El periodista tuxpeño Miguel López Azuara, uno de los referentes de la lucha por la libertad de expresión y autonomía de los medios de comunicación en México cuando colaboró como director editorial con Julio Scherer en Excélsior, dio a sus 88 años, una batalla más en su vida contra una enfermedad crónica, esta la perdió.
Partícipe con Jesús Reyes Heroles como director de Bibliotecas y Publicaciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP), periodo de la mayor instalación de bibliotecas públicas en la historia contemporánea del país, promoviendo una de las colecciones más grandes de lecturas mexicanas a bajo precio, su aportación al periodismo independiente de México y a la cultura nacional a lado de Reyes Heroles es digna de reconocimiento.
Luego tomaría otro sendero que lo llevaría a incursionar en diferentes áreas de la función pública en este país, desde vocero de la Cancillería, donde recorrería el mundo acompañando a Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa en tiempos dorados de la diplomacia mexicana, hasta la dirección de la agencia de información del gobierno Notimex, y la propia residencia presidencial donde llegaría a ser director de información.
López Azuara dio a la revista Praxis Cultura & Medio Ambiente, un proyecto editorial cultural donde también participó como colaborador, una entrevista precisamente en los momentos previos a su convalecencia, donde habló desde su niñez y su juventud en su natal Tuxpan hasta de los tiempos con Julio Scherer en Excélsior y con Reyes Heroles en la SEP, del México en el que le tocó vivir y dejar su huella profesional en la etapa principal de su vida pública.
Excélsior y la vanguardia democrática
Un ensayo de periodismo en ejercicio de su libertad de expresión y autonomía fue Excélsior en los tiempos de la masacre de estudiantes del 68 y en el 72, en plena Guerra Fría y las rebeliones en Francia y Checoslovaquia entre otras partes, cuando el poder sistémico estrangulaba literalmente las manifestaciones de la sociedad civil en el país y en el orbe.
Tuvo en el periodista tuxpeño Miguel López Azuara a uno de sus principales protagonistas junto a Julio Scherer y una pléyade de jóvenes colaboradores que representaban una vanguardia democrática en medio de un mosaico de medios de comunicación silenciados y manipulados desde la oficialidad.
Miguel López Azuara junto a Granados Chapa alertaron a Scherer del asalto gubernamental a Excélsior a través de los cooperativistas del periódico, socios de la empresa periodística sin ninguna educación formal e ignorantes del reclamo de mayor apertura informativa de la sociedad, narró el periodista tuxpeño, pero el director del periódico no advertía la magnitud del complot auspiciado desde palacio nacional.
Entrevistado por la revista Praxis Cultura & Medio Ambiente, un proyecto que surge de su natal Tuxpan, Miguel López Azuara destacó que en la era en la que Fidel Castro empezaba su proyecto socialista en Cuba y John F. Kennedy visitaba México, Excélsior era un ágora del pensamiento libre, donde colaboradores como Daniel Cosío Villegas, Rosario Castellanos, José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Cesar Sepúlveda y Marcos Moshinsky, quienes daban su mejor aportación a la causa cultural y donde un Octavio Paz en su faceta más crítica dirigía revista plural, el periódico era de hecho una avanzada democrática y cultural en un México cerrado y cooptado desde la Presidencia de la República.
Excélsior fue en esa época la diferencia en la prensa nacional, su autonomía representaba una amenaza, como siempre lo ha sido para gobiernos dictatoriales y totalitarios.
Excélsior, cuenta López Azuara, fue un periódico alentado desde el mismo centro de poder en México, explicó como “por la gracia de Plutarco Elías Calles” jefe máximo de la revolución, bautizado por Marte R. Gómez y Gonzalo Bautista fue convertido en cooperativa, en cuya sala de administración, dominaba un cuadro grande con un retrato del Presidente de la República.
Excélsior llegó a editar tres periódicos diarios, uno semanal y tres revistas semanales, más una cultural mensual, una agencia nacional de noticias y otra latinoamericana, todos a cargo del periódico matutino de la casa Excélsior fundado en 1917, detalló Miguel López Azuara.
