Los Dorados de la Música

En 1884, en pleno porfiriato, fue traída a México, por una familia de migrantes alemanes, la casa instrumental “Wagner & Levien”, conocida por su gran calidad de pianos, pero también por otro tipo de instrumentos como el órgano de tubos u organillo.

La Ciudad de México tiene muchos sonidos que la caracterizan, la campana que anuncia la llegada del camión de la basura, la corneta de las tortillas, el chiflo del afilador, el silbido del camotero y, cómo olvidar, el sonido de las escobas barriendo las banquetas a las siete de la mañana. Pero hay un sonido característico en las plazas y los parques, que se hace presente cada vez que los visitamos, y no es el silbato del globero: es el organillo. Instrumento con un sonido inconfundible que es tocado por personas vestidas de color beige, tradición que sobrevive desde la Revolución Mexicana y hace referencia a los Dorados de Villa, así se le llamaba a la escolta de Pancho Villa. De hecho, este caudillo traía consigo en su pelotón a un organillero para sostener el ánimo de todos.

Los Dorados de Pancho Villa.® | Revolución mexicana

Los organillos mecánicos operados por una manivela datan de 300 años atrás. Los primeros organillos eran muy pequeños con sólo unas cuantas notas.  Fueron inventados para enseñar a cantar a los canarios, pero empresarios de esa época se dieron cuenta de que podían sacarlos a la calle para ganar algo de dinero. Los organillos mejoraron con el paso de las décadas, se volvieron más grandes y se les fueron añadiendo tubos; fue así que se logró que tocaran melodías más complicadas.

Foto: Ana S. Chao

El organillo más común y antiguo es el de cilindro de madera con púas y puentes de bronce, pero debido a la complejidad para cambiar los cilindros, tocaban una y otra vez las mismas canciones. Los organillos alemanes tienen ocho melodías, los guatemaltecos diez y los que en un inicio llegaron a México, que sólo se pueden encontrar en museos, tienen cuatro en total y pesan de 40 a 60 kilos.

Hasta la invención del fonógrafo y la radio, el organillero era la única persona que traía música a las ciudades. Esto era muy agradable, especialmente para la gente pobre, por eso en muchas ilustraciones se pueden ver a niños y personas bailando alrededor de ellos. Puede que no fuera la mejor música para los estándares de hoy —muchas veces los organillos estaban desafinados y su música no era tan agradable— pero era un entretenimiento deseado y pocas veces encontrado en esa época. La gente le daba monedas al organillero como símbolo de agradecimiento. El uso de algún animal ayudaba a atraer la atención y el chango era el más usado porque tenía un pulgar con el cual podía sostener una taza para pedir monedas.

En Europa en los siglos 17 y 18 los organilleros eran temidos por las autoridades ya que les preocupaba que, al ir tocando de ciudad en ciudad, llevaran y trajeran información que no debían, la cual a veces causaba problemas. Fue por esto que los organilleros tenían que tramitar una licencia para poder tocar, la cual a veces le era otorgada a soldados discapacitados en vez de darles pensiones y beneficios médicos.

Hay muy pocos organilleros hoy en día que se ganan la vida tocando este instrumento. Los organilleros que vemos en las plazas, en los parques, en la Alameda, etc., están ahí para entretenernos con un poco de música feliz y para tratar de mantener nuestro interés en estos viejos instrumentos.

En 1884, en pleno porfiriato, fue traída a México, por una familia de migrantes alemanes, la casa instrumental “Wagner & Levien”, conocida por su gran calidad de pianos, pero también por otro tipo de instrumentos como el órgano de tubos u organillo. Fabricados en Alemania y Austria, estos órganos comenzaron tocando melodías provenientes de Europa como valses, foxtrots y pasodobles; pero más adelante, en la época de la Revolución, fueron adaptados para tocar corridos mexicanos. El Presidente Porfirio Díaz llegó a exigir que se incluyera en su repertorio el vals “Carmen”, dedicado a su segunda esposa, doña Carmen Romero Rubio, por Juventino Rosas.

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Esta familia de origen alemán comenzó a rentar los organillos a las personas que quisieran ganarse un poco de dinero tocándolos en las plazas públicas. Es así como este instrumento sobrevivió al tiempo, incluso cuando en Alemania se dejaron de fabricar. Gilberto Lázaro Gaona llego a adquirir 250 organillos en México y estableció su negocio y un taller de reparación. Hoy en día, la señora Silvia Hernández Cortés, nuera de Lázaro Gaona, es la encargada de administrar y reparar los organillos que heredó de su esposo. Fueron ellos quienes añadieron melodías más conocidas como En tu Día, Rancho Alegre o El Danubio Azul.

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Muchos organilleros rentan diariamente el instrumento para trabajarlo. El precio varía, pero ronda entre los 50 y 200 pesos; además no se lo rentan a cualquiera, pues es común que haya robos, ya que un organillo antiguo y en buen estado actualmente tiene un costo aproximado de 10 mil euros.

A finales de los 1800 era posible mantener a una familia con suficientes horas tocando en la calle. Sin embargo, actualmente en México un organillero y su compañero, que trabajan de seis a ocho horas, llegan a ganar entre 300 y 500 pesos diarios, de los cuales 200 son para la renta del instrumento y lo que sobra después de dividirlo entre ellos, es su ganancia del día.

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Es una pena observar cómo la gente pasa de largo de los organilleros y su música y nunca se pone a pensar que este es su oficio, que están parados al rayo del sol todos los días hasta ocho horas, que tienen que cargar de 40 a 60 kilos diariamente de ida y regreso, todo para traernos un poco de música, alegría, mantener viva la tradición y darle de comer a su familia.

Hay muchas industrias que han sido golpeadas fuertemente por la pandemia que hoy nos acosa y una de la que nadie habla es la de los organilleros. Sus ganancias se redujeron hasta un 80%, ya que dependen completamente de los donativos y por el momento casi no hay gente en las calles.

El 1 de abril un grupo de organilleros salió con rumbo al Centro Histórico de la Ciudad de México, pero no para tocar su música, sino para dirigirse al Palacio Nacional para ver a la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum. Fueron recibidos y se les propuso gestionar un apoyo a través del FONDESO, llenando el trámite correspondiente. El Fondo para el Desarrollo Social (FONDESO) anunció a finales de marzo que otorgaría 50 mil créditos a microempresas para poder enfrentar la crisis económica provocada por el COVID-19. Sin embargo, el 10 de abril, a sólo 9 días de la solicitud de los organilleros, el FONDESO anunció que los registros de apoyo para microempresas ya estaban agotados.

Los organilleros y el sonido del pasado - Historia - Historia

En la actualidad, solo en tres países se sigue practicando este oficio: Chile, Argentina y México, siendo este último donde la tradición está más arraigada.

Si en estos momentos tienen la suerte de que la música de un organillero entre por sus ventanas, no duden en salir, manteniendo la sana distancia, a darles unas monedas para ayudarlos en esta crisis y mantener la tradición. Una vez pasada la emergencia de salud, cuando vuelvan a tener la fortuna de estar en un parque o plaza disfrutando su día, deténganse a escuchar al organillero y no olviden ser generosos cuando escuchen: ¿No coopera pa’ la música?

Patrocina un organillero esta cuarentena

Únete a la campaña de apoyo y realiza un donativo para que los organilleros más vulnerables se queden en casa en la pandemia:

https://donadora.org/campanas/patrocina-organillero

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