Cuando el sol se ocultó en Tenochtitlan


Moctezuma se encontraba en el mayor trono que jamás él o sus antepasados habían visto y teniendo bajo su mano todo el imperio, con ese gran poder que tenía no creía que pudiese ser súbdito de ningún príncipe  aunque fuese el mayor del mundo.

Fernando De Alva Ixtlilxochitl
Relación décima tercera, 1614

La caída de Tenochtitlán y la muerte del Emperador Moctezuma en el centro del cosmos, en la dialéctica de los aztecas, adquirió un significado simbólico hace 500 años. Los códices náhuatl revelan esto y la ficción creada de este hecho.

La mitología de la conquista de Tenochtitlán hace 500 años por Hernán Cortes y los españoles, se ha mantenido como verdadera historia desde Bernal Díaz del Castillo hasta nuestros días, con Hugh Thomas. Esa falsa noticia, Fake news, esa alteración de la realidad, ha permanecido en el imaginario de historiadores y escritores, hasta medio milenio después con verdaderas obras de arte.

Como ha permanecido la deshonra de Moctezuma y bonhomía de los aventureros castellanos, que se han llegado casi a santificar no solo en las leyendas derivadas de la falsedad, también en el teatro y la ópera de ese tiempo y el actual, hasta el legendario conquistador del mundo: Napoleón, y el gran músico de todos los tiempos, Vivaldi, estuvieron implicados en la tergiversación de esta realidad.

La capital azteca no era una aldea de caníbales a la llegada de los españoles, al encuentro de Colón con América en 1492. Tenochtitlán con 225,000 habitantes, era 50% más grande que la ciudad europea, Nápoles, que tenía en ese entonces 150,000 habitantes.

Los españoles vieron asombrados que Tenochtitlán no solo era más grande que Sevilla, capital del imperio español – solo tenía 35,000 habitantes -, sino también que París y Roma, otras dos sedes imperiales en su momento.

Un boletín impreso en la ciudad alemana de Augsburgo, a finales de 1521 describía que la gran Venecia azteca era enormemente rica en oro, algodón, cera y miel, y que las casas tenían techos fabricados con plata pura, cal y arena.

Cuando Hernán Cortés ascendió a Tenochtitlán, su deslumbramiento fue tanto que propuso en su Segunda Carta de Relación al emperador Carlos V de Alemania, que se hiciera al frente del imperio azteca, del cual dijo “no sería menos meritorio que la corona imperial de Alemania”. La capital azteca superaba a Venecia, la ciudad más grande en ese tiempo del viejo continente. Tenochtitlán tenía 300,000 habitantes, mientras que Venecia solo la mitad, por ello, los de Castilla llamaron a la ciudad mexica “la gran Venecia”.

Sobre la grandeza y el brillo de Tenochtitlán, capital del imperio azteca, heredero de las culturas tolteca y olmeca, el pie de los españoles trajo devastación y miseria.

Para Matthew Restall presidente de la Sociedad Estadounidense de Etnohistoria, la narración tradicional de la “Conquista de México” es una de las grandes mentiras de la historia de la humanidad.

Moctezuma en el Museo del Prado

Cortés desde su llegada a las playas de Veracruz, empezó a preparar un “nuevo evangelio” ya no de la biblia, de su paralelismo con Jesús. Así se empezó a tejer una mentira histórica, que no por repetirse más de mil veces, hasta por un Premio Nobel de literatura y aparecer en los libros de texto gratuito por muchas décadas, es cierta.

En primer lugar, Moctezuma nunca vio a Cortés como un Dios, como Quetzalcóatl a su desembarco en la costa veracruzana. La hipótesis tradicional de que los aztecas veían en los españoles el cumplimiento de la profecía mítica, el regreso de la entidad sagrada, como en el cristianismo, esperan la vuelta del nazareno es una falacia, una construcción editada de una historia conveniente a los propósitos de los aventureros castellanos, de un plan de conquista ideológica y religiosa, de los intereses de la corona de su país ibérico.

La narrativa impuesta llegó inclusive a relacionar la supuesta coincidencia en la fecha de nacimiento del líder reformador cristiano alemán, Martín Lutero con el nacimiento de Cortés. A los dos los envío Dios a combatir el poder de satanás; los aztecas representaban en esa escena novelesca a el imperio de lucifer, y “el Salvador” llegó a santificar los dominios de Moctezuma.

