Pánuco: crisol de culturas

Mitad verdad, mitad fantasía, pocas figuras ilustran la vida de una ciudad cosmopolita y diversa, ubicada en la frontera del mundo, en forma tan enigmática como la de mi tatarabuelo, el inmigrante corso Ángel Belgodere Orsini (1855-1911), establecido en Pánuco, Veracruz, en 1869, como muchos otros extranjeros que llegaron a esa ciudad atraídos por a su auge económico y desarrollo portuario de la segunda mitad del siglo XIX.

Ubicada a tan sólo dos horas de Tampico, Pánuco redobló su fama cuando en 1904 el geólogo mexicano Ezequiel Ordóñez localizó en sus alrededores dos pozos petroleros de importancia comercial para la Mexican Petroleum Company, conocidos como “La Pez”, en El Ébano, y el “Uno Dicha”. Su dueño, Edward L. Doheny, era el magnate que había explotado con éxito los primeros pozos petroleros de Los Ángeles, California. Para entonces Tampico era ya el segundo puerto del país desde 1877 y ahora pasaba a ser el primer centro de exportación de crudo del continente, lo que dio pie a que estas dos ciudades se convirtieran en un polo de atracción de inmigrantes de todos los rincones del planeta, entre ellos holandeses, alemanes, ingleses y norteamericanos. 

Los hermanos Belgodere

Pero el caso de Ángel Belgodere fue diferente. Él no llegó a Pánuco por mar, sino por tierra, ni vino de Córcega directamente, sino que llegó primero a Matehuala, San Luis Potosí, donde vivía su hermano, Paul Antoine, desde la segunda intervención francesa. No, Ángel y Paul Antoine no habían sido parte del ejército del Mariscal Bazaine ni pelearon en la batalla de Puebla. Pertenecían a una familia de campesinos de la pintoresca villa de Vignale, al norte de Córcega, que había sobrevivido a la tiranía y el abandono de Napoleón III, cuando la vid y el aceite de oliva, los principales productos de exportación de la isla, les había sido prohibido producirlos por las estrictas regulaciones comerciales del imperio francés. Ante la necesidad, los Belgodere enviaron a sus dos hijos a América con la esperanza de una mejor vida. Primero al mayor y después al joven Ángel, de 15 años, quien llegaría hablando acaso un poco de español que le enseñaría algún vecino de su tierra natal, quizás de la no muy lejana Isla de Mallorca.

Comunidad de Vignale en la isla de Córcega, bajo dominio francés desde 1789

No era raro que en aquella época los europeos recurrieran a México como destino para encontrar fortuna. Nuestro país era visto como símbolo de prosperidad y riqueza natural, en parte por las noticias que se difundían del Imperio de Maximiliano y Carlota, y en parte por la divulgación científica que representaron los estudios e ilustraciones de Alexander von Humboldt desde principios de siglo.

Tal fue el caso de Plotino Rhodakanaty, médico griego que fundó una escuela rural de alfabetización, inspirado por las formas comunitarias y artesanales de organización y producción de los campesinos de la villa de Chalco. Diversas ideologías y movimientos que surgieron en Europa en el siglo XIX para resistir y combatir las nuevas formas de explotación capitalista criticadas por pensadores como Pierre Proudhon y Charles Fourier, encontraron en México su más alta inspiración como lugar donde se podría hacer realidad un nuevo orden civilizador.

Fue el caso también de Robert Owen, teórico socialista galés que intentaría fundar una comunidad cooperativa en Texas, cuando ésta aún era parte de México, como lo hizo en las colonias de New Harmony en Indiana, Estados Unidos, y Harmony Hall en Gran Bretaña. Ahí pretendía llevar a la práctica su teoría de la fraternidad humana universal; pero le fue impedido por la separación de Texas y la guerra del 47. 

Así pues, el joven Ángel Belgodere no sólo aprendió español y emigró a México, sino que se capacitó como telegrafista y consiguió empleo en Tampico y luego en Pánuco, donde eventualmente conoció a la bella joven María San Pedro Barberena, de ascendencia española, y trazó las líneas de esta borrosa biografía que refleja a grandes rasgos la naturaleza cosmopolita de la ciudad de Pánuco como segundo ayuntamiento de México y crisol de culturas. 

