“Bélgica es un país de niebla y viento, de dunas y lluvia, con este cielo bajo, este cielo gris donde se alzan los campanarios negros de las catedrales”.

Jacques Brel, “Vive mil veces”.

“Es un poco una historia de amor. Bélgica es Francia fuera de nuestras fronteras”.

Dicho por un radioescucha en la radio francesa.

I

INTRODUCCIÓN

Del tamaño de un pañuelo (30,528 kilómetros cuadrados), este pequeño país podría caber 64,3 veces en el vasto territorio mexicano. Cruzar Bélgica, de punta a punta, considerando dos de las ciudades más alejadas, toma a un automovilista tan sólo tres horas de recorrido. Su población (11,5 millones de habitantes), representa menos del 9% de la población total de nuestro país. Aunque su PIB per cápita (49,272 USD) es 2,27 veces mayor al de los mexicanos. Con menos popularidad que la de sus vecinos europeos, la importancia de Bélgica resulta crucial para la comprensión de la geopolítica del Viejo Continente. No es casualidad que, en Bruselas, su capital, se encuentran ubicadas las instituciones administrativas de la Unión Europea y la sede de la OTAN.

II

LA PRIMERA PARTE DE LA HISTORIA

En numerosas ocasiones, el territorio que hoy conocemos como Bélgica fue convertido en campo de batalla y amenazado de anexión. La región fue primero conquistada por el Imperio Romano (siglo I a. C.) y, después, por los francos germánicos (siglo V). En el siglo VIII, el territorio pasó a formar parte del Imperio carolingio. En los siglos XIV y XV, cuando los Países Bajos, formados por una serie de ciudades estados feudales se unieron a los territorios dominados por los duques de Borgoña (Borgoña: región francesa ubicada en el centro-noreste del país galo), pasaron a llamarse los Países Bajos borgoñeses y, tras conquistar su autonomía, adoptaron el nombre de las Diecisiete Provincias (entidad territorial dominada por los duques de Borgoña y el emperador Carlos V, durante el siglo XVI). Antes de su independencia y formación como el estado moderno que hoy conocemos, Bélgica fue producto de largos enfrentamientos entre las Diecisiete Provincias, provocando una división de los Países Bajos, que terminó en la conformación de las Provincias Unidas (en el norte) y de los Países Bajos del sur (o Países Bajos Católicos), gobernados por la casa española de los Habsburgo. Durante las campañas napoleónicas, Francia invadió una parte de estos territorios (en lo que hoy son Bélgica, Luxemburgo y una parte de Alemania), dando como resultado un país con dos culturas predominantes: la francófona (donde se habla el francés) y la flamenca (donde se habla el neerlandés).

En 1815, tras la derrota de Napoleón en Waterloo (comuna francófona ubicada en el Brabante Valón del país), se decidió formar a un nuevo país. Bélgica fue formada en el Congreso de Viena, a expensas de los Países Bajos, por las grandes potencias europeas que querían que existiera un territorio neutral entre ellas. El escritor Patrick Roegiers dijo que la creación de Bélgica fue impulsada “por sus delirios de grandeza y por el miedo a su propia desaparición”. Y afirmó que los flamencos sintieron que se les torció la mano para integrarse y los valones, en un principio, habrían preferido formar parte de Francia.

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La batalla de Waterloo

Sin embargo, esta formación no se concretó sino hasta el triunfo de la Revolución belga de 1830, cuando los habitantes (mayoritariamente católicos) de los Países Bajos del sur se levantaron en armas en contra de la región del norte (mayoritariamente protestantes) y, después de que se estableciera la ciudad de Bruselas como capital de la nueva nación, en 1831 surgió, en todo su esplendor, el nuevo reino de Bélgica. Y como todo reino necesita a un soberano, se decidió entronizar al príncipe heredero de una dinastía de origen alemán: Leopoldo I, como nuevo rey de los belgas. El 10 de diciembre de 1865, el rey Leopoldo I murió en el castillo de Laeken (el mismo donde nació Carlota, emperatriz consorte de México). A este rey lo sucedió su hijo, Leopoldo II, que tenía tan sólo treinta años. Hombre taciturno, inteligente, extravagante, tenaz, fascinado por el urbanismo, fue un monarca admirado y vilipendiado al mismo tiempo, gobernante despiadado que llevó a cabo una innumerable serie de crímenes en el Congo, pero que también tuvo cualidades de estadista admirables. Dotado, por la Constitución, de poderes limitados, desempeñó, sin embargo, por medios tortuosos, un papel capital en el ámbito económico colonial.

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El rey Leopoldo II de Bélgica.

