CLEMENTINA OTERO (1909-1996) Vida y pasión entregadas al teatro y a la danza

Muchos la recuerdan como funcionaria en el Instituto Nacional de Bellas Artes, como creadora de la Compañía de Teatro Infantil de Bellas Artes, como promotora de la creación de la Escuela de Arte Teatral del INBA; como la persona que impulsó y dio a conocer —más allá de nuestras fronteras— a la Compañía Nacional de Danza y al Ballet Clásico de México.

Hablar de Clementina Otero es hablar del Teatro de México, así con mayúsculas. Es remitirnos al México en el que figuras como Virginia Fábregas, María Teresa Montoya, Alberto Galán, Carlos López Moctezuma, Enrique Herrera hacían teatro formal, serio e innovador. Es hablar de recuperar la historia de un movimiento escénico muy singular que formó a nuevas generaciones de actores y directores de escena. El teatro de ese entonces marcó un hito en los escenarios mexicanos.

Clementina Otero es una figura principal en el teatro moderno mexicano del siglo XX. Su vida y su nombre han estado relacionados con el arte escénico y con la danza de nuestro país.

© Acervo Marinela y María Clementina Barrios Otero

Inició su carrera en los escenarios siendo ella muy joven, cuando Celestino Gorostiza (que era novio de su hermana Araceli Otero) requería una actriz para el Teatro de Ulises, creado por Antonieta Rivas Mercado, en la calle de Mesones 42 -cuyo mecenazgo fue el puntal para la creación de relevantes proyectos culturales en el México post-revolucionario-, por lo que pidió a su madre, doña Clementina Mena, que permitiera a su hija ir a los ensayos. Es así como ella incursiona en el teatro, rodeada de escritores, dramaturgos, actores, pintores, escenógrafos: Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Salvador Novo, Carlos Pellicer, Jorge Cuesta, Roberto Montenegro, Manuel Rodríguez Lozano, Celestino y José Gorostiza, integrantes del llamado Grupo de Contemporáneos. Un momento de azar marcó su vida y le descubrió la verdadera vocación de actriz que traía dentro, así como su amor incondicional por el teatro; sentimiento que la acompañó hasta el día de su muerte.

© Acervo Marinela y María Clementina Barrios Otero

Musa inspiradora de intelectuales que conformaron ese grupo de Contemporáneos, Clementina tenía una personalidad definida. Con una belleza profunda en la que resaltaba su mirada melancólica que podría decirse que era “un poco triste”. Se desenvolvió en su vida de actriz, desde 1927, como una persona exageradamente discreta y callada. Se sabe que Xavier Villaurrutia, en los primeros ensayos del Teatro de Ulises con la obra El Peregrino de Charles Vildrac, le preguntaba: “¿en qué piensa Clementina? a lo que ella contestaba: “en nada”, por lo que un día Villaurrutia le dijo a Owen: “ahí te la encargo porque creo que esta niña es o tonta o muda”.

© Acervo Marinela y María Clementina Barrios Otero

En marzo de 1928, se integra como primera actriz en la compañía Teatro de Ulises, ensamble teatral que marcó la modernidad del teatro en nuestro país. Hace su primera incursión en El Peregrino de Charles Vildrac, en el papel de Dennise, bajo la dirección de Celestino Gorostiza, al lado de Gilberto Owen. Su actuación le valió las mejores críticas y la consideraron toda una revelación.  

Al desaparecer el Teatro de Ulises, Celestino Gorostiza crea el Teatro de Orientación (1932, 1933, 1934, a 1938), una especie de “laboratorio” con una planta de destacados escritores, actores, directores y técnicos en el que forma parte del elenco como primera actriz, con un amplio repertorio de teatro moderno, dirigida por Xavier Villaurrutia, con obras escritas por Celestino Gorostiza y escenografías de Agustín Lazo.

© Acervo Marinela y María Clementina Barrios Otero

Xavier Villaurrutia la escogió como intérprete de sus propias producciones como En qué piensas, escrita especialmente para ella. En cada uno de los personajes de ese repertorio, Clementina realizaba una verdadera creación. Minnie la Cándida, de Mássimo Bontempelli, bajo la dirección de Xavier Villaurrutia, en el Teatro de Bellas Artes, fue todo un éxito, la figura de la actriz engalanó las portadas de algunos diarios.