A mediados de los 60s, Julio Scherer García ya director de Excélsior, Miguel López Azuara y otros de sus compañeros del equipo periodístico, representaban una nueva corriente de opinión pública que se distinguía por su cuestionamiento y por la forma que las estructuras de poder del nuevo estado mexicano estaban avasallando las posibilidades de un mayor desarrollo democrático del país.
El impulso transformador iniciado en la gestión de Lázaro Cárdenas, la corrupción y la muy evidente mala distribución de los recursos económicos de la nación, configuraron un panorama que con la dureza y autoritarismo del régimen, conminó a los jóvenes periodistas de Excélsior, como a la sociedad civil mexicana a pensar en la necesidad de reformar al Estado, el objetivo que más los alentaba era acabar con la pobreza extrema que contrastaba en esos tiempos con la opulencia en algunos sectores económicos y políticos y el despilfarro de los recursos públicos.
Ya desde agosto de 1960 esta corriente de periodistas encabezada por Julio Scherer y donde el tuxpeño Miguel López Azuara cobraba un aspecto participativo relevante junto con Eduardo Deschamps, también de Tuxpan, Veracruz, estuvieron a punto de ser expulsados por haber firmado una carta abierta solicitando la liberación de unos presos políticos.
En tiempos de mayor auge del presidencialismo como poder totalitario en México, los periodistas de Excélsior encabezados primeramente por Becerra Acosta fueron estigmatizados y fichados como “izquierdistas” por sus propios enemigos dentro del propio periódico, servirles del oficialismo en turno.
En 1968, Julio Scherer y su equipo periodístico ganaron la dirección de Excélsior con 395 votos, el candidato adversario Víctor Velarte 322 y Carlos Denegri, sustento del libro “El vendedor del silencio” de Enrique Serna, donde declaró «No pedía mucho, carajo, sólo que lo dejaran prostituirse a su modo» obtuvo solo 3 votos, 16 más fueron anulados (Acta de Asamblea Extraordinaria del 28 de agosto de 1968).
El conflicto de Excélsior con el gobierno, explicó López Azuara, era una amenaza permanente, pero la mayoría lo rechazaba emocionalmente, rehusaba considerarlo una realidad. En ese tiempo, los medios formaban parte de la estructura del sistema político. Fuera de él solo podían tener existencia efímera, marginal, que al final ayudaba a legitimar el régimen, que presumía su respeto a la libertad de expresión y hasta les dedicó un día, a partir del 7 de junio de 1951, penúltimo del gobierno del presidente Miguel Alemán, que vivía con una permanente sonrisa en público, expuso.
El movimiento cultural de los 60s.
En esos convulsos años políticamente en México, Miguel López Azuara quien fue hijo de Miguel López Lince, síndico en la administración de Tuxpan, presidida por Miguel Basañez Sorcini, pero quien había tomado un camino diferente y contra la voluntad de su padre, el del periodismo, comentó que por esos años en la media mitad del siglo XX se presentaron en México los mejores artistas y espectáculos del mundo, como María Callas, la cantante de ópera más trascendente de la época; el pianista chileno Claudio Arrau; los famosos ballets rusos; mientras el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), presentaba obras de teatro griego y del cine de oro español; Liza Minelli se presentó en el auditorio nacional; en el cabaret actuaban la reina del jazz, Ella Fitzgerald; en el Palacio de Bellas Artes triunfaban las obras de Emilio Carballido, Sergio Magaña, Salvador Novo, Hugo Arguelles, Luisa Josefina Hernández, alternando con obras de Ionesco, Shakespeare, Becket y Tennessee Williams, la cultura alzaba su voz, pero la lucha por el poder político fraguaba lo inimaginable en esos momentos.