La colonización del territorio africano del Congo trajo muchas riquezas al nuevo reino de Bélgica. Tras la Conferencia de Berlín, en 1885, se acordó entregar el Estado Libre del Congo a Leopoldo II. Él fue el fundador y propietario de este Estado africano, que hizo de estas tierras su coto personal, dominándolo desde 1885 hasta 1908. A este período se le conoce como el Genocidio congoleño. El saqueo económico de El Congo consistió, entre otras cosas, en la explotación del caucho por parte de los mismos congoleños que pasaron a ser una suerte de esclavos de los belgas, tratándolos con salvaje dureza, matándolos de hambre, mutilando sus manos o asesinándolos a sangre fría, cuando no cumplían con las cuotas de recolección mínimas impuestas por las nuevas autoridades coloniales. En su gran novela, “El corazón de las tinieblas”, el escritor polaco y británico Joseph Conrad, habló con detalle de todos estos horrores. Esta colonización y explotación fundó las bases de la riqueza de un país que, más adelante, llevó a cabo un gran proceso de revolución industrial y que después de muchos años ha llegado a convertirse en un país próspero y democrático.

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Trabajadores (esclavos) mutilados por las autoridades coloniales belgas en el Congo belga.

III

LAS DOS GUERRAS MUNDIALES

Bélgica, situada entre dos de las grandes potencias de Europa de principios del siglo XX, Francia y Alemania, fue la primera víctima de los germanos durante la Primera Guerra Mundial. Amparada y respetada la neutralidad del país por Gran Bretaña, Austria y Rusia, nada pudo hacer para evitar ser invadida, como parte de la estrategia de de los alemanes para llegar al territorio francés. Bélgica, que no tenía un ejército moderno, el 14 de agosto de 1914, pocos días después del ultimátum alemán, tras algunas heroicas batallas emprendidas por su ejército y luego de sufrir atroces crímenes de guerra por parte de los alemanes, se rindió ante esta potencia que ocupó la mayor parte del territorio durante toda la guerra. Mientras tanto, el rey Alberto de Bélgica continuó luchando en el Frente del Yser y el gobierno belga se estableció en el exilio en la ciudad francesa de El Havre. Frente a la hambruna provocada por los alemanes durante la ocupación, surgió un importante movimiento de resistencia pasiva. Tras la firma del armisticio, el 11 de noviembre de 1918, las tropas alemanas abandonaron el país, que recobró su independencia el 23 de noviembre del mismo año. Un día antes, el rey Alberto entró en Bruselas con su ejército y fue ovacionado por la población.

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Ypres, Bélgica. Primera Guerra Mundial.

Después de que estallara la Segunda Guerra Mundial, Bélgica, que también sería el paso estratégico de los alemanes para ocupar a Francia, se vio obligada a romper su neutralidad y entrar en guerra. Los combates sólo duraron 18 días, antes de que el rey Leopoldo III decidiese dejar de oponer resistencia. El Congo se mantuvo fiel al Imperio y los congoleños lucharon en favor de Bélgica. Las autoridades belgas huyeron a Gran Bretaña y, en Londres, formaron un gobierno en el exilio. Durante la ocupación alemana, el rey Leopoldo III permaneció en el país bajo arresto domiciliario. La administración militar alemana debió convivir con la administración pública belga. Durante la ocupación alemana, que duró prácticamente toda la guerra, el país se dividió en dos: los que apoyaron a la resistencia, ya sea de forma armada o pasiva, y los colaboracionistas, en su mayoría, flamencos. El escritor Hugo Clauss escribió una formidable novela titulada “La pena de Bélgica”, que habla de la vergonzosa colaboración con el régimen de ocupación nazi. Los alemanes establecieron dos importantes campos de concentración en Bélgica: Breendonk, destinado a los miembros de la resistencia (se trata del campo de concentración que se encuentra en mejor estado de conservación de toda la red de campos del nazismo). El otro campo fue el de Mechelen, campo de tránsito desde el que fueron enviados miles de judíos, gitanos y miembros de la resistencia a los campos de exterminio. De todos los judíos registrados en el país al principio de la guerra (la mayoría residentes de las ciudades de Bruselas y de Amberes), 25,000 fueron ocultados por la resistencia belga y otros 25,000 fueron deportados y asesinados en Auschwitz, Bergen-Belsen o Vittel. Menos de 1,000 de los judíos que fueron enviados a los campos regresaron con vida. Bélgica fue liberada en septiembre de 1944 por el ejército aliado formado por soldados británicos, canadienses y estadounidenses. 