Continúa, en los años cuarenta, con la compañía Dramática de Fernando Soler con representaciones en el Teatro del Palacio Bellas Artes; con el Teatro de Media Noche (Rodolfo Usigli), la Compañía de Comedia de Alfredo Gómez de la Vega y la Compañía Teatro de México, que creara Celestino Gorostiza y de la que fue también Primera Actriz.

Se va a estudiar a la Universidad de Yale una especialidad en dirección de escena, iluminación, maquillaje, cine y radio.

A su regreso forma parte de la Compañía Teatro de México, a invitación de Celestino Gorostiza, y actúa en el Teatro del Palacio de Bellas Artes como primera actriz en Carlota de México, de Miguel N. Lira, bajo la dirección de Xavier Villaurrutia y al lado de Enrique Herrera, con decorados de Julio Castellanos y Julio Prieto. Su actuación la hace acreedora al premio a la Mejor Actriz del Año (1943). Muchos tuvieron la oportunidad de verla y recuerdan su capacidad histriónica, su madurez como actriz, su gran presencia escénica, su fuerza… Clementina Otero se presenta un sinfín de veces en el Teatro del Palacio de Bellas Artes.

Creó la Compañía de Teatro Infantil de Bellas Artes con el apoyo de Carlos Pellicer y Xavier Villaurrutia en 1940, cuando Benito Coquet era Director de Educación Extra Escolar y Estética de la Secretaría de Educación Pública, que se convirtió desde ese momento en “una de mis prioridades”, ya que estaba convencida de que el futuro del teatro está en los niños.

Su carrera en los escenarios de México decide terminarla en agosto de 1945, por contraer nupcias con Carlos Barrios. La Primera Actriz interpretaba el papel de la señora Manningham en La Calle del Ángel, de Patrick Hamilton, al lado de Alberto Galán y Carlos López Moctezuma. El 9 de agosto, la función de despedida fue homenaje por ser La Mejor Actriz de México. El Teatro Virginia Fábregas tuvo lleno completo y el público de pie la ovacionaba y le gritaba: “¡No te vayas Clementina, no te vayas…!” Sin embargo, ella “deja el escenario, pero el teatro nunca, porque es mi vida”, por lo que de ahí en adelante se dedica a la docencia, a dirigir obras de teatro, a crear generaciones de destacados actores como: Virginia Gutiérrez, Héctor Gómez, Socorro Avelar, José Solé, Martha Ofelia Galindo, Luis Gimeno, entre muchos. Su carrera como docente la continuará por más de 35 años.

© Acervo Marinela y María Clementina Barrios Otero

A partir de ese momento, su vida toma otros caminos. Es Maestra fundadora de la Escuela Teatral del INBA, dirige con los alumnos un sinnúmero de obras que se escenifican en el Teatro del Palacio de Bellas Artes y en el Teatro del Bosque, ahora Julio Castillo, y en los años sesenta se convierte en la Directora de la Escuela de Arte Teatral. Ella supo infundir el valor de la ética a los actores.

Y otra vez, por azares del destino, las artes escénicas dan un giro tremendo en su vida, cuando Don José Luis Martínez, en ese entonces Director General del INBA, la invita a hacerse cargo del Departamento de Danza del INBA. Clementina aceptó el reto que esto significaba y ocupó el cargo de 1965 hasta 1971 y es Ana Mérida, maravillosa dama de la danza y la coreografía, quien le entrega la estafeta. En ese periodo organiza festivales nacionales e internacionales de ballet clásico y danza moderna, los Festivales Internacionales de las Artes (con 5 ediciones), dentro del que se crea el Ballet de los Cinco Continentes, para unir los lazos entre los pueblos. Promueve temporadas de danza con las compañías Nacional de Danza, el Ballet Clásico de México y el grupo folclórico de la Academia de la Danza Mexicana e inicia las funciones de ballet para escuelas primarias. Es Directora Artística del Ballet Clásico de México. Por sus gestiones e iniciativa, se construye en 1969 el Teatro de la Danza, Miguel Covarrubias, el primero dedicado a esta disciplina escénica.

