“Los Cantos de Nezahualcóyotl expresan la tristeza de todo un pueblo, de una espléndida civilización en su apogeo que se siente condenada a desaparecer”.

J.M.G. Le Clézio
Premio Nobel de Literatura, 2008

Algunos años antes de que Cristóbal Colón descubriera América y cien años antes de que los españoles desembarcaran en la isla de Cozumel, en una época en la que los hombres de esta parte del mundo tenían una cosmovisión muy distinta a la del resto del planeta, un rey filósofo y poeta gobernó una de las ciudades-estado más importantes del México antiguo. Entre otras muchas cosas, este rey imaginó la existencia de un Dios superior a todos los dioses de su tiempo: “El Dador de Vida” (“invisible como la noche e impalpable como el viento”), del que nadie podía ser amigo, ni estar junto a él en la tierra, pero al que, sin embargo, todo hombre estaba destinado a invocar y a buscar, porque sólo el que lo hiciera podía vivir con un propósito en la tierra. Un Dios, en suma, al que no era posible conocer, sólo venerar. El nombre de “El Dador de Vida” era Tloque Nahuaque, que también era el “Dios de lo próximo y lo lejano”.

Estamos hablando del séptimo gobernante de Texcoco, uno de los máximos exponentes del buen gobierno y la recta administración de la justicia. Un hombre que se destacó como guerrero, político, legislador, arquitecto, urbanista, ecologista filósofo y poeta. Y es como filósofo y poeta que emprendió, a través de la belleza que hay en las palabras, una incesante búsqueda espiritual y ontológica, que lo llevara a la reconciliación de aquella melancolía que lo abrumaba, y una manera de reflexionar profundamente acerca de nuestra vida interior y de nuestra relación con el mundo. Algunos de sus versos se encuentran escritos en ciertos muros del Museo Nacional de Antropología e Historia de la ciudad de México.

El nombre de este rey fue Nezahualcóyotl (‘coyote que ayuna’ o ‘coyote hambriento’).  

Al historiador Miguel León-Portilla, le gustaba comparar a los sabios del México antiguo con los filósofos presocráticos. Nezahualcóyotl se ganó el título de tlamatini (“el que sabe algo”). El tlamatini es, en palabras de León-Portilla: “el que medita y discurre sobre los antiguos enigmas del hombre en la tierra, el más allá y la divinidad”. Mientras estudiaba a nuestro héroe, al que suele llamarse “El Rey Poeta”, pensaba también en el emperador romano, Marco Aurelio, conocido como “El emperador filósofo”, que formaba parte de la escuela de los estoicos. Rara vez en la historia, coincide que un humanista sea un político también.  

El valle del Anáhuac, ubicado en el centro sur de lo que hoy es México, era una zona conformada por el lago de Texcoco, el lago de Xochimilco y el lago de Chalco; grandes depósitos de agua rodeados por los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl, pasando por el Ajusco, al norte de la sierra de Guadalupe, y de ahí hasta Texcoco. En este sitio, los hijos de Aztlán, consolidaron una sociedad lacustre y alcanzaron un nivel de desarrollo y de organización política que algunos años más tarde dejó admirados a los europeos y que nos sigue admirando a todos por igual en esta época.

Había en el valle del Anáhuac tres altépetl (ciudades- estado): Azcapotzalco, capital de los tepanecas, ubicada en la orilla oeste del lago de Texcoco; llegó a ser uno de los reinos más poderosos del Altiplano Central. Tenochtitlan, habitada por los mexicas, sujetos al altépetl de Azcapotzalco. Y Texcoco, fundado por pueblos de origen chichimeca (venidos del norte), fue la capital del señorío Acolhua. 

¿Quién es el hombre y en qué consiste el misterio de la vida y de la muerte? ¿Mediante qué milagro consigue transitar de une época a otra? ¿A dónde vamos después de que morimos? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Qué papel juegan cuestiones como la naturaleza y la amistad en nuestra existencia? ¿Qué queda de nosotros en la tierra cuando nos vamos? Este es el tipo de preguntas que Nezahualcóyotl plantea en su poesía.

En los siguientes versos dejó plasmadas algunas de sus preocupaciones:

Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
aunque sea oro se rompe,
aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
sólo un poco aquí (…)”.

