LECCIONES CONTEMPORÁNEAS DEL HOLOCAUSTO

El problema con el holocausto es que es tan terrible, tan infame y tan grande que no podemos imaginar que algo a esa misma escala pudiese volver a suceder.


La trágica realidad es que el Holocausto judío se está olvidando.


EL SIGLO GENOCIDA

Juan Francisco Hernández

El siglo XX fue un período de miseria y esplendor. La centuria más intensa y convulsiva en la historia de la humanidad. Su historia está repleta de progresos y, al mismo tiempo, plagada de muerte y destrucción a una escala enfermiza. Es el siglo de la discriminación racial, de las limpiezas étnicas, religiosas y políticas. El siglo XX es el siglo genocida, en el que más de 100 millones de seres humanos fueron masacrados, miles encarcelados y torturados y 50 millones desterrados y obligados a vivir en el exilio. Serbios, griegos, armenios, españoles, camboyanos, tibetanos, judíos, hutus, tutsis y otros grupos humanos. Entre todos estos genocidios, el de la Segunda Guerra Mundial (el mayor conflicto bélico de la historia) nos causa, como las dos caras de Jano, horror y fascinación. Horror por lo que ahí ocurrió y fascinación por la capacidad de heroísmo que mostraron los hombres que combatieron. Su importancia radica en que cambio la forma en la que el ser humano hace la guerra y conformó, en gran medida, el orden mundial de hoy. En cuanto a la condición humana, esta, como ninguna guerra, nos enseñó cuáles son los verdaderos alcances del mal, pero también nos dejó algunos aprendizajes.

LOS CAMPOS DE LA SHOÁ

Auschwitz, paradigma de todos los campos de concentración del Holocausto judío (o Shoá, que significa: “Catástrofe, en hebreo) es el más significativo, no sólo por ser el más mediático y el más cruel (aunque algunos historiadores consideran que Plot Plot, en Camboya y Stalin y sus purgas fueron terriblemente crueles también), sino porque fue la primera vez que los genocidas construía y ponían en práctica complejos, eficientes y eficaces sistemas diseñados para aniquilar a la mayor cantidad de judíos. Hubieron más de 25,000 campos que incluían campos de trabajo, tránsito y exterminio. De acuerdo con la solución final para el problema judío, los nazis se habían propuesto desaparecer de la faz de la Tierra todos los judíos de Europa. Seis millones de judíos asesinados, además de gitanos, homosexuales, Testigos de Jehová, Pentecostales, partisanos, discapacitados mentales y físicos y otras minorías.

¡NUNCA MÁS!

¡Nunca más! Fue la proclama del mundo, desde en día en que los soldados de las Fuerzas Aliadas entraron a Bergen-Belsen (el primer campo nazi en ser liberado) y se dieron cuenta de las atrocidades que se habían cometido en el lugar. El Holocausto judío debió de haber sido suficiente para evitar nuevos holocaustos. Pero no fue así.
Después de 1945, siguieron sucediendo más genocidios: China, Camboya, Vietnam, India, Pakistán, Corea, Bosnia, Kosovo, Chechenia, Irak, Irán, Israel, Líbano, Chile, El Salvador, Colombia, Ruanda, Sierra Leona, Uganda, Argelia y Afganistán. Hoy (a casi ochenta años del comienzo de la Shoá) grupos étnicos y religiosos enfrentan el posible exterminio. En Irak, la minoría yazidi es perseguida por los yihadistas del Estado Islámico, cuya forma de vida no se ajusta a su ideología sunita salafista. Los hombres han sido sumariamente ejecutados y las mujeres violadas. En Rajine, Birmania, la minoría étnica musulmana de los rohingya han sido asesinados por los ataques de los budistas. En Nigeria, la facción islamista Boko Haram han declarado la yihad (“guerra santa”) contra los cristianos de Nigeria. En Sudán del sur, las fuerzas dinkas han perseguido, torturado y cometido asesinatos selectivos en contra de la tribu nuer.

EL OLVIDO

La trágica realidad es que el Holocausto judío se está olvidando. En abril de 2018 el periódico estadounidense New York Times publicó una encuesta cuyos resultados son preocupantes. Las cifras que arrojó el sondeo son las siguientes: en los Estados Unidos, el 70% de las personas encuestadas está poco o nada interesada por el Holocausto; el 22% de los jóvenes no sabe lo que es y el 66% no supo explicar qué había ocurrido en Auschwitz. Por otra parte, uno de cada tres europeos tampoco sabe qué fue la Shoá y, en Alemania, menos de la mitad de los niños sabe qué es Auschwitz y, sólo a partir de los 17 años, empiezan a tener conocimiento insuficiente. Expertos atribuyen lo anterior a los sistemas educativos del mundo, que no han tomado en cuenta la importancia de educar sobre el Holocausto, pero también al resurgimiento de los movimientos de extrema derecha. Como hemos podido observar, las lecciones de Auschwitz han caído en oídos sordos. Para la mayoría de la gente que vive en este cómodo mundo moderno, es demasiado esfuerzo mirarse en el espejo del pasado, porque somos demasiado conscientes de que la humanidad no ha aprendido realmente en absoluto las lecciones del Holocausto. Ese conocimiento incómodo se encuentra detrás de un reflejo de ignorancia. Tan sólo hay que asomarse a las redes sociales para ver todas las expresiones de discriminación que existen. Las nuevas generaciones tienen que volver a estudiar el Holocausto en toda su dimensión. Hay mucho que aprender. El mundo en manos de una insensibilidad enloquecedora, odio, anarquía, terror y fanatismo. Los valores humanos han pasado a un segundo plano. Los líderes mundiales deberían hacer más, pero desafortunadamente no tienen la voluntad o, simplemente, no pueden ser molestados mientras permanezcan en el poder. La abyecta situación en Siria es testimonio de la insensibilidad de los líderes mundiales de la actualidad.

