Israel y Gaza, secuestrados por extremistas

En los últimos treinta años la derecha extremista israelí, representada por Sharon y Netanyahu, ha sofocado a los sionistas laicos originales que tenían al menos una visión realista de paz. 

El padre fundador de Israel, David Ben Gurión declaró: “Si yo fuera un líder árabe nunca firmaría un acuerdo con Israel… nosotros hemos tomado su país. Es cierto que (nuestro) Dios nos lo prometió pero cómo podría interesarles si nuestro Dios (Jehová) no es el suyo (Alá). Ha habido antisemitismo: los nazis, Hitler, Auschwitz, pero ¿fue eso culpa suya? Solo ven  una cosa: hemos venido y les hemos robado su país. ¿Por qué iban a aceptar eso?”

En efecto, la creación del Estado de Israel fue resultado de dos mil años de antisemitismo y racismo europeos tras la destrucción romana del Reino de Judea.  Europa acuñaría los conceptos de “judería” (castellano), “ghetto” (italiano)  “pogrom” (ruso) y finalmente “campo de exterminio”. Ante los miles de judíos víctimas de pogroms terroristas europeos,  hacia 1900, un grupo visionario de europeos judíos convocó un congreso nacional/sionista para planear un urgente segundo Éxodo. Consideraron Uganda o Argentina, donde querían un Estado laico pacifista, no bíblico; muchos desaconsejaban Palestina, entonces dominio turco, porque llevaba dos mil años habitada por cristianos y musulmanes: los actuales palestinos. 

Ben Gurion lee la declaración de Independencia de Isarel, a las 4 de la tarde del 14 de mayo de 1948, en el Museo de Tel Aviv bajo el retrato de Herzl, el fundador del sionismo.

No obstante, en 1917, Gran Bretaña ocupó Palestina empeñada, por cálculos estratégicos,  en asentar ahí a los europeos judíos, llamados Ashkenazis (de la Península Ibérica ya habían sido expulsados, desde 1492, sus primos Sefarditas). Tan ansiosos estaban los europeos de deshacerse de ellos que, en 1933, incluso la Alemania Nazi pactó con la Agencia Judía la expulsión a Palestina de 53,000 alemanes judíos (Jean Pierre Filiu). Fueron los sionistas laicos, los que acabarían fundando el Estado de Israel porque llevaban el know-how europeo para hacerlo.  Terminada la II Guerra, Gran Bretaña aventó el problema a Naciones Unidas que decidió salomónicamente  la división en dos Estados, Israel y Palestina, lo cual desató las  guerras Árabe-Israelíes de 1948, 1967 y 1973 con sus millones de refugiados. Finalmente los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad, Estados Unidos, URSS/Rusia, China, Francia y Gran Bretaña acordaron reconocer las conquistas israelíes fijando como territorio palestino minimizado: Cisjordania con Jerusalén Oriental y el retazo de la Franja de Gaza. 

En 1993, tras los Acuerdos de Oslo -fórmula Noruega-E.U.A-, el presidente Yasser Arafat firmó la paz con Israel y lo reconoció conforme dichas fronteras.  Pero, como bien lo advirtiera Ben Gurión, quizás no debió hacerlo porque Israel no reconoció la independencia del Estado Palestino sino que se limitó a concederle “semi-autonomía” mientras supuestamente “negociaban”. En 2012, tras veinte años de engaños, 138 Estados, México incluido, con base en esa partición que hiciera Naciones Unidas, reconocieron jurídicamente a Palestina como Estado observador de la Organización.  Solo parte de una Europa arrepentida lo ha hecho plenamente pero los principales responsables históricos de esta tragedia humana y humanitaria no.

En los últimos treinta años la derecha extremista israelí, representada por Sharon y Netanyahu, ha sofocado a los sionistas laicos originales que tenían al menos una visión realista de paz.  El estatus legal internacional de Israel es de “Potencia Ocupante” –la pesadilla de Ben Gurión-,  y es responsable de la seguridad y situación humanitaria dentro de todo el territorio que sojuzga: Cisjordania, regida pacíficamente por la Autoridad Palestina y Gaza, controlada técnicamente por una “guerrilla insurgente”.  Hamas, con sus tácticas terroristas, tiene secuestrados a más de 2 millones de civiles palestinos hacinados dentro de esa cárcel israelí a cielo abierto que es Gaza, del tamaño de la Alcaldía Tlalpan. Los sicarios de Hamas sirven torpemente los fines de sus carceleros para justificar la guerra perpetua pero también a sus financistas de Qatar; a todos menos al pueblo palestino.

En América no existieron pogroms. Por el contrario, aquí se abrieron las puertas a todos los refugiados de la barbarie europea.

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Especialista en el Oriente Medio, doctor en historia del arte y diplomático de carrera del Servicio Exterior Mexicano. Funcionario en Egipto y Líbano, encargado de restablecer la Embajada de México en Beirut en 1996; Consejero de la Misión Permanente de México ante las Naciones Unidas; representante de México ante la Autoridad Nacional Palestina; Ministro-Jefe de Cancillería de la Embajada de México en España, y encargado de la Casa de Mexico en ese país. Ha publicado Memorias del último califa de Bagdad o las veintiséis y una noches, Editorial Vaso Roto, Madrid, 2018; Arte Islámico: Evocación del Paraíso, El Colegio de México, 2008; Líbano: Espejo del Medio Oriente siglos VII-XXI, El Colegio de México, 2004; La Bruja de Afkah o La Tercera Diosa, Ed. Plaza y Janés, México, 2000; Taracea islamica y mudejar [Colección Uso y estilo], Editorial Artes de México, México, 2000; Arquitectura imaginaria: Al-Azrak, el Palacio Azul, Editorial Artes de México, 1998; y La Revolución islámica-clerical de Irán 1978-1989, El Colegio de México, 1991. https://leonrodriguezzahar.com/libros/