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La liberación de Bruselas. Segunda Guerra Mundial

IV

LA INMIGRACIÓN

Bélgica es un país de ausencias. Formado, por una parte, a partir de dos culturas disímiles que viven muy cerca y, al mismo tiempo, muy lejos y que, cuando es necesario, se encuentran. Por otra parte, es un país de inmigrantes. Pienso en todos aquellos italianos que llegaron a trabajar en las minas de carbón o en los marroquíes, turcos o africanos que llegaron huyendo de la pobreza y también en todos los refugiados políticos que huyeron de conflictos bélicos o de estados represivos. Muchos de ellos llegaron más o menos solos y tuvieron que abrirse las puertas en un país extraño, en el que no siempre fueron bienvenidos por los habitantes que veían en ellos competidores a los que las empresas podían contratar y pagar salarios más baratos. Las generaciones actuales de inmigrantes italianos están plenamente integradas al país y son los herederos de esos habitantes que sufrieron el exilio. Sin embargo, a los habitantes magrebíes les ha costado más trabajo integrarse al país debido a las diferencias religiosas y culturales.

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Inmigrantes italianos en Bélgica.

A finales del siglo XIX, los inmigrantes llegaban a Bélgica sólo de los países vecinos. Llegaron alemanes y franceses para trabajar en las industrias minera y metalúrgica. A partir del período de entreguerras, la industria minera reclutó, directamente en sus países de origen, a 50.000 trabajadores migrantes. Fueron, principalmente, polacos e italianos, pero también había checos, húngaros y yugoslavos. El establecimiento de estos inmigrantes, particularmente a partir de la década de 1930 y de la crisis económica, provocó fricciones y expresiones xenófobas hacia estos recién llegados. Tras la Segunda Guerra Mundial, Bélgica se enfrentó a un enorme déficit de carbón que dificultó sus objetivos en la reconstrucción del país en la postguerra. Al principio, recurrió a los prisioneros alemanes, a través de centros mineros penitenciarios, pero después de algunos cambios políticos en Europa, Bélgica recurrió a la mano de obra de italianos. Entre 1946 y 1948, 75.000 hombres, divididos en 85 convoyes, llegaron a Bélgica y fueron dirigidos a las 5 cuencas carboníferas belgas. Durante la Guerra Civil española llegó también un número importante de españoles al país. A partir de la independencia del Congo (1960), la inmigración congoleña se intensificó gradualmente, aunque siguió siendo un fenómeno muy marginal, desde un punto de vista cuantitativo. Ahora hay una proporción muy grande de estudiantes africanos. A partir de la segunda mitad de la década de 1960, comenzaron a llegar refugiados (que huían por motivos políticos) y personas en busca de una mejor situación económica. El Marruecos independiente y la crisis turca, provocaron una oleada inmensa de inmigrantes a Bélgica en la historia reciente. Empero, a partir de A partir de 2009, se ha intentado frenar la inmigración masiva al país y la tramitación de las solicitudes de regularización volvió a basarse únicamente en “circunstancias excepcionales”.

V

FLAMENCOS Y VALONES

Tres regiones (valona, flamenca y alemana), tres idiomas (oficiales) y tres culturas, dos de ellas (la valona y la flamenca), contradictorias y complementarias, al mismo tiempo, conforman este país híbrido. A lo largo de la historia, Flandes y Valonia se han disputado el liderazgo económico y cultural de la nación. Más de una vez, el gobierno belga ha estado cerca del caos. Un fuerte movimiento separatista en la región flamenca se ha mantenido siempre presente. Bruselas, la capital, tiene una parte francófona y otra neerlandesa y es frecuente encontrar los carteles oficiales traducidos en los dos idiomas. Flandes es más próspera económicamente que Valonia (aunque en el pasado era lo contrario), con una industria manufacturera moderna y cuenta con Amberes, el segundo puerto más grande de Europa.

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VI

EL SISTEMA POLÍTICO

Hoy, Bélgica es una monarquía con un sistema parlamentario de gobierno. Desde 1993, es además un estado federal. El monarca es el jefe de estado, pero tiene poderes limitados. La democracia está firmemente establecida en el país, donde los cambios de poder han sido, durante mucho tiempo, pacíficos. Los derechos políticos y civiles están garantizados. En cuanto a los índices de criminalidad en Europa occidental, Bélgica ocupa el número 2 de una lista de 8 países, donde el que tiene el más alto nivel de criminalidad es Francia y el menor es Suiza (que no forma parte de la Unión Europea). El estado de derecho es plenamente cumplido por las autoridades y la sociedad las respeta y a las fuerzas del orden público. El mayor peligro que afronta el país es el terrorismo islámico. Bélgica es, tradicionalmente, un país que acoge a refugiados políticos y que protege a sus minorías. El país alberga a muchas empresas internacionales y multinacionales y ha atraído una gran inversión extranjera en las últimas décadas. Sin embargo, Bélgica tiene una de las tasas de impuestos más altas de Europa. El sistema de seguridad social integral se financia en un 25 por ciento con fondos estatales. La mitad es pagada por los empleadores y el último trimestre del año por los empleados.

