Adalberto Tejeda Olivares, los claroscuros de un gobernador popular

Tejeda fomento la educación en el campo aumentando número de maestros en el medio rural del estado.

Julio César Martínez

LOS ORIGENES DE LA MODERNIDAD EN MÉXICO

Para los revolucionarios mexicanos las batallas armadas fueron tan violentas como las sociales. No fue fácil hacer realidad los anhelos que se sintetizaron en la justicia social, democracia, sufragio efectivo- no relección, municipio libre, tierra y libertad, educación laica y gratuita, etc.

Batallaron con las armas y también con las ideas.

Por ejemplo, luchar contra el usurpador Victoriano Huerta, a partir de la promulgación del Plan de Guadalupe en 1913, fue de vital importancia para la formación de los constituyentes de 1917. Y en ese sentido, las batallas que se escenificaron al norte de Veracruz, encabezadas por el general Cándido Aguilar, contó entre sus filas a Adalberto Tejeda Olivares (1883, Chicontepec, Ver. – 1960, Cd. de México), quien a raíz de la toma de Xalapa en agosto de 1914, fue nombrado jefe del Estado Mayor de la Primera División de Oriente y luego teniente coronel. Adalberto Tejeda, que ya se había distinguido por sus estrategias militares e ideas revolucionarias, fue electo diputado al Congreso Constituyente de Querétaro, aunque no asistió por motivos personales.

En 1918 fue Senador, cargo en el que se destacó por la lucha contra inversionistas extranjeros, dueños o arrendatarios de grandes extensiones de tierra en Veracruz, de las cuales extraían petróleo con cuantiosas ganancias, sin dar ningún beneficio a la economía local.

De 1920 a 1924 fue Gobernador de Veracruz, cargo que ocupó por segunda ocasión de 1928 a 1932. Durante esos años organizó a los campesinos en una central que, además de repartir la tierra, los defendía de los terratenientes. Así, apoyó a los líderes campesinos para fundar la Liga de Comunidades Agrarias.

A los obreros también los impulsó garantizando su derecho a ejercer la huelga y decretó la Ley sobre Participación de utilidades para que recibieran las ganancias correspondientes. Tejeda  consideraba que, dando participación económica al obrero, éste colaboraría de una manera más eficiente y se mostraría interesado en el desarrollo de la industria. Asimismo, benefició la integración del Sindicato de Inquilinos en el Puerto de Veracruz, que luchaba por defender a los arrendatarios de las altas rentas.

Tejeda fomentó la educación en el campo aumentando el número de escuelas, maestros y presupuesto. Tejeda, con una formación ideológica socialista, se propuso el mejoramiento de la salud física y mental de los trabajadores, para lo cual organizó una campaña de saneamiento del individuo a través de leyes que combatían el alcoholismo, la prostitución y el fanatismo religioso. Esa labor le produjo enfrentamientos con quienes se sintieron invadidos en su libertad de creencias, así como diferencias con otros políticos que no estaban de acuerdo.

LA OTRA CARA DE LA MONEDA DEL REVOLUCIONARIO

No se trata de condenar a los hombres y mujeres que participaron en la Revolución Mexicana, sino conocer sus orígenes culturales y formación educativa para entender mejor la ideología que impulsó sus acciones políticas.

La administración de Tejeda se distinguió por las alianzas que estableció con los caciques locales, su vinculación inicial con Carranza y su cercanía con la tradición obrerista, lo que dio pie a uno de los liderazgos populares más fuertes a nivel regional y la etapa dorada del agrarismo veracruzano, fórmula en la que participó también Úrsulo Galván.

Gracias al elemento aglutinador de la reforma agraria, muchas veces impuesta con las armas, Tejeda pudo modificar profundamente la estructura del latifundio y la propiedad ejidal. De esta manera la Liga de Comunidades Agrarias fue ganando la confianza de los campesinos, quienes respondieron con mayores peticiones. En su segundo periodo de gobierno, recibió medio millar de solicitudes, rebasando así los objetivos proyectados.

Otro de los ejes del sistema concebido por Tejeda fue la cultura, el cual buscaba elevar el nivel académico de la población a través de la lucha anticlerical y la educación básica. Ésta, además de su carácter positivista, tuvo un sentido social radical y pragmático.

En 1926, frente al conflicto entre la Iglesia católica y el Estado, que llevaba ya una década –y ante la persecución desatada por el gobierno de Plutarco Elías Calles que daría origen al movimiento cristero– Tejeda fue radical. Gracias al cese al fuego de los rebeldes cristeros y el frágil arreglo del gobierno de Emilio Portes Gil con la alta jerarquía católica, los templos fueron reabiertos al culto público. Sin embargo, esta medida de supuesta tolerancia para la sociedad católica se topó con el fanatismo anticlerical del Gobernador Tejeda, quien consideró necesario reformar los artículos constitucionales que limitaban la libertad de cultos y prolongar el conflicto para terminar con el fanatismo religioso de la población. Lamentablemente, en este caso, el Gobernador incurrió en prácticas que hoy serían juzgadas de criminales, tales como perseguir a los ministros de culto, clausurar templos y, tras la promulgación de la Ley 197, conocida como Ley Adalberto Tejeda, limitar el número de sacerdotes en el estado y torturar a la familia del Obispo Rafael Guízar y Valencia, a través de las autoridades a su cargo.