© Acervo Marinela y María Clementina Barrios Otero

Es por todo ello que también se enamora de la danza. Convive con destacados coreógrafos nacionales e internacionales, bailarines y directores como Maurice Bejart, Aurora Bosch, la legendaria Alicia Alonso. Con Bejart creó una obra maestra de ballet, basada en el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía, Himno a la alegría, de Ludwig van Beethoven, que se estrenó para la inauguración del Palacio de los Deportes, en 1968.

Gracias a ella, se inician los Concursos Nacionales y Regionales de Danza, en especial de danza folclórica, que tienen un gran éxito por la cantidad de grupos que participan.

Muchos la recuerdan como funcionaria en el Instituto Nacional de Bellas Artes, como creadora de la Compañía de Teatro Infantil de Bellas Artes, como promotora de la creación de la Escuela de Arte Teatral del INBA; como la persona que impulsó y dio a conocer —más allá de nuestras fronteras— a la Compañía Nacional de Danza y al Ballet Clásico de México. La que se preocupó por modernizar el concepto coreográfico invitando a nuestro país a los grandes coreógrafos del momento: José Limón, Aurora Bosch, Ana Sokolow.

Por el medio cultural, Clementina conoce personalmente a la bailarina, coreógrafa y creadora del Ballet Folklórico de México, Amalia Hernández. Sin saber lo que el destino le deparaba, asistió en varias ocasiones a la casa de Amalia, “doña Amalia”, como siempre le dijo.

A partir de 1973, doña Amalia la invita a integrarse al equipo de Ballet Folklórico de México, A.C., a esa familia comprometida con la danza y con la pureza del folklor. Clementina aprovecha su experiencia y conocimientos de la danza moderna y es por ello que Amalia le pide que se haga cargo de la dirección de la Escuela de Danza Moderna y de la Escuela de Danza Folklórica. Esta invitación significó mucho por el momento que estaba viviendo, ya que recientemente había entregado la Dirección del Departamento de Danza del INBA, habiendo logrado muchas innovaciones y éxitos para las compañías y por haber puesto a la danza mexicana a nivel internacional.

© Acervo Marinela y María Clementina Barrios Otero

Clementina se dio a la nueva tarea con mucho entusiasmo y sobre todo con numerosas ideas qué presentarle a Doña Amalia. Se incorporó a la “familia” de Ballet Folklórico y se adentró en ese cohesionado núcleo encabezado por Amalia Hernández, quien llevaba toda la dirección de esa enorme institución, junto con sus hijas Norma y Viviana, igual de emprendedoras y estrictas que su madre y su nieto, Salvador López.

Clementina nunca se imaginó que la invitación de doña Amalia fuera para el resto de su vida. Hasta dos semanas antes de su muerte,  asistía —como todos los días— a su oficina en Ballet Folklórico (1973 a 1996), que fue su segunda casa por 23 años.

Clementina Otero, la Señora Otero, como le decían sus alumnos y colaboradores en las instituciones en las que laboró, formó a muchas generaciones de actores que han destacado en el teatro, en la televisión y en el cine.

Sin duda, el nombre, la actuación, la dirección y la creación de Clementina Otero están presentes como una de las principales figuras del teatro en México y en la cultura escénica de nuestro país.

Ciudad de México, agosto 2020

© Acervo Marinela y María Clementina Barrios Otero

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(Ciudad de México). Promotora cultural. Entre otros cargos, fue Directora de Asuntos Internacionales del Instituto Nacional de Bellas Artes; Subdirectora de Convenios y Programas de la Dirección de Asuntos Culturales en la Secretaría Relaciones Exteriores; Creadora y Directora del Programa Buzón Penitenciario para la Readaptación Social a través de la Cultura en la Secretaría de Gobernación; Asesora en la Coordinación de Bienestar Social del IMSS; y Directora de Relaciones Públicas en Belgravia Group. Productora de programas literarios en Radio Educación, Imevisión y TV UNAM, crítica de teatro y responsable de la sección de teatro en la revista Mañana. Coordinadora editorial de las obras: Los escenarios de Clementina Otero (Conaculta-INBA, 1999); Gilberto Owen, cartas a Clementina Otero (INBA, 1982); Una casona de la Colonia Roma. Casa de Gobierno de Quintana Roo en el Distrito Federal (Conaculta-INBA, 2001); Me muero de sin usted. Cartas de amor a Clementina Otero (Siglo XXI, 2004).