ENSEÑANZAS DE DON QUIJOTE DE LA MANCHA PARA HOY

Hoy es relevante leer al Quijote porque debemos evitar que nos gane el idealismo y caigamos en una “oclocracia”, es decir, una degeneración de la democracia donde una muchedumbre gobierna sin restricciones y selecciona a los peores gobernantes.

Algunos apuntes sobre Don Quijote de la Mancha


Juan Francisco Hernández

Hay que imaginarse el momento en que Don Quijote de la Mancha existe tan sólo como un manuscrito inacabado, cuando todavía no se ha convertido en la primera novela moderna y en una de las obras más aclamadas de la literatura universal. Hay que imaginarse a su autor, Miguel de Cervantes, escribiéndola adentro de una fría y húmeda mazmorra. Es muy probable que la novela se haya gestado estando él en cautiverio, aunque no se tienen pruebas fehacientes. Hay que imaginarlo todo, porque el proceso de escritura que de Don Quijote de la Mancha es un misterio que nunca será resuelto y eso, tal vez, es parte de la fascinación de la obra. De aquella época en la vida de Cervantes y de lo que pasaba por su cabeza sabemos muy poco. Lo mismo nos ocurre con las obras de William Shakespeare, el otro gigante de la época. Lo que sí sabemos es que Cervantes tenía 58 años, una edad avanzada para la época, cuando se publicó la primera parte de la novela. También sabemos que antes pasó cinco años preso dentro de una cárcel en Argel y en algunas prisiones en España.  

Al principio, la novela de Cervantes parece un burlesque, una ridiculización, mediante la cual Cervantes (infatigable lector que llegó a escribir: “Yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles”) intentó criticar a la literatura heroica de su época, con el fin de renovarla. Pero si bien, al principio, es la parodia lo que impulsa a la novela, después es algo completamente trascendental. Muchos de los estudiosos de su obra piensan que, en la primera parte de la novela —esto es, antes de que apareciera el Quijote apócrifo, escrito por un tal Avellaneda, suceso que impulsaría a Cervantes a escribir la segunda parte de Don Quijote de la Mancha— Cervantes estaba inmerso en un intrincado proceso de experimentación literaria, partiendo de la tradición antigua hacia una nueva e innovadora forma de contar historias. Por la forma en la que está construida la narrativa de la novela, es muy probable que Cervantes fuese un gran conocedor de los Cuentos de Canterburry de Chauser, del Decamerón de Boccaccio y de otros textos, en cuyas páginas abundan los peregrinos que, durante el camino, se detenían a contar historias. En ese sentido Don Quijote de la Mancha es una road novel.

Es indudable que cuando la primera parte de Don Quijote fue publicada (1605), Cervantes no sólo había sacado a la luz la obra más importante de la literatura española, sino una de las más relevantes de la literatura universal. También había inaugurado la novela moderna. Aquella que cambiaría la forma de concebir la literatura de todos los escritores que vinieron después. El binomio creado por Cervantes (don Quijote-Sancho Panza), donde dos personajes contradictorios se complementan, no sólo fue muy original en su época, sino que inspiró a escritores posteriores, como sir Arthur Conan Doyle con los célebres Sherlock Holmes y John Watson.

Don Quijote es considerada la primera novela moderna porque en su época utilizó por primera vez una mezcla de géneros (relato, ensayo, poesía, historia, epístolas, aforismos) y estilos literarios que no habían sido combinados con anterioridad. Cervantes construyó su historia a través del uso de complejas cajas chinas. Y también fue la primera novela en incorporar a la figura del antihéroe como protagonista. Antihéroe que, a través de un gran número de periplos, consigue una transformación progresiva que lo muestra cada vez más sabio y más humano. Aunque tal vez lo más innovador de Don Quijote en su tiempo fue el original uso del narrador (o, mejor dicho, el uso de los dos narradores): el Cide Hamete Benengeli, narrador en árabe al que nunca leemos. Y el narrador anónimo y omnisciente que leemos y que intercala la primera con la tercera persona.