Bernal Díaz del Castillo, amanuense de Hernán Cortés, fue el primero en  la  “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España”, en difundir junto con las “Cartas de Relación” del capitán extremeño, una novelesca historia que, como las versiones derivadas de ella, promovieron la instauración de un nuevo sistema-mundo, donde Europa se apropiaba del orbe a través del surgimiento del colonialismo: borrar, destruir a la “Gran Tenochtitlán”, como centro del cosmos, fue su misión.

Hernán Cortés

La distorsión de la historia de la caída de Tenochtitlán, ha sido aberrante y no solo historiadores y escritores españoles y europeos han contribuido a afirmarla. También ha contado con la complicidad de investigadores y escritores mexicanos, que se fueron solo con la versión de escritos producidos por frailes españoles, pictografías que no pertenecen a la cultura indígena, que fueron elaborados como parte de la estrategia española para tratar de legitimar su historia de conquista. La invasión de varias tribus como la de tlaxcaltecas, totonacos y los castellanos, a sangre y fuego contra los mexicas, para simular la rendición de los aztecas, la claudicación de su emperador Moctezuma, a quien han dibujado como un Rey afeminado cobarde, vergonzante.


“¿Qué es lo que dice ese bellaco de Moctezuma, mujer de los españoles, que tal se puede llamar, pues con ánimo mujeril se entregó a ellos de puro miedo y asegurándose nos ha puesto todos en este trabajo? No le queremos obedecer”.

Códice Ramírez/ “La conquista de México”, Hugh Thomas


Esta infamia de la narrativa tradicional, se reproduce hasta en la Rotonda del Capitolio de Estados Unidos. En  el Friso del artista italiano Constantino Brumidi, “La historia americana” donde con un gesto de la mano y una inclinación de cabeza, el emperador azteca parece rendirse a Cortés.

La historia convencional que ha presentado a un Moctezuma con un discurso de rendición en su encuentro con Cortés, entregándose a la corona de Castilla y a su dios, venerando a los aventureros hispanos, es una gran falsedad o un “gran disparate” como lo describe en su libro “El Quinto Sol”, Camilla Townsend, investigadora de la Universidad Rutgers de Nueva Jersey, de Estados Unidos.

El emperador azteca

La historiadora sustentó su obra en fuentes náhuatl del siglo XVI. Su investigación resalta que Moctezuma y los aztecas, sabían muy bien que Hernán Cortés no era Quetzalcóatl, ni la llegada de los españoles el cumplimiento de alguna profecía como la historiografía tradicional, lo que ha venido afirmando.

Desde el naufragio de unos barcos españoles, con Gerónimo de Aguilar en Yucatán, diez años antes de su entrada en la capital azteca, el emperador Moctezuma tenía bajo vigilancia a los españoles sobrevivientes, dándose cuenta que no eran dioses, sino guerreros con otras armas.

El libro XII del Código Florentino, detalla que Moctezuma al observar la conducta de los castellanos, descubre que no eran dioses sino poderosos y extraños guerreros humanos, por lo que para cuando Cortés llega a Veracruz, estaba claro que el tlatoani azteca sabía perfectamente que el barbado hombre blanco no era ningún dios, que lo de su entrega a Quetzalcóatl fue una falacia más en la trama inventada.

Friso en la Rotonda del Capitolio

Invento también lo fue lo de la cobarde rendición de Moctezuma a Cortés, otro relato fantástico que pone a Hernán como héroe de la epopeya de conquista equiparada a las glorias de los césares romanos, y a los ídolos mitológicos griegos.

Moctezuma fue descendiente directo de Acamapichtli, primer Huey Tlatoani azteca, que lideró el más grande y poderoso imperio de la época prehispánica que contaba con siete millones de súbditos. Fue hijo del rey mexica Axayacatl (1468-1481) y Xochiquetzal, hija del gran rey poeta de Texcoco Netzahualcóyotl. La propia Real Academia de Historia de España lo describe como a un promotor inquebrantable de la legalidad y la justicia, que no permitía que nadie trasgrediera las leyes, ni siquiera los nobles, de los cuales algunos fueron ejecutados por prevaricación al ejercer la justicia. Fue también enemigo de la ociosidad, y muy solidario con su pueblo, ya que se detalla que, en época de hambruna, hacía abrir las bodegas de sus palacios para darle sustento.

