Malintzin, 500 años en la memoria histórica

Braulio Peralta

No hay realidad mestiza sin Malintzin, esa que llamamos traidora por ser intérprete y diplomática al lado del conquistador de estas tierras, Hernán Cortés. Tierras de diversos reinos y lenguas. Tierras donde el imperio azteca –mixteco, en realidad–, cobraba tributos al resto de las comarcas. Tierras que se aliaron al “hombre blanco”, contra Moctezuma. Ella no iba a detener el destino. La vida es una elección.

La “noble prisionera”—así traducen su nombre, por provenir de la nobleza y ser prisionera de Cortés—, ha sido motivo de vituperio por las clases de historia, a pesar de que en el Lienzo de Tlaxcala y en el Códice Florentino Malintzin está siempre al lado del conquistador, ocupando lugar de “gran mujer”, dice Bernal Díaz del Castillo, quien asegura que, sin ella, la conquista hubiera sido tarea casi imposible. Sin ella–y el resto de las mujeres que siguieron a los españoles–, México no existiría…

De su nombre se deriva la palabra malinchismo, amor a lo extranjero y desprecio a lo nacional. Es sin embargo una figura universal, digna de novelas, poemas, películas, documentales que la ensalcen. Poco apreciamos el valor de esta mujer y el desprecio sobre su historia oculta. El etnólogo Luis Barjau escribió un libro que por vez primera relata verdades sobre el comportamiento social de esta mujer: La conquista de la Malinche. La verdad acerca de la mujer que fundó el mestizaje en México. El libro más completo hasta ahora para ella, la que llaman los ignorantes “traidora”. De esclava a intérprete y funcionaria y administradora de un nuevo Estado—el español—, de feligresa pasiva de los cultos indígenas a catequizadora activa del cristianismo. La madre de Martín Cortés. Imposible soslayarla.

Las riquezas con que la colma Cortés no son gratuitos. De su nobleza mucho escribe Bernal Díaz del Castillo. Nacida en Coatzacoalcos, sus padres, Marta y Lázaro en cristiano, ya gobernaban esa zona como principales. La madre, en segundas nupcias da la hija a un comerciante de Tabasco. Aprende maya y pasa a manos de Cortés en 1519–este año de 2019 se está cumpliendo el Quinto Centenario de aquel encuentro–, se la entregan con entre 16 y 19 años de edad. Nadie en la historia escrita la acusa de puta aunque así la apedreamos, como a Magdalena.

Aprendió el lenguaje militar en plena guerra. La diplomacia creció en su interpretación. En broma se dice que las mentadas de madre de Moctezuma a los gachupines, Malintzin las convierte en palabras dulces para no provocar más derramamiento de sangre.  Es sin quererlo la primera diplomática mexicana.  Consigna la historia que algunas respuestas las daba sin consultar a Cortés. No era cualquier mujer, una figura de adorno…También hizo de Mata Hari. Doña Marina descubrió el complot de los aztecas junto con Gerónimo de Aguilar, según lo cuenta el propio Cortés en sus Cartas de relación de la Conquista. Lo increíble de esta historia es el escaso interés que para historiadores nacionales tiene el personaje, tan enigmática, profana y divina, bella y noble, antes que cortesana.

Cacamatzin, sobrino de Moctezuma, señor de Texcoco se dirige a ella, no a Cortés. Escribe Díaz del Castillo:

“Malinche, aquí venimos yo y estos señores a te servir, hacerte dar todo lo que hubieres menester para ti y tus compañeros, y meteros en vuestras casas, que es nuestra ciudad; porque así os es mandado por nuestro señor el gran Moctezuma, y porque está mal dispuesto lo deja, y no por falta de muy buena voluntad que os tiene.”

Lo que sigue ya se sabe. Es de torpes ignorar la fuerza avasalladora de esta mujer que sobrepuso su destino: de una tragedia, la conquista, una mujer, gran protagonista de aquella masacre de la que surgimos. Una mujer digna de una tragedia griega como las de Eurípides, Sófocles o Esquilo. Eso, en tiempos donde el feminismo era una actitud, no un concepto.

Y ya termino. Acaso alguien quiera debatir (ahí les dejo mi correo electrónico). Pero primero: tendrían que leerse los libros aquí nombrados, las obras de teatro de Sergio Magaña (Los argonautas), Vicente Leñero (La noche de Hernán Cortés) y todo lo relacionado al personaje vituperado, satanizado, escupido. Una mentada de madre es sinónimo de Malinche…Decía Rodolfo Usigli, padre del teatro que no hay “nada más mexicano que despreciar lo mexicano”. Ya es hora de ir cambiando este malinchismo ramplón. ¿No lo cree? Espero sus comentarios…

Escríbame a : juanamoza@gmail.com

Braulio Peralta
Braulio Peralta
Estudió las carreras de Periodismo y Literatura, en la UNAM, e Historia del Arte en el Museo del Prado, en Madrid, España. Ha trabajado por alrededor de 40 años el periodismo cultural, por el que ha obtenido algunos premios, entre ellos: “El Gallo Pitagórico”, en el marco del Festival Internacional Cervantino, en 1981. El “Homenaje de Premio Nacional de Periodismo Cultural ‘Fernando Benítez’”, en 2003, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. El Nacional de Testimonio Chihuahua, en 2005. Y un premio internacional: Pen Club a la “excelencia periodística”, en 2011, por sus artículos sobre los derechos humanos de las minorías. Fue director editorial de Random House Mondadori y editor del Grupo Editorial Planeta. Ha publicado los libros: De un mundo raro (editorial Conaculta, 1998). El poeta en su tierra. Diálogos con Octavio Paz (1998). El clóset de cristal (2016) y Otros nombres del arcoíris (2017) . Es coautor de varios libros colectivos y otro tanto de antologías. No ha renunciado a su oficio desde que empezó a escribir en los diarios, primero el Unomásuno, y después como fundador del diario La Jornada. Escribe actualmente en el diario Milenio y en la revista Praxis, que se edita en Tuxpan, Veracruz, donde nació un 26 de noviembre de 1953. Puedes contactarlo a su email: juanamoza@gmail.com
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