La divina comedia y la idea de la justicia

Conmemoración de los 700 años de la muerte de Dante


“¡Oh vosotros los que entráis,
abandonad toda esperanza!”

LA DIVINA COMEDIA.
EL INFIERNO; CANTO II.

DANTE ALIGHIERI (1265, Florencia – † 1321, Rávena).

“Estoy contando la vida de un hombre medieval, que tuvo padres, tíos, tías y abuelos, que fue a la escuela, se enamoró, se casó y tuvo hijos, se metió en política y fue a la guerra, experimentó el éxito y la desgracia, la riqueza y la pobreza. Excepto que este hombre es uno de los más grandes poetas que han pisado la tierra”. Es así como Alessandro Barbero, biógrafo de Dante, resume la vida del padre de la lengua italiana.

El siglo de Dante (siglo XIII) fue un periodo convulsivo en la historia europea, poblado por una sociedad violenta y polifacética, en la que se generó un intenso conflicto secular entre los dos poderes universales de la época donde, lo que estaba en juego, era el dominio del mundo (dominium mundi). Dos casas europeas se disputaban el poder. La facción de los güelfos (la casa de Baviera), que apoyaba al pontificado, estaba en lucha permanente con la facción de los gibelinos (los señores del castillo de Waiblingen), que apoyaba al Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Italia, que en esa época estaba formada por pequeños principados o ciudades-estado, no escapaba a esta pugna.

La Edad Media (aproximadamente 500-1500 d.C.) no fue una época bárbara y oscura en todos los sentidos. Se dice que el mundo en ese tiempo estaba plagado de guerras, enfermedades, injusticia y tortura, así como pobreza y hambruna, lo cual es verdad, pero el Renacimiento, a pesar del florecimiento del arte y de las ideas de la antigüedad grecorromana, también lo estuvo. Hoy nada de eso se ha terminado, sólo existe bajo otro contexto. La realidad es que la Edad Media también fue un tiempo de nobles caballeros y grandes héroes, un tiempo de grandes científicos, filósofos y un tiempo que produjo nuevas ideas y grandes inventos. En ese periodo de la historia, coexistían el plano terrenal y el trascendente o metafísico, en la vida de las personas y se generó un importante conocimiento en lo que se refiere a la vida espiritual del ser humano.

Dante no estaba preocupado por los negocios que florecían en su ciudad, era un privilegiado que podía vivir de sus rentas y dedicarse a cultivar sus dos grandes pasiones: el estudio y la escritura. Cuando cumplió treinta años, descubrió la que sería otra de sus pasiones: la política. De manera que a partir de entonces su literatura tendría también un fondo político. En un principio, Dante, que tenía una tradición familiar católica, tomó partido por los güelfos, pero más adelante, su pensamiento cambió y se sintió más próximo a las ideas de los gibelinos. En otras palabras, primero congeniaba con la idea de que el Papa tuviera el control político y después pensó que el poder en la tierra debía estar en manos del Emperador. Es precisamente en ese debate secular, entre el poder del Papa y el poder del, así llamado, Primer Reich o Imperio antiguo (cuyos gobernantes pretendían continuar con la tradición del imperio carolingio, basado en el Imperio Romano), que surgió la gran literatura de Dante.

La participación de Dante en la política y su cercanía con los gibelinos, terminaron por costarle el destierro. Durante su exilio, fue condenado a muerte (in abstentia), en repetidas ocasiones. En esta situación escribió La Divina comedia, obra literaria que le serviría para abrir en su mente las puertas de Florencia y mirar hacia el mundo entero. Desde el momento de su publicación, La Divina comedia se convirtió en la mayor obra escrita en italiano y una de las mayores de la literatura universal.

“LA DIVINA COMEDIA”

“A mitad del camino de la vida,
en una selva oscura me encontraba
porque mi ruta había extraviado”.

El Infierno, Canto I.

El poeta norteamericano, naturalizado británico, T.S. Eliot definió perfectamente esta obra poética al calificarla como una “obra total”. No sólo por todos los niveles de lectura que ofrece, sino por su belleza estética.

La Divina comedia le dio forma a nuestra visión contemporánea del más allá y ha influido e inspirado a generaciones de autores y de artistas posteriores a Dante. No se trata de una obra accesible, su simbología pertenece a una visión cerrada del mundo, la visión de la religión católica medieval, tan distinta a la de nuestros días.   