Percibo lo secreto, lo oculto:
¡Oh vosotros señores!
Así somos,
somos mortales,
de cuatro en cuatro nosotros los hombres,
todos habremos de irnos,
todos habremos de morir en la tierra…

Fue en gran medida gracias a algunas crónicas indígenas, al Códice Xólotl, al Mapa Quinatzin, al Mapa de Tepechpan, al Códice de Cruz y a dos descendientes de Nezahualcóyotl, que conocemos su vida y obra. “Obras históricas” de Fernando de Alva Ixtlichochitl, nieto del propio Nezahualcóyotl. También su bisnieto, Juan Bautista Pomar (tal vez mestizo, originario de Texcoco) publicó “Relación de Texcoco” con el objeto de informar al rey de España, Felipe II, el estado y la historia de sus territorios. Agregó un apartado a ese libro con 42 folios y lo tituló: “Romances de los señores de la Nueva España”. Ahí escribió 60 poemas y los agrupó conforme a la región de la que procedía cada uno de ellos. De acuerdo con Ángel María Garibay, sacerdote católico, filólogo e historiador mexicano, fue fray Bernardino de Sahagún el que le pidió que agregase este documento. Aquí cabe mencionar que después de la conquista, los cronistas españoles escribieron asiduamente acerca de un sabio gobernador, legislador, poeta y mecenas de la cultura y las artes, que además tenía una concepción proto-monoteísta de la religión. Muchos historiadores piensan que las crónicas de los frailes españoles son más fiables que las escrituras pictóricas de los indígenas para conocer a las ciudades antiguas, pero también creen que esos mismos frailes excluyeron e inventaron algunos aspectos de las sociedades indígenas de acuerdo a las exigencias de la conquista espiritual que llevaron a cabo.

La conquista, por supuesto, significó algo muy distinto para los españoles que para los indígenas. Mientras que para los invasores significó la construcción de un Nuevo mundo, la obtención de un número descomunal de riquezas y la expansión del cristianismo, para los indígenas fue la destrucción total del único mundo que ellos conocían, la supresión de sus creencias, la rapacería de sus riquezas y el ingreso a una nueva vida bajo la explotación colonial.

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El ”Códice Xólotl”
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El valle del Anáhuac

Nezahualcóyotl nació en Texcoco, con el nombre de Alcolmiztli, en el año 1402 (1-Conejo de la cronología náhuatl). Acolmiztli-Nezahualcóyotl pertenecía a una familia noble. Su padre, Ixtlixóchitl, de ascendencia tolteca y chichimeca, era el tlatoani del imperio Acolhua y, su madre, Matlalcihuatzin, fue una princesa mexica.

En 1418, cuando Nezahualcóyotl tenía 16 años, Tezozómoc, gobernante supremo de los tepanecas de Azcapotzalco, grupo dominante del valle, sitió a Texcoco con el propósito de hacerse con el control del lago. Nezahualcóyotl huyó junto con su padre, Ixtlixóchitl, pero éste último fue capturado. Nezahualcóyotl se escondió en la copa de un árbol, desde donde fue testigo del asesinato de su propio padre. De noche, junto con algunos amigos leales, Nezahualcóyotl recogió, amortajó e incineró el cadáver de Ixtlixóchitl y logró escapar. Antes de ser capturado, Ixtlixóchitl le hizo prometer a su hijo que no desampararía a sus súbditos y vasallos, que recobraría el trono que a él le habían arrebatado y que vengaría su muerte. A partir de entonces, durante dos años, Nezahualcóyotl llevó una vida errante, ocultándose en bosques, desiertos y montañas; buscando refugio en grupos como los tlaxcaltecas.

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El asesinato de Ixtlixochitl

De esta época se cree que es el siguiente poema de Nezahualcóyotl:

“El canto de la huida”

En vano he nacido,
en vano he venido a salir
de la casa del dios a la tierra (…)
¿Cuál es mi destino?
¿Cómo lo determina tu corazón
Dador de la Vida?
iSalga ya tu disgusto!
Extiende tu compasión

En 1420, Tezozómoc lo dejó regresar de su exilio, con la condición de que permaneciera en Tenochtitlan, donde fue recibido por el tlatoani Chimalpopoca, que además era tío de Nezahualcóyotl. De 1420 a 1427, fueron años de preparación para el futuro monarca de Texcoco. 

Tezozomoc (son of Itzcoatl)
Tezozómoc, señor de Azcapotzalco

En 1426, había muerto Tezozómoc y Maxtla, uno de sus hijos, después de asesinar a su hermano (que era el sucesor del trono), se convirtió en el señor de Azcapotzalco.