Ángel Belgodere con su esposa María San Pedro y su primera hija, Aurora

Narra el cronista de la familia, Samuel Remond Ebergenyi, que el hermano de Ángel, Paul Antoine, emigró primero a Puerto Rico y de ahí a México, donde se instaló como comerciante en Matehuala. (Alejandro Basáñez Beltrán y Puga, Muchas Vidas en Una: Recuerdos de Magdalena Ebergenyi Belgodere de Basáñez, Ciudad de México, 2019). No sabemos cuántos años permaneció ahí ni cuál fue su paradero, pero sabemos que el joven para 1896 ya estaba casado y era lo suficientemente próspero para poder viajar a Nueva York, desde donde le enviaría una fotografía a su mujer con una dedicatoria que al reverso dice: “Un recuerdo del ausente a mi querida esposa, María San Pedro de Belgodere. –Ángel, Nueva York, Oct 11, 1896.

El siguiente eslabón en la vida de este misterioso personaje representa algo excepcional en la historia de Pánuco. Ángel Belgodere no era sólo telegrafista, sino que había viajado a Nueva York en 1896 no para conocer la recién inaugurada Estatua de la Libertad, sino para empezar a investigar cómo registrar una patente. Todo esto lo escuchaba yo desde pequeño de parte de mi abuela Magdalena Ebergenyi Belgodere de Basáñez, de Tuxpan, Veracruz, nacida en Pánuco en 1929. Pero al estilo de lo que ocurre en la película Big Fish (2003), no fue sino hasta que exploré en la base de datos de la United States Patent and Trademark Office (https://ppubs.uspto.gov/pubwebapp/) bajo el nombre de “Angel Belgoder” (sic), que pude comprobar que todo era cierto. La patente mencionada aparece con todo detalle como la reproduzco a continuación.

Un invento para evitar descargas eléctricas

El ingenioso inmigrante francés había viajado a Nueva York y a Washington DC para patentar, por medio de su abogado, un dispositivo llamado Acoplamiento de Seguridad para Conductores Eléctricos, el cual podía evitar descargas y accidentes a seres humanos por contacto con cables dañados.

Según la patente solicitada el 26 de mayo de 1909, el autor residía en ese momento en la Ciudad de México y era de oficio comerciante, lo cual nos indica que la familia ya se había trasladado de Pánuco a la capital y se dedicaba a los negocios. Como firmantes aparecen dos testigos: Juan López Revuelta y Miguel Oyarzálal (seguramente Oyarzábal), y otras dos firmas bajo el croquis: Eduardo Romero y Miguel Selkonik (?) Ignoramos si éstos eran amigos del inventor, pero queda claro que al menos cinco personas participaron en el registro del invento que tardó casi dos años en ser aprobado.

El aparato consistía en un dispositivo mecánico de desacoplamiento que se insertaba en diversas secciones a lo largo de un cable o conductor eléctrico, que al momento de romperse en cualquier punto, hacía que se desconectara la corriente eléctrica y se evitaran posibles accidentes e incendios con material inflamable. Ignoramos cuál haya sido la motivación del tatarabuelo Ángel Belgodere para producir semejante cosa, pero la siguiente parte de la historia deja grandes preguntas sin resolver. 

El misterio de su muerte

Cuenta la leyenda que al volver Ángel de Nueva York, satisfecho de haber concluido el trabajo de años, se hospedó en el Hotel Reforma de la Ciudad de México. Seguramente imaginaba ya los ingresos que su patente le reportaría a su familia por los siguientes 17 años, que era lo que duraban los derechos intelectuales según la Ley de Patentes de Estados Unidos de 1861. El hecho de que se hospedara en un hotel sugiere que ya no vivía en esa ciudad. ¿Acaso habría regresado a Pánuco, donde preparaba ya su retiro, a la edad de 56 años? ¿No habría sido más fácil llegar a Tampico directamente en barco de vapor desde Nueva York? Esto supone que tenía todavía algunos asuntos qué atender en la capital.  