Al antihéroe se le ha llenado la cabeza de fantasmas con todo lo que ha leído en las novelas de caballería y, en un arrebato, decide hacerse caballero andante. Ya en aquella época, hacía 400 años que habían desaparecido esos intrépidos personajes medievales idealizados por las novelas de caballería. Así, un buen día, Alonso Quijano se coloca una vieja armadura, monta su flaco rocín y sale a «desfacer agravios, enderezar entuertos y proteger doncellas…».

Algunos alcances de la novela

Don Quijote de la Mancha es una novela universal, en tanto a que ha sido leída, interpretada y reinterpretada desde hace más de 400 años en todo el mundo, en cada época y en cada sociedad, y sus valores siguen estando hoy tan vigentes como en la época de su publicación.

La gran novela de Cervantes es una metáfora de humor triste con alcances cosmológicos, que en el fondo habla del viaje que todos habremos de hacer en este mundo hacia la comprensión de nuestra condición humana y su complejidad.

En un primer viaje, el afligido caballero andante sale solo. En el segundo, lo hace acompañado de su vecino, Sancho Panza: un hombre simple, de apetito robusto y educación escasa, al que nombra escudero y al que ofrece recompensar por sus servicios con la promesa de nombrarlo, algún día, gobernador de una ínsula.

Religiosidad

La obra que comentamos se encuentra escrita en un contexto moral clásico y cristiano. El hombre nace con una esencia que lo define y limita. El caballero andante se encuentra al servicio divino y así lo manifiesta: «Somos ministros de Dios en la Tierra, y brazos por quien se ejecuta en ella su Justicia» (I, C. XIII). Cuando, al final, don Quijote recupera la sensatez, se da cuenta de que la libertad se encuentra regida por la ley, pero el hombre puede hacer mal uso de esta libertad. El sentido del pecado, un concepto muy cristiano, se encuentra vivo en toda la obra. Así, el héroe eleva la caballería a principio general para que los hombres puedan ser mejores.

Don Quijote

Alonso Quijano, convertido en caballero andante, dará lugar a don Quijote, un hidalgo cincuentón y decadente al que nadie toma demasiado en serio. Un loco, pero no un loco cualquiera. En boca de Lorenzo Miranda: “Es un entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos”. Don Quijote es la razón en medio de la sinrazón, un maniaco cuyas extravagancias aparecen cada vez que se le aparece algo que le recuerda a los libros de caballería.

Don Quijote hace locuras, pero habla con cordura. Está loco, pero está cuerdo. En todo caso, es un loco muy sabio o un sabio muy loco. Pero, sobre todo, es un celoso observador de las reglas morales, un reformador del mundo. Alguien que, en medio de sus peripecias y a medida en que adquiere experiencia, se va haciendo un hombre un poco más discreto, un poco más cuerdo y definitivamente, un hombre más hondamente humano.

Sancho Panza

El personaje de Sancho se incorporará a la novela en el capítulo VII de la primera parte, pero ya en el capítulo IV de la novela, don Quijote le propone el oficio de escudero. Sancho, que es un hombre de campo, no sabe muy bien en qué consistirá su oficio, pero la promesa de aventuras y la promesa de llegar a ser gobernador de una ínsula lo convencen. Además, la situación con su mujer no era la mejor. Don Quijote y Sancho Panza presentan un contraste físico y psicológico. Sin embargo, reflejan características comunes a todo ser humano mediante la combinación de sus dos personalidades.

De primera impresión, a Sancho se le puede juzgar de ser un personaje ramplón que, sin mayores ambages, expresa sus deseos más primitivos. Se deja llevar por la codicia y la ambición. Pero otras veces es capaz de demostrar una enorme caballerosidad. Anda entre los dos universos, uno de mayor vulgaridad y otro de mayor refinamiento. Al mismo tiempo es alegre y afectuoso. Lo cierto es que Sancho es la sal y la pimienta de la novela. Divierte al lector y no tarda en hacerse entrañable.

