Maples Arce en la ciudad: antes que nada, el estridentismo

La poética del estridentismo fue, en esencia, un encomio de la tecnología y de cierto futurismo que presagiaba una vida mejor para la raza humana a través de la ciencia. La ciudad se concebía como un referente ante la anacrónica vida provinciana.

Décadas antes de que naciera el movimiento infrarrealista, en tiempos precedentes a Arturo Belano y sus detectives salvajes, quienes recorrían la avenida Bucareli, las callejuelas y casonas abandonadas de la colonia Juárez y la Condesa; años antes incluso de Ginsberg y Kerouac, poetas de la generación beat “que emprendieran caminatas nocturnas bajo rascacielos, y que “pobres y harapientos y drogados pasaran la noche fumando (…) flotando sobre las cimas de Nueva York” (Ginsberg, 1957). Antes de ello, antes que todos, ya existían los estridentistas. Ellos inauguraron, en gran medida, la apología urbana y clandestina de los tiempos que corren.

La corriente del estridentismo surgió en México en la década de los años veinte del siglo pasado, bajo la influencia de las vanguardias europeas, entre ellas la Bauhaus, y los famosos “ismos”: expresionismo, surrealismo, dadaísmo. Bajo el lema de “Viva el mole de guajolote y el agua de tonaya”, los estridentistas iniciaron un importante movimiento que hoy podría denominarse contracultural. Movimiento encabezado, entre otros nombres, por Manuel Maples Arce, Germán List Arzubide, Arqueles Vela y la poeta Concha Urquiza (la Cesárea Tinajero de Roberto Bolaño). Otra mujer notable en tal tendencia fue Tina Modotti, como apunta el propio Maples Arce en sus memorias.

Tina Modotti

La poética del estridentismo fue, en esencia, un encomio de la tecnología y de cierto futurismo que presagiaba una vida mejor para la raza humana a través de la ciencia. La ciudad se concebía como un referente ante la anacrónica vida provinciana. El estridentismo promovió el uso de la máquina, la velocidad del automóvil, los ruidos industriales: “locomotoras, gritos / arsenales, telégrafos / sindicalistas”.

Esta exaltación de la modernidad se evidencia, por ejemplo, en el poemario Andamios interiores, de Maples Arce:

Tardes alcanforadas en vidrieras de enfermo
Tras los adioses últimos de las locomotoras
Y en las palpitaciones cardiacas del pañuelo
Hay un desgarramiento de frases espasmódicas
(…) A espaldas de la ausencia se demuda el telégrafo
Despachos emotivos desangran en mi interior
Sugerencia, L-10 y recortes de periódicos;
¡oh, dolorosa mía
tú estás tan lejos de todo,
y estas horas que caen amarillean la vida!
(Maples Arce,1922)

Algunos poetas de los que los que el movimiento recibió una influencia directa fueron José Juan Tablada y Ramón López Velarde. Aunque con ellos, poetas admirados, no entablaron una relación cercana. Comenta Maples Arce, en una entrevista realizada por Cristina Pacheco:

A Tablada no lo traté, era mucho mayor”; dice el autor de Andamios interiores (1922). “A Ramón lo conocí en la peña de Revista de Revistas. Era un poco hermético. Lo recuerdo como a un hombre alto, buen tipo”.

También fueron influidos por escritores extranjeros, desde luego. Uno de ellos fue Walt Whitman (a quien también admirarían los beatniks). Sin embargo, de quienes descubren una poética intelectual, deslumbrante, son los autores belgas Verhaeren, Maeterlinck y Van Lerberghe. Por otra parte, reconocen la deuda contraída con los poetas “de mayores inquietudes, más internos: los románticos”.

El personaje

Manuel Maples Arce nace en Papantla, Veracruz, en 1900 (a algunos biógrafos les gusta situar su nacimiento en 1898). Pocos años más tarde, realizó sus estudios de escuela primaria en el hermoso Tuxpan. Desde muy joven poseyó una visión particular de la poesía. En 1940, en la Antología de la poesía moderna publicada en Roma, Italia, y que representó una respuesta a los Contemporáneos, poetas con los que el estridentismo no simpatiza, Maples Arce define a la poesía como “una de las más prodigiosas experiencias humanas, pues a los temas eternos de la naturaleza, el amor y la inteligencia, que son el espejo de nuestro yo, vienen a reflejarse las rebeldías, los sudores oscuros y las tragedias que devastan las estaciones y los seres a las puertas blindadas de nuestro tiempo”.