LAS LECCIONES

Lo primordial cuando se piensa en el Holocausto judío consiste en preguntarse exhaustivamente cómo pudo haber sucedido. No sólo se trata de entender la propaganda, la tecnología y la logística empleada las fábricas de la muerte que fueron los campos de concentración, sino también en preguntarse acerca de las circunstancias en las que el mal puede afianzarse y florecer. Escritores como Primo Levy, Jean Amery y Jorge Semprum, que sobrevivieron a los campos de concentración e hicieron profundas reflexiones sobre el Holocausto en sus libros iluminaron una parte del camino. Pero Elie Wiesel (1828-2016), otro escritor y sobreviviente, se propuso dedicar el resto de su vida a abrir los ojos al mundo acerca de las posibles formas en las que se podían evitar más genocidios. Su lucha le valió el Premio Nobel de la Paz en 1986. Wiesel nos dejó siete lecciones puntuales que, a su juicio, Auschwitz había dejado a la humanidad. A continuación quisiera escribir algunas reflexiones personales, en torno a las lecciones de Wiesel.

Primera lección: La Importancia del Recuerdo del Holocausto – La Responsabilidad de la Memoria. Wiesel pensaba que era fundamental preservar la memoria de los 6 millones de judíos (y no judíos) que fueron asesinados en el Holocausto, recordarlos sin caer en el error de verlos como una cifra abstracta. Detrás de cada muerto hay un nombre, un universo completo. El Fuerte Breendonk (campo de trabajo nazi en Bélgica), ahora convertido en memorial, hay un cuarto que contiene en las paredes nombres de miles de prisioneros que fueron asesinados en los campos de exterminio. En el centro, hay unos nichos con las cenizas revueltas, de esos mismos hombres. La idea escribir los nombres en las paredes es la misma que tuvo Wiesel: recordarlos como personas individuales y no como números.

Segunda lección: El Peligro de la Incitación al Odio y al Genocidio Aprobada por el Estado – La Responsabilidad de Prevenir. Wiesel hace hincapié en la importante de ser vigilantes de las ideologías de los gobernantes. El peligro más relevante ocurre cuando el odio, el desprecio, el racismo
hacia el prójimo, cuando las diferencias del otro y la incitación al temor por el otro provienen del mismo poder. “El Holocausto no empezó en las cámaras de gas, comenzó con las palabras”.

Tercera lección: El Peligro del Silencio, Las Consecuencias de la Indiferencia –La Responsabilidad de Proteger. Advierte el riesgo de la acción y la indiferencia de los otros frente a la amenaza de un gobierno totalitario o la posibilidad de que ocurra un genocidio. Auschwitz fue la expresión última y monstruosa de una ideología defectuosa, una ideología que fue apoyada por la gente “promedio”, por las leyes, por el gobierno, por las instituciones y por la industria. La culpa debe ser compartida por muchos.

Cuarta lección: Combatir la Atrocidad en Masa y la Cultura de la Impunidad –La Responsabilidad de Enjuiciar a los Criminales de Guerra. Luchar contra la impunidad. La gran mayoría de los asesinos de la Shoá quedaron sin castigo. Hoy, personajes como Al Bashir, presidente de Sudán, acusadode crímenes contra la humanidad o Nicolás Maduro, presidente de Venezuela (por poner sólo dos ejemplos), siguen siendo invitados a algunos foros internacionales y a eventos de países llamados democráticos. Debemos estar siempre atentos a que las leyes e instituciones que protegen los derechos humanos no se erosionen en nombre de la conveniencia, el miedo, el nacionalismo, la religión, la ciencia falsa o el lucro.

Quinta lección: La Trahison des Clercs – La Responsabilidad de Decir la Verdad al Poder. Cualquier tipo de persona puede ser un genocida. El Holocausto no fue planeado por brutales guardias de las SS, fue planeado por hombres con trajes inmaculados que, usando tranquilamente eufemismos burocráticos para discutir el exterminio de toda una raza, bebiendo vino y fumando cigarros. Fue perpetrado por oficinistas, mecanógrafos, contadores y oficinistas, que midieron, sellaron y registraron vidas humanas como si fueran ganado, y por alemanes comunes y corrientes, entre los que también hubo médicos, ingenieros, músicos, filósofos, etc., que, sencillamente, no querían pensar en lo que estaba sucediendo. Esas personas son mucho más atemorizantes que los SS, porque es mucho más fácil verse uno reflejado a sí mismo en ellas.

