Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche.

“Las ruinas circulares”, Jorge Luis Borges

LA CONCEPCIÓN DEL TIEMPO CIRCULAR

Jorge Luis Borges, quien en su día no dudó en considerar a Elena Garro como “la Tolstoi de México” ni en incluirla en su famosa Antología de la literatura fantástica, elaborada junto a Silvina Ocampo y el argentino Adolfo Bioy Casares, fue quizás uno de los más conocidos ejemplos de cómo el motivo del tiempo circular atraviesa la literatura y la transforma, puesto que nos muestra el camino a la eternidad. En sus cuentos, así como en sus ensayos, Borges crea un mundo laberíntico en el que los sucesos se superponen: un universo en el que el tiempo es un espacio más por recorrer, adelantándose a las posteriores ideas físicas. Sus protagonistas se convierten así en personajes que transitan entre diferentes mundos, personajes desdoblados que existen en distintos tiempos a la vez. De la misma forma, los protagonistas de toda la producción de Garro se circunscriben en esta imagen del tiempo que tan lejana puede parecernos en un mundo en el que la idea de un progreso lineal ha sido tan extendida y explotada por sistemas como el nuestro. La obra de Garro, ya sea cuento, teatro, novela o poesía está cubierta por esta filosofía. Pongamos, por ejemplo, el siguiente fragmento de su pieza teatral “La señora en su balcón”:


PROFESOR GARCÍA: ¡Cálmate, niña! ¡Óyeme! Nínive no existe. Existió hace muchos siglos, mucho antes de que nosotros naciéramos.

CLARITA: ¿Y entonces, por qué sabe usted cómo es?

PROFESOR GARCÍA: Porque la hemos guardado en la memoria. En la memoria de los pueblos.

CLARITA: ¿En la memoria? Pues hay que ir a la memoria (…) hay que ir a buscarla entre los siglos (…)

CLARA DE 50 AÑOS: Quieren que vivamos en el mundo redondo que nos aprisiona. Pero hay el otro, el mundo tendido, hermoso como una lengua de fuego que nos devora.


El mundo lineal, aquel que fue impuesto en México con la llegada de la religión, resulta opresivo. No solo eso, sino que este pensamiento supone un obstáculo al pensamiento libre y mágico, al pensamiento poético. El tiempo circular, por otro lado, permite el movimiento, permite el tránsito entre diferentes tiempos, permite la fluidez de la memoria.

También en sus cuentos encontramos numerosas referencias al tiempo; en “La semana de colores”, por ejemplo, la autora personifica los días dotándolos de un carácter propio, aunque quizás su relato más estudiado sea “La culpa es de los Tlaxcaltecas”, en el que rompe la barrera temporal para superponer dos realidades: una en la conquista y una contemporánea, y del cual nos queda su famosa cita “el tiempo había dado la vuelta completa, como cuando ves una tarjeta postal y luego la vuelves para ver lo que hay escrito atrás”. Esta idea de la reversibilidad del tiempo, como podemos observar, es muy frecuente, y además es coherente con el pensamiento surrealista de la época y con los avances científicos: una mayor importancia a lo relativo frente a la rigidez, un resurgimiento del interés por las ideas filosóficas relacionadas con el tiempo, con el platonismo y las ideas nietzscheanas (el Ulises, de Joyce, fue publicado en 1922), así como el gusto por la libertad creativa, la fluidez de pensamiento y, especialmente en Hispanoamérica, la búsqueda de lo real maravilloso. Pero quizás el mayor ejemplo y la cumbre de Elena Garro como escritora del tiempo lo encontremos en Los recuerdos del porvenir; su aclamada novela ya desde el título anuncia la predominancia de estas nociones: los recuerdos, que en el tiempo lineal son siempre posos de aquello ya sucedido, en este caso pueden ser proféticos, repeticiones, puesto las fechas giran y se revuelven, van de acá para allá causando confusiones, pausas temporales, déjà vus y otro tipo de efectos.

Pero esta filosofía tan presente en la escritura garriana y que comparte con otros autores de la época no proviene solamente de sus lecturas, su formación y su vínculo con ciertos grupos intelectuales. Todo aquel que conoció a Elena Garro constata su gran interés por el mundo indígena, puesto que convivió con ellos desde pequeña, escuchando atentamente sus narraciones y empapándose de sus imágenes, así como su preocupación por el mundo rural. Tanto es así que en el artículo/conversación “Los cazamemorias. ¿Perseguidos o perseguidores?” se menciona la anécdota ocurrida en un aniversario del Fondo de Cultura cuando Garro apareció junto a doscientos o trescientos campesinos “para que los intelectuales supieran lo que era el campo y lo que eran los campesinos (…) no quisimos bajar a conocer a los campesinos y, entonces, Elena se puso de acuerdo con ellos y desinfló las llantas de todos los coches de las personas que estábamos en la reunión” (2002: 69). Este contacto con un mundo más cercano a las creencias prehispánicas acercó a la autora a distintas visiones del mundo. Y es que, tal como Carlos Fuentes escribiría en su colección ensayística Tiempo mexicano:

El sentido del arte mexicano antiguo consiste, precisamente, en elaborar un tiempo y un espacio amplísimos en los que quepa tanto el círculo implacable de la manutención del cosmos como la circularidad de un perpetuo retorno a los orígenes, como la circulación de todos los misterios que la racionalización no puede acotar. Así, nuestro arte antiguo termina por crear un signo de apertura: el significante no agota los significados (2021:15).