Bien merecido tiene Dante que se le considere el padre de la lengua italiana. Recordemos que en su tiempo se hablaban, en lo que hoy es Italia, diferentes lenguas y dialectos. En la cultura y en la literatura se hablaba el latín.  Sin embargo, el pueblo hablaba diferentes lenguas vernáculas y el italiano se encontraba en proceso de formación. Al escribir La Divina comedia, Dante hizo algo insólito para la época: no la escribió en latín, sino que utilizó la lengua regional que se hablaba en Florencia. Con lo anterior, Dante consiguió que su obra no sólo fuera leída y apreciada por las élites, sino que también fuera leída por el pueblo. Como he escrito anteriormente, su decisión fue acertada y el éxito rotundo, comparable a un éxito de ventas actual.

En un principio, Dante intituló a su obra: “Comedia” (Commedia). La llamó así porque la obra tenía pasajes humorísticos y satíricos, además de un final feliz. Sin embargo, la gran obra de Dante, además de provocar sentimientos sublimes, también provoca el horror. Un horror que posteriormente fue capaz de inspirar las obras de importantes artistas. Fue Boccaccio, el célebre escritor contemporáneo de Dante, el que le antepuso el adjetivo “Divina”, aludiendo a su belleza literaria y a su carácter religioso.

Eugène Delacroix, “La barca de Dante”, 1822
Salvador Dalí, “The Waterfall of the Phlegethon” (Infierno, Canto 34), serie para La Divina Comedia, 1965
Auguste Rodin, “La puerta del infierno”, 1880-1917
Antonio Zatta, “Lucifer” (Canto XXXIV de La Divina Comedia), 1757-1758
Gustave Doré, “In my midlife, I found myself in the middle of a dark forest” (La Divina Comedia, Infierno), 1861
Dante y Beatriz, Harold Wheeler (Romances de vidas famosas)
El purgatorio, ilustración de Franz von Bayros

La Divina comedia es una narración alegórica, escrita en verso, rica en conceptos filosóficos y teológicos que contienen la cosmovisión que tenía el hombre de la Edad Media. En la narración, Dante, además de incluirse como protagonista, incluyó a 900 personajes de la cultura, la política, la Biblia y la mitología de siglos anteriores y contemporáneos. Además de todos estos personajes, en la obra aparecen numerosos seres monstruosos de las tradiciones pagana y cristiana. Estos monstruos, muy presentes en la cultura medieval que giraban en torno a lo grotesco y lo carnavalesco tienen en Dante el propósito de mostrarnos los peligros del pecado y de alejarnos de él. Con esta obra Dante quiso hacer una profunda reflexión sobre el bien y el mal, pero también conseguir ciertos efectos políticos en su tiempo.

En el viaje vertical que Dante emprende, es acompañado por Virgilio, poeta pagano y uno de los hombres más sabios y respetados de su tiempo. En palabras del propio Dante: “El maestro más grande que ha existido”. Virgilio se convirtió en su guía a través de este viaje hacia el más allá, porque Dante consideraba también era el guía que podrá llevar a la humanidad hacia la salvación. La misión de Eneas, en La Eneida, de Virgilio (obra que fue una indiscutible fuente de inspiración para La Divina comedia), es tan importante como la suya. Pero Virgilio sólo lo acompañará a través del Infierno y del Purgatorio, ya que será Beatriz (modelo de la pureza y de todas las virtudes) sería la encargada de hacerlo en el cielo.

En el último tramo del viaje, San Bernardo asume el papel de guía. El santo ha dedicado su vida a la contemplación y, por lo tanto, con él, Dante, experimentara paz y tranquilidad

La obra consta de 3 partes: Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Y a su vez, cada parte está compuesta por 33 cantos (que coinciden, intencionalmente, con la Santa Trinidad), excepto por el Infierno, que también tiene un canto introductorio. Hay 100 cantos en total. Por otra parte, cada verso está escrito en endecasílabos. Consta de 14,233 versos en total. Dante parece haber planeado de manera rigurosa su obra, lo que la convierte en un portento de versificación y numerología, además de ser una versión tangible de la jerarquía de los pecados y las virtudes. Dante no inventa, recoge una doctrina establecida por la Iglesia, por la filosofía de Tomás de Aquino y de sus predecesores.

Me gusta la analogía que algunos estudiosos han hecho acerca de la estructura de La Divina comedia, comparándola con la construcción de una catedral gótica del viejo mundo. La bóveda se eleva sobre la cabeza a una altura considerable. Una edificación en la que no importe la dirección que el ojo mire, encontrará orden y armonía. Su grandiosidad es impetuosa y en su interior se tiene la impresión de que lo abarcan todo. La obra más importante de Dante está construida con ese sentido de perfección. 

