Hedy Lamarr: la diva que inventó el Wifi y el Bluetooth

Las tecnologías de espectro ensanchado salieron del secreto en 1976 con la publicación de Spread Spectrum Systems de Robert C. Dixon, donde se hace una primera revisión de esta tecnología que preparó el escenario para su crecimiento y aplicación comercial.

“Cualquier mujer se puede ver glamurosa, todo lo que tiene que hacer es quedarse quieta y verse como estúpida”

Hedy Lamarr

Hedy Lamarr fue una gran figura de la cinematografía en los 40. También fue la mujer en la que Walt Disney se inspiró para crear a Blanca Nieves y fue la inspiración para crear a Gatubela en la serie de cómics de Batman. Fue la Angelina Jolie de su época y la primera mujer en hacer un desnudo y fingir un orgasmo en el cine, lo cual fue un escándalo. Siempre quiso hacer algo importante, pero era juzgada sólo por su belleza. Su mente brillante no fue reconocida sino hasta el final de su vida.

Su nombre real era Hedwig Kiesler. Nació en Viena en 1914, hija única de un exitoso banquero y una pianista, ambos judíos. Su padre era un experto en tecnología que disfrutaba llevar a su hija de paseo  y hacerla descubrir por sí misma el funcionamiento de las cosas, desde  una imprenta hasta una caja musical. Además, eran una familia acomodada y asistían muy seguido al teatro y a la ópera.

Hedy siempre soñó con ser una estrella de cine. Desde pequeña era una gran imitadora y el barrio judío donde creció era una zona residencial para muchos artistas de talento, algo que también ayudó a su inspiración. Cuando Hedy tenía 15 años conoció a Max Reinhardt, un empresario y director de cine que le sugirió nunca abandonar su sueño de ser actriz. Así lo hizo.

Nada tímida, desde la adolescencia se dio cuenta de que siempre llamaba la atención al entrar a algún lugar, de manera que muchas veces sirvió como modelo para retratos artísticos, posando vestida o desnuda. Poco a poco se fue dando cuenta de que la comunidad artística vivía de forma más libre que la sociedad burguesa y eso le gustó.

A los 16 años ya tenía cierta experiencia con pequeñas escenas en películas y obras de teatro, por lo que decidió probar suerte en Berlín, que era el centro de la industria cinematográfica del momento. Encontró trabajo con Alexis Granowsky, director de cine ruso, quien le dio el papel de la hija de un Mayor en una comedia, Die Koffer des Herrn O.F. Después vino otra película con Sascha Film,  que fue reseñada por el New York Times y donde por primera vez se hizo mención de su nombre y buena actuación. En ese momento Hedy cumplía 17 años y ya había sido notada por el cine norteamericano.

Pocos meses después le llegó la invitación del director Checo Gustav Machty a interpretar el papel principal en su película Éxtasis (1933). No se sabe si sus padres leyeron el guión antes de darle permiso, pues aún era menor de edad; pero su padre decidió que no viajaría a Praga a la grabación a menos de que la acompañara su madre. Hedy argumentó que no podía trabajar bien con su madre al lado, pero tenía otras razones, pues estaba enamorada de alguien en esa ciudad.

Tres escenas de esta película, dos desnuda y la tercera simulando un orgasmo, la hicieron famosa y al mismo tiempo marcaron negativamente su carrera. Esta película, que podría llamarse feminista, era más apropiada para los años 60 que para los 30. Éxtasis se estrenó en Praga en enero de 1933 y pasó sin pena ni gloria, pero causó conmoción durante su estreno en Viena, un mes después, con más de 70 mil  boletos vendidos en 2 semanas. Antes de asistir al estreno, Hedy le advirtió a sus papás que se trataba un filme “artístico”, pero nada que les dijera podía haberlos prevenido para ver a su hija desnuda teniendo sexo en la pantalla. En plena premiére, su padre se levantó del asiento y se llevó a su hija y esposa de regreso a casa. Primero pensó en demandar al director, pues  su hija era menor de edad y  las cámaras  la hacían verse muy de cerca en las escenas donde aparece desnuda en un río. Sin embargo,  esto sólo habría atraído más atención a la película, por lo que abandonó la idea. Hedy dijo que, al filmar el supuesto orgasmo, sólo le habían pedido elevar los brazos y cerrar los ojos; pero que nunca entendió para qué se usaría el rodaje. La película fue prohibida por Hitler en Alemania, no por las escenas de Hedy al desnudo, sino porque era judía.