En el retrato hablado de esta época que más tarde se teñiría de sangre que da Miguel López Azuara en su entrevista por cuestionario escrito, relata el auge de escritores como Juan Rulfo, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Jorge Ibargüengoitia, Sergio Pitol, Carlos Chávez, Ofelia Guilmáin, José Emilio Pacheco, Ángeles Mastretta, el compositor José Pablo Moncayo, autor del huapango que lleva su apellido; obra sinfónica mexicana más famosa en el mundo, el arquitecto Luis Barragán, Abraham Zabludovsky, y sobre todo Pedro Ramírez Vázquez, constructor de los grandes símbolos de la época en México como la Basílica de Guadalupe, el Museo Nacional de Antropología e Historia y el estadio Azteca; en la UNAM descollaba Héctor Azar en el teatro, todos ellos iconos de ese tiempo, sostuvo.
De los periódicos de esa época, detalló López Azuara era mayormente no solo de periodistas, sino de hombres de negocios que se beneficiaban económicamente sin hacer cuestionamientos éticos ni asumir compromisos profesionales de ninguna especie, no se esperaba de ellos que pudieran promover la democracia y el buen gobierno sino todo lo contrario, remarcó el tuxpeño.
Scherer director de Excélsior.
Miguel López Azuara regresó el reloj y recordó que Manuel Becerra Acosta fundador de Excélsior y de quien dijo que durante casi 6 años manejó el diario con ejemplar mano maestra, falleció unas semanas antes del 2 de octubre de 1968, cuando la masacre de Tlatelolco y que fue cuando se perfiló como nuevo director general Julio Scherer García, auxiliar de don Manuel Becerra Acosta y quien por su relevancia profesional, su edad 42 años y los complicados conflictos políticos y sociales que amenazaban al país entero como a todo el mundo en el pico más alto de la Guerra Fría, era la mejor opción en la terna donde también estaba Víctor Velarde, “maravilloso redactor de titulares y maestro en la redacción”, autor de las mejores ediciones de la Extra, como también de las cabezas de importantes noticias como la agonía y muerte de Stalin, con tipografía grabada porque no había tamaño grande, puntualizó. “Todavía no y YA”, la cabeza más chica de la historia para dar la gran noticia que todos esperábamos, comentó. Pero este maestro de la redacción era apoyado por un grupo político que pretendía cooptarlo en la dirección general para ganar influencia editorial en su propio beneficio, explicó.
En ese momento, relató que Excélsior necesitaba alguien que promoviera los ajustes editoriales de acuerdo al momento que se estaba viviendo, la modernización tecnológica lo que remarcó, garantizaba Julio Scherer, de quien dijo tenía una vida ordenada y ejemplar, un nadador compulsivo que podía estar horas en la alberca o en el mar, procuraba comer siempre en su casa, dormir una siesta y volvía al diario, siempre tenía un libro en la mano, generalmente de literatura, refirió. “No fumaba, comía muy bien y bebía moderadamente, contenía sus ansiedades mordiéndose las uñas hasta hacerlas sangrar”.
Miguel López Azuara apuntó que Ángel Trinidad Ferreira, reportero de política de Excélsior, le enseñó a Scherer a bailar unos pasos de danzón, “cuando lo convencimos de ir a una reunión con los obreros, la gente de talleres le decíamos, en La Burbuja, un antro de la colonia Vertiz, como gesto de acercamiento, fue un éxito políticamente, porque socialmente Julio tenia simpatía y calidez”, afirmó.
Resaltó López Azuara que “a la hora de hablar en la asamblea de la sucesión de Excélsior, los belicosos adversarios concentraron sus baterías en acusar a Julio de comunista a tono con las líneas estratégicas de la Guerra Fría”.
Ya en la asamblea para elegir al nuevo director de Excélsior, los oradores de nuestro equipo le hicimos justicia al adversario, expresó López Azuara reconociendo a don Víctor como maestro con todas sus virtudes profesionales, sus prendas éticas y personales, pero haciendo hincapié, que en esos momentos de crecimiento de la competencia y de la inestabilidad social y política que vivía el país, debíamos de considerar tener en la dirección general a un periodista con el perfil de Julio Scherer, con una vasta red de relaciones que supo cosechar en 20 años como reportero estelar. La elección la ganaron fácilmente por el simple hecho de evitar una batalla de descalificaciones mutuas, recordó ese detalle tan importante.
