavio?

EG: Pues yo me sentía muy incómoda con él porque como era tan pedante, sabía tanto… Y me criticaba mucho… que la mujer no debía estudiar, que la mujer era el reposo del guerrero, que decían los alemanes y que tenían razón. Pero al mismo tiempo discutíamos mucho de poesía, porque a él le gustaba mucho la poesía arábigo andaluza y a mí la poesía alemana. Entonces discutíamos y discutíamos y discutíamos. Me acuerdo que un día llegué a la casa y me habló por teléfono y me dijo: “Bueno, y para terminar esta discusión te voy a leer un poema de la antalogía arábigo andaluza”. Me leyó “La alcachofa”. Era precioso el poema, ¿eh? “Bueno, le dije, yo te voy a leer algo”. Y fui corriendo a buscar algo de Hölderlin y se lo leí. “No, pues es superior ‘La alcachofa…’” y ahí nos pusimos… Discutíamos siempre sobre poesía.

PRL: ¿Y ya eran novios?

EG: No, éramos amigos. Mi papá me prohibió verlo. 

HP: Dile por qué te prohibió verlo.

EG: Que no me convenía, que porque yo era más inteligente, más culta y más guapa que él. Y que Octavio nunca me lo iba a perdonar, que al hombre le gustaba la mujer inferior.

HP: A mí mi abuelo me dijo de jovencita: “Hija, tú eres muy culta, hazte la idiota cuando estés con los muchachos. A los hombres no les gustan las mujeres inteligentes…” Mi abuelo era muy realista. Él sabía cómo eran los hombres. Me decía: “Si no te haces la idiota, los muchachos no te van a sacar a bailar…”

EG: También a mí me dio ese consejo.

PRL: Yo creo que tanto su mamá como su papá eran personas muy avanzadas para su época… 

EG: Sí, mamá era muy culta, pero no como papá; papá era mucho más culto.

HP: Lo que pasa es que mi abuela tenía mucho encanto.

EG: Sí, tenía un encanto muy especial. 

HP: Cuando mi abuela no venía a la casa, mi abuelo no comía.

EG: “No esperes a Esperanzules”, le decía yo. Así le decía papá a mamá: “Esperanzules”.

HP: Mi abuelo conocía muy bien a los hombres, por eso mi papá no le perdonó a mi mamá…

PRL: Ni se lo ha perdonado, ¿verdad?

EG: No. No, porque yo sabía inglés, francés, latín. Y él no sabía ni inglés, ni francés, ni latín. 

PRL: Cuénteme cómo estuvo lo de la boda. Usted tenía prohibido verlo. ¿Cómo que se casa con él?

EG: Porque me fue a esperar… Yo iba a un examen de latín. Me estaba esperando en una esquina con un grupo de amigos. Y me dijeron: “Cuando te pregunten qué edad tienes, tú naciste en tal año”. Un año muy atrás del que había nacido.

HP: Mi abuelo estaba muy decepcionado. Él quería que mi mamá hiciera una gran carrera y no se casara. Antes de que mi mamá publicara nada, me dijo: “Mi hija no ha hecho nada, tan inteligente… No ha escrito nada, no ha publicado nada. Yo estoy muy decepcionado”. Se le llenaban los ojos de lágrimas. 

PRL: ¿Eso te lo dijo a ti tu abuelo?

EG: También a mí me lo dijo muchas veces.

HP: “Tu mamá la frivolidad. Tú no hagas lo mismo, hijita. Tú estudia”. Mi abuelo estaba desesperado, él contaba con mi mamá. Era muy liberal en ese sentido, no quería que se casara; él quería que ella hiciera una gran carrera. Mi abuelo lo odió (a Octavio Paz).

EG: Papá me iba a meter de monja. Yo estuve de acuerdo. Él fue a Puebla a buscar un convento clandestino para que yo entrara allí. Yo estuve de acuerdo.

HP: Hubiera sido como Sor Juana. Hubiera sido más feliz.

EG: Sí, sí. Pero mi hermana tan estúpida… Deva…

HP: Era muy romántica mi tía, era muy loca. Quería mucho a mi papá.

EG: Sí. Llamó a Octavio: “Ay, Octavio, te tengo una mala noticia. Elena se va de monja”. Y Octavio: “¡Qué, cómo!” Un escándalo, un drama. Y ya no me fui. 

PRL: Entonces, ¿por eso también Octavio la apresuró para casarse?

EG: Sí, yo creo. Yo me quería ir de monja. 

PRL: Entonces no sabe por qué se casó…

EG: No.