Después de filmar Éxtasis, Hedy regresó a Viena, donde el violinista y compositor Fritz Kreisler acababa de escribir una comedia musical sobre el cortejo de la emperatriz Sissy (Elizabeth) por el  emperador de Austria, Franz Josef. Hedy comenzó a estudiar el papel en enero de 1933 y para marzo ya lo había conseguido; pero se sentía muy insegura de cómo la iba a recibir el público después de su papel en Éxtasis. No obstante, el público la recibió muy bien; su camerino se llenó de flores y, para su sorpresa, la comenzó a cortejar Fritz Mandl, uno de los hombres más ricos de Austria.

No obstante, este hombre de 33 años también era mujeriego y arribista. La fortuna de su familia tenía origen en una fábrica de municiones en Hirtenberg entre cuyos clientes se contaban a países como Bolivia, envuelta en una cruenta guerra contra Paraguay, y el partido Nazi. La revista Time lo describió como “un joven vividor que apostaba mucho y tenía varios departamentos de lujo”. Sin embargo, a pesar de siempre conseguir lo que quería, el arreglo floral de Mandl no cautivó a Hedy. Entonces éste comenzó a meterse como la humedad en su vida, ganándose a su madre; llamando a su casa todos los días; visitándola, y apareciéndose en el teatro donde actuaba cada noche, sin que Hedy pudiera rechazarlo.

Durante las visitas a su casa, Mandl le contaba a Hedy que le gustaba cazar, hobby que ella compartía; le hablaba de cómo su familia había construido su emporio de armas; y conversaban sobre temas como las leyes de la gravedad, las fórmulas químicas, los animales salvajes y la fabricación del vidrio. Todo esto hizo a la joven Hedy sentirse atraída por su inteligencia, a pesar de no ser el tipo de hombre que ella quería. “Tenía el cerebro más brillante, no había nada que no supiera…” dijo alguna vez. Quizás en este sentido, Mandl le recordaba a su padre. El punto es que pronto se comprometieron y Hedy tuvo que dejar la obra Sissy para preparar su boda, la cual Mandl organizó en la impresionante iglesia de San Carlos Borromeo, en Viena. La ceremonia fue tan grande que Hedy nunca supo ni quién asistió.

Por algún tiempo Hedy creyó que sería feliz, pero pronto se dio cuenta de que sólo era una “muñequita de aparador”. Una de las primeras cosas que su esposo hizo fue tratar de comprar todas las copias de la película Éxtasis para que nadie la viera; pero entre más las compraba, más se reproducían. Eventualmente, esto se volvió un punto de conflicto en su matrimonio, pues Hedy se dio cuenta de que lo suyo era el escenario, pero él no se lo permitiría.

A Mandl no le gustaba el efecto que ella tenía sobre los hombres. Era inmensamente celoso y paranoico de que ella lo engañara, por lo que le puso guardias día y noche, quienes no la dejaban ni siquiera almorzar con sus amigas. Tenía una casa muy grande, coches, joyas, aviones, cabañas de cacería y sirvientes; pero no tenía ni voz ni voto en nada. Mandl era el monarca de su propio mundo y ella, un objeto más en su vida. A la edad de 19 años, Hedy se encontró a sí misma viviendo en una jaula de oro.