Ya como tlatoani, Maxtla ordenó la aprensión de Chimalpopoca y mandó asesinar, en diversas ocasiones y en secreto, a Nezahualcóyotl. Pero éste siempre consiguió escapar de la muerte. A pesar del riesgo que corría, Nezahualcóyotl fue a ver a Maxtla y le pidió que liberase a Chimalpopoca y éste, para su sorpresa, accedió. Poco tiempo después, Chimalpopoca fue asesinado e Izcóatl pasó a ser el nuevo tlatoani de Tenochtitlan.

Hartos de la tiranía de Maxtla, texcocanos, huejotzintlas, chalcas y cholultecas, formaron una coalición, que incluyó la asociación entre Izcóatl y Nezahualcóyotl, para hacer la guerra contra el último gobernante independiente de Azcapotzalco. Es en esa época cuando Nezahualcóyotl demostró su valor y su destreza como guerrero y estratega militar. 

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La batalla de Azcapotzalco

Tres grupos, liderados por Nezahualcóyotl, Izcóatl y Moctezuma Ilhuicamina (Moctezuma I), atacaron durante 115 días Azcapotzalco, incendiaron la ciudad y capturaron a Maxtla que, finalmente, fue asesinado por el propio Nezahualcóyotl.

Nezahualcóyotl fue nombrado tlatoani de Texcoco y asesor de los señores de Tenochtitlan y de Tlacopan. Establecieron la Triple Alianza: última confederación de estados indígenas del período posclásico mesoamericano en el valle de México. Esta nueva institución, de carácter económico, político y militar, buscaba mantener el equilibrio de fuerzas en la zona y estaba sustentada en la separación de las clases sociales y en el pago del tributo. Su sostén ideológico fue la religión, que se manifestaba socialmente en la práctica de un culto formado por ritos y sacrificios. Nezahualcóyotl, tal vez debido a sus raíces toltecas, evitaba (como el dios Quetzalcóatl), en la medida de lo posible, los sacrificios humanos.

Nezahualcóyotl murió a los 70 años, en 1472. Subió al trono su hijo Nezahualpilli, que gobernó la ciudad hasta el año 1516 y continuó con la política de su padre.

Nezahualcóyotl fue promotor de importantes proyectos que se llevaron a cabo en Tenochtitlan. Impulsó una nueva etapa en la construcción del Templo Mayor, dedicado a Tláloc y a Huitzilopochtli. Construyó un acueducto que traía agua desde el Bosque de Chapultepec. Creó el Albarradón, con más de 15 kilómetros de largo y 18 metros de ancho, que partía desde Iztapalapa y llegaba hasta los cerros del Tepeyac. Esta importante estructura separaba el agua dulce de la salada y tenía como objetivo evitar las inundaciones de Tenochtitlán.

Como urbanista, Nezahualcóyotl también creó numerosas calzadas y calles de notable simetría y trazo en su natal Texcoco. Grandes templos dedicados a las principales deidades y numerosos edificios que eran ocupados por los funcionarios del gobierno. Palacios para la nobleza, jardines y varios tepochcalli (escuelas). Destacaba una biblioteca donde los sabios, los tlamatini, como él mismo, guardaban los libros pictográficos que contenían el saber histórico, mitológico y religioso. 

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Representación del Texcoco de Nezahualcóyotl

Nezahualcóyotl dejaba que las personas fueran a los bosques y recogieran las ramas caídas que necesitaran, pero les prohibía cortarlas de los árboles. Lo anterior refleja la preocupación que el rey de Texcoco tenía por la conservación de la naturaleza. 

Aunque, desde 1267, los mexicas construyeron los primeros asentamientos del Bosque de Chapultepec, fue Nezahualcóyotl quien mandó a construir los jardines y oratorios que había dentro del mismo bosque. También ordenó plantar los ahuehuetes que se reprodujeron hasta nuestros días. En 1428, construyó una enorme mansión al pie del cerro de Chapultepec.

Los baños de Nezahualcóyotl o Tezcutzingo, son otro ejemplo de la pasión que el Rey Poeta sentía por los jardines botánicos. En ellos había todo tipo de plantas y flores, animales y aves exóticas. Era su jardín favorito y formaba parte de un complejo sistema hidráulico que había sido diseñado por él mismo, para regar la fauna y abastecer de agua las fuentes. En la parte alta de Tezcutzingo estaba el “Patio de las danzas” y, en la parte baja, el “Trono de Nezahualcóyotl”, lugares dedicados a las ceremonias y a los rituales que dedicaban al dios Tláloc. Años después, el lugar fue destruido por los españoles. Aunque a los arqueólogos les falta mucho por descubrir, sus vestigios pueden visitarse en la actualidad.   

