Clásicos menores Mank: un viaje al corazón de la bestia

Eso es el Mank de Fincher, un periplo entre la basura, es un viaje al corazón de la bestia, una biografía norteamericana con humor negro marxiano.

A la leyenda negra que se cierne en torno a la realización de la película Ciudadano Kane (1941), dirigida por Orson Welles, debe agregarse la polémica en torno a la paternidad de su guión, ganador del único Oscar de la Academia que le cedió de las nueve nominaciones que había recibido la cinta catalogada como la mejor de todos los tiempos.

Welles filmó Kane a la edad de 25 años con el estudio cinematográfico RKO; fue debut y, al mismo tiempo, el inicio de una relación desafiante con la industria de Hollywood (aunque tres años antes, en 1938, Welles rodó Too much Johnson, una comedia que nunca se exhibió públicamente; también se tiene el dato que en 1934 codirigió junto a William Vance el cortometraje The hearts of age).

Ahora la sorprendente plataforma Netflix, que lo mismo difunde historias muy estereotipadas con guiños turísticos, nos asombra al presentar dentro de su catálogo de diciembre la cinta Mank (2020), dirigida por el prestigioso David Fincher, reconocido no solo por haber producido y dirigido las series de House of cards (2013-2018) y Mindhunter (2017), sino también por dirigir Seven (1995),  El club de la pelea (1999), La red social (2010), Zodiaco (2007) y Perdida (2014), entre otras.

Fincher trae a colación la soterrada rencilla entre el principal guionista de Ciudadano Kane, Herman J. Mankiewicz, con Orson Welles, por el crédito del guión. Sin embargo, habría que señalar que la versión de Fincher sobre este tema, no se centra exclusivamente en la tensión entre Mank, el alcohólico creador de humor cáustico y Welles, un joven genial e impulsivo, porque buena parte del filme trata sobre el perfil de Mank a su vez enfrentado al contexto de superficialidad de Hollywood.

Muchos hubiesen querido mayor énfasis en el choque Mank-Welles, limitado a una breve escena y a llamadas telefónicas sarcásticas en la versión de Fincher, con deliberado propósito de contar una trama anticlimática y, a pesar de elegir el tono de blanco y negro, pone en la mesa claroscuros que no permiten juzgar de forma moralista a ninguno de los personajes (al revés: el guión de Mank, escrito por Jack Fincher, padre del director, impregna su libreto con un cinismo en la vena de los hermanos Marx, aludidos en un tercio de ocasiones como condimento delicatesen).

Se rodó una película focalizada en dicha problemática: RKO 281. La batalla por Ciudadano Kane (1999), dirigida por Benjamin Ross, con John Malkovich interpretando a Mank. y esta aborda la pelea entre los guionistas, aunque habrá que calificarla de dulcificada -insinúa nada más un duelo de genios-, y a final de cuentas culmina en una salomónica complicidad para derrotar al malo de malos William Randolph Hearst -se aprecia exageradamente maniqueo.

Ross asume el punto de vista de Welles, colocando al niño prodigio que engañó al mundo como un bobalicón (primero, fundó una compañía teatral, la Mercury Theatre; y luego, a los 23 años, en 1938, adaptó al radio La guerra de los mundos de H.G. Wells causando un episodio de pánico entre la audiencia).

En RKO 281, Orson es presentado como ajeno a su definición canónica (aquí no tiene idea de un emplazamiento de cámara ni enseña la soberbia shakesperiana), y sólo resaltan su voluntarismo rayando en el berrinche y una especie de revancha clasista en contra del decadente magnate de medios de comunicación. En este sentido el Mank de Ross, Malkovich a secas, no se acerca fisionómicamente al ebrio que Gary Oldman interpreta con más aproximación -dionisiaco, amante platónico, adorador de grandes parrafadas cervantinas y hasta salvador de judíos.

Fincher tiene mayores matices para sus personajes protagónicos y secundarios. La película de Ross es demasiado plana en su estética, sin volumen de época, y palpa apenas a los personajes que se entienden contemporizados, cuestión que Fincher, no obstante su estilizado arte de medio siglo, con mínimos apuntes logra tanto esa profundidad de campo de sus exteriores como desglamuriza la cultura hollywoodense (el fantasmal Hearst de Mank tiene más aristas que el patético Hearst de Ross).

Imaginemos si, en lugar de 1941, hubiera sido 1924, es muy probable que no se exhibiera Ciudadano Kane. Y es que el poder de William Randolph no era exactamente el mismo entre cada fecha. En 1924, aún gozaba tanto del dominio de su imperio mediático con un voraz periodismo amarillista, como de su caudalosa riqueza vertida en un exótico modo de vida que incluía un inverosímil castillo repleto de animales salvajes y piezas de arte dignas de cualquier museo.

MANK (2020) Tom Burke as Orson Welles. NETFLIX

Mientras que en 1941 coincidieron las circunstancias propicias para que la RKO y Orson Welles vencieran a un decadente multimillonario que debía todo en impuestos, con sus medios de capa caída y ya con una bandera antisemita inservible que terminó por hundirlo.

Hearst fue un hombre poderoso que manipuló a la opinión pública para velar por sus intereses. El empresario favoreció a Porfirio Díaz y Victoriano Huerta. La emprendió en contra de la Revolución Mexicana. Este seguidor de la Alemania de Adolfo Hitler, xenófobo y partidario de la caza de brujas del senador Joseph McCarthy, fue electo miembro del Congreso de los Estados Unidos por el Partido Demócrata.

Kenneth Anger relata en Hollywood Babilonia el poderío de Hearst. Cuenta que, en 1924, fue famoso un pasaje donde se especula que Hearst mató a Thomas Harper Ince, realizador y productor de westerns. Anger señala que durante una fiesta en su yate encontró a la novia, Marion Davies, besándose con Charles Chaplin; William le disparó pero, por error, le dio a Ince. Hearts entonces utilizó sus influencias para que no trascendiera el fatal accidente.

En cita del Hollywood Babilonia, David Wark Griffith, director de El nacimiento de una nación (1915), dijo que si deseabas ver a Hearst pálido como un fantasma, lo único que tenías que hacer era recordarle el nombre de Ince. “Hay ahí mucha basura, pero Hearst está demasiado alto para atreverse siquiera a rozarla”.

Eso es el Mank de Fincher, un periplo entre la basura, es un viaje al corazón de la bestia, una biografía norteamericana con humor negro marxiano.

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Doctor en Sociedades Multiculturales y Estudios Interculturales por la Universidad de Granada, España. Investigador en la Universidad Veracruzana y en la Universidad Veracruzana Intercultural. Docente en la Especialización en Estudios de Cine y en la Maestría en Cultura y Comunicación. Crítico de cine desde hace 35 años. Ha publicado en revistas de Estados Unidos, Brasil, España e Inglaterra, así como en medios académicos nacionales. Colabora en La palabra y el hombre de la UV y Criticismo. Tiene premios en el género de Crónica y en la categoría de Ensayo Editorial. Entre sus libros más recientes: Arráncame la iguana: Desafíos de la identidad en el cine mexicano (2009), Cine de géneros: entre Adán y guerras (2012), Cine contexto (2018) y Xalapa sin Variedades (2020). Actualmente su adscripción es como investigador del Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación de la UV.