La visión de futuro que destilaba la obra de Herbert George Wells, considerado junto con Julio Verne uno de los padres de la ciencia ficción, distaba mucho del optimismo con que el novelista francés enfrentaba lo que estaba por venir.
Estudiante mediocre ávido de lectura
H. G. Wells, nació el 21 de septiembre de 1866 en el condado de Kent (Inglaterra). Fue el tercer hijo de una familia de clase media baja que tenía una tienda en la que vendían artículos de deporte y loza fina. Con ocho años, Herbert se rompió la pierna y durante el tiempo que estuvo convaleciente se hizo un ávido lector de los libros que le traía su padre de la biblioteca. Ese mismo año ingresó en la Academia Comercial de Thomas Morley, una escuela privada fundada en 1849, donde, según palabras del propio Wells, “la enseñanza fue errática” –el plan de estudios se centraba principalmente en la caligrafía y en hacer operaciones matemáticas–. Wells continuó en la Academia de Morley hasta 1880, pero tras un accidente sufrido por su padre en 1877, Herbert y sus hermanos se vieron obligados a buscar trabajo para ayudar económicamente a la familia. Su experiencia en una tienda textil se vería reflejada más tarde en su libros The Wheels of Chance (1896) y Kipps: The Story of a Simple Soul (1905).
A pesar de que como estudiante no fue un alumno destacado, un accidente lo convirtió en un ávido lector
El matrimonio de los padres de Herbert fue turbulento, debido principalmente a que su madre era protestante y su padre, un librepensador. Cuando su madre encontró trabajo como empleada doméstica en Uppark, una casa de campo en Sussex, una de las condiciones del trabajo fue que no se le permitía vivir con su familia. Ello contribuyó a aumentar los problemas personales de Herbert, que aumentaron a medida que fracasaba en sus empleos en el ramo textil y, más tarde, como asistente en una farmacia.
Un magnifico descubrimiento: una biblioteca
El inicio de Wells en la literatura empezó cuando descubrió la magnífica biblioteca de Uppark: sumergido entre libros leyó muchas de las obras clásicas de las estanterías. Por sus manos pasaron la República de Platón, Utopía de Tomás Moro y las obras de Daniel Defoe.
En 1884, Wells obtuvo una beca para estudiar biología con Thomas Henry Huxley en la Normal School of Science, una parte del Imperial College de Londres. Los años en los que Wells participó en la sociedad de debate de la institución marcarían su iniciación en el socialismo. El joven fue uno de los fundadores de la revista escolar The Science School Journal; en ella, expresó sus puntos de vista sobre la literatura y la sociedad. Su socialismo se basó en la idea de que el progreso de la humanidad pasaba por la necesidad de erradicar la pobreza e incrementar la cultura. Creía que la educación era el arma principal para la transformación del mundo. En oposición al comunismo, que lo entendía como “el hombre para el Estado”, y al cristianismo, “el hombre para Dios”, Wells resumió sus ideas con el eslogan: “El hombre para el hombre”. Probó fortuna con la ficción, y en un período de tan sólo cuatro años publicó cuatro de sus novelas más emblemáticas y que muchos años después serían llevadas a la gran pantalla: La máquina del tiempo (1895), La isla del doctor Moreau (1896), El hombre invisible (1897) y La guerra de los mundos (1898), tal vez su obra más emblemática.
En tan sólo cuatro años Wells publicó sus novelas más emblematicas, que años después serían llevadas a la gran pantalla
En 1891, instalado en Londres y casado con una prima lejana, de la cual se separaría pronto, Wells mantuvo una actividad exhaustiva y agotadora para su salud: estudiaba, investigaba, daba clases particulares y comienzó a publicar sus primeros trabajos de carácter pedagógico en una revista científica. Un poco después ejercería como profesor auxiliar en una escuela donde se le recuerdó como un maestro exigente, preparado y dotado de excelentes condiciones para la enseñanza.
Entre 1893 y 1894, Wells escribió una especie de relato fantástico llamado Los eternos argonautas, que aparecerá de forma periódica en la revista National Observer. En 1894 se casó por segunda vez con una antigua alumna, Catherine Rollins. A partir de entonces, Wells colaboró en diversas revistas y periódicos, lo que unido al tremendo esfuerzo y a las estrecheces económicas por las que pasaba provocó que su salud se resintiera gravemente –enfermó de tuberculosis y llegó a pesar cuarenta kilos –. En ese momento abandonó la enseñanza y dedicó su tiempo a colaborar en prensa, al mismo tiempo que dirigía una sección de Ciencias Naturales en una academia de enseñanza por correspondencia. Una práctica que en el futuro realizará de forma habitual.
Las estrecheces económicas y su inagotable esfuerzo por el trabajo debilitaron su salud y los médicos le diagnosticaron tuberculosis
En el año 1909, Wells publicó Tono-Bungay, una sátira sobre la sociedad inglesa de finales del siglo XIX. A ésta le siguieron Ann Verónica (1909), La historia de Mr. Polly (1910) y Matrimonio (1912). Posteriormente se inclinó por la novela sociológica o didáctica y publicó: El nuevo Maquiavelo (1911) y El mundo liberado (1914), en la que describe una guerra europea realizada con bombas atómicas y radioactividad.
Ferviente defensor de la ciencia
A pesar de los riesgos inherentes a los avances tecnológicos, Wells fue un científico antes que un escritor, y un ferviente creyente y defensor de las posibilidades que ofrecía la ciencia para mejorar las condiciones de vida del ser humano. A pesar de esto, Wells no se limitó a escribir historias futuristas como otros contemporáneos suyos; fue un pensador polifacético capaz de publicar obras como El esquema de la historia, de 1920, en la que relata de forma amena la historia de nuestro planeta y de la humanidad desde sus orígenes hasta el presente.
H.G. Wells fue ateo, socialista y un hombre comprometido con toda una serie de nuevas y revolucionarias ideologías, y un adelantado a su tiempo
Wells fue ateo, socialista y un hombre comprometido con toda una serie de nuevas y revolucionarias ideologías. Fue un adelantado a su tiempo –y, la parecer, también un Don Juan– que supo compaginar de una forma más o menos tranquila su trabajo con su vida familiar. Enfermo de cáncer, el 13 de agosto de 1946, Wells estaba sentado en su cama y pidió un pijama limpio a su criada. Cuando ella le preguntó si necesitaba algo más, éste repuso: “No, siga usted, tengo ya de todo”. Media hora más tarde, Herbert George Wells, primer cronista de la guerra de los mundos, fallecía en su finca de Easton Glebe. Considerado como uno de los grandes escritores británicos del siglo XX, el escritor francés Anatole France lo definió como: “La mayor fuerza intelectual del mundo de habla inglesa”.
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