La soberanía de la palabra en Elena Garro

La trama de Los Recuerdos del Porvenir está muy ligada a sus experiencias autobiográficas y a su interés por (re)descubrir el pasado nacional de México. Elena Garro confiesa que la novela bebe de su infancia y de su vivencia en Iguala, pueblecito situado en Guerrero, al sur de México, durante el conflicto de la Guerra Cristera.

“Nadie cae; este presente es mi pasado
y mi futuro; es yo misma;
soy siempre el mismo instante”.

Elena Garro

Elena Garro llegó a la palabra escrita ya en la madurez de su pensamiento literario. No en vano su primera aproximación a la literatura fue en la infancia, cuando jugaba a hacer teatro, leía a Lope de Vega, Calderón de la Barca, Cervantes y Sófocles; e inventaba lenguajes que sólo su hermana Devaki comprendía.

            Aunque también se desarrolló en el periodismo, la autobiografía y el ensayo histórico, Elena Garro es ante todo una imaginadora de historias. Ya sea en sus piezas teatrales o en su narrativa, su escritura se expande siempre en vías de libertad, juego y crítica intrínsecas de la ficción moderna. Su escritura fue más allá de los géneros dramáticos y reflejó la necesidad de revertir los discursos establecidos en la literatura dramática.

            Tanto su dramaturgia como su narrativa se han catalogado bajo los cánones del surrealismo, existencialismo, el absurdo y el realismo mágico. Puede pensarse que en el tiempo que vivió en Europa se influenció de la corriente brechtiana y que Genet, Beckett y Camus le contagiaron su percepción artística; pero la mayor de sus virtudes fue la capacidad de transfigurar su influencia y convertirla en temas universales dentro del contexto mexicano.

            Elena Garro siempre adoptó una actitud crítica hacia la historia y la sociedad mexicanas, lo cual puede observarse en gran parte de su narrativa, dramaturgia y obra periodística, lo que le concedió el renombre de “la leona” o “partícula revoltosa”, según ella misma se autodefine en una carta enviada desde Europa a Emmanuel Carballo, que dice:

“Mis padres me permitieron desarrollar mi verdadera naturaleza, la de «partícula revoltosa». Estas «partículas revoltosas» producen desorden sin proponérselo y actúan siempre inesperadamente, a pesar suyo. …Yo no pensaba ser escritora. La idea de sentarme a escribir en vez de leer me parecía absurda. Abrir un libro era empezar una aventura inesperada. Yo quería ser bailarina o general. Mi padre creía que podía escribir por mi afición a la lectura: en ese caso todos en la casa deberíamos ser escritores. (Emmanuel Carballo, “Elena Garro”. Protagonistas de la literatura mexicana, México D.F: Fondo de Cultura Económica, 1986, p. 504).

            En 1953, Elena Garro decide revisar el pasado nacional y escribe Los Recuerdos del Porvenir. En la posición de intelectual y defensora de los derechos humanos, Garro demostró ser muy consciente de la necesidad de modernizar a México y preservar la Constitución.

            Con el estudio de la Revolución mexicana y el cuestionamiento de las figuras míticas del pasado, en su obra entreteje el mundo de la fábula, el irreal y el onírico, con el histórico, distinguido por el viento impulsivo y feroz de la realidad posrevolucionaria. Su pensamiento político y su identidad mexicana no solo los plasmó en el papel, sino que participó activamente en la defensa de un ideal de país que fuera incluyente tanto para las mujeres como para los indígenas, colectivos continuamente segregados y excluidos por los discursos del poder.

            La trama de Los Recuerdos del Porvenir está muy ligada a sus experiencias autobiográficas y a su interés por (re)descubrir el pasado nacional de México. Elena Garro confiesa que la novela bebe de su infancia y de su vivencia en Iguala, pueblecito situado en Guerrero, al sur de México, durante el conflicto de la Guerra Cristera. En los recuerdos del porvenir realiza una mirada panorámica a la situación de violencia que recorría la geografía latinoamericana durante el contexto posrevolucionario y la Guerra Cristera (1926-1929). Con su estilo distinto, singular y poético, Garro construye una ficción basada en la memoria del pueblo de Ixtepec, trasunto de Iguala, con el objetivo de reconstruir el discurso histórico y dar voz a todas aquellas personas e historias anónimas que fueron olvidadas y que participaron en la insurrección.