La matanza del Templo Mayor

Michel Graulich, investigador de Bélgica del arte y las religiones precolombinas, detalla en su libro “Moctezuma, apogeo y caída del imperio azteca”, que desde muy joven el emperador azteca empezó a prepararse en el oficio de las armas, y 5 años más tarde se estrena en el campo de batalla, mostrándose como un guerrero temible, destacando en las afrentas en las numerosas campañas en que participó. Por sus hazañas, recibió honores por su valentía, otorgándosele el título de cuachic, distinción reservada para los valientes que han realizado numerosas hazañas guerreras y nunca retroceder, como lo consignan los aztecas en sus pictografías originales, descripción que no corresponde al Moctezuma afeminado, de la crónica colonialista.

Este estereotipo de Moctezuma acobardado y entreguista a los aventureros hispanos, promovido por escritores como Gomorra, trascendió al arte, de tal magnitud que el 14 de noviembre de 1733 el pueblo de Venecia abarrotó el teatro Sant’Angelo, para presenciar la magna obra monumental del insigne violinista y compositor italiano, Antonio Lucio Vivaldi, luego de su gran éxito con “Las cuatro estaciones”. Así se hizo el estreno mundial de la ópera “Motezuma”, cuyo libreto realizó Girolamo Giusti. En este contexto el emperador azteca abdica sus principios, y  se somete como súbdito del rey de España, y Hernando se proyecta como el héroe de la trama operística.

Después del estreno, las partituras de la obra se perderían y aparecerían 272 años después en una presentación de gala en Róterdam, Holanda. Resulta que esta obra perteneció a las “joyas culturales” de las cuales se había apropiado Hitler, obras de grandes autores del mundo, y rescatadas por el ejército soviético en 1999, en Kiev, Ucrania.

De esta manera, la historia del guerrero azteca trascendió hasta en los grandes compositores musicales y operísticos del mundo. La narrativa inventada, no real, de los escritores cortesanos, pusieron a Moctezuma entregando la grandeza de su civilización a un héroe fabricado, Hernán Cortés. El papel de tlatoani azteca, lo interpretaron primeramente castratos y luego mujeres.

En 1755 se estrenó la ópera “Motezuma”, con música del compositor alemán Carl Heinrich Graun, con el libreto en alemán de Federico el Grande de Prusia, “El rey músico”. Se estrenó en la capital alemana de Berlín, donde el papel de Moctezuma lo representó un “castrato” persona del sexo masculino castrado desde su infancia, para que su voz pareciera la de una mujer. En la actualidad son mujeres las que representan estos roles en la ópera.

Federico “el Grande” de Prusia

En el libreto de esta obra, Federico “el Grande”, aunque resalta la supuesta subyugación de Moctezuma por Cortés, también exhibe a la conquista de México como un crimen, y a Hernando como un verdadero criminal, reivindicando al emperador azteca como un monarca ilustrado y bondadoso, identificándose con el personaje.


CORO DE LOS VENCIDOS. ¡O cielo, cuanto horror, que día terrible, que crimen tan vil! ¡Quién puede imaginar esta perversión! Tierra, ¡como toleras esto, abre las entrañas del infierno! ¡Huyan, huyan de los villanos; ¡dioses, vengan a salvarnos, apiádense de nuestro dolor, apiádense de nuestro dolor, apiádense de nuestro dolor!


La figura de Moctezuma fue tema hasta para el célebre emperador francés Napoleón Bonaparte, quien, ante su invasión a España, promovió la ópera “Hernán Cortés o La conquista de México” con música de Gaspare Spontini, y libreto en francés de Étienne de Jouy, que se estrenó en París el 28 de noviembre de 1809. En el guion de esta obra, Cortés simboliza a Napoleón, mientras que a Moctezuma y los sacerdotes aztecas, como caníbales, a la inquisición española.

Europa en el último siglo de la edad media y a principios del renacimiento, se fascina por la existencia de otros seres humanos en otra parte del planeta: de sus riquezas, de su cultura, no alcanzando a dimensionar la grandeza de la civilización encontrada en México. Los aventureros de Hernán Cortés, menos todavía, difunden en sus cartas la salvación de un mundo de caníbales. A este respecto Matthew Restall da cuenta en su libro “Cuando Moctezuma conoció a Cortés”, que los españoles en la expedición de conquista, eran más que racistas, eran genocidas, resaltando en su obra que los españoles de Cortés esperaban que hubiera guerra contra los indígenas de pueblos y aldeas, en las que los habitantes serían asesinados cerca o dentro de sus hogares y sus mujeres y niños esclavizados, debido -considera- a que los “indios” estaban en otra categoría humana o sub humana. De modo que esto, para ellos, legitimaba la brutalidad de los castellanos, su violencia sin límites.