Por lo tanto, la tradición en la que se inscribe la autora resulta de suma importancia para comprender sus letras y su universo. De hecho, la propia imagen de un Dios tan importante como Quetzalcóatl nos dice mucho de este gusto por la circularidad: representado siempre como una serpiente, el mito cuenta cómo el Dios huyó tras verse reflejado en un espejo, descubriendo su verdadero aspecto (Fuentes, 2021:17). Tanto las serpientes como los espejos o los laberintos son imágenes recurrentes que nos remiten a estos conceptos de circularidad y eternidad.

LA POESÍA AMOROSA

La poesía de Elena Garro, publicada recientemente por Patricia Rosas Lopátegui, es un claro ejemplo   de cómo la tradición prehispánica, las visiones de la literatura clásica y las tendencias contemporáneas pueden empapar indistintamente la escritura de una autora hasta crear una estética propia. En sus poemas encontraremos mucha influencia surrealista (incluyendo el uso de técnicas como la escritura automática), pero también mucho del romanticismo alemán (Rosas Lopátegui, 2018:47) y temáticas indigenistas. El poemario aparece dividido en distintas secciones y todas ellas revelan una inquietud por la fluidez temporal. Sin embargo, en esta ocasión nos centraremos en los poemas de temática amorosa.

Los poemas más amorosos de Garro se encuentran en una sección que Rosas Lopátegui tituló con la cita: “Bioy, tú me diste una tan buena lección que yo ya no puedo enamorarme de nadie, ni siquiera de Bioy” y es que, efectivamente, están dirigidos al escritor Adolfo Bioy Casares, con quien mantuvo una relación a distancia, sostenida mayoritariamente a través de cartas, pero sin duda muy intensa. Las circunstancias de esta relación eran complicadas: ambos tenían pareja y ambos llevaban una vida en la que los viajes eran constantes. Esta imposibilidad de reunirse o de llevar al plano físico aquello sentimental hizo que Garro, en su poesía, explorara todos los recursos que permiten a una pareja estar unidos en distintos planos: entre ellos la memoria y, para liberar esta memoria de su prisión, la abolición del tiempo.

Uno de los poemas más representativos se titula, precisamente, “En la memoria”:


(…) En la memoria

Hay rastros de serpientes

Jeroglíficos trazados en jardines

Palabras secretas en la arena

Guedejas de caminos que se encuentran

El porvenir escrito en signos

Y en el centro del laberinto, tu nombre (…)


Conocemos todas estas imágenes: las serpientes, los jeroglíficos, los jardines que recuerdan a la idea del laberinto (repetida hacia el final), los caminos y “el porvenir escrito en signos”. El amado habita en la memoria y, por lo tanto, habita en el porvenir. El poema termina con los siguientes versos: “En la memoria/ avanzas alta marea de llamas/ y retrocedes sobre la arena quemada por tu paso”. Es fácil relacionar este poema con el relato de Borges “Las ruinas circulares”, en el que el protagonista, encontrándose en un templo que hace años había sido consumido por las llamas de un incendio se propone soñar un hombre, borrarle los recuerdos de su formación (de esta forma no será consciente de su origen ni de su condición de sueño) y traerlo a la realidad, pero posteriormente descubre que él mismo es el producto del sueño de otro hombre. En este relato el fuego es sumamente importante puesto que a causa de él ambos personajes descubren su verdadera naturaleza. Así, la ubicación inicial del relato (el templo previamente incendiado) hace pensar al lector que se trata de un evento circular, de un juego de repeticiones en el tiempo. Las llamas sobre las que avanza el amado en el poema podrían representar esta consciencia y este ir hacia un supuesto porvenir, mientras que el retroceso sobre la arena quemada (tal y como el protagonista de Borges en el templo quemado) representa el inicio de un nuevo ciclo. La pareja, por lo tanto, vive más allá del tiempo, en un bucle histórico que se repite.


El “vivir en la memoria” lo encontramos también en el poema “El extranjero”, que termina así:

(…) Allá, solitario, sin tiempo, sin infancia,

Cometa sin orígenes, extranjero al paisaje

Paseándote entre extraños

Allá resides tú,

Donde reside la memoria.