VII

LAS REGIONES

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Tan sólo basta con viajar por este país donde dominan las llanuras y donde existen pocas zonas montañosas, para notar las diferencias entre las poblaciones flamencas y las valonas. En la región flamenca predominan el orden y la limpieza y las regiones valonas parecen más descuidadas. La arquitectura de las ciudades de Flandes, con la influencia holandesa, está dominada por el barroco y el gótico y por las fachadas escalonadas de las casas y los pequeños edificios, construidas de esa manera para poder quitar la nieve. En la región valona predominan, sobre todo, las construcciones de piedra calcárea. Bélgica es también uno de los países con más castillos de Europa. Los canales navegables recorren todo el territorio y transportan mercancías hasta Holanda y hacia el Mar del Norte. Las vías navegables belgas tienen una longitud total de 1.532 km. En la costa, las playas están repletas de dunas. Los bosques, sobre todo de la región de las Ardenas, están colmados de árboles que durante algunos períodos del año reverdecen se llenan de colores.

Bélgica está formada por tres regiones:

  • Bruselas-capital,
  • la región flamenca y
  • la región valona.

Estas regiones, a su vez, se dividen en once provincias:

Al norte se encuentran las provincias flamencas:

  • Flandes occidental (capital Brujas),
  • Flandes oriental (capital Gante),
  • Amberes (capital Amberes) y
  • Limburg (capital Hasselt).
  • La Brabante flamenca (capital Lovaina).

Al sur, se encuentran las provincias valonas:

  • Henao (capital Mons),
  • Brabante valona (capital Wavre),
  • Namur (capital Namur),
  • Lieja (capital Lieja),
  • Luxemburgo (capital Arlon; sin embargo, no hay que confundir a esta región con el vecino principado de Luxemburgo).

Al este, dentro de la comunidad de Lieja y en el distrito de Verviers, sobre los cantones de Eupen y Sankt Vith, está ubicada la pequeña comunidad germanófoba de Bélgica.

VIII

LA CULTURA

Bélgica es el país de la cerveza, el chocolate, las patatas fritas, los gofres, los mejillones y es también es el país donde se inventó el saxofón (Adolphe Sax, de la ciudad de Dinant lo inventó) y es el país de los cómics. Pero también ha sido cuna de grandes artistas. 

Pintores como Bruegel, Van Eyck, Rubens, Wiertz, Ensor, Spillaert, Magritte, el arquitecto Victor Horta o el creador de Tintin, Hergé, hicieron su obra en este país. Los Pitufos son belgas también (Bélgica es un país de leyendas). Grandes humanistas como Erasmo de Rotterdam o Pedro Egídeo, en el renacimiento, dejaron huella de su pensamiento. Esta fue tierra de asilo de extranjeros ilustres como el escritor francés Victor Hugo o el poeta Charles Baudelaire. De hecho, Victor Hugo y el activista político y filósofo teórico alemán Karl Marx, llegaron como refugiados a Bélgica. Van Gogh comenzó su carrera artística en la región belga del Borinage. Sus grandes creadores, Maeterlinck, Verhaeren, Michaux y Simenon, Brel o Alechinsky, en algún momento de sus vidas fueron expatriados. En la actualidad, cineastas como los hermanos Dardenne, Jaco Van Dormael o Joachim Lafosse y escritores como Amélie Nothomb o Verhulst están en la vanguardia de la cultura literaria universal.

Muchas de sus ciudades están llenas de obras maestras de la arquitectura, de la escultura y del urbanismo. Sus museos albergan obras maestras. Bélgica además, tiene algunas de las ciudades más hermosas del mundo. Pienso en Brujas, Gante, Amberes, La Roche-en-Ardennes y Namur.