Para Philip Zimbardo, expresidente de la Asociación Americana de Psicología, y autor del libro “El efecto Lucifer” estudio sobre la naturaleza del mal la deshumanización, aparece siempre que un ser humano considera que se debe de excluir a otro ser humano de la categoría moral de ser persona. Los objetos de este proceso psicológico, pierden su condición humana a los ojos de quienes los deshumanizan. Así ocurrió con los expedicionarios españoles de Cortés y los aztecas, como pasó siglos después en los genocidios de Ruanda y Bosnia, en los Balcanes. Un Tlacuilo, el Códice Aubin resalta el rostro endemoniado de los falsos redentores españoles, a quienes algunos historiadores quisieron santificar en sus textos.

En la figura cuatro de este códice aparece una cosmografía,  en donde la narración visual muestra la gran matanza cometida por el lugarteniente de Cortés, Pedro de Alvarado, en el Templo Mayor. La matanza de Toxcatl, la matanza de guerreros desarmados, los sacerdotes-músicos, las mujeres, los niños y los ancianos que participaban en la festividad mensual de Toxcatl. Los jeroglíficos aztecas narran con detalle la magnitud de la masacre, como el Códice Florentino en el libro XII:

Moctezuma en la ópera

Cuando había empezado la festividad, cuando ya se cantaba y bailaba, y los cantos resonaban como las olas del mar al quebrarse, los españoles entraron a la plaza azteca y bloquearon las 4 entradas, entonces sacaron sus espadas, cortando brazos, piernas, rebanando cabezas. Los soldados de Cortés seguían atacando a la población desarmada, algunos de los cuales trataban de huir cargando sus entrañas en sus brazos. Un olor a sangre llenó el recinto, detallan los Tlacuilos. No había sido la primera masacre, pero esta despertó el espíritu guerrero de los aztecas, quienes dieron la batalla posterior sacando a los españoles de su ciudad, propinándoles una derrota histórica y simbólica, que termino con la leyenda de Cortés, llorando en el árbol de la noche triste.

No fueron las pedradas de su pueblo, sino los españoles los que asesinaron a Moctezuma. Los lienzos de Tlaxcala así lo muestran. Cortés convencido que no había más salvación que abandonar la ciudad de Tenochtitlán por el asedio azteca, mando matar a Moctezuma, para que sirviera también de distracción de los mexicas, mientras ellos huían de Tenochtitlán. La matanza del templo mayor, sacó a flote el carácter guerrero de los aztecas.

Moctezuma en la ópera

A pesar de nuevos conflictos dentro de la Triple Alianza de Tenochtitlán, y la mortandad que causó una epidemia de viruela entre los aztecas, la resistencia se hizo más heroica. Tiempo después de su forzosa salida de la capital azteca, los españoles se reagruparon con nuevos soldados venidos de Cuba, además de los Tlaxcaltecas con nuevas alianzas, sitiando la ciudad, cortando el suministro de agua y la cadena de apoyos. Así resistió Tenochtitlán de Moctezuma, ahora con Cuitláhuac primero y luego con Cuauhtémoc como sucesores del Tlatoani, a este último apresaría Cortés y lo torturaría, para que le entregará el tesoro oculto de los aztecas, ahorcándolo finalmente.

Moctezuma lejos de ver a Hernán Cortés como una deidad, lo buscó para ubicarlo en las inmediaciones de “La casa de los animales”, un zoológico en un palacio adjunto. El conquistador español no se dio cuenta que, lejos de venerarlo, Moctezuma lo coleccionaba junto a sus bestias.

En una serie donde había también concentradas personas con discapacidades o anormalidades físicas, a los que el emperador azteca mantenía en su colección, pero los atendía humanitariamente. Tanto el jardín botánico, como el zoológico de Moctezuma, donde el Tlatoani estudiaba la naturaleza y reflexionaba filosóficamente, fueron fuentes de inspiración para otras construcciones de reyes y emperadores en Europa, como el palacio y jardines de Versalles. El monarca azteca estuvo muy adelantado a su época.

La muerte de Moctezuma representa la conclusión de un ciclo solar, de una era marcada por una de las civilizaciones más avanzadas del mundo. Este hecho tiene en el Tlacuilo una dimensión histórica y mítica. El movimiento del astro solar y la toma del axis mundi mexica, es vista como un enlace entre el tiempo histórico, el devenir de los hombres y las leyes del cosmos. Moctezuma se convierte en una figura puente entre épocas, en la visión indígena.

El esplendor de la gran Tenochtitlán terminó cuando el ciclo del sol se ocultó.

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