Sexta lección: Conmemoración del Holocausto – La responsabilidad de Educar. El compromiso, por parte de todos los Estados, de poner en práctica la Declaración del Foro Internacional del Holocausto de Estocolmo: estudio del Holocausto, conmemoración de las víctimas, honrar a los que que se opusieron al genocidio, sembrar las semillas de un futuro mejor y aspirar a una humanidad más justa.

Séptima lección: La Vulnerabilidad del Débil – La Protección del Vulnerable como la Prueba de una Sociedad Justa. Cuidar y fortalecer a los más vulnerables, que suelen ser las primeras víctimas de los genocidios. A las primeras personas que los nazis asesinaron fue a los judíos que padecían de alguna debilidad física o mental.

CONCLUSIÓN

El problema con el holocausto es que es tan terrible, tan infame y tan grande que no podemos imaginar que algo a esa misma escala pudiese volver a suceder. Nos quedamos boquiabiertos ante la ignorancia y la complicidad de la gente común en ese momento, seguros de que nosotros, en un caso similar, no nos comportaríamos de esa manera. Pero toda la gente que participó en el genocidio judío pensaba lo mismo y, sin embargo, llegadas las circunstancias, lo hicieron.

Si vamos a aprender algo de Auschwitz es que las atrocidades no sólo pertenecen al pasado. Si pudo suceder entonces, podría suceder ahora, en cualquier parte del mundo y a cualquier grupo de personas. Y al igual que en la Alemania de los años 30 y 40, es muy probable que muy pocos traten de intervenir, antes de que sea demasiado tarde. El genocidio de Ruanda constituye un ejemplo muy claro de lo anterior. Auschwitz debería de ser un lugar de peregrinación para todas las personas, independientemente de la fe que profesen. Al menos una vez en nuestras vidas deberíamos conocer alguno de los campos de concentración del nazismo (en persona o en libros). Los gobiernos no sólo deben de convertir todos estos sitios en memoriales, sino que deben hacer un esfuerzo porque esos sitios se conozcan por una gran mayoría. Al hacerlo, haríamos un esfuerzo consciente por tener presente que el Estado y la gente común y corriente pueden ser cómplices en actos de un horror inenarrable.

Juan Francisco Hernández
Juan Francisco Hernández
Nació en la ciudad de México en 1971. Es tuxpeño por adopción. Sobrino-nieto de Enrique Rodríguez-Cano, durante su adolescencia, vivió en el puerto de Tuxpan, donde estudió parte de la secundaria y de la preparatoria, y donde también trabajó en los ranchos ganaderos, “Los Rodríguez” y “Los Higos”. Más adelante, estudió la licenciatura en administración, una maestría en administración pública y ciencias políticas y cursó, parcialmente, el doctorado en letras modernas. Tiene cursos y diplomados en economía, finanzas bursátiles, creación literaria y guion cinematográfico. Ha dividido su carrera profesional entre el sector bursátil, la literatura, la fotografía documental, la fotografía de retratos y la fotografía urbana, y la docencia. Entre 2005 y 2006 colaboró como promotor cultural en el gobierno municipal de Tuxpan. Ha publicado cinco novelas cortas y un libro de cuentos (con los pseudónimos Juan Saravia y Juan Rodríguez-Cano). Ha publicado más de treinta relatos cortos en diversas revistas especializadas y más de un centenar de artículos. Ha ganado diversos premios literarios, entre ellos, el «XIV Premio de Narrativa Tirant lo Blanc, 2014», del Orfeó Català de Mèxic. Su novela «Diario de un loco enfermo de cordura», publicada por Ediciones Felou, en 2003, recibió una crítica muy favorable por parte de la doctora Susana Arroyo-Furphy, de la Universidad de Queensland, Australia, y su novela «El tiempo suspendido» fue elogiada por la actriz mexicana, Diana Bracho. Su novela anterior y la novela «La sinfonía interior», publicada por Ediciones Scribere, en Alicante, fueron traducidas al francés y publicadas en Paris, Francia. Ha sido colaborador del diario Ruíz-Healy Times (México), El Diario de Galicia (España), Revista Praxis (Tuxpan, México), Diario Siglo XXI (Valencia, España), Revista Primera Página (México), El coloquio de los perros (Cartagena, España), Revista Nagari (España), Revue Traversees (Luxemburgo-Bélgica), y otros medios. Desde hace 11 años vive en Bélgica, donde es profesor de español (titular de la maestría, por parte del Departamento de Idiomas), orientado a estudiantes de ciencias políticas, ciencias de gestión y ciencias humanas, en la Universidad Católica de Lovaina.
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