PRL: Y no lo quería…

EG: No, sí le tenía afecto, cómo no.

HP: Pero no estabas enamorada de él.

EG: No. 

HP: Mi mamá es una persona muy débil de carácter. Además, mi mamá siempre le ha tenido pavor a mi papá.

EG: Sí.

HP: No lo amabas.

EG: Nunca me había enamorado.

HP: Pero te gustaba más tu primo Pedro que mi papá.

EG: Ah, claro que sí. Pero Pedro ya se había ido.

PRL: Estaba muy jovencita.

HP: Y porque es muy débil de carácter ante los demás. No sabe decir que no. Mil veces mi papá le decía: “Elena, tienes que aprender a decir que no”. 

PRL: ¿Y se enojó su papá cuando supo que se había casado?

EG: Sí. Y luego no me quería ir con él. Me quedé en mi casa. Mi papá me echó de la casa. Porque Octavio dejó un recado: “Que iba a pasar por mí, a tal hora en la noche, y que si no me iba, él tenía muchas influencias políticas, le iban a aplicar a mi papá el artículo 33”, que es expulsarlo de México…

HP: Es un artículo que sigue existiendo, para extranjeros indeseables para México.

PRL: A su papá le dio miedo…

HP: España estaba en Guerra Civil y toda su familia aquí.

PRL: Bueno, su papá se enojó cuando usted se casó. ¿Cómo lo contentó?

EG: No, pues no lo contenté. Me fui a ver a mi tío Boni, de casa de Octavio me fui a casa de mi tio Boni con Octavio. Mi tío Boni vivía en la calle Viena, en la colonia Juárez. Octavio se quedó en el jardín. Yo entré a la casa. “Ay, tío he hecho una cosa muy grave”. Me dijo: “Hombre, ¿qué cosa hiciste?” Le dije: “Me casé”. “¿Cómo que te casaste? ¿Con quién?” “Pues con un chico”. “Oye, qué, ¿pero de qué color es?” Él creía en lo rubio. Mi tío tenía el pelo color lino y tenía los ojos muy amarillos con rayas verdes. Era muy guapo. Mi papá tenía los ojos verdes y era rubio, pero dorado, no como mi tío. Entonces le dije: “Pues ahí está en el jardín”. “A ver, que entre”. Lo vio. “Bueno, siquiera tiene los ojos azules”. 

PRL: ¿Y ya sabía quién era?

EG: No, ni lo conocía. La única ventaja que le vio fue que tuviera los ojos azules.

PRL: En cambio usted plantea en Benito Fernández la pluralidad para vivir en armonía en este mundo, es decir, tan es válido lo negro, lo mestizo, lo indígena, como lo blanco…

EG: Claro, claro, claro. Pero mi tío sí creía en lo rubio y no quería que nos casáramos con mexicano porque decía: “Vais a tener hijos color café con leche, no sé qué, no sé cuánto”. 

PRL: Pero su mamá era mexicana.

EG: Pero era blanca como la leche y rubia.

PRL: ¿Y cuándo fue a ver a su papá?

EG: Después de casa de mi tío. 

PRL: ¿Y tenía miedo?

EG: Ay, sí. Mi tío le habló por teléfono. Le dijo: “Ahí va Leli, no te pongas pesado con ella, no sé qué”. Entonces fui yo. Deva, mi hermana, ya había organizado una cena con toda la familia. 

PRL: ¿En su casa?

EG: Sí, en mi casa. “Ay, que esto, que lo otro”. Todos muy contentos de que había yo burlado… mis tías, las hermanas de mamá. “Ya ves, Esperanza, por eso no hay que educar a las hijas como tú las educaste. Mira lo que te ha hecho ésta”. Pero felices. 

PRL: ¿Sus tías estaban felices de que se hubiera casado?

EG: Sí, porque había desobedecido a mi padre y a mi madre. 

PRL: Porque ellas criticaban la forma en que las habían educado a ustedes…

EG: Ellas, mis tías, no querían que fuéramos a la universidad… Querían que estuviéramos en la cocina preparando la comida o de taquígrafas.

PRL: Pues usted repite mucho esa frase en Reencuentro de personajes, existe el leitmotiv de que como Verónica desobedeció a su padre por eso le va mal, no puede deshacer el error, se equivocó, cometió un error…

EG: Pues sí, es la verdad.

PRL: Verónica se siente culpable, siente que le ha ido mal en la vida porque desobedeció a su padre…

EG: Sí, y lo siento. Si lo hubiera obedecido, me hubiera ido mejor. 