              El infortunio, la pasión, el  existir, la persecución y los mitos son conceptos que se revelan a lo largo de la historia y se muestran como un extenso caleidoscopio del comportamiento humano. “Yo sólo soy memoria, y la memoria que de mí se tenga”, dice Garro.  “Los recuerdos son mi manera de vivir”.  

            Quizás esto es lo que más se lee, se estudia y se conoce sobre Elena Garro, pero hay una parte de su literatura de la cual prácticamente no existen estudios. Esto es la poesía, por ejemplo, podríamos mencionar el libro Cristales de tiempo, donde Garro es también un astro. Por la lucidez e inteligencia de su mirada y su visión integral y armónica, su poesía gira en torno al lector, ampliando sus órbitas. Ella se convierte en una mensajera astral cósmica, como Galileo nos define al infinito, en donde el tiempo es también una inconstante en su memoria. Esto podemos observarlo en el poema El extranjero:

Allá donde encontramos lo perdido
Allá donde se va lo que se tuvo
Allá donde los muertos están muertos
y hay días en que renacen y repiten
los actos anteriores a su muerte
Allá donde lloradas lágrimas se vuelven
a llorar sin llanto
y en donde labios intangibles se buscan
y se encuentran ya sin cuerpo
Allá donde pronto somos niños
y tenemos casa
y en donde las ciudades son fotografías
y sus monumentos residen en el aire
y hay pedazos de jardines atados a unos ojos
Allá donde los árboles están en el vacío
donde hay amores y parientes mezclados
con objetos familiares
Allá donde las fiestas suceden a los duelos
los nacimientos a las muertes
los días de lluvia
a los días de sol
Allá, solitario, sin tiempo, sin infancia,
cometa sin orígenes, extranjero al paisaje
paseándote entre extraños
Allá resides tú,
donde reside la memoria.

(Patricia Rosas Lopátegui, Poemas inéditos de Elena Garro, Monterrey, N.L., México: UANL, 2016, p. 160 [Cristales de tiempo]).

            Sus poemas son frutos que se asientan en un sustrato nítido, limpios de todo adorno o careta, navegan entre lo más próximo o lo inalcanzable. Van del árbol al paisaje, del origen al cristal en vuelo, de la iridiscencia de una gota de agua o la memoria simbólica a la lengua propia, a la traslación, es decir, insisten en la importancia de la palabra.

            Reducción, en efecto, del infinito, de las infinitas posibilidades que la palabra otorga. Por su modo de tratarla y de exhalar el verso, se inscribe Elena Garro, según podríamos situarla íntimamente, bajo la tradición de Mallarmé, como en el poema:

A A.B.C.
Que cada una de mis lágrimas
ahogue en sal cada uno de tus días
y cada uno se te convierta en roca
y cuando sueñes sólo seas tú solo
perdido en las salinas,
muerto bajo un viento de sal.
Que mires los ojos de la muerte
en los ojos que mires y te miren
y los caminos intrincados de mis lágrimas
de aquel viernes
se hundan en tu piel
hasta volverte una máscara tatuada.
Que ellas tengan la virtud
de borrarte la memoria de la dicha
y días vacíos encadenen tu tedio.
Baste una sola
para amargar el más dulce de los frutos
y otra para cegarte a la belleza.
Una, ligera, leve,
se te convierta en roca
y todas en río caudaloso
en el que nades a contracorriente
por todas las edades venideras
persiguiendo un punto luminoso
engañosa estrella fija
como esta inexplicable desdicha
de perseguir aquel viernes
aquel balcón de piedra
aquel adiós
aquel árbol flotando solo en el aire nocturno
alejándose más a medida que avanzo
en la memoria.