Sancho Panza nos muestra el mundo tal y como es; don Quijote lo transforma de acuerdo a sus ideales. Sancho es un realista que, por su simpleza, goza de menos ataduras que don Quijote. Sin él, ese acto de transformación que hace don Quijote no existiría o carecería de sentido. En la segunda parte, Sancho se “quijotiza” y se vuelve más sabio, de manera que en él también se da el maravilloso acto de metamorfosis de los personajes que toda gran novela debe tener. Una de las funciones de Sancho consiste en controlar el comportamiento insensato de su amo, aunque en ocasiones él también comience a presentar ciertos rasgos de locura. El escritor Franz Kafka, de hecho, vio en Sancho al objeto final de búsqueda de don Quijote.

¿Por qué leer el Quijote hoy?

Porque se trata de una novela total, lo que los franceses llaman un chef-d’œuvre. También, porque permite tantas lecturas como uno pueda llegar a imaginar. Pero más que nada porque es una novela de un elevadísimo contenido moral. Y en estos tiempos, en los que glorificamos la modernidad, hay que echar mano de este tipo de literatura. Los valores caballerescos que don Quijote quería rescatar en su época siguen siendo vigentes en la actualidad.

Porque Don Quijote, lejos de promover los idealismos y de alentarnos a seguir nuestros sueños, como la interpretó la tradición inglesa durante mucho tiempo, critica los excesos del idealismo, parodiándolos y condenándolos. El siglo XX, por ejemplo, fue un siglo de idealismos fracasados y perversos: el fascismo, el comunismo, el nazismo. En toda la novela Cervantes parece insistir en la idea de que la mayoría de los idealistas, mientras carezcan de un cierto grado de racionalismo, fracasarán en sus propósitos. Don Quijote es un líder, al menos de Sancho Panza, que fracasa en todas sus peripecias precisamente porque en él no impera la razón. Una de las moralejas de Don Quijote de la Mancha es aconsejar a los individuos y a los gobernantes de tener los pies en la tierra. Carlos Fuentes definió esta novela como “la primera novela de la desilusión, la aventura de un loco que recobra una triste razón”. Pero Cervantes no destruye los ideales, sino que los depura. El mismo Carlos Fuentes también se refirió a don Quijote como un hombre atrapado entre dos mundos: el viejo y el nuevo mundo. Recordemos que en la época de Cervantes el reinado de Felipe II pasaba de la grandeza del imperio a su decadencia. Cabe suponer que Cervantes pretendía hacernos ver que en el mundo moderno se debían preservar los altos ideales de la caballería medieval: la defensa de los débiles, la práctica y el culto al valor y a la honra, la fidelidad, la admiración de la belleza interior, la libertad, la ética, el entusiasmo, etc.

Porque don Quijote nos enseña que el amor es un acto de nobleza y que un caballero andante siempre buscará las cualidades de la persona amada. Don Quijote encuentra a su doncella en Aldonza Lorenzo, una mujer poco agraciada a la que él ve como la mujer más hermosa del mundo.

Porque esta novela nos aconseja practicar algún tipo de espiritualidad. W. H. Auden señaló que el Quijote representa a todos los ideales cristianos. En ese sentido, Cervantes es el escritor de la integridad. Una obra que nos proporciona respuestas brillantes a todos nuestros problemas y cuestionamientos. En la novela, los valores son encarnados por don Quijote y por Sancho Panza, pero también por otros personajes, como Diego de Miranda. Ningún objeto del conocimiento resulta ajeno a su interés y podemos aplicar las lecciones de cada capítulo a todos los aspectos de nuestras vidas.

Porque la novela es una apología a la amistad, en el sentido aristotélico, como uno de las fuentes más importantes de felicidad. “La buena y verdadera amistad no puede ni debe ser sospechosa en nada”, dijo don Quijote. 