Un año después murió su padre, quien había sido una influencia importante en su vida. Entonces recordó lo que siempre le decía: “Sé tú misma y toma de la vida lo que te guste”. No sería nada fácil, pero esa pérdida le infundió el valor para separarse de su marido. Intentó primero la negociación, pero vio que no era posible; ofreció entonces espiar a los militares nazis en las cenas que se celebraban en su casa; pero tampoco funcionó. Luego trató de escapar dos veces, pero fue descubierta y devuelta. Finalmente, se disfrazó de su mucama y, mientras hacían los preparativos para una fiesta, salió de la casa por una ventana con todas sus joyas en la bolsa.

Después de un tiempo en París, se trasladó a Londres, donde conoció a un hombre que le cambiaría la vida: Louis B. Mayers, jefe de la casa productora MGM, quien le ofreció un contrato para ser actriz en Hollywood. En esa época los estudios cinematográficos de Estados Unidos abusaban de la necesidad de los actores europeos de escapar de la guerra para ofrecerles contratos de largo plazo con un mal sueldo. Hedy, sin embargo, no cayó en la trampa y, cuando comenzó a correr el rumor de que cerrarían las fronteras, compró un pasaje a Estados Unidos en el mismo barco que Mayers, convencida de que la contrataría bajo sus propias condiciones. Hedy subió al barco decidida a pasearse por la alberca, las cenas y los bailes, hasta que logró que Mayers se diera cuenta del efecto de su belleza en la gente. Así logró convencerlo de darle un contrato en exclusiva y con buen sueldo, bajo dos pequeñas condiciones: que bajaría de peso y que se cambiaría el nombre. El día que la nave arribó a Nueva York, a Hedy la esperaban numerosos reporteros ansiosos de conocer a la nueva estrella de MGM: Hedy Lamarr.

Al llegar a Hollywood, Hedy pasó los primeros  meses estudiando inglés, bajando de peso, jugando tenis, tocando el piano y asistiendo a fiestas. En 1938, a sus 23 años, apareció como protagonista en Algiers, su primera película en Hollywood, cuyo éxito la convirtió en la estrella más grande del momento. Pronto comenzó a aparecer en todas las revistas de moda y las mujeres comenzaron a imitar su peinado y sus cejas.

En 1940 Hedy asistió a una cena donde conoció a George Antheil, un compositor que por su excentricidad y manera de combinar sonidos, era conocido como “el chico malo de la música”. George era un genio adelantado a su tiempo. Sus conciertos provocaban acalorados disturbios entre el público, donde unos se sentían asombrados y otros confundidos por su música. Su obra más destacada, Ballet Mécanique, era conocida por su excéntrica combinación de instrumentos y artefactos como pianos, pianolas, xilófonos, campanas eléctricas, propulsores de avión, sirenas, tambores y una especie de gong llamado tam tam. En ella, ponía a tocar en forma sincronizada 16 pianolas con rollos perforados.

Hedy se enteró en esa cena de que, además de ser un músico destacado, George había sido un inspector de armas y municiones, por lo que comenzaron a platicar de este tema que Hedy conocía bien por su ex esposo. Además, le comentó que ella había inventado algunas armas mientras vivía en Europa y estaba pensando seriamente en renunciar a MGM para ir a Washington, D.C. a ofrecer sus servicios en el recién establecido Consejo de Inventores.

Algo que muy poca gente sabía es que, en sus ratos libres, Hedy no iba de compras o a eventos sociales. Su verdadera pasión era la ingeniería. Así, convirtió un cuarto muy elegante de su casa en un pequeño laboratorio con todo lo necesario, desde libros hasta todo tipo de herramientas, para llevar a cabo sus invenciones.  Nunca buscó vender sus inventos, pero nada la detenía de trabajar en ellos y diseñarlos lo mejor que pudiera. Su amigo Howard Hughes, director de cine, empresario multimillonario, aviador e ingeniero autodidacta, le ayudaba con los materiales necesarios para sus inventos. Hedy llegó a diseñar un nuevo tipo de ala para que sus aviones fueran más aerodinámicos. También inventó una pastilla de Coca-Cola comprimida para disolverse en agua, pero el sabor no resultó como esperaba. Inventó también un collar de perro que brillaba en la noche; una bolsita en forma de acordeón que se adhería a la caja de pañuelos desechables para depositar los ya usados; y un semáforo con señales que advertirían cuando cambiaría de color. Después de todo, ella había crecido compartiendo el amor por la ciencia y la tecnología con su padre.