Domenico di Michelino “Dante y los tres reinos”, 1465
El Infierno de Sandro Boticceli (1445-1510)

LA IDEA DE LA JUSTICIA EN LA DIVINA COMEDIA – EL INFIERNO

Dante consideraba que la humanidad estaba sumergida en la corrupción, el caos y la anarquía. Basándose en el pensamiento de santo Tomás de Aquino (la teoría de las dos espadas), argumentaba que Dios había enviado a la Tierra a dos guías para que administrasen los asuntos del mundo: El Papá y el Emperador. No obstante, de acuerdo con Dante, ambos habían fallado con la misión divina que se les había encomendado, provocando conflictos políticos que afectaban a los seres humanos. Al poeta no le faltaba razón. En ese sentido, Dante consideraba que, mediante su obra, se convertiría en un emisario de Dios, denunciando el estado de podredumbre del mundo, convirtiéndose una especie de luz que mostrase el camino de la salvación.

En la narración, Dante, convertido en el protagonista de su propia obra, emprende un viaje a través del Infierno, para luego ascender a la montaña del Purgatorio y, finalmente, subir al Paraíso. En la primera parte de la obra, Dante nos guía a través de lo inefable: un mundo interior, compuesto por el Infierno, situado en las entrañas de la Tierra; el Purgatorio, espacio inalcanzable que se encuentra del lado contrario del suelo que pisamos, y el Paraíso, dividido en 9 cielos, es un mundo inmaterial y etéreo, externo a la circunferencia que abarcamos.

Para hablar de la justicia, en el sentido del castigo y no de la recompensa (que se obtendrá en el Paraíso), me referiré al Infierno. Se trata de un oscuro abismo que se encuentra localizado debajo de Jerusalén y, desde ahí, se extiende hasta el centro de la tierra, donde habita Lucifer, atrapado en el extremo más estrecho de un pozo, en un lugar de hielo. El infierno consta de nueve pisos que se estrechan y aquí no hay luz. Algunos de estos pisos también se dividen en varios compartimentos dentro de sí mismos. En el Infierno están las almas que han querido justificar sus pecados, en lugar de arrepentirse de ellos, y estas almas no tienen salvación, por lo que permanecerán en este lúgubre lugar por toda la eternidad. Y es, precisamente, esta distinción que Dante hace, entre las almas del purgatorio que se arrepienten y las que no lo hacen, donde reside lo novedoso en “La Divina comedia” con respecto a los autores que le precedieron.

Infierno, Canto 34: Lucifer, rey del infierno, congelado en el hielo. Gustave Dore

A diferencia del purgatorio, donde las almas, después de sufrir un tiempo, podrán llegar al cielo (Paraíso) y estar con Dios, en el infierno, los pecadores nunca verán la luz. A ellos se les ha negado la divinidad.  

Por otra parte, aquellos que no hayan hecho ni bien ni mal: los indiferentes, estarán condenadas a perseguir, sin ningún sentido, una bandera hasta la eternidad (como Sísifo subiendo la roca a la montaña, una y otra vez). Estas almas se encuentran en la entrada del Infierno, en un lugar llamado “Antinferno”. Para Dante, toda persona debe perseguir un ideal y de hacer el bien mientras esté en la Tierra.

El infierno dantesco fue extraído por el mismo Dante de leyendas y relatos de origen cristiano. El bardo ordena su código moral y racional en forma de embudo, en donde se castigan los pecados capitales. De los tres reinos del más allá, el Infierno, sin duda, es el más impactante. En el Infierno hay 9 círculos que están dispuestos de manera concéntrica y que van aumentando, dependiendo de la severidad de los pecados cometidos. Ahí los sufrimientos que las almas padecen son innombrables. Aunque, en los distintos niveles del Infierno, hay cargas más ligeras que otras, dependiendo de los agravios cometidos.


Los círculos del Infierno de Dante:

Primer círculo:  Limbo, un lugar donde los justos (de entre los paganos) esperan el Juicio Final sin tener que temer los castigos infernales.

Segundo círculo: Los pecadores de la lujuria son azotados por terribles huracanes.

Tercer círculo: Cubiertos por una lluvia muy fría, los pecadores de la glotonería se arrastran por los excrementos.

Cuarto círculo: Los tacaños y derrochadores están rodando sobre un montón de piedras, aullando.

Quinto círculo: Formado por el Pantano Estigio, en cuyas aguas hediondas, los airados se hacen pedazos.

Sexto círculo: los herejes yacen en tumbas de fuego.