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Obra de Bruegel, Museo de Bellas Artes de Bruselas.
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René Magritte

IX

CAPITAL DE EUROPA

Cuando se comenzó a formar lo que hoy es la Unión Europea, Francia quería que París fuera la sede de sus primeras instituciones. Los italianos, por su parte, proponían que fuese Milán, pero como su convicción no era muy fuerte, apoyaron a Francia. Alemania, en cambio, no tenía dudas: quería que fuese Bélgica o, en el peor de los casos, a Estrasburgo. Obviamente, los países del BENELUX (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo) apoyaban la candidatura de Bruselas. No sólo la historia del país, como una construcción europea neutral hacía que Bruselas fuese la opción más lógica, sino que además era una ciudad céntrica y tenía suelo disponible para la futura construcción de las instituciones. No menos importante, es el hecho de que Bruselas represente una suerte de cruce de caminos entre el mundo latino y el germánico, su multilingüismo, sus libertades sociales y políticas y religiosas, su carácter cosmopolita y multicultural. Aunque en un principio fue de manera temporal, a partir de 1993, la sede de la Unión Europea se fijó definitivamente en Bruselas. Actualmente, Bélgica, uno de los países fundadores, alberga al Parlamento Europeo, a la Comisión Europea, a la OTAN y a otras importantes instituciones. Más de 200 nacionalidades y 180 lenguas se hablan en este país, puerta de entrada para toda Europa.

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Edificio Berlyamont, sede de la Comisión Europea. Bruselas.

X

CONCLUSIÓN

Bélgica es una construcción política, en términos de la historia, relativamente reciente. Un pequeño país fragmentado que ha conseguido, mediante acuerdos políticos, una federación que, aunque parezca improbable, funciona. Aunque Bélgica sea un país desconcertante, también es un país próspero. Un país de leyes y de justicia. Con los problemas del mundo moderno, pero con las ventajas de los países desarrollados. Un sistema político complejo, pero funcional, una seguridad social y un sistema de salud de primer mundo. Los belgas actuales son personas acogedoras, educadas y tolerantes. Sus artistas suelen ser creativos. Los belgas son personas abiertas a los demás. Para los visitantes y para los extranjeros que nos hemos quedado a vivir aquí, Bélgica es uno de los países más hospitalarios y cosmopolitas de Europa.

La célebre escritora belga, Amélie Nothomb, escribió un párrafo en su novela autobiográfica, “Biografía del hambre”, que transmite lo que muchos belgas y extranjeros que vivimos en Bélgica percibimos de este enigmático país:

“De todos los países en los que he vivido, Bélgica es el que menos he comprendido. Ser de un determinado lugar quizá consiste en eso: no comprender en qué consiste. Sin duda ésa es la razón por la que allí empecé a escribir”.

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Nació en la ciudad de México en 1971. Es tuxpeño por adopción. Sobrino-nieto de Enrique Rodríguez-Cano, durante su adolescencia, vivió en el puerto de Tuxpan, donde estudió parte de la secundaria y de la preparatoria, y donde también trabajó en los ranchos ganaderos, “Los Rodríguez” y “Los Higos”. Más adelante, estudió la licenciatura en administración, una maestría en administración pública y ciencias políticas y cursó, parcialmente, el doctorado en letras modernas. Tiene cursos y diplomados en economía, finanzas bursátiles, creación literaria y guion cinematográfico. Ha dividido su carrera profesional entre el sector bursátil, la literatura, la fotografía documental, la fotografía de retratos y la fotografía urbana, y la docencia. Entre 2005 y 2006 colaboró como promotor cultural en el gobierno municipal de Tuxpan. Ha publicado cinco novelas cortas y un libro de cuentos (con los pseudónimos Juan Saravia y Juan Rodríguez-Cano). Ha publicado más de treinta relatos cortos en diversas revistas especializadas y más de un centenar de artículos. Ha ganado diversos premios literarios, entre ellos, el «XIV Premio de Narrativa Tirant lo Blanc, 2014», del Orfeó Català de Mèxic. Su novela «Diario de un loco enfermo de cordura», publicada por Ediciones Felou, en 2003, recibió una crítica muy favorable por parte de la doctora Susana Arroyo-Furphy, de la Universidad de Queensland, Australia, y su novela «El tiempo suspendido» fue elogiada por la actriz mexicana, Diana Bracho. Su novela anterior y la novela «La sinfonía interior», publicada por Ediciones Scribere, en Alicante, fueron traducidas al francés y publicadas en Paris, Francia. Ha sido colaborador del diario Ruíz-Healy Times (México), El Diario de Galicia (España), Revista Praxis (Tuxpan, México), Diario Siglo XXI (Valencia, España), Revista Primera Página (México), El coloquio de los perros (Cartagena, España), Revista Nagari (España), Revue Traversees (Luxemburgo-Bélgica), y otros medios. Desde hace 11 años vive en Bélgica, donde es profesor de español (titular de la maestría, por parte del Departamento de Idiomas), orientado a estudiantes de ciencias políticas, ciencias de gestión y ciencias humanas, en la Universidad Católica de Lovaina.