Por otra parte, apoyó al movimiento inquilinario en 1922 y enfrentó a los círculos empresariales y al gobierno nacional. Esta actitud lo hizo chocar con los intereses del Presidente Álvaro Obregón, por lo que se volvió un ferviente callista y se alejó momentáneamente de Veracruz, ocupando las Secretarías de Comunicaciones y de Gobernación. Desde ahí, en alianza con Calles, le hizo la guerra al Gobernador Heriberto Jara Corona hasta que lo destituyó. El 29 de septiembre de 1927, el ejército mexicano toma la ciudad de Xalapa y lo desconoce como Gobernador de Veracruz, así como al Secretario de Gobierno Manuel Maples Arce. Su justificación era negociar con los norteamericanos la entrega del petróleo, pero así también logró que el Congreso de Veracruz designara como interino al profesor Abel S. Rodríguez y un año más tarde Tejeda regresara como Gobernador por un segundo periodo. 

El tejedismo se fortaleció con las luchas agrarias y consolidó un verdadero control político sobre la entidad. No obstante, la obra social que resultó de esta asociación quedó circunscrita a Veracruz, por lo que una vez que se desmoronó el agrarismo, se derrumbó también el tejedismo.

Otro hecho lamentable de esta política autoritaria fue lo ocurrido en la Fábrica de Hilados y Tejidos de San Bruno la mañana del 28 de agosto de 1924, donde se masacró a 12 obreros que luchaban por mejores condiciones laborales durante el mandato de Tejeda. El crimen jamás se aclaró, pero hoy se sabe que primero los secuestraron y después, en Naranjillos, antes Rancho Viejo, los asesinaron a mansalva.

La versión oficial decía que los asesinos, Luis Arenas, Miguel Alarcón y David Frazoni, formaban parte del grupo criminal «La mano negra», capitaneados por Marcial Montano Segura. Pero el verdadero motivo del crimen fue intimidar a los líderes obreros, miembros del Partido Comunista, que dentro de un grupo cultural de mujeres llamado «Rosa Luxemburgo», habían elaborado propaganda negativa de Tejada cuestionando sus aspiraciones a la Presidencia. Hoy los restos de Honorio Rodríguez, Fidencio Ocaña, José Hernández, Francisco Moreno, Alberto Calderón, Ezequiel Alatriste, Manuel Hernández, Isauro Sánchez, Ignacio Viveros, Teodoro Avendaño, Armando Ramírez y Herón Pérez descansan en el antiguo cementerio municipal de Xalapa.

León Trotsky, Diego Rivera y André Bretón en 1938, en Coyoacán, Ciudad de México.

Otro hecho vergonzante donde estuvo involucrado Adalberto Tejeda fue en el primer atentado contra el revolucionario ruso León Trotsky, en mayo de 1940. El asalto fue planeado en la residencia de Tejeda, localizada en la calle Viena 55, a unas cuantas casas de donde habitaba el fundador del Ejército Rojo y estuvo involucrado también el muralista David Alfaro Siqueiros.

    David Alfaro Siqueiros en Lecumberri. Foto de Héctor García.

CLARO DE LUNA Y SUS ANHELOS POR UNA ESTÉTICA ELITISTA

Afortunadamente no todo fue política, pasión y poder, existen otras hazañas en la vida de Adalberto Tejeda  que resultan por demás interesantes y positivas, porque se sabe con certeza que era un amante de las artes, ya que además de poseer un piano de cola (probablemente de la casa Bösendorfer) e interpretar melodías en el violoncello y violín, demostró su gusto por la música clásica cuando propuso crear, en 1929, la Orquesta Sinfónica de Xalapa bajo la dirección del maestro Juan Lomán.

Muestra de estos afanes musicales fueron las partituras encontradas en su biblioteca, donde se descubrieron partituras de varios y diversos compositores europeos, entre ellos recordamos a Bethoven, Mozart y Chopin. Quizá por esa razón, cuenta la leyenda urbana, que durante su segunda gestión –en 1929– alentó a los músicos veracruzanos a formar una banda musical que a la postre se convertiría en la Orquesta Sinfónica de Xalapa, hoy transformada en todo un emblema de la música nacional.

Otra de sus aficiones fue la lectura de las obras de grandes pensadores como Rabindranath Tagore, José Ingenieros, John Stuart Mill y Herbert Spencer, así como del escritor veracruzano Justino Sarmiento. Tejeda señalaba que gobernar un pueblo era educar, lo cual significaba «crear un carácter, forjar una personalidad colectiva, realizar un propósito… venciendo todos los obstáculos… estudiar las causas de las dificultades y saber que no hay efecto sin causa y atacar esa causa.»

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Lic. en Antropología Social por la Universidad Veracruzana con maestría en Literatura Mexicana por el Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la UNAM y estudios de posgrado en Arte Mexicano por la Universidad Iberoamericana. Premio Nacional de Periodismo Cultural (1987) como parte del consejo editorial de El Istmo en la Cultura; y Premio Estatal de Periodismo Cultural (1989) como fundador y editor del suplemento cultural Caligrama del semanario La Crónica. Catedrático de Historia y Filosofía del Arte en la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana. Profesor de Iconografía Prehispánica e Iconografía Novohispana en la Maestría en Arquitectura y Restauración de Bienes Culturales de la Universidad Veracruzana. Editor de Antología de Arte Latinoamericano y Arte Mexicano (2017) y Antología de Arte Contemporáneo (2018). Autor de Entre la tragedia y la comedia siempre la máscara (Ed. Tinta Indeleble, 2018), y Memoria gráfica de una vanguardia en Jalapa: el estridentismo (Ed. Tinta Indeleble, 2018). Q.E.P.D.