Miguel López Azuara hizo memoria de que la primera noticia que tuvo de Julio Scherer la leyó firmada por él en Excélsior en 1953. Explicó que era un estrujante reportaje del colapso de una mina en Angangueo, Michoacán, subrayó que no era solo un buen relato del suceso, sino un texto con asomos literarios muy raros en el periodismo de entonces, que te hacían compartir el sentimiento de angustia y esperanza de toda la comunidad y de las brigadas de emergencia encargadas de un rescate sin sobrevivientes, desde esa nota, aseveró, lo seguiría siempre en todos sus trabajos publicados, hasta que llegó a colaborar con él en la dirección editorial de Excélsior.
Una crónica de periodismo cultural y el asesinato de Buendía.
El destacado tuxpeño y veracruzano consideró que, el periodismo en México nació por la política, el arte y la cultura. “Carlos María de Bustamante fundó en 1805 el Diario de México, y más tarde el Juguetillo, en 1812 apareció el Pensador Mexicano, de José Joaquín Fernández de Lizardi, liberal, partidario de la Independencia, autor de El Periquillo Sarniento, la primera novela latinoamericana. Fernández de Lizardi fue encarcelado varias veces por sus escritos”, esto añadió “antes de que se acostumbrara a asesinar a los periodistas, lo que principalmente ha ocurrido en los últimos años desde el poder, como pasó notablemente con Manuel Buendía Tellezsgirón, el 30 de mayo de 1984, crimen por el que estuvo preso José Antonio Zorrilla, director federal de seguridad de la Secretaría de Gobernación”.
López Azuara se acordó que cuando mataron al autor de “Red Privada” él se ubicaba cerca del crimen y le sorprendió ver la escena donde el cuerpo de su amigo periodista yacía asesinado en el suelo y junto a él Manuel Zorrilla con su vehículo súper equipado, quien en escasos minutos del atentado ya se encontraba junto al cuerpo inerte de este baluarte de la libertad de expresión en México, como cuando a un cazador posa a lado de su presa, le pidió el teléfono de su automóvil al director de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) para transmitir la infausta noticia a Jesús Reyes Heroles, su jefe, López Azuara se desempeñaba como director de Bibliotecas y Publicaciones de la SEP en ese momento con el autor del “Liberalismo Mexicano”.
Sobre el periodismo cultural en México abundó, “en el gobierno del presidente Juárez estuvieron políticos que al mismo tiempo eran periodistas, poetas y escritores, como Ignacio Manuel Altamirano, Ignacio Ramírez “El Nigromante”, Guillermo Prieto en serio y con sus satíricas como Fidel y son Simplicio y, sobre todo, Francisco Zarco, diputado y cronista el Congreso Constituyente de 1857 y director de El Siglo XIX.
En el Siglo XX siempre hubo espacio para la cultura, o los creadores hacían sus propias publicaciones como la revista Contemporáneos, en los años 22 y 23 de Salvador Novo, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Jorge Cuesta, Jaime Torres Bodet, Bernardo Ortiz de Montellano y Calors Pellicer; el Grupo Hiperión, con Jorge Portilla, y los suplementos culturales, sobre todo los de Fernando Benítez, México en la Cultura, La Siempre, y Carlos Monsiváis, y luego Sábado en Unomásuno, y la Jornada Semanal. Paco Ignacio Taibo I lo hacía en El Universal, Hero Rodríguez Toro Dioroma en Excélsior y Raquel Tibol y Armando Ponce en Proceso. Eduardo Deschamps prolongó en Excélsior la página Olimpo de 1968 a los que se les entregó un capítulo de artes y cultura que llenó el periférico de esculturas. Cada vez más mujeres participaron en la promoción del arte y la cultura como Cristina Pacheco, muy dedicada a descubrirnos obras y personajes de todos los matices, Raquel Tibol, Adriana Malvido y Guadalupe Loaeza Tovar.
