I
Para Adriana, Mónica y Miguel
Tu madre cultivaba su pequeño jardín. No es ciencia que las plantas se den pródigamente en Tuxpan. La naturaleza siempre es generosa con los trópicos. Ella sembraba rosas, tulipanes, geranios…Tenía una hermosa bugambilia sobre la pared que separaba la casa vecina. Las mañanas eran el rito de regar la tierra y sus frutos. Con sus manos Leopolda escarbaba en el espacio donde aun cabía una gardenia. “Polita” era distinta a su madre, tu abuela Natividad: ella te enseñó a matar mazacuatas, víboras que aparecían por el patio común donde la familia materna compartía los caimitos, el zapote domingo, los mangos, los guayabos y las risas y los pleitos infantiles de sobrinos, nietos y tíos.
Te acuerdas en estos días de encierro por una pandemia que en realidad son la oportunidad para recordar lo que somos, lo que queremos, lo que construimos a lo largo del tiempo. Y descartar aquello que ya no deseamos. Recuerdas a tu madre porque estás en Tuxpan justo frente a lo que fue una casa de adobe, madera y teja en la calle de Bravo número cinco, donde naciste. Hoy la casa no les pertenece. De hecho, toda la manzana está repartida en casas particulares y departamentos. Todo se fue perdiendo con el tiempo. Tu padre vendió su dote para irse a la capital, huyendo de la política que lo único que le dejó fueron desgracias. A punto estuvieron de matarlo…
El jardín de “Polita” se secó. Te acuerdas de cuando una vez la vecina de enfrente, la Chata Pulido, entró a destruir las rosas amarillas porque tú, niño, le habías echo una grosería para ella imperdonable. Travieso sí que eras. Tu madre fue incapaz de reclamarle y tú, en ese preciso momento pensabas “¿por qué se deja, por qué no se defiende; porqué permite que profanen las flores que tanto esfuerzo le costó que germinarán?”. La Chata ya murió, piensas cuando ves que lo que era su casa tiene un anunció: “Se vende”. Se había quedado viuda y sola. Pero también recuerdas que tu padre y tu madre ya no viven en este mundo.
Estás aquí porque vas a rentar la casa que adquiriste hace años como una forma de retornar a tu tierra. Todavía queda en tu mente aquel instante irrepetible pero inolvidable donde subes con tus padres al autobús de la Flecha Roja que te llevará a la Ciudad de México cuando apenas eras un niño que cursaba la primaria Miguel Lerdo de Tejada, siempre soñando con cazar tordos y subirte a los árboles de guayaba, cuidándote de los gusanos que, decía tu madre, “te pega una calentura que es mejor que no te pique”. Corriendo porque tu abuela te perseguía con una rama de chicote para darte una zurra por la última de tus travesuras. “Pero ya bajarás del ciruelo y entonces verás, chamaco cabrón…” Doña “Nati” era un pan pero canija a la hora de enmendar a sus nietos: hoy sería políticamente incorrecta.
Habías llegado de la capital apenas esa mañana del 23 de marzo. Fuiste a que chapearan el jardín, a poner guapa la casa para dejar a los inquilinos un espacio reluciente y confortable. Ibas con el tiempo exacto para regresar al día siguiente porque ya sabías de las noticias del coronavirus que azota a la humanidad en tiempos donde nadie sabía nada de lo que llamaban SARS–COV–2 o Covid–19. Te ibas a dar la encerrona de tu vida. No sabías que ibas a durar 100 días de confinamiento junto con tu amigo, su gato Bombón y tu perra, Biga. No sabías lo que les esperaba, pero entendías que la vida nadie la tiene como un regalo donde no pasen cosas imprevisibles, esas que modifican la conducta humana debido a sucesos inesperados. De modo que rentaste el jardín con tu casa de la colonia Enrique Rodríguez Cano. Lo que era casa de campo de fin de semana se convirtió en un problema a la larga y tenías que hacerlo así, o el deterioro de un espacio que no se usa termina por destruirse. Pero también, porque el dinero te hace falta.