Séptimo círculo: aquí se encuentran varios tipos de delincuentes violentos.

Octavo círculo: diversos tipos de tramposos.

Noveno círculo: diferentes tipos de impíos, junto a los tres mayores traidores y pecadores de la historia: Judas, Bruto y Casio; son despedazados, cada uno, en una de las tres bocas de Lucifer para siempre.


Sandro Botticelli, El mapa del infierno, pintura, 1480-1490

Existe una idea de castigo según la cual, el que obra mal obtiene su castigo en el sufrimiento que le corresponde y que debe ser equivalente a la falta cometida. En el sistema de justicia que imaginó Dante en La Divina comedia, inspirándose, en gran medida, en la noción que tenía Aristóteles de este concepto, la idea no era sólo que se castigase a las personas, sino que las personas se redimieran a través del castigo que les correspondía. 

En la Summa teológica, santo Tomás de Aquino, uno de los más grandes pensadores de la Edad Media, trabajó en las ideas de Aristóteles y las amplió, aduciendo que el hombre, por sí mismo, ya está condenado al castigo eterno por el pecado original cometido por Adán y Eva. El Bautismo confiere al que lo recibe la gracia de la purificación de todos los pecados. Pero el bautizado debe seguir luchando contra las concupiscencias de la carne y los apetitos desordenados. Según este doctor de la Iglesia, santo Tomás, a las personas se les debe castigar en sentido contrario al pecado que han cometido y en una atmósfera de confusión, misma que habría sido creada por los mismos pecados en los que han concurrido. Llama la atención que la severidad de los castigos depende también de quién sea el perpetrador, por lo que el Infierno de Dante no es un sitio muy democrático. De acuerdo con Dante, no es Dios el que impone los castigos, sino las mismas personas, de acuerdo con su comportamiento en su paso por la tierra.

Dante también recurrió al islamismo a la hora de imaginar las formas de los castigos. El sistema del Infierno está basado en el “ojo por ojo”, de la Ley de talión, comprendido en La Biblia y en El Corán. Dicho de otra manera, Dante, basándose en las ideas de Aristóteles, de santo Tomás de Aquino y del islam, creó su propia versión de la ley del contrapaso (que significa: sufrir lo contrario). Las almas que se encuentran en el Infierno y en el Purgatorio de Dante son castigadas mediante el principio de esta ley (cabe resaltar que, en el Limbo, esta ley no se aplica). El contrapaso puede tener dos formas: analogía o antítesis. En la analogía el castigo es igual al pecado (un asesino, por ejemplo, estará condenado a asesinar durante toda la eternidad, a pesar de que no quiera asesinar más y de que el asesinato ahora le parezca abominable). En la antítesis, la pena es opuesta al pecado (los lujuriosos, por ejemplo, no podrán llevar a cabo su lujuria nunca más, a pesar de que por dentro ardan de lujuria).

LEER A DANTE EN NUESTRO TIEMPO

La Divina comedia es una bibliografía moral que, desde el pensamiento medieval, refleja las preocupaciones de la época, algunas de las cuales siguen vigentes. El tiempo de vida del hombre en la tierra es limitado. Y el tiempo del hombre moderno, en su día a día, a pesar del notable incremento en la esperanza de vida y de los avances de la tecnología, también es limitado. Nunca en la historia dispusimos de menos tiempo. El individualismo del mundo actual, donde muchas veces se piensa que las religiones son agencias que previenen la espiritualidad en lugar de fomentarla, tiende a poner a la persona en el centro, sin necesidad de la intervención divina. La religiosidad, para muchos, hoy es vista como una proyección de los miedos y los anhelos humanos en medio de la incertidumbre de la vida y de la muerte y no como un camino para la salvación. No obstante, el hombre de hoy, en su esencia, sigue siendo el mismo que el hombre medieval. Si bien es cierto que se puede tener una espiritualidad pragmática, sin la necesidad de practicar alguna religión, también es cierto que este exceso de individualismo ha traído al mundo una crisis de valores. A la ley del contrapaso hoy se le llama karma. Pero el principio es el mismo: a toda acción, corresponde una consecuencia.

