Explorar las violencias contra las mujeres durante la vejez es la propuesta de la artista Ana Gallardo (Rosario, Argentina, 1958), quien, a través de las retrospectivas de los fracasos y frustraciones de las maestras de la tercera edad, expone Tembló acá un delirio, en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC).
En entrevista con La Jornada, Gallardo cuenta que en un momento reflexionó sobre lo que significa “ser menopáusica sin tener referentes, sin tener con quién hablar de eso; no había mujeres artistas viejas.
El arte es una herramienta de vida para mí, por lo que comencé a armar estrategias sobre cómo transitar por mi vejez, y empecé a trabajar con la Escuela de Envejecer, proyecto que reflexiona sobre los saberes que son aprendidos por nosotras y hacemos lo que no pudimos hacer en un momento dado. Es un rescate alucinante de todo aquello que estaba oculto, que estaba, pero nadie quería
, detalló.
Gallardo explicó: “si querías ser bailarina y no podías, ahora lo estás haciendo, ven a dar clase de cómo lo haces ahora, porque no es lo mismo aprender a bailar cuando tienes 15 o 20 que cuando tienes 60, 70 años, sobre todo cuando todo el mundo te dijo: ‘no, no puedes, no sabes, no sirves’. Todas esas violencias se reúnen en esta exposición.
“La muestra arranca con la pieza Mi CV laboral, un audio en el que cuento lo que he hecho a lo largo de mi vida: trabajando para sostener mi práctica artística en un sistema donde la mayoría de las mujeres no vendíamos obra, no teníamos éxito, como los hombres. Esa grabación muestra otros formatos de trabajo, de vida, de cómo ser artista, ser mujer y sostenerte hasta llegar a medio vieja, en 2009, cuando lo hice.”
La artista describió que la exhibición tiene una “sala grande oscura compuesta por un paisaje que trabajé con María Us, mujer combatiente de origen guatemalteco, que ha luchado toda su vida hasta el proceso de paz en 1990. La conocí en una colaboración a finales de los años 80; ahora de viejas salimos a buscar a aquellas mujeres que tendrían mi edad y que compartían ese dolor del fracaso de las utopías de esa época. Viajamos y nos dedicamos a escribir; queríamos construir esa memoria.
“La exhibición está integrada por dibujos de carbón y videos que dan cuenta de ese viaje. La Escuela de Envejecer es una pieza escenario con gradas y muchos videos donde hay parte de la documentación de todos estos años y habrá una serie de activaciones con mujeres con las que estoy trabajando: clases de danzón, una demostración de la luchadora mexicana Lola Dinamita González y una sonidera. Las viejas estaremos en el escenario. ¡Qué fabuloso!”
¿Cómo van a desperdiciar nuestro saber?
Para la argentina, esta violencia ha cambiado: “poder compartir el proceso de envejecer con estas mujeres me hizo entender sobre problemas de los que nadie hablaba. Hoy ves a actrices de Hollywood diciendo que desde que empezaron a envejecer no hay papeles para ellas; eso es un cambio. La realidad es que cuando pasas a una edad ya no hay más trabajo; ser vieja no es ser inútil, seguimos viviendo.
“Un día nadie te llama para trabajar. Las mujeres en las artes visuales no tenemos el valor de mercado que tienen los hombres. Los hombres artistas de mi generación tienen dinero, casa, mientras muchas de mi generación rentamos, tuvimos hijos solas, por lo que tendemos a desaparecer. Eso es violencia. Mi trabajo habla de eso: de una mujer que quiso bailar cuando era chica y no pudo, porque la madre le pidió que la cuidara, mientras sus hermanos trabajaban. Ahora ella baila en la ciudad, su cuerpo sabe cómo se baila.
¿Cómo van a desperdiciar nuestro saber?
, se preguntó Gallardo indignada.
El capitalismo nos hace ver que como dejamos de menstruar y ya no somos fértiles, dejamos de existir. La sociedad no entiende que nuestro saber prima, es muy poderoso. Es algo que viene de mujeres y mujeres. Transitar estos años con todas las que he ido conversando, trabajando, creando y colaborando, me ha permitido vivir una vejez menos violenta.
La artista considera que su trabajo es una forma de venganza, “porque somos mujeres adultas con el poder de hacer lo que queremos; se trata de transformar una sociedad que no aceptaba vernos como ahora. Ese era el sueño de mi madre: exponer en Madrid sus obras. Juntas damos esa batalla.
Siete óleos que pintó mi madre se exponen en la muestra; además, invité a mi hija. Usé el carbón y las materialidades para rescribir la historia. Mi madre murió joven de manera trágica. La composta y el humus es un cuerpo restaurado y le doy vida. Como lo que hacen las madres buscando a sus desaparecidos, lo que hace María Us sembrando un bosque; yo eché cenizas de mi madre en la laguna de Zempoala para que se regenere en esa naturaleza. El carbón y el barro tienen memoria; es dar poder a esa historia
, mencionó conmovida.
–¿Por qué Tembló acá un delirio?
–Porque mientras estábamos trabajando, tembló. Entonces regresé y dije: tembló acá, un delirio
. Cada que tiembla es un delirio porque esa movida de piso, la fragilidad que sentimos, nos iguala. Uno toma conciencia de la vulnerabilidad del cuerpo, la fragilidad de la vida, de la vejez. Nadie quiere envejecer, después de haber tenido una vida de lucha por hacer lo que quiere.
“Por las noches me pregunto cuánto tengo de vida útil. Así como soy de peleona, unos 15 años más; pensar en eso es muy duro. Reflexionar sobre la muerte… te vas a dormir considerando si tu cuerpo podrá y luego la sociedad te dice: ‘no te quiero ver, no me gusta tu cuerpo’, es como un temblor”, concluyó.
Tembló acá un delirio, curada por Violeta Janeiro y Alfredo Aracil, estará en exhibición en la sala 9 del MUAC hasta el 15 de diciembre.
Publicado originariamente en: La Jornada