En aquella reunión, Hedy recordó una discusión que había escuchado en una de las últimas cenas con los integrantes del partido nazi, sobre la problemática de los torpedos y su sistema de guiado. En esa época, el sistema no podía impedir que un enemigo interfiriera la señal de radio para redirigir el torpedo. Varias veces los submarinos nazis interceptaron y redirigieron torpedos de vuelta a sus dueños, hundiendo barcos repletos de civiles que escapaban de la guerra y rompiendo las reglas establecidas entre ingleses y alemanes en el Acuerdo de Submarinos de Inglaterra de 1936.

Hedy y George comenzaron a trabajar en un torpedo con control remoto, idea que la diva del espectáculo comenzó a imaginar tras el desastre del 17 de septiembre de 1940, cuando un torpedo alemán alcanzó a la embarcación SS City of Benares, con destino a Canadá, que transportaba a 100 adultos y 90 niños, de los cuales 77 niños fallecieron ahogados.

Los dos inventores combinaron sus talentos y decidieron encontrar la solución al problema. Se juntaban por las tardes para crear y, entre una idea y otra, se retaban con juegos en el piano. Un día, cuando tocaban una pieza al unísono, las manos de George saltaban rápidamente de tecla en tecla y las de Hedy imitaban los mismos movimientos, pero en otra octava. Con cada tecla que tocaba, la cuerda respectiva se movía en la frecuencia correspondiente a dicha nota. Hedy se dio cuenta de que, aunque las notas cambiaran constantemente, ella y George podían tocar la misma melodía. Todo lo que tenía que hacer era igualar las frecuencias de las notas. Esto le dio una idea: podía crear un sistema de guiado seguro para los torpedos. A principios de los años 40, dicho sistema trabajaba como walkie-talkie, un radio bidireccional. Para que los walkie-talkies funcionaran tenían que estar sintonizados a la misma frecuencia. Al igual que las cuerdas del piano, las ondas de radio entre dos walkie-talkies tenían una frecuencia única. El equipo de guiado dentro del barco y el torpedo que era lanzado tenían que estar en la misma frecuencia; pero si el enemigo adivinaba dicha frecuencia, podían ser interceptados.

Hedy propuso crear un sistema que fuera como varios pares de walkie-talkies. Cada par estaría sintonizado en la misma frecuencia. El sistema oscilaría intermitentemente de frecuencia en frecuencia, transmitiendo un código difícil de interceptar. Sin embargo, el invento de Hedy no necesitaba muchos pares de walkie-talkies; sino que era un aparato que cambiaba de frecuencias continuamente y que se podía comunicar con el torpedo siempre y cuando éste también cambiará de frecuencia al mismo tiempo. Hedy le llamó a esto “salto de frecuencias”.

Hedy y George pasaron muchos días pensando en cómo implementar esta idea. El salto de frecuencias fue el avance más importante que se había dado en los sistemas de guiado. No importaba si el enemigo pudiera descifrar una parte del mensaje, pues éste ya había saltado a otra frecuencia. A menos de que el enemigo supiera la frecuencia que se estaba usando en el momento exacto, no podrían interferir con el mensaje. Al mismo tiempo, añadieron otra característica al sistema: el mensaje sería mandado en fragmentos cortos; tan cortos que el enemigo ni siquiera se daría cuenta de que se había mandado un mensaje. Esto fue suficiente para que el Consejo Nacional de Inventores lo evaluará para futuros usos militares y les dijera, en diciembre de 1940, que su concepto tenía un gran potencial.