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Vestigios de los Jardines de Nezahualcóyotl

En su faceta como administrador público, Nezahualcóyotl dividió a Texcoco en seis partes (lo que hoy serían municipios o delegaciones) y creó cuatro consejos de gobierno: Asuntos civiles o criminales, Música y ciencias y Guerra y hacienda.

Como legislador, creó un conjunto de leyes que algunos agrupan como “Las 80 leyes de Nezahualcóyotl”. Se trataba de estrictos códigos y su falta de cumplimiento daba lugar a penas que, a la luz de nuestros días, resultarían inaceptables. Sin embargo, éstas deben ser analizadas en un contexto histórico completamente diferente al actual. Había penas para los sacerdotes, los servidores públicos, los esclavos, los militares y la población civil. Entre las penas menores, se encontraban la vergüenza pública, la privación del oficio y el repudio. Entre las intermedias, el arresto y el destierro. La más grave era la pena de muerte, que se llevaba a cabo, según fuera el caso, mediante lapidación, ahorcamiento o aplastamiento de la cabeza del sentenciado a muerte con una piedra. Eran muchos los motivos por los que la pena de muerte se ejecutaba. Se daba muerte a los adúlteros y a los alcahuetes de éstos y a los ladrones de tierras; en la guerra, a los que privaran al otro guerrero del cautivo que hubiera tomado prisionero en batalla, a quienes dieran asilo o encubrieran al enemigo, a los guerreros que abandonaran su puesto o desertaran y a los generales que dejasen desamparado al tlatoani; se daba pena de muerte a los asesinos, a los que modificasen los límites de una tierra, a los sacerdotes que tenían sexo o que se emborrachaban, a los hechiceros que dañaban a otros con sus hechizos, a los vasallos que traicionaban a su pueblo o que se rebelaban contra el tlatoani, a los jueces que robaran montos importantes, a los hijos que levantaran la mano, insultando a uno de sus padres, a las mujeres que tomaran un abortivo y a la persona que se lo hubiese proporcionado, a aquel que vendiera mercancías robadas, a los que robaran recursos públicos y a los que usaran en la guerra o en ceremonias públicas insignias propias del tlatoani

El carácter religioso de Nezahualcóyotl quedó plasmado en muchos de sus templos y poemas. En Texcoco construyó un templo vacío que aludía a Tloque Nahuaque, el gran espíritu creador de todo lo que existe. Hay quienes piensan que, a diferencia de las personas de la época, Nezahualcóyotl creía en un solo Dios, alrededor del cual giraba el resto de los dioses. Fernando de Alva Ixtlichochitl, nieto de Nezahualcóyotl, hizo ver a los españoles que su abuelo era monoteísta, pero hay quienes piensan que, tal vez, lo hizo sólo para congraciarse con los invasores.

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Tloque Nahuaque

Gracias a la relativa cercanía de tiempo que su vida guarda con la llegada de los españoles, su figura conservó el aspecto humano y no terminó por convertirse en una deidad, como ocurrió con otros gobernantes que le antecedieron. Sabemos que tenía debilidad por las mujeres, que tuvo muchas concubinas y que, según algunas fuentes, llegó a engendrar 119 hijos. También tenemos conocimiento de que mató o mandó matar a muchos seres humanos y no a todos ellos con la ley en la mano. Dos muertes terribles se le atribuyen. Escribiré sólo sobre una de ellas: según las fuentes que se tienen, un día, Nezahualcóyotl, siendo ya el tlatoani de Texcoco, fue a visitar a Cuacuauhtzin, señor de Tepechpan, hombre de edad avanzada y, durante su visita, quedó pasmado con la belleza de su mujer. Por ser una mujer casada, él no podía estar con ella, de manera que envió a su esposo a una guerra y ordenó que, durante la batalla, sus propios hombres lo asesinaran. Muerto el señor de Tepechpan, el tlatoani se casó con su viuda.   