El caso Veracruz.
Miguel López Azuara desde Excélsior fue una pieza clave en la sucesión del gobernador de Veracruz, Rafael Murillo Vidal, comentó que la sucesión del gobernador de este estado en 1974 se supo que todo estaba listo para que el PRI postulara a candidato al poderoso sub secretario general de Gobierno, Manuel Carbonell de la Hoz, con mayores facultades operativas a nivel político que el propio Secretario General de Gobierno, Francisco Berlín Valenzuela, un funcionario al que calificó de limpia imagen y excelente preparación que contrastaba con la trayectoria de Carbonell, acusado de represiones violentas de campesinos y estudiantes, detalló que Carbonell tampoco había sido mencionado en la lista de aspirantes a candidatos a la gubernatura de ese partido por Veracruz, en contradicción con la promesa del presidente Luis Echeverría de poner fin a la práctica de “los tapados”, copiada de las peleas de gallos en las que se tapa a uno de los competidores para que nadie le reconozca sus actitudes y flaquezas.
López Azuara narra este episodio, “Hablé con dos de los columnistas políticos del diario para que hicieran notar esas circunstancias, pero ambos estaban convencidos de que la sucesión ya estaba decidida. Sin embargo, se trataba de una cuestión de principios, y podía ser un antecedente para la cercana sucesión presidencial. Entonces, platiqué con un articulista y amigo mío, Pedro Ocampo Ramírez, quien coincidió con la idea, y escribió sobre ello para poner el caso a debate. En seguida, otro escritor, Guillermo Jordán, retomó el tema, decidiendo que algo tendría que decir el presidente del PRI. Esa misma tarde, Reyes Heroles telefoneó a Scherer para decirle que le mandaría una declaración por escrito, que solamente decía: “Yo, como veracruzano, no he votado por él”. Julio telefoneó a Reyes Heroles para avisar que ya la tenía, y don Jesús le preguntó ¿Qué le parece? es el cintillo, le repuso Julio, ¿el cintillo? inquirió don Jesús sorprendido de que le fuera a dar el segundo lugar de importancia en la primera plana. “Tienes razón”, pensó Julio creyendo que a Reyes Heroles le parecía poco: “¡Es la de ocho!”. Esa misma noche pedí al expendio que triplicaran el envío de periódicos a todo el estado de Veracruz, y se agotaron. Después don Jesús me contaría que el presidente lo mandó a llamar y que él fue con su renuncia firmada en bolsa de saco. “¿Qué pasó Jesús?”, le inquirió el presidente.
“Que yo no puedo ser marginado de las decisiones del partido, y menos tratándose de mi estado, y tampoco debo apoyar a un candidato con el perfil de este. Viene Rafael Murillo Vidal, que también es mi amigo, y en lugar de ponerme al tanto de lo que ocurre se va a Veracruz a organizar el lanzamiento del candidato. Aquí tengo mi renuncia.”
“No, Jesús, a mí no me vas a renunciar como Melchor Ocampo le hizo a don Benito Juárez. Por supuesto que no Luis, porque ni yo soy Melchor Ocampo ni tú eres don Benito Juárez”, espetó el político, filósofo e historiador también tuxpeño.
Julio me preguntó que creía iba a pasar. Sin pensarlo, le dije: “Se cae Carbonell o se cae Reyes Heroles”. Echeverría comentó furioso, según, un testigo: “Me viene a tirar su renuncia. Se va a ir cuando yo quiera”, escribió López Azuara.
Cayó Carbonell y don Jesús continuó en el PRI un año más, y luego fue director del Seguro Social hasta el destape de José López Portillo el 23 de septiembre de 1975, y en cuyo gobierno fue Secretario de Gobernación.