No alcanzabas a vislumbrar la tormenta emocional que se avecinaba. Ya se hablaba en enero de la pandemia pero desde China y Europa. El eco era un ruido noticioso, lejos aun de alterarte los nervios, y tu cabeza empieza a elucubrar qué pasaría si contraes ese virus que dicen –como un prejuicio–, fueron los perros, el murciélago o el pangolín –que comen los chinos en su dieta alimenticia–, lo que desató la crisis sanitaria. O peor, cuando se especula que fue una invención científica china contra Occidente para acabar con la economía del mundo y hacer de China la nación que dominará al planeta. La venta de dólares, euros y bienes materiales empezaron a subir por un insignificante bicho que no mide más de 0,8 micras de diámetro. Tiempo de comprar oro, centenarios o propiedades como oferta de temporada. La crisis económica será una de las más brutales a nivel mundial, advierten los expertos.
Pensabas aquello cuando encaminaste tu auto a la carretera, rumbo a la Ciudad de México…
II
Nueva York es una ciudad donde el arte y la arquitectura son referencia insoslayable de la historia cultural contemporánea. Si París es asumida como la más hermosa del siglo XIX, Nueva York es del XX, y aun hay debate porque Berlín, Brasilia, Nueva Delhi, Tokio, Dubai o la Ciudad de México, una, sea considerada “la Ciudad del siglo XXI”. (Decidirlo es un asunto multicultural). Ir a Nueva York es un sueño que no todos alcanzamos. Tú presumes de conocerla a fondo pero sobre todo de tener amigos entrañables como la corresponsal del Tadz, Dorothea Hahn, a quien cada rato le preguntas cómo vive la pandemia en la considerada capital del mundo. “Me cuido, cariño, no te preocupes”, te escribe.
Hay una anécdota que tu padre contaba cuando eras apenas un niño: un presidente municipal de Tuxpan, al ganar las elecciones juraba ante sus votantes: “¡y no descansaré, hasta haber convertido a Tuxpan, en un Nueva York chiquito!”. Chico resultó el sueño ante la realidad inalcanzable. Mejor hubiera sido respetar la arquitectura vernácula de esas casas tan similares a las existentes en Tlacotalpan, y con eso hubiera bastado para que el puerto tuviera un turismo más culto y menos chelero en sus playas. Con respeto arquitectónico y la apertura del prehispánico Tabuco –y la leyenda del barco Granma, que salió el 25 de noviembre de 1956 del río Pantepec para llegar a Cuba, y que Fidel Castro lograra su revolución, en 1959 –, bastaría para tener una ciudad con gastronomía en pescados y mariscos de primera. No, aun no tenemos un presidente municipal a la altura de la historia de Tuxpan, cuando el interés industrial y turístico arrancó con la nueva autopista.
Recordabas aquello mirando las redes sociales porque de repente viste a una de tus sobrinas que anunciaba en una foto su primer viaje a Nueva York, como si fuera una historia de amor. Lo era. Ella, Berenice Guillén, bailando en las escaleras donde se filmó Joker, la película que actúa el magistral Joaquin Phoenix. Ella y Él –Erick Bock–, juntos y abrazados, en la punta del edificio One World Trade Center, de más de 500 metros de altura, el sexto en el mundo por su estatura. Era un 11 de marzo. Acababan de llegar, y aunque conocían el peligro del Covid–19, el turismo es de los más afectados en aquella ciudad. Apenas arrancaba a perfilarse la Sana Distancia en la Ciudad de México y los tapabocas –o barbijos–, y las caretas de plástico como de astronauta nadie las aprendía a usar, empezando por el presidente Andrés Manuel López Obrador, renuente a usar cubrebocas hasta el día de hoy.