Veinticuatro poemas de Nezahualcóyotl fueron encontrados en el manuscrito “Romances de los señores de la Nueva España”, que fueron compilados, después de la conquista, por los discípulos de Fray Bernardino de Sahagún y, otros diez poemas, en “Cantares Mexicanos”. Muchos otros poemas se le atribuyen, pero se duda de su autenticidad. Existe un consenso de que al menos treinta de estos poemas son de su autoría. Se trata del poeta del México prehispánico del que se conservan más poemas o cantos. Él mismo escribió: “No acabarán mis flores, no acabarán mis cantos…”.

Enseguida, enlisto los poemas que se consideran de su autoría e invito al lector de este texto a poner atención a los títulos que, en sí mismos, contienen los temas que más interesaban al poeta:

1 Cantares mexicanos (estos textos se encuentran en la Biblioteca Nacional de México).

A.1 Memoria de los reyes
A.2 Dolor y amistad
A.3 Angustia ante la muerte
A.4 El árbol florido A4.1 Nikitoa (Yo lo pregunto)
A.5 Poemas de Yoyontzin
A.6 Poema de rememoración de héroes A6.1 Niylayocoya (Estoy triste)
A.7 Deseo de persistencia
A.8 Icuic in Acolhuacan in Nezahualcoyottzin (Canto de Nezahualcóyotl de Acolhuacan)
A.9 En buen tiempo vinimos a vivir
A.10 ¿Can nelpa tonyazque? (¿adónde iremos?)

2. Romances de los señores de la Nueva España (esta colección está en la Colección Latinoamericana de la Biblioteca de la Universidad de Austin, Texas).

B.1 Poneos de pie / Poneaos de pie
B.2 El poder grande del creador / Nos enloquece el Dador de vida
B.3 Deleitaos / Alegraos
B.4 Nos ataviamos, nos enriquecemos 2.4.1 Lo comprende mi corazón
B.5 A lo divino gentílico / ¿Eres tú verdadero (tienes raíz)?
B.6 Solo él / Solamente él
B.7 Es un puro jade
B.8 Ay de mí
B.9 Canto de la huida
B.10 Comienzo a cantar
B.11 Pongo enhiesto mi tambor
B.12 Con flores negras veteadas de oro
B.13 Tú, ave azul, tú lúcida guacamaya
B.14 Cual joyeles abren sus capullos
B.15 Nos atormentamos
B.16 Ay, solo me debo ir
B.17 Como una pintura nos iremos borrando

Hay en sus poemas más pensamiento que lírica. Sus versos giran alrededor de la belleza del mundo natural, a la divinidad, a la fugacidad de la vida, al destino, a la muerte y al lenguaje. Su poesía es una “poesía contra lo efímero”, como escribió Georges Baudot, antropólogo, historiador y paleógrafo francés.

Poemas y fragmentos:

El canto de Cuacuauhtzin (fragmento):

Sólo trabajo en vano.
gozad, gozad, amigos nuestros.
¿No hemos de tener alegría,
no hemos de conocer el placer, amigos nuestros?

Estoy triste

Estoy triste, me aflijo,
yo, el señor Nezahualcóyotl.
Con flores y con cantos
recuerdo a los príncipes,
a los que se fueron,
a Tezozomoctzin, a Quahquauhtzin.
En verdad viven,
allá en donde de algún modo se existe.
¡Ojalá pudiera yo seguir a los príncipes,
llevarles nuestras flores!
¡Si pudiera yo hacer míos
los hermosos cantos de Tezozomoctzin!
Jamás perecerá tu renombre,
¡oh, mi señor, tú Tezozomoctzin!,
así, echando de menos tus cantos,
me he venido a afligir,
sólo he venido a quedar triste,
yo a mí mismo me desgarro.
He venido a estar triste, me aflijo.
Ya no estás aquí, ya no,
en la región donde de algún modo se existe,
nos dejaste sin provisión en la tierra,
por esto, a mí mismo me desgarro.

Otros fragmentos:

No acabarán mis flores,
no cesarán mis cantos.
Yo cantor los elevo,
se reparten, se esparcen.
Aun cuando las flores
se marchitan y amarillecen,
serán llevadas allá,
al interior de la casa
del ave de plumas de oro.

Nezahualcóyotl fue un sabio, un humanista, un maestro de la palabra y un gobernador que (a pesar de sus faltas), en su época se tuvo por un gobernante justo y gozó de un enorme respeto. Durante su reinado, Nezahualcóyotl, apasionado de las artes y de las palabras, hizo de Texcoco la Atenas del México antiguo. A nosotros, los hombres del posmodernismo, nos cuesta trabajo comprender la época que le tocó vivir; sobre todo, porque ellos llevaban una vida totalmente orientada a la comunidad y nosotros somos cada vez más individualistas.