Y esta idea de aquello que se ama residiendo en la memoria es constante en toda su producción, también lo vimos anteriormente en el fragmento de “La señora en su balcón”. En la misma obra, algo más adelante, la protagonista, Clara, desarrolla esta idea en un contexto amoroso:

CLARA: ¡Del muladar! Siempre lo busqué, y hasta ahora lo encuentro. Tú no lo sabes, Andrés; pero desde niña ando en busca de ese muladar en el que han tirado lo hermoso. Y hasta ahora lo hallo, con sus escalinatas, sus columnas, sus templos, sus estatuas. Antes no podía hallarlo. Me faltabas tú. Tú, que estabas escondido detrás de alguna de sus ruinas, esperándome desde hacía miles de años (…) porque yo tuve que viajar y viajar siglos arriba, para encontrarte a ti, que eras la memoria de mí misma, y la memoria del amor.

De nuevo encontramos la imagen del templo en ruinas y esta idea tan garriana de “viajar siglos arriba” para encontrar al amado, justo como la protagonista de “La culpa es de los Tlaxcaltecas”, que encuentra el amor en la época de la conquista.

Reflejo perfecto de esta búsqueda es el poema “Para llegar”, en el que narra el viaje de la amante hacia el objeto deseado en la memoria:


Para llegar atravieso sombreros, gestos,

Voces llamándome

Y llego al bosque perdido,

Arrinconado junto a un paseo (…)

El viento circular mece las ramas;

Circula prisionero en ellas (…)

El eco sigue dibujando el mismo verbo.

¿Es esto lo que llaman un recuerdo?


Elena Garro vuelve con más fuerza: Alfaguara

Tan solo atravesando el viento circular y experimentando este eco la voz poética puede llegar al reencuentro amoroso.

Por último, resulta esencial mencionar la importancia de las fechas en la poética amorosa de Garro. Las fechas unen años diferentes, difuminando la imagen del tiempo lineal. Están, asimismo, estrechamente relacionadas con la memoria. En el poema “Las fechas”, la autora recurre de nuevo al recurso de la personificación del tiempo: “Llegan las fechas./ Su carrera es redonda./ Corren un año entero”. Y termina con los siguientes versos:


Una fecha es algo muy preciso.

Es una llave

Que abre una puerta

Que conduce al bosque,

Al bosque donde fuimos

Jóvenes

Y nos besamos.


Con un pensamiento similar, la poeta canadiense Anne Carson escribiría años después: “Perhaps the hardest thing about losing a lover is to watch the year repeat its days. It is as if I could dip my hand down into time and scoop up blue and green lozenges of April heat a year ago in another country. I can feel that other day running underneath this one like an old videotape”.

Y es precisamente esta imagen la que subyace en la mayoría de los poemas de Garro, como si la poeta hundiera la mano en el tiempo para tomar todo aquello que ama, como si los tiempos y las fechas se superpusieran, como en una “vieja cinta de vídeo”.

Desde este bosque, lugar de encuentro de los amantes, Garro escribe en el poema “Es de noche”:


Es de noche

Y te escribo desde el bosque.

Las palabras caen

Pájaros secos,

Hojas haciendo círculos

Dentro del círculo que habito.

Las frases deshojadas

Sólo escriben la fecha.


En un ambiente completamente afín a los poemas de los románticos se inscribe toda una tradición indígena y toda una cosmovisión. La autora deja reflejado en sus poemas una extensa filosofía que lleva interesando a la humanidad “por los siglos de los siglos” y que, por lo tanto, encontraremos también brillando en el porvenir.           


BIBLIOGRAFÍA

Carballo, Emmanuel y Batis, Huberto. “Los cazamemorias. ¿Perseguidos o perseguidores?”. Elena Garro: Lectura múltiple de una personalidad compleja (ebook). Mora, Gabriela y Melgar, Lucía, Et al ensayo, 2002, pp. 65-80.

Fuentes, Carlos. “De Quezalcóatl a Pepsicóatl”. Tiempo mexicano (ebook). DeBolsillo, 2021.

Garro, Elena. “La señora en su balcón”. Elena Garro. Teatro completo. Pról. Jesús Garro y Guillermo Schmidhuber. Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 2016

Garro, Elena. Cristales de tiempo. Ed. Patricia Rosas Lopátegui, Galisteo, La Moderna, 2018.

Garro, Elena. La semana de colores (ebook). Editorial Porrúa, 2006.

Rosas Lopátegui, Patricia. “Estudio preliminar. Elena Garro y la llama de la Poesía”, Cristales de tiempo ed. Patricia Rosas Lopátegui, Galisteo, La Moderna, 2018.

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Nació en Girona en 1998. Es graduada en Filología Hispánica, con máster en Enseñanza de español y catalán como segundas lenguas. Colabora en eventos literarios alrededor del Alt Empordà desde la adolescencia y organiza recitales de poesía joven. Como poeta ha participado en las antologías 52 Semanas, de Entropía Ediciones, Otras nosotras mismas, de la editorial Agua Viva y en la Antología Hogareña, de La Carmensita. Sus poemas aparecen también en la revista Casapaís. En la actualidad colabora con la revista de divulgación literaria Miligramo y compagina la docencia de la lengua española con el trabajo en el Museo Dalí de Figueres.