Te preocupó el paseo de tu sobrina y su novio porque habías leído que Nueva York estaba entre las ciudades con más alto índice de contagios por el coronavirus y las medidas de seguridad no las habían implementado oportunamente. Habías visto por televisión una imágenes escabrosas de la saturación de un hospital neoyorkino donde ya no había forma de atender a más pacientes de Covid. No tardaste ni una semana en saber que efectivamente se comprobó que ella y él estaban contagiados. Después de regresar el 17 de marzo, ya venían con el germen del bicho…
Cuarentena con 14 días de incubación. La llegada de la fiebre (10 días); 23 días más lidiando con la enfermedad: dolor de cabeza intenso, cuerpo mallugado, nausea, vómito, garganta destrozada, pecho y espalda resquebrajados, agotamiento excesivo, ausencia de olfato y gusto. El que diga que es una invención no tiene idea de lo que dice. La angustia de padres, hermanos y sobrinos y tíos empezó como un rumor en la familia y entre los amigos más cercanos. Pero es férrea la entereza de la pareja. Separados de los hijos resistieron y pasaron de positivo a negativo. ¡La libraron! Guardaron en secrecía lo que vivían y apenas unos cuantos cercanos supieron de esos días en desasosiego. Eso es una historia de amor en tiempos del Covid.
A la noticia de enfermos tan cercanos y queridos se juntaron la de los amigos. No era fácil creer lo que estaba pasando. Evidentemente la información empezó a fluir a cuentagotas.
III
Se organizaron para las compras de despensa y el aprendizaje de guisados o la limpieza de la casa, frente a los quehaceres propios de gente dedicada a la cultura. Leer, pintar, escribir, pensar…entre tonterías y hallazgos sobre el futuro. El mundo entero en la misma situación que ustedes. Nunca el ser humano había vivido un momento así, como el reloj del tiempo que marca que la existencia del ser no es un juego externo, no está en la calle y sus diversiones, sino en el principio del conocimiento de uno para saber exactamente lo que va a hacer con su vida. Asunto sencillo eso de saber de y sobre uno. No de los demás. El aprendizaje de la vida consiste en el cómo y para qué. Es alta traición si dejas la honestidad individual para los demás.
Si eres joven, o en plena madurez, no importa. Es lo mismo el oficio del quehacer intelectual. Básico para un campesino que ara la tierra o un escritor que escribe, no que hace que escribe. El campesino no se equivoca porque tiene que comer. Un autor de libros sin libros pues es una mentira farragosa. Por ahí empiezan las pedradas del aprender a construir tu soledad en relación a tus intereses personales. Se aburre quien no tiene quehacer. Los humanos venimos a construir. Y si no, a destruir y destruirnos. Ningún filósofo griego se equivocó. Este tiempo de pandemia nos alcanzó en el pensar. María Zambrano decía que ningún crepúsculo es el mismo. Los días y sus noches son distintos. Así uno y su humor. Los alcohólicos anónimos manejan el 24 horas para dejar de beber. Es igual en la vida. La monotonía existe como un estado anímico que termina por hacernos perder la esperanza. Por eso los científicos pelean la batalla en el descubrimiento de una vacuna para salvar del marasmo a una sociedad en el infortunio. Se nace y se muere una vez. Pero igualmente se vive una vez. Esta pandemia es una oportunidad para cambiar al mundo, y nuestro mundo. Individuo por individuo.
Pensabas todo esto mirando el techo de tu recámara cuando te diste cuenta lo tarde que era y no te quedó de otra que ir a comprar las tortillas para comer. Afuera, la calle vacía; los comercios, cerrados, apenas uno que otro auto. La Ciudad de México de la que Salvador Novo describe en Nueva Grandeza Mexicana es de un silencio sepulcral.
El silencio que reclama tu mente te taladra al pensar tanta tontería….
IV
Se lo cuentas rápido a un amigo por teléfono:
–Biga se puso de repente malita. No quería comer y tenía problemas para orinar. La llevé al veterinario y dijeron que tenía una infección. Se reanimó unos días pero regresó a los mismos malestares. La llevé con un especialista. Le hizo un ultrasonido. Le detectaron un tumor. Para no hacértela larga le hicieron rápido análisis de sangre y el domingo 21 de junio la estaban operando. Tres horas después llaman para decirme que el tumor había invadido intestino, vejiga y bazo. Conmoción.