Hedy había pensado en George para llevar a cabo esta idea porque él sabía cómo hacer que las máquinas, o en este caso los pianos, se comunicaran entre sí. No había logrado sincronizar los 16 pianos de su Ballet Mecanique, pero sí 4 de ellos. Usarían eso para la sincronía de los torpedos y el salto de frecuencias. Lo hicieron con el uso de listones, al igual que con los rollos de papel perforado en las pianolas, tanto en el sistema de control del torpedo como en los rollos perforados en el barco. Las perforaciones señalarían en qué momento se utilizaría qué frecuencia del sistema. Eso permitió que el transmisor y el receptor cambiará de frecuencias simultáneamente. Después de meses, Hedy y George terminaron su sistema secreto de comunicaciones. George había logrado un rango de hasta 88 saltos de frecuencia, lo que coincidía con el número de teclas en el piano y éste se volvió su autógrafo. En los archivos no está muy claro cuánto de la parte electrónica fue invención de ellos, aunque George sabía de electrónica de radiofrecuencia por su experiencia grabando música en Hollywood. Escribieron una descripción detallada del diseño y llenaron la solicitud para la patente el 10 de junio de 1941; pero una cosa era tener la patente y otra, la decisión del Departamento de Guerra de aceptar desarrollarla para uso militar. 

A finales de septiembre, el Consejo Nacional de Inventores filtró información sobre Hedy y sus dotes de inventora, pero omitió el nombre de George. Para entonces, su Sistema Secreto de Comunicación ya había pasado por la evaluación de la Marina, lo que significaba que había sido sujeto a dos etapas de análisis. Sin embargo, éste llegó en un mal momento, pues la guerra con Japón estaba en puerta a fines de 1941. El domingo 7 de diciembre, los aviones japoneses atacaron la base naval de Pearl Harbor y tres días después, invadieron Filipinas. A principios de 1942 Hedy y George escucharon la decisión final del Consejo de Guerra: no podían desarrollar torpedos con un sistema de guiado tan complicado en esos momentos difíciles, además de que era un sistema de guiado demasiado grande para incorporarlo en los torpedos comunes. George se dio cuenta de que habían cometido un error al describir su sistema como un mecanismo no muy diferente al de un piano y, en un carta, dijo “es claro que la gente en Washington que examinó el invento no leyó más allá de la palabra piano. ¡Nuestro mecanismo semi-eléctrico puede hacerse tan pequeño que quepa en un reloj! ¡Por Dios, puedo verlos claramente diciendo no podemos meter un piano adentro de un torpedo!”.

El 11 de agosto de 1942, la Oficina de Patentes aprobó el Sistema Secreto de Comunicación, otorgándole la patente No. 2,292,387; pero no se pudo hacer nada más. Fue ahí cuando el Departamento de Guerra decidió clasificarlo como un secreto de Estado, con el resultado de que nadie más podría usarlo, ni siquiera el inventor mismo.

George y Hedy dejaron por la paz el tema, conscientes de que no podían hacer al Departamento de Guerra cambiar de opinión y siguieron con sus vidas. George se estableció en Manhattan Beach para escribir sinfonías y llegó un punto en que le sugirió a Hedy vender bonos de guerra en vez de seguir creando inventos. Le sería más útil a la nación. Mientras Hedy estaba de huelga con MGM por problemas de salario, fue parte de la campaña nacional para vender bonos de guerra y recaudar fondos. Estos bonos permitían a la gente común sentir que colaboraban en la lucha al sacar dinero de circulación y controlar de esta manera la inflación.