Una editorial publicada el 3 de octubre del 68 “Tlatelolco Sangriento”, pudo haber sido la gota que derramó el vaso contra “el periódico de la vida nacional”. “La desolación ha vuelto a invadir la capital mexicana, el corazón de la República. La presencia del ejército demandada para dispersar un mitin que se realizaba en la Plaza de las Tres Culturas, dejó atroz saldo de muerte y sangre allí. Y en la conciencia de los ciudadanos sensibles una infinita desesperación, una severa, turbadora congoja”. En el libro Los Presidentes, Julio Scherer consideraría que la cobertura de Excélsior sobre lo ocurrido en 1968 provocó el enojo presidencial.
Desde ese momento el gobierno de Díaz Ordaz empezó a mover sus recursos y sus hilos para activar un conflicto interno, de esta manera, el grupo de cooperativistas que habían perdido la última elección en Excélsior contaron con la operación política del gobierno de Luis Echeverría.
Miguel López Azuara siempre había advertido a Scherer del asomo de traición de Regino Díaz Redondo, opinión que compartía Miguel Ángel Granados Chapa y Samuel del Villar.
En la madrugada del 8 de julio de 1976 se confirmó la perfidia y “golpe a Excélsior”, que más bien lo fue a la libertad de expresión en México, después de una asamblea de cooperativistas donde permearon los intereses oficiales, Julio Scherer y 49 colaboradores de Excélsior entre ellos, Miguel López Azuara salieron del periódico con la frente de la dignidad en alto, fundarían más tarde la revista Proceso.
El arribo de López Azuara a la capital de la República.
Miguel López Azuara cuenta en entrevista que llegó a la ciudad de México con la intención de estudiar y trabajar, “mi primer trabajo fue una maravilla en el departamento de literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes, a cargo del escritor oaxaqueño Andrés Henestrosa. Mi jefe inmediato era el pintor de 24 años Vicente Rojo, director de diseño gráfico. Estuve un año ahí porque no pude sostenerme y regresé a Tuxpan para trabajar en 1954 como ayudante de tractorista encargado del equipo de carreteras de Pemex, para rebajar el Cerro de la Cruz y rellenar con tierra la franja baja de la rivera que va de la catedral de la Asunción al estero de Tenechaco sobre el que se construyó el bulevar Jesús Reyes Heroles”.
Suerte de principiante.
La inquietud de López Azuara por el periodismo lo llevaría a volver a la capital de la República donde llegaría a ser subdirector editorial de Excélsior, “Llegué paso a paso. Cubriendo toda la etapa del recorrido. Dos semanas de prácticas de reportero en La Extra, para conocer las rutinas, con la fortuna de que debimos venir a Tuxpan y nos agarraron los ciclones Hilda, Ione y Janet en septiembre de 1955, Eduardo Deschamps se quedó para cubrir y yo me regresé para recibir la información que él transmitiera con la ventaja de mi conocimiento de la región. Además, obtuve información del estado general de las carreteras en el país bloqueadas por deslaves y derrumbes. Fui a Buenavista, donde, alrededor de la estación de ferrocarriles estaban entonces las terminales de autobuses, y en menos de una hora pude entrevistar a los choferes de los autobuses que llegaban del litoral del Golfo de México, pero también del norte y del sur, principalmente. Fue tan completa la información publicada, que la Secretaría de Comunicaciones la usó para su boletín de prensa esa misma tarde, pues era lo único que sabían de la situación. No fue un mal estreno”.
Gracias al éxito de la primera cobertura de López Azuara lo hicieron responsable de la cobertura de los principales sucesos en ese momento como la corrupción de Pemex en Poza Rica, donde fue asesinado el corresponsal de Excélsior, Alberto J. Altamirano, era enviado habitual a zonas de desastre, terremotos, cubrió el asesinato del líder campesino Rubén Jaramillo, en Morelos y su familia, el terremoto en Coyuca de Catalán, Guerrero.