(Patricia Rosas Lopátegui, Poemas inéditos de Elena Garro, Monterrey, N.L., México: UANL, 2016, p. 171 [Cristales de tiempo]).

            Aquí reside la tierra, constancia de lo próximo. Lo que fue objeto de elucubración en la antigüedad ante la pregunta por el origen del universo, ante los elementos, los astros y todos los pobladores de la naturaleza –no en vano los presocráticos llamaron a sus escritos perifíseos, es decir en torno a la naturaleza. Suponían la pregunta ante todo lo que asaltaba en primer lugar a la visión y al igual que Leonardo, Garro nos habla del ojo medidor, como en El llano de huizaches

Tampoco hay que mirar por el agujero de la aorta.
¡Señores, un mecate para ligarlo bien!,
para que nunca más se llegue al centro de ese corazón
que yace luna roja caída en el llano de huizaches

(Patricia Rosas Lopátegui, Poemas inéditos de Elena Garro, Monterrey, N.L., México: UANL, 2016, p. 110 [Cristales de tiempo]).

            La poesía opera para Elena Garro en lo contingente, lo oscuro y lo inadvertido. Ella la habitó como algo autónomo y determinante que debe sernos imprescindible, pero es en ese delgado diálogo de la existencia que habita cuando deja caer la luna su río a mi ventana y entran los restos de la noche, lo que quedó del cisne negro en realidad para Garro es el sentir individual y colectivo, eso que nos hace más falta que nunca, ya que levanta palabra por palabra al palpo engañoso que navega en las venas y labra el sitio de la lengua, mitiga la queja dormida en la corriente circular en busca de nuevas interrogantes, persigue un mecanismo análogo para asirse a la agitación de la realidad que determina al mundo y a lo existido, empuja al sujeto a recorrer, a interesarse por esta realidad, a adentrarse en profundidad en la otredad y en la identidad cultural propia.

            La idea entonces de esta labor solitaria y atrevida que habla para sí y, de repente, puede deslumbrar aquello mismo que al principio se ignoraba, dice mucho del camino de entreacto que su escritura escoge entre el destierro y la admisión, entre la exactitud o la sorpresa, la extrañeza  o el escepticismo, el ocultamiento o la exuberancia.

            La escritura de Elena Garro consigue, como pocas, descubrir esa figura armoniosa, la inexplorada fractalidad de lo vivo en su efectivo y abstracto retrato poético, la incógnita que es, misteriosa y entramada entre las vertiginosas protuberancias de lo real y lo maravilloso, entre el ruido amorfo del mundo, lo onírico o lo complejo del ser y su palabra que gira en torno al hallazgo de su justeza, de la máxima precisión y originalidad, es en esa combinatoria en que las palabras quedan oscilando con soberanía propia.

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Maestra en letras por la Universitat de Barcelona, España. Es escritora, investigadora, poeta, ensayista y académica. Doctorada por el Instituto Mexicano de Líderes de Excelencia (2018). Codirectora de la Editorial Floricanto, A.C. y directora de La Casa Estudio de Crítica Literaria CDMX. Autora de 8 libros de poesía y un libro de ensayo, Anatomía del Erotismo en Griselda Álvarez. Dirige el Taller de Creación Literaria “Alicia Reyes” en la Capilla Alfonsina (INBAL), y es directora del ciclo de conferencias “La poética de la inteligencia” en el Museo de la Mujer (UNAM). Es miembro de la Asociación Universitaria de estudios de las mujeres (Audem) España. Directora del centro de estudios de la mujer en la Academia Nacional de Historia y Geografía (ANHG) y es directora del festival La mujer en las letras de la ANHG UNAM. Coordina el programa poéticas de la inteligencia en “mujeres a la tribuna” IMER y coordina la cápsula literaria en ASTL.TV. Autora de artículos sobre literatura hispanoamericana en revistas y periódicos nacionales y extranjeros.