Maples Arce considera que su libro de juventud más importante es Poemas interdictos, anterior a 1925. Un libro del cual se sintió más que satisfecho a lo largo de su vida. Más tarde, se establecerá en la Ciudad de México. Allí se desenvolverá en el medio periodístico y diplomático, a la par que en el poético. El camino que emprende durante su vida le obliga a reconocer, décadas después, que su ars poética se transformó al paso del tiempo, en medio de nuevas experiencias:

La poesía es una creación intelectual y mi evolución literaria va parejamente con otros conceptos de la poesía misma. Hay algo en el interior en el poeta que podría llamarse intencionalidad, es decir, el afán y el sentido que imprime a sus poemas. La diplomacia me permitió penetrar en otros idiomas, otra cultura, tener contacto con otros países.

Más tarde, en la citada entrevista con Cristina Pacheco aclara algunos asuntos relevantes del ars poética:

Yo, en realidad, por lo que me he interesado es por la poesía.

-La poesía, ¿no es literatura?

-Claro que no. La poesía es poesía y por eso cuando me encontré aquel rimero de periódicos y leí lo que dijo (Manuel José) Othón –“una eterna nostalgia de esmeralda”- me levanté gozoso y dije: “Que no me vengan con cuentos: yo sé que esta es la poesía”.

La colonia Roma en los años 20.

La política, la ciudad, la fama

Maples Arce definió así al estridentismo: “No es una escuela ni una tendencia, ni una mafia intelectual como las que aquí se estilan. El estridentismo es una razón de estrategia. Una irrupción”. Cuando Cristina Pacheco le pregunta a qué mafia se intelectual se refiere, el poeta hace mutis de forma delicada para no cometer una indiscreción. No revela nombres ni apellidos, pero aclara:

Me refería a las mafias en general, que utilizaban los recursos nacionales para su propaganda personalísima y hasta para perseguir a poetas de altos méritos. No fueron pocos los casos en que bloquearon a alguna persona la posibilidad de trabajar en la Secretaría de Educación, que representaba entonces casi la única posibilidad interesante para que un escritor subsistiera.

El manifiesto estridentista aparece en pancartas clandestinas en diciembre de 1921. Y es específico al respecto. En plena época posrevolucionaria, México se hallaba hundido en una mediocre guerra política. Muchos diplomáticos y artistas se refugiaron en Estados Unidos debido a la convulsión del momento; mientras tanto, el país sufrió una parálisis económica y cultural. Maples Arce se reveló contra ello en los catorce puntos del “Manifiesto Estridentista”. Así, exigía que “la pintura sea también una pintura de verdad, con una sólida concepción del volumen”. En otro de los puntos del manifiesto es a la vez contundente, soñador y visionario. El manifiesto juega con requerimientos culturales específicos, tanto como con la capacidad metafórica al elaborarlos:

Nuestros principios son los obuses encendidos que estallan en el corazón de la hora presente. El estridentismo es la primera subversión intelectual que se hace en América, para salvar a la generación futura. Pero nos hace falta mucho todavía. Es preciso fumigar algunos cenáculos y también algunos despachos de estado.

En la biografía de Manuel Maples Arce se vuelve interesante su relación con distintas ciudades de la república. El paisaje citadino y su vertiginosidad, fueron relevantes para el poeta, hasta el punto de titular uno de sus libros Urbe (1924) -libro que dedica a los obreros de México-. Tal poemario, conocido en Estados Unidos como Metrópolis, fue traducido por el propio John Dos Passos, admirador de la obra del autor veracruzano. Para el estridentismo, la ciudad es un territorio relevante, un espacio fundamental.

Ciudad de Puebla, a principios del Siglo XX.

En su poema Prisma, el autor veracruzano continúa exaltando la modernidad de las urbes:

Yo soy un punto muerto en medio de la hora,
equidistante al grito náufrago de una estrella.
Un parque de manubrio se engarrota en la sombra
y la luna sin cuerdas me oprime en las vidrieras
Margaritas de oro
deshojadas al viento.

La ciudad insurrecta de anuncios luminosos
flota en los almanaques,
y allá de tarde en tarde,
por la calle planchada se desangra un eléctrico.
El insomnio, lo mismo que una enredadera
se abraza a los andamios sinoples del telégrafo
(Maples Arce, 1922).

Tras un breve paso por la ciudad de Puebla, la relación de Maples Arce con la capital de la república se vuelve profunda. Se instala en el Centro Histórico, para vivir a fondo la vida cotidiana, aunque también la cultural, de aquellos años. De su vida en la capital mexicana, declara:

Viví en una casa de estudiantes en la calle de Colombia número 13, que había estado ocupada por Aureliano Blanquet. Luego me mudé a Santa Catarina. No fue mi primer viaje a la ciudad de México (…) Conservo visiones-relámpago que escenifico de alguna manera. Recuerdo, por ejemplo, el paso del tranvía por Chapultepec (…) Ya adolescente (…) recorría las librerías del México viejo, iba a algunos cafés del rumbo, un poco destartalados…

Calle de Colombia en la Ciudad de México, Centro Histórico.

