¿quién escribe? ¿escribo yo
Jon Fosse Poesía completa/Volumen I
o hay algo en mí que escribe y que
escribe mi texto
a través de mí? quizá sea yo quien escribe
Es imposible escribir sobre un libro de Elsa Cross sin remar por el pasado de sus obras que hacen una ola inabarcable, piezas de síntesis sobre aquello que olvidamos del ayer que ella convierte en presente.
Por las palabras no se asoma el corazón pero sí la comprensión de una experiencia espiritual que, por ejemplo en Baniano nos embelesa la poeta que medita para sí y, con ella, las plegarias al mundo para encontrar un eje donde el universo sea quietud, paz y plenitud. No es un escape: es el encuentro con uno mismo. El académico León Guillermo Gutiérrez exalta este libro en su ensayo “Creación de la identidad espiritual”, donde encuentra en el Salmo 133 de la Biblia un eje parecido, lírico, con otro de la poeta que nos abre en canal para depositar su conocimiento místico.
No he leído la obra completa de Elsa Cross y sin embargo siento que me he cruzado con sus razonamientos poéticos después de conocer su experiencia con el yoga y la meditación. Casi nunca menciono la palabra Dios en lo escrito a lo largo de mi labor periodística porque lo siento como un asunto privado, esa fe con la que cargamos, aun agazapada en la mente; pero es imposible eludirlo en este texto: una poeta dotada por lo que se denomina en sánscrito shaktipat, ese toque de energía para despertar a los espíritus dormidos. Fe sin religión. Fe personal. Fe donde uno es su propio templo, donde la fe no es un asunto de sacerdotes.
Buscando a Dios por los senderos de la vida, olvidan que siempre estará en el reflejo del espejo…No es tan difícil llamar a Dios –la fe profunda del inconsciente–, si sabemos que es buscarnos a nosotros mismos. La purificación espiritual comprende mente, alma y cuerpo. Solo con las fibras de la conciencie se puede horadar hacia dentro, más adentro, cerca del espíritu inasible.
Elsa Cross ha dedicado parte de su labor creativa a encontrar el yo más profundo del hombre en la sabiduría hindú. Puerta del Este. Ensayos sobre mito, arte y pensamiento de la India, El lejano Oriente en la poesía mexicana y Baniano –ahí, como escribe la poeta, donde “el aliento se olvida de sí mismo, /el pensamiento que sigue al pensamiento/ se detiene/ se desnuda de forma”. Luz radiante o negra pero luz de comprensión para las almas de este mundo.
O cuando Elsa Cross escribe de las Casuarinas, donde las ramas silban en el atardecer, como un mar de aire donde la arena se desliza a la orilla del agua. O donde las Urracas hacen del mar un pensamiento cargado de sensaciones y la espuma alza sus alas. La naturaleza no entiende de razones pero el lenguaje es una respuesta frente al mar, la tierra, el fuego primigenio. Igual el lenguaje es una pregunta de los múltiples porqués de la existencia.
Todo lo escrito anteriormente para decir que Isla Negra es un pretexto para alabar la poesía sabia y profunda de Elsa Cross. Una poesía que ha pasado silenciosamente por décadas sin los alaridos de la egolatría o la cultura del espectáculo; con la humildad de unos pies descalzos, serenos, pisando fuerte en el arte universal donde se descubre a los seres iluminados por el don de las letras.
No he hablado de sus libros Jaguar o Nepantla pero solo diré que uno es el encuentro con el pasado y el último es sin lugar a dudas el país donde se desentierra el ni aquí ni allá donde habitamos los mexicanos porque hemos perdido la identidad: sin mencionar la palabra, Mictlán se asoma para deletrearnos. Una identidad que Elsa Cross hermana con las ciudades prehispánicas de nuestro país sin la pobreza de los conceptos sobre Patria o Nación, más bien une el sentido universal del hombre con su hábitat y la naturaleza. Con Jaguar llegan ecos de ciudades perdidas del pasado. Uxmal, Palenque, Cholula o Xochicalco–, que se unen con Isla Negra cuando Tlatelolco es nombrado en los poemas “Memorial del 68” y “Los amantes de Tlatelolco”. Donde la vida de una niña duele medio siglo después de la masacre; de aquella “urna donde los esqueletos se abrazan en su lecho de polvo”.
Isla Negra es un libro referencial que nos envuelve en sus obsesiones por los ritos profanos y divinos en la búsqueda interior. Elsa Cross es única en la poesía mexicana porque su investigación filosófica–no olvidemos que es doctora en filosofía–, la ha llevado a otros mundos donde la búsqueda de luz es el centro de su mirada. Por ejemplo: en sus “Poemas para Ceci” aparece la luz como un ave que en el amanecer atraviesa o un mar sin horizonte. Es el crepúsculo de una vida que se apaga: su hija a la que dedica siete poemas…
(Viene a cuento el recuerdo en una entrevista con la escritora española María Zambrano, en Madrid, cuando me dijo: “mire usted ese crepúsculo: yo lo estoy viendo de diversas luces desde hace años porque yo no salgo de casa y puedo conocer ese crepúsculo. Conozco y puedo decirle que es distinto y es el mismo. No somos nosotros los que cambiamos, es el amor el que nos cambia…”. La búsqueda de luz de Elsa Cross se hermana con el crepúsculo de la poeta y filósofa María Zambrano, discípula de Ortega y Gasset.)
En Isla negra, libro ganador del Premio Mazatlán de Literatura 2024, no es gratuita la aparición de María Sabina, el río Aqueronte del inframundo, sus viajes a Grecia para hurgar en su pasado, sus homenajes a Cavafis, o la isla inventada de Pablo Neruda, en ese decir nada y todo. No pretende dar lecciones, ofrece pistas de los sabios ancestros en lugares donde las huellas de la fe son notorias, son mortuorias, son adivinanzas, son palabras que acechan a una mente quieta, son la luz interior de Elsa Cross que ha regresado para contarnos su experiencia. Una poeta inabarcable en un escrito que solo intenta difundir su obra.
Inicié este texto con la poesía de Jon Fosse. Termino con un poema breve y cargado de profundidad para meditarlo, autoría de Elsa Cross:
Voz
contenida en el aire
palabra
suspendida en la voz
–¿y la palabra de dónde?–
ya entonces lo habían olvidado.
Elsa Cross nos alimenta para recordarnos que los seres humanos no solo somos guerras y desastres. Somos también constructores del universo al que tenemos que preservar a las nuevas generaciones. La poeta es un amante de lo orgánico y lo sagrado, lo animal y lo sensorial. Su razón de ser en este mundo es la comprensión del ser humano bajo la óptica de aquello que nos une al camino de la esperanza.