Decides sin pensarlo mucho: déjenla dormida…
Que lo cuentes rápido no quiere decir que no sientas. Quiere decir que prefieres pasar el amor de tu perrita por el lado oscuro del pensamiento, ahí donde la memoria no olvida. Mejor eso que llorar un rato y dejarla perdida en el recuerdo. Porque jamás podrás omitir que fue en tiempos del covid que Biga pasó a las galaxias. Guardas sus cosas y las regalas. Mientes: conservas su cadenita con su nombre y la cuerda con la que la llevabas a pasear: igual hiciste con Bolillo que murió en tus brazos hace dos años. ¿Te acuerdas? Unos perritos que siempre llevaste a Tuxpan, donde se sofocaban del calorón pero disfrutaban los paseos a la playa o las caminatas por el malecón. Biga empujaba a Bolillo –era ciego–, para correr en la arena de la playa. La memoria importa. Biga y Bolillo son un alma en tu alma. Jamás podrán dejarte. Lo sabes.
Decides también desprenderte de paso de las plantas de tu casa porque das en bola que muchas de esas hermosas acompañantes habían sido connivencia con personas que ya se fueron: tu madre, tu amiga Esther Seligson, la mamá de Karla, María Eugenia Pinzón, Alejandro Reza… Bajas tus colores verdes al primer piso del edificio y las ofreces a los vecinos. Te desprendes de esa manera de la nostalgia, tus muertos, la tristeza. No puedes con ello. Prefieres de tajo quedarte con cero fallecidos. Hoy que muere tanta gente es mejor limpiar el hogar que te acompañará los siguientes años, contigo y con tu amigo. Nadie más. Bueno, sí, Bombon, que empezó a contemplar con ojos aviesos el espacio libre que le faltaba para saltar y hacer travesuras.
Quieres una nueva vida. Quieres un cambio de conducta de ti mismo. Quieres dejar de ser melodramático. Quieres empezar a respirar sin las ataduras del pasado. Si no es ahora, cuándo.
V
Llevas ya casi 107 días de confinamiento cuando sabes que tu amiga Adriana Malvido vivió uno de los peores sucesos que puede vivir un ser humano: robo a mano armada en su propia casa. Ella lo contó en El universal en tiempos del Covid: ella, su esposo Miguel y su hija Mónica fueron maniatados en su espacio de Cuernavaca, en Morelos, considerada una de las peores ciudades en materia de seguridad. Menos de 30 minutos para hacerlos sentir unas cucarachas, con la bota de sus asesinos. Menos de 30 minutos para que los azuzaran con llevarse a su hija si no les decían donde estaba el “oro”. Sí señores y señoras: el “oro”. La economía, de espanto. Pero se salvaron…
Y uno preocupado por el virus, bicho, coronavirus, SARS, Covid o como usted le llame. A estas alturas lo único que sabemos es que la calle, la sociedad está sometida a las peores infamias de gente violenta sin que las autoridades puedan controlar la situación. La pandemia será obra colectiva. Pero la solución de la violencia está en manos del gobierno. Nadie merece vivir en la angustia de robos, secuestros, violaciones… Nadie. Y más vale que salgamos fortalecidos de esta pandemia para intentar comportamientos sociales cívicos de todas, de todos y de todes –como ahora dicen las nuevas reglas de perspectiva de género o respeto a la diversidad sexual.
Relax. Lo único importante es el bienestar personal. Pero para que sea eso, bienestar personal, debemos preocuparnos por el bienestar social. Exigir justicia, libertad, equidad. No callar. El que calla, omite.
Ustedes, ¿cómo han vivido estos días vulnerables? El periodista quiso un testimonio personal, sincero, sin guardarse sentimientos y frustraciones. Para qué. No tiene sentido en estos tiempos donde el contagio amenaza a la humanidad. Octavio Paz tiene un poema que dice “adonde yo soy tú somos nosotros”. Es hora de abrir las puertas de lo que ha sido la intimidad porque, ¿sabe una cosa?, está siendo casi igual para todos, salvo para los ciegos o egoístas que no se van a ir de este mundo…
Días de encierro donde el periodista buscó lecturas en su biblioteca: la obra de grandes escritores lo salvaría de la ignorancia.