PRL: Pero yo creo que usted sentía cierta atracción por Octavio Paz para casarse con él…

EG: Le tenía afecto porque venía mucho a la casa, se quedaba charlando con mi papá, me acuerdo que hablaba mucho de Bergson, que le preguntaba mucho a mi padre sobre Bergson. Mi padre le explicaba, pero yo como era una dormilona, a las ocho me iba a la cama a dormir.

PRL: Y Octavio se quedaba platicando con su papá. ¿Y a su papá le caía bien?

EG: Sí, decía que era un chico muy inteligente, que le gustaba mucho el estudio, pero no le gustaba para marido. (…)

Notas:

1. Esta charla forma parte de Diálogos con Elena Garro. Entrevistas y otros textos. “Edición, estudio preliminar y notas” de Patricia Rosas Lopátegui (México: Gedisa, 2020, 2 vols.).

2.  José Antonio Garro Melendreras, su padre, falleció el 24 de septiembre de 1958.

3. Elena Garro estudió en la Escuela Nacional Preparatoria (1934-1935), en el ex Antiguo Colegio de San Ildefonso.

Patricia Rosas Lopátegui
Patricia Rosas Lopátegui
Nació en Tuxpan, Veracruz (1954). Actualmente es profesora de literatura mexicana en Chicana y Chicano Studies (CCS), en la Universidad de Nuevo México (UNM). Ha publicado la biografía de Elena Garro en tres volúmenes: Yo sólo soy memoria. Biografía visual de Elena Garro (Ediciones Castillo, 1999); Testimonios sobre Elena Garro. Biografía exclusiva y autorizada de Elena Garro (Ediciones Castillo, 2002) y El asesinato de Elena Garro. Periodismo a través de una perspectiva biográfica (Editorial Porrúa, 2005). Compiladora y autora de Yo quiero que haya mundo... Elena Garro 50 años de dramaturgia (Editorial Porrúa, 2008); coordinadora y autora de la “Introducción” de Elena Garro. Obras reunidas II. Teatro (FCE, 2009); coordinadora y autora de la “Advertencia” de Elena Garro. Obras reunidas III. Novelas (FCE, 2010). Asimismo compiladora y autora de dos antologías: Transgresión femenina. Estudios sobre quince escritoras mexicanas (1900-1946) (Floricanto Press, 2010) y de Óyeme con los ojos. De Sor Juana al siglo XXI. 21 escritoras mexicanas revolucionarias (UANL, 2010, 2 vols.). Como parte de su labor para recuperar a escritoras mexicanas rezagadas ha publicado Nahui Olin: sin principio ni fin: Vida, obra y varia invención, en donde se reúne la obra poética de Carmen Mondragón (UANL, 2011), y las Obras completas de Guadalupe Dueñas que contiene los trabajos publicados e inéditos de la autora jaliscience (FCE, 2017; 2023). Publicó la segunda edición aumentada de El asesinato de Elena Garro. Periodismo a través de una perspectiva biográfica, un significativo volumen de 1090 páginas, con un acervo fotográfico de 100 imágenes, que recogen los artículos, entrevistas y reportajes de Elena Garro (UANL, 2014). Para celebrar el centenario del nacimiento de Elena Garro (1916-2016) dio a conocer su poesía en Cristales de tiempo. Poemas inéditos de Elena Garro (UANL, 2016). Dos años más tarde, La Moderna, editorial con sede en Cáceres, Extremadura, publicó Cristales de tiempo en España. También es autora y compiladora de Diálogos con Elena Garro. Entrevistas y otros textos (Editorial Gedisa, 2020, 2 vols.). Su interés por reconocer las innovaciones de diez escritoras mexicanas del siglo XX, la llevó a conformar la serie Insurrectas. De esta colección ya se encuentran en librerías Nahui Olin. El volcán que nunca se apaga y Antonieta Rivas Mercado. Torbellino de voluntades (Editorial Gedisa, 2022), así como Nellie y Gloria Campobello. El fuego de la creación y El fuego de la creación continúa (Editorial Gedisa, 2023, 2 vols.), y Guadalupe Dueñas. Artífice de la palabra (Editorial Gedisa, 2025). Sus trabajos más recientes en torno a la obra de Elena Garro son: Elena Garro sin censura. Obra inédita: guionismo cinematográfico, diario, dramaturgia, narrativa, memorias, investigación, epistolario, traducción (Editorial Gedisa, 2023) y A misustituta en el tiempo. Poesía de Elena Garro (Editorial Gedisa, 2024).
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