Una búsqueda en el sitio web del Instituto Mexicano de la Propiedad Intelectual (https://siga.impi.gob.mx/newSIGA/content/common/principal.jsf) arroja también dos resultados bajo el nombre de Angel Belgoder (sic) que nos permite ver que este invento ya estaba registrado en México varios años antes que en Estados Unidos. La patente No. 9302 del 31 de diciembre de 1907 corresponde a un Aparato para evitar desgracias por roturas de cables eléctricos; y aparece otro invento con número de concesión 26815 que en portada se describe como un Sistema de enganches para evitar desgracias cuando hay ruptura en los cables eléctricos, presentado el 26 de mayo de 1908. Sin embargo, al abrir el vínculo y leer la Gaceta Oficial de Patentes y Marcas bajo dicho registro, no aparece el invento mencionado, sino otro a nombre de un José Alcántara con fecha 26 de enero de 1927, el cual no es un sistema de enganches para evitar desgracias, sino unos tacones desmontables para calzado. No niego que esto también pudiera haber servido para evitar desgracias, pero a menos de que nuestro antepasado corso hubiera sido, además de inventor y telegrafista, un excelente bailarín de huapango, esto parecería un error.

A continuación reproducimos el texto de la Gaceta Oficial mexicana bajo el número de patente 9302, registrada cuatro años antes que la de Nueva York.

La leyenda familiar narra que Ángel fue visto por última vez cenando en el Hotel Reforma la noche de su llegada, pues a la mañana siguiente, amaneció muerto en su habitación. Se especula que fue envenenado. ¿Acaso algún competidor pretendía utilizar el Acoplamiento de Seguridad para Conductores Eléctricos sin pagarle regalías? Lo único que sabemos es que su familia recibió un telegrama con la noticia de su fallecimiento y luego una maleta que contenía el acta de la patente y la siguiente fotografía de Ángel en su ataúd.

 

Ángel en su ataúd, fallecido a su regreso de Nueva York, en el Hotel Reforma de la CDMX. Año 1911.

No conforme con la información transmitida de manera oral, solicité acceso a las actas de defunción de la Ciudad de México y pude obtener los datos registrales del finado: número de juzgado 65, libro 22 y número de acta 884. Sin embargo, no logré obtener copia del acta de defunción, donde se asienta la fecha y causa probable de su muerte. Ojalá esta información salga a la luz más adelante para así poder cerrar la historia de este ilustre personaje que debe darle a Pánuco un motivo de orgullo.

Como corolario, anexo una fotografía donde aparece Rita Barberena Mellado de San Pedro (1830-1920), la suegra de Ángel, originaria de Tampico y nieta de españoles, en la casa antes mencionada, sobre el río Pánuco, propiedad de su difunto esposo, José Francisco San Pedro y Castillo, misma que heredaría su hija María y donde nacería mi abuela Magdalena.

De izquierda a derecha: Emilio Ebergenyi y su hermano Andrés; Ana Amelia y Aurora Belgodere (hijas de Ángel). Sentadas: María San Pedro (esposa de Ángel), Rita Barberena (suegra) y una tía de apellido Domínguez (Alejandro Basáñez, Muchas Vidas en Una, 2019, p. 169)
La casa de Pánuco, ubicada en la calle de Hidalgo No. 300, cerca del puente que conecta con el camino a Tampico, sigue en pie. En ella vivieron y contrajeron matrimonio las hijas de Ángel, Aurora y Ana Amelia, con dos hermanos, también inmigrantes, de origen húngaro-egipcio: Emilio y Andrés Esteban Ebergenyi Emanuel.
Casa de Pánuco donde vivió Ángel Belgodere en la Calle Hidalgo No. 300, en Pánuco. Antes y después.

Espero que esta historia nos recuerde la dimensión global de Pánuco, una ciudad que ya desde el siglo XIX era frontera entre Veracruz y el mundo.

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