ALCEO
A Octavio Paz
Enormes olas rompen
ya a babor ya estribor.
Copada, nuestra nave
liviana es mal traída
aunque no corra viento.
(El solsticio de invierno
rezuma bruma…). El agua
que entra por la sentina
baña el pie de los mástiles…
¿Las velas? -¡Dos rasgones!-.
El ancla, suelta, busca
fondo… (Cesan las olas
de repente: casados
al fin los dos amantes,
urden su nido ahora
en el abrupto risco).
¡Vamos! ¡Bebamos ya!
¡Que por entre los bancos
de los remeros fluya
la copa, de la nave
a través! ¡Que levanten
las tapas de repletas
tinajas y se extraiga
el dulce vino rojo
hasta la hez! ¡No podemos
privarnos de beber
en esta dura guardia!
¡Avante, marineros!
¡Bebamos! Ya los astros
escarchan la cubierta,
rutilantes, cumpliendo
su ronda silenciosa;
ya cruzan las cercetas
de cuello colorido…
No conviene guardar
jamás en la memoria
ninguno de los males
sufridos. Al que lucha
con la sorda mareta,
y al cabo la remonta,
el vino lo aligera.
Este es mi juramento:
¡No bien toquemos tierra,
plantaré dos viñedos!