Por otra parte, lo que se refiere a la administración pública o la forma en que todo líder político debe gobernar, aparece en la segunda parte de la novela, cuando don Quijote le da consejos a Sancho Panza sobre cómo gobernar la ínsula de Barataria, en la que Sancho pasa siete días, conminando a los gobernantes a practicar la virtud (Capítulo XLII, 2a parte).

Hoy es relevante leer al Quijote porque debemos evitar que nos gane el idealismo y caigamos en una “oclocracia”, es decir, una degeneración de la democracia donde una muchedumbre gobierna sin restricciones y selecciona a los peores gobernantes. No queremos masas desarraigadas en lo religioso y en lo social, convertidas en rebaños dirigidos por discursos vacíos y propaganda engañosa,  incapaces de elegir a sus gobernantes con información verídica.

Don Quijote es un personaje que ha influido mucho en la literatura y que se ha convertido en uno de los mitos de la construcción del individuo moderno. Es el prototipo de alguien que se enfrenta sin miedo a una nueva batalla cada día, aunque sabe que la está perdiendo. También nos enseña a tener cautela, pues los sueños puede ser espejismos que nos alejen de la realidad.

Resulta interesante acompañar a don Quijote y a Sancho por los parajes españoles de la época, escucharlos dialogar y encontrar ecos de nuestra vida en sus conversaciones. Ríe uno con sus ocurrencias y queda uno admirado por su ingenio. Se puede ver a esos dos seres marginales cabalgando en perfecta libertad. Don Quijote es una novela a la que uno siempre vuelve porque despierta en uno el deseo de vivir, porque invoca al verdadero ser humano que habita en nuestro interior, invitándonos a buscar a una forma de vida más elevada.

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Nació en la ciudad de México en 1971. Es tuxpeño por adopción. Sobrino-nieto de Enrique Rodríguez-Cano, durante su adolescencia, vivió en el puerto de Tuxpan, donde estudió parte de la secundaria y de la preparatoria, y donde también trabajó en los ranchos ganaderos, “Los Rodríguez” y “Los Higos”. Más adelante, estudió la licenciatura en administración, una maestría en administración pública y ciencias políticas y cursó, parcialmente, el doctorado en letras modernas. Tiene cursos y diplomados en economía, finanzas bursátiles, creación literaria y guion cinematográfico. Ha dividido su carrera profesional entre el sector bursátil, la literatura, la fotografía documental, la fotografía de retratos y la fotografía urbana, y la docencia. Entre 2005 y 2006 colaboró como promotor cultural en el gobierno municipal de Tuxpan. Ha publicado cinco novelas cortas y un libro de cuentos (con los pseudónimos Juan Saravia y Juan Rodríguez-Cano). Ha publicado más de treinta relatos cortos en diversas revistas especializadas y más de un centenar de artículos. Ha ganado diversos premios literarios, entre ellos, el «XIV Premio de Narrativa Tirant lo Blanc, 2014», del Orfeó Català de Mèxic. Su novela «Diario de un loco enfermo de cordura», publicada por Ediciones Felou, en 2003, recibió una crítica muy favorable por parte de la doctora Susana Arroyo-Furphy, de la Universidad de Queensland, Australia, y su novela «El tiempo suspendido» fue elogiada por la actriz mexicana, Diana Bracho. Su novela anterior y la novela «La sinfonía interior», publicada por Ediciones Scribere, en Alicante, fueron traducidas al francés y publicadas en Paris, Francia. Ha sido colaborador del diario Ruíz-Healy Times (México), El Diario de Galicia (España), Revista Praxis (Tuxpan, México), Diario Siglo XXI (Valencia, España), Revista Primera Página (México), El coloquio de los perros (Cartagena, España), Revista Nagari (España), Revue Traversees (Luxemburgo-Bélgica), y otros medios. Desde hace 11 años vive en Bélgica, donde es profesor de español (titular de la maestría, por parte del Departamento de Idiomas), orientado a estudiantes de ciencias políticas, ciencias de gestión y ciencias humanas, en la Universidad Católica de Lovaina.