A modo de anécdota y en la reconstrucción de la preciada memoria, recuerda los paseos emprendidos en la colonia Roma, al lado del poeta Ramón López Velarde:

Algunos domingos nos encontrábamos en el parque Orizaba y nos íbamos caminando hasta la Sagrada Familia, para ver a las muchachas que salían de la iglesia.

Iglesia de la Sagrada Familia, colonia Roma.

Se podría suponer que, al convertirse en un habitante citadino, la nostalgia de Maples Arce se haría visible en su poesía, como ocurrió con aquella nostalgia al terruño de Ramón López Velarde. Al respecto, Maples Arce confiesa: “El cambio no fue difícil porque el trópico es siempre enervante, no se presta al desarrollo de la vida intelectual, aunque en Veracruz yo asistía a la biblioteca pública y escribí mis primeros textos. Por delegación del Ayuntamiento de Veracruz pronuncié el discurso de bienvenida al poeta español Salvador Rueda (…) Yo lo acompañaba en sus paseos a pie por el Malecón y el Club de Regatas”.

Malecón del Puerto de Veracruz, antes de la mitad del siglo pasado.

En la actualidad se habla del estridentismo como si se tratara de una curiosidad; pero en su momento los estridentistas tuvieron gran repercusión a nivel mundial, al grado de que Jalapa, Veracruz, el centro de operaciones poético-performáticas de este grupo, se situaba en la geografía cultural de América. El parque Juárez aparecía en páginas neoyorquinas. Carleton Beals, reconocido crítico literario, escribió: “La América hispana ha vivido bajo tres influencias literarias: la de España, la de Francia y la de los estridentistas de Jalapa”. A su fama contribuyó la naturaleza interdisciplinaria del movimiento. Robaba los reflectores. En palabras de Maples Arce, se trataba de “una manifestación importante de la cultura de América que se enriqueció con muchas cosas de orden estético, plástico e incluso (…) las artes gráficas acompañaban a la poesía”. Su relevancia puede atestiguarla el hecho de que el novelista John Dos Passos viajó en 1927 a Jalapa, sólo para conocer a Maples Arce, a quien admiraba, y a quien posteriormente tradujo. Rubén Bonifaz Nuño, a través del Colegio de México, realizó también una profunda investigación sobre el tema, demostrando la urgencia del estudio de esta corriente artística de altos vuelos.

El elogio internacional

Es innegable: el estridentismo sacudió la Tierra. Neruda se declaró deudor del movimiento; Octavio Paz confesó alguna vez que los poemas de Maples Arce “impresionan por la velocidad del lenguaje, la pasión y el valiente descaro de las imágenes”; y el joven Borges elogió Andamios interiores, aunque definió el estridentismo como “un diccionario amotinado, la gramática en fuga, un acopio vehemente de tranvías, ventiladores, arcos voltaicos y otros cachivaches jadeantes”.

El elogio borgiano es bien recibido por Maples Arce. Sin embargo, es claro en su postura y en la postura del estridentismo ante el situacionismo del mundo, cuando declara: “No quiero reconsiderar los puntos de vista de Borges, desde el momento en que acepta condecoraciones del asesino y usurpador Pinochet. Un escritor debe tener dignidad y huir del servilismo y el desprestigio. En el caso de Borges este tipo de actos no son producto de la estrategia sino de la chochez”. No cabe duda de que Maples Arce, el gran jefe estridentista, el artista interdisciplinario, fue congruente con respecto a no ceder del todo a las dictaduras. Hay tanto que aprender de tan brillante generación.

Un joven Jorge Luis Borges

Referencias

Bolaño, Roberto (1998), Los detectives salvajes. Editorial Anagrama, España, 2000.

Ginsbergh, Allan (1957), Aullido (Howl). Editorial Anagrama, España, 2006.

Maples Arce, Manuel (1922), Andamios interiores. Editorial Cultura. México.

Pacheco, Cristina (2001), Manuel Aples Arce (1980), en Al pie de la letra. Fondo de Cultura Económica. México, 2014.

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(México, 1976) Narrador, poeta y dramaturgo. Ganador del Concurso Internacional de Cuento de la Fundación Gabriel García Márquez, en Colombia (2019). Ha sido considerado en una antología, en Rusia, como uno de los más interesantes poetas contemporáneos de Latinoamérica. Posee dos posgrados en la especialidad de imaginarios literarios. Es autor de dos novelas, siete libros de cuentos y cuatro poemarios: Del amor y otras miserias (2009), Guardián de las horas (2012), Nocturno imperio de los proscritos (2013), y Lo tan negro que respira el Universo (2015). Ha sido divulgado en antologías, revistas y diarios nacionales e internacionales, incluyendo Nocturnario, El búho, Círculo de poesía, Nexos, Siempre!, El Sol de México y Jus. Es parte del catálogo de autores del INBA. Publicado en la Academia Uruguaya de Letras, en España, Italia, Perú y Venezuela, su obra ha sido traducida al inglés, ruso e italiano.