El Tuxpan donde creció López Azuara.
Miguel López Azuara hizo retroceder nuevamente las manecillas del reloj para cuando tenía 9 años de edad, cuando no alcanzaba entender que alguien osara abandonar Tuxpan para irse a vivir a un lugar extraño, destacó que “faltaban todavía 26 años para que Neil Armstrong alucinara. Estábamos en Tuxpan en Veracruz en un aislamiento atroz, mitigado a ratos, sobre todo por las noches, por la XEW con su noticiero de Excélsior de 15 minutos, en un radio conectado a una batería de carro porque el servicio de energía era de las 5 de la tarde a las 11 de la noche. De la vigilancia nocturna se encargaban los veladores pagados por los vecinos, y los perros de muchas casas que encadenaban los ladridos de uno a otro extremo de la ciudad.
El destacado periodista y comunicador alegaría a este respecto, “Tuxpan estaba más lejos entonces de todos lados, más que los 300 mil kilómetros que nos separan de la luna. No había ni puente sobre el río de unos cuantos cientos de metros de anchura, ni carretera para ningún lado. A la playa, distante 10 kilómetros, y lugares vecinos hasta Tampico, 180 kilómetros al norte, llegábamos por las brechas abiertas por los extranjeros en busca de petróleo, y al puerto de Veracruz en pequeñas embarcaciones con cupo de microbús, después de más de un día de navegación. No había energía eléctrica ni agua corriente, y el río era desde siempre usado como drenaje común, como hasta ahora. Captamos agua de lluvia en aljibes o abríamos pozos artesianos y fosas sépticas”.
Miguel López Azuara pinta a ese Tuxpan de su infancia como un rancho grande, con sus casas de madera y ladrillo amontonadas, con calles estrechas entre media docena de cerros achaparrados de menos de 100 metros de altura, agradables por la frescura de las corrientes de aire sabor marino provenientes del Golfo de México, el río Tuxpan como para muchos otros y para la mayoría de los tuxpeños era un emblema.
El subdirector de Excélsior con Julio Scherer apuntó que a los 10 años decidió ser periodista sin pretensiones mayores “lo confirmé cuando mi maestro en la escuela primaria escogió un relato mío entre una veintena, sobre una excursión que el grupo había hecho a un rancho ganadero y una ladrillera, donde está hoy el fraccionamiento Jardines, junto al río y Juana Moza, o Juana A. Moza”.
Después de su participación en Excélsior y Proceso, López Azuara daría un golpe de timón en su vida para incorporarse a la función pública a la comunicación social, donde también destacaría y llegaría a la cumbre, Miguel López Azuara ha pasado a la historia de Tuxpan, de Veracruz y de México, esta es parte de su ficha biográfica:
Nació el 6 de enero de 1934 en Tuxpan, Veracruz. Entró en 1955 al periódico Excélsior donde fue reportero, columnista político, editor, jefe de Corresponsales y subdirector editorial. Fundador, columnista, jefe de información, jefe de redacción, consejero editorial y de administración de la revista Proceso. Fundador y consejero editorial del diario La Jornada. Director de Información y Difusión de la Secretaría de Relaciones Exteriores con Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa. Director general de la agencia Notimex. Director general de Publicaciones y Bibliotecas de la Secretaría de Educación Pública, con don Jesús Reyes Heroles. Director de Comunicación Social del gobierno de Veracruz, con Patricio Chirinos. Director de la revista Examen del Comité Ejecutivo Nacional del PRI. Coordinador de comunicación social de la Cámara de Diputados. Director de la Asociación de Editores de los Estados. Director de Información de la Presidencia de la República, con Carlos Salinas de Gortari. Editorialista del periódico El Universal. En el 2021 escribía uno de los últimos artículos de su vida; “Jesús de Veracruz” en el centésimo aniversario del natalicio de Jesús Reyes Heroles en la revista Praxis Cultura & Medio Ambiente.
Descanse en Paz Miguel López Azuara.