En la obra teatral “A puerta cerrada” (1944), el filósofo, escritor y dramaturgo existencialista, Jean Paul Sartre, incorporó una idea del Infierno muy distinto al concepto judeo cristiano. “El infierno son los otros”, afirmó Sartre. Con esto, se refería a que unas personas se convierten en verdugos de las otras. Para él, el verdadero infierno es el que vive el hombre contemporáneo por el tormento que le inflige la mirada invasiva e incómoda de sus semejantes o la falta de mirada de éstos, lo que lo aleja de lo que es o de lo que quisiera llegar a ser. En ese sentido, el Infierno está en las ansias de poder, en la indiferencia, en el racismo, en la mezquindad y en la avaricia. El pensador y escritor alemán, Jens Birkmeyer, escribió sobre el infierno que fue el Holocausto judío, un auténtico infierno en la Tierra. Perfecto ejemplo de la frase de Sartre: “El infierno son los otros”.

Jean-Paul Sartre: autor de la frase: “El Infierno son los otros”.

Sabemos que el Infierno de Dante, como cualquier otro infierno religioso, es exclusivamente simbólico. Pensemos, por ejemplo, en el Infierno de Hielo de los nórdicos, en el Infierno Chino, el Infierno Budista, El Infierno Mahometano o en la Isla Infernal de los antiguos habitantes del desierto de Gobi. A través del Infierno dantesco, el poeta italiano nos recuerda que los justos serán recompensados y que los malvados no encontrarán la paz después de esta vida, pero también que, para algunos, existe la posibilidad de la redención.

Dentro del cielo de la paz divina
Gira en torno a un cuerpo, en cuya virtud
El ser de todo su contento radica.

El Paraíso, Canto II, 114

En cuanto al destino de Dante, cabe mencionar que el poeta recibió su tardía redención en 2008, cuando la ciudad de Florencia revocó, finalmente, su exilio. En el centro de la ciudad de Florencia, en la Basílica de la Santa Croce, se encuentra su tumba, junto a las tumbas de florentinos ilustres: Galileo, Miguel Ángel y Maquiavelo, entre otros; no obstante, la tumba de Dante está vacía. Los verdaderos restos del altissimo poeta florentino, después de haber pasado durante mucho tiempo ocultos en un convento franciscano de la ciudad de Rávena, ciudad donde, en 1321, con 56 años y víctima de malaria, Dante murió, fueron redescubiertos, a mediados del siglo XIX, y preservados en un sobrio mausoleo de mármol que se encuentra en una calle poco transitada de la ciudad, lejos de la mirada de los turistas. 

Mausoleo vacío de Dante en Florencia
Tumba de Dante en Rávena
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Nació en la ciudad de México en 1971. Es tuxpeño por adopción. Sobrino-nieto de Enrique Rodríguez-Cano, durante su adolescencia, vivió en el puerto de Tuxpan, donde estudió parte de la secundaria y de la preparatoria, y donde también trabajó en los ranchos ganaderos, “Los Rodríguez” y “Los Higos”. Más adelante, estudió la licenciatura en administración, una maestría en administración pública y ciencias políticas y cursó, parcialmente, el doctorado en letras modernas. Tiene cursos y diplomados en economía, finanzas bursátiles, creación literaria y guion cinematográfico. Ha dividido su carrera profesional entre el sector bursátil, la literatura, la fotografía documental, la fotografía de retratos y la fotografía urbana, y la docencia. Entre 2005 y 2006 colaboró como promotor cultural en el gobierno municipal de Tuxpan. Ha publicado cinco novelas cortas y un libro de cuentos (con los pseudónimos Juan Saravia y Juan Rodríguez-Cano). Ha publicado más de treinta relatos cortos en diversas revistas especializadas y más de un centenar de artículos. Ha ganado diversos premios literarios, entre ellos, el «XIV Premio de Narrativa Tirant lo Blanc, 2014», del Orfeó Català de Mèxic. Su novela «Diario de un loco enfermo de cordura», publicada por Ediciones Felou, en 2003, recibió una crítica muy favorable por parte de la doctora Susana Arroyo-Furphy, de la Universidad de Queensland, Australia, y su novela «El tiempo suspendido» fue elogiada por la actriz mexicana, Diana Bracho. Su novela anterior y la novela «La sinfonía interior», publicada por Ediciones Scribere, en Alicante, fueron traducidas al francés y publicadas en Paris, Francia. Ha sido colaborador del diario Ruíz-Healy Times (México), El Diario de Galicia (España), Revista Praxis (Tuxpan, México), Diario Siglo XXI (Valencia, España), Revista Primera Página (México), El coloquio de los perros (Cartagena, España), Revista Nagari (España), Revue Traversees (Luxemburgo-Bélgica), y otros medios. Desde hace 11 años vive en Bélgica, donde es profesor de español (titular de la maestría, por parte del Departamento de Idiomas), orientado a estudiantes de ciencias políticas, ciencias de gestión y ciencias humanas, en la Universidad Católica de Lovaina.