En septiembre de 1942, Hedy llegó a un almuerzo en Filadelfia con la meta de juntar cinco mil  dólares en bonos de guerra y le dijo a un grupo de empresarios y líderes de la fuerza laboral: “Cooperen y ayuden a Tío Sam”, añadiendo, “soy una simple muerde carteras del Tío Sam y estoy aquí para ayudarle a ganar la guerra. Creo que ustedes están aquí para conocer a la señora Lamarr, pero eso no es más importante que lo que Hirohito y Hitler están haciendo. Cada vez que compran bonos les están avisando a esos dos que los yanquis vienen por ellos. ¡Compren bonos!” y así lo hicieron. Cuando Hedy regresó a Los Ángeles después de su tour, había reunido casi $25 millones de dólares, lo que en estos momentos serían $343 millones. Fue una de las personas que más vendió bonos de guerra.

También encontró oportunidad de ayudar a su país adoptivo cuando la cantina Hollywood abrió sus puertas en esa ciudad y ella trabajó en este bar frecuentado por hombres y mujeres del ejército que serían enviados a la guerra.

Asimismo, siguió actuando. En 1949, Cecile B. DeMille seleccionó a Hedy para el papel de Dalila en la película Sansón y Dalila, la cual se estrenó ese año en Nueva York y rompió todos los récords de taquilla. También comenzó a trabajar en la televisión. Se calcula que en total, a lo largo de su carrera,  habrá ganado unos $372 millones de dólares actuales; pero con las estrictas leyes de propiedad de California y después de seis divorcios, Hedy se quedó casi en bancarrota.

Hedy y George no volvieron a saber nada de su invento y la patente expiró en 1959. Ese mismo año, expiró George también, de un ataque al corazón. Su autobiografía, El chico malo de la música, pasó a ser un bestseller.

Las tecnologías de espectro ensanchado salieron del secreto en 1976 con la publicación de Spread Spectrum Systems de Robert C. Dixon, donde se hace una primera revisión de esta tecnología que preparó el escenario para su crecimiento y aplicación comercial. En los años 70, la tecnología de espectro se concentró solamente en unas cuantas industrias de manufactura; pero un estudio de Microsoft del año 2009 estimó que el valor mínimo del espectro ensanchado Wi-Fi en casas, hospitales y tiendas de ropa en Estados Unidos fue de entre 16 y 37 billones de dólares por año. Hedy siguió todo el desarrollo que se hizo con su invento. Algunas veces se sintió muy enojada por la falta de reconocimiento. “Nunca una carta o una nota de agradecimiento o dinero. Supongo que eso es lo que hacen, sólo toman lo que no es suyo y se olvidan de la persona”, dijo, pero nunca dejó que su resentimiento la consumiera.

Alguien que nunca se olvidó de Hedy fue el Coronel Militar Dave Hughes, veterano que se dedicó a las comunicaciones digitales. Interesado en instalar fibra óptica para llevar internet gratuito a las escuelas de bajos recursos, se topó con la historia del salto de frecuencias de Hedy Lamarr y lo comentó con los pioneros de la era digital de Palo Alto, California y promovió que la Fundación Electronic Frontier le diera un reconocimiento a Hedy en 1997 por su invención del espectro ensanchado por salto de frecuencias.

El día de la ceremonia, no se presentó ella, sino que envió a su hijo Anthony, quien al estar en el escenario, recibió una llamada de Hedy en su celular. Resultaba paradójico que recibiera en ese momento un premio por un invento que hacía posible justamente la existencia de los teléfonos celulares. La fundación decidió hacer también un homenaje póstumo a George Antheil.

Cuarenta años más tarde, el invento de Hedy fue finalmente desclasificado. La patente tenía mucho de haber expirado, así que cualquiera podía usarla. Las compañías se apresuraron a incluir el salto de frecuencias de espectro ensanchado en sus dispositivos, con lo cual fue posible el desarrollo del Wifi, el Bluetooth y el sistema de navegación georreferenciada (GPS).  

En el 2015, Google decidió celebrar a Hedy Lamarr con un Doodle:

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