Frente a la vida y a la muerte, la vida y obra de Nezahualcóyotl nos incita a fortalecer nuestro corazón.

Concluyo con los siguientes versos:

¿A qué lugar ir
donde la muerte está ausente?
Pero por eso, ¿viviré entre lágrimas? Endereza mi corazón:
Nadie en la tierra debería vivir eternamente. Incluso los reyes están condenados a la muerte,
los hombres se convierten en cenizas.
Enderézate, mi corazón


BIBLIOGRAFÍA:

Baudot, Georges. Poesie nahuatl d’amour et d’amitié. Ed. Difference. 1991.

Baudot, Georges. Nezahualcoyotl, la parole contre l’éphémère. Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien. 1987.

Elizondo Alcaraz, Carlos. Nuestro amado señor Nezahualcóyotl. La Colmena: Revista de la Universidad Autónoma del Estado de México, Nº. 34, 2002, págs. 40-47

Garibay, Ángel María (prefacio). Poemas de Nezahualcóyotl. Ed. Linkgua, 2008.

León-Portilla, Miguel. Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares. México. FCE-SEP [l® ed., 1961).

Jongsoo, Lee. The Allure of Nezahualcoyotl Pre-Hispanic History, Religion, and Nahua Poetics. University of New Mexico Press, 2009.

León-Portilla, Miguel. Trece poetas del mundo Azteca. Historia digital. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas. 1978.

León-Portilla, Miguel. Humanistas de Mesoamérica. Fondo de Cultura Económica. México, 2017.

Martínez, José Luis. Nezahualcóyotl. Vida y obra. Toluca. Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, 1980.

Monjarás-Ruiz, Jesús, La Triple Alianza, Arqueología Mexicana 15, pp. 20-25.

Pulido Acuña, Rodolfo. Cronista Municipal del H. Ayuntamiento de Texcoco. Enciclopedia digital de Los Municipios y Delegaciones de México. Estado de México.

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Nació en la ciudad de México en 1971. Es tuxpeño por adopción. Sobrino-nieto de Enrique Rodríguez-Cano, durante su adolescencia, vivió en el puerto de Tuxpan, donde estudió parte de la secundaria y de la preparatoria, y donde también trabajó en los ranchos ganaderos, “Los Rodríguez” y “Los Higos”. Más adelante, estudió la licenciatura en administración, una maestría en administración pública y ciencias políticas y cursó, parcialmente, el doctorado en letras modernas. Tiene cursos y diplomados en economía, finanzas bursátiles, creación literaria y guion cinematográfico. Ha dividido su carrera profesional entre el sector bursátil, la literatura, la fotografía documental, la fotografía de retratos y la fotografía urbana, y la docencia. Entre 2005 y 2006 colaboró como promotor cultural en el gobierno municipal de Tuxpan. Ha publicado cinco novelas cortas y un libro de cuentos (con los pseudónimos Juan Saravia y Juan Rodríguez-Cano). Ha publicado más de treinta relatos cortos en diversas revistas especializadas y más de un centenar de artículos. Ha ganado diversos premios literarios, entre ellos, el «XIV Premio de Narrativa Tirant lo Blanc, 2014», del Orfeó Català de Mèxic. Su novela «Diario de un loco enfermo de cordura», publicada por Ediciones Felou, en 2003, recibió una crítica muy favorable por parte de la doctora Susana Arroyo-Furphy, de la Universidad de Queensland, Australia, y su novela «El tiempo suspendido» fue elogiada por la actriz mexicana, Diana Bracho. Su novela anterior y la novela «La sinfonía interior», publicada por Ediciones Scribere, en Alicante, fueron traducidas al francés y publicadas en Paris, Francia. Ha sido colaborador del diario Ruíz-Healy Times (México), El Diario de Galicia (España), Revista Praxis (Tuxpan, México), Diario Siglo XXI (Valencia, España), Revista Primera Página (México), El coloquio de los perros (Cartagena, España), Revista Nagari (España), Revue Traversees (Luxemburgo-Bélgica), y otros medios. Desde hace 11 años vive en Bélgica, donde es profesor de español (titular de la maestría, por parte del Departamento de Idiomas), orientado a estudiantes de ciencias políticas, ciencias de gestión y ciencias humanas